Zirahuén, Michoacán. Uno de los lagos más hermosos y conservados de México, el de Zirahuén, en el estado de Michoacán, está en peligro. Aquí se repite la historia de despojo y represión que impera sobre las comunidades indígenas del país y del resto de Latinoamérica. El “progreso” llega de la mano de magaproyectos turísticos, carreteras, spas, sembradíos de aguacate y un sinfín de emprendimientos realizados o por realizar para invadir estas tierras purhépechas. Pero la comunidad resiste, defiende su lago y su historia, aunque eso les cueste persecución, amenazas de muerte y cárcel.
“Mientras estemos vivitos no nos van a quitar esta tierra”, sostiene Marcos Paz, dirigente campesino innumerables veces perseguido y amenazado por la defensa del territorio. La depredación ha conseguido que de las mil 222 hectáreas de superficie que tenía el lago, actualmente sólo cuente con 903. Y también se ha reducido su profundidad, de más de 100 metros a los 70 que hay en estos momentos. “Pero hasta ahí. No vamos a permitir que nos lo sigan quitando”, afirma Bulmaro Cuiriz Hurtado, comisariado de bienes comunales.
En noviembre de 2008 los habitantes de Zirahuén se despertaron con la maquinaria pesada a la salida de la comunidad, rumbo a Copándaro. Llevaban meses sosteniendo reuniones con Arturo Ramírez, presidente municipal de Salvador Escalante, con el fin de evitar la construcción de una carretera alrededor del lago sin haber sido consultados. El edil se había comprometido a no iniciar los trabajos hasta que se realizara un estudio de impacto ambiental. No cumplió e intentó sorprender a la comunidad.
Dos días después los pobladores montaron un plantón junto a la maquinaria para impedir que comenzara la construcción de una carretera de 12 kilómetros que bordearía el lago de 903 hectáreas.
El fondo del asunto es que empresarios encabezados por Guillermo Arreola pretenden la construcción de más proyectos turísticos y huertos de aguacate.
Vinieron las negociaciones. Les dijeron que se trataba de un proyecto federal y que, de cualquier forma, se les entregaría el estudio ambiental que exigían. Los comuneros aceptaron el inicio de los trabajos bajo ciertas condiciones que el gobierno nunca cumplió. Así se avanzó en la construcción de ocho de los 12 kilómetros. Les faltan cuatro que, aseguran los comuneros, no les permitirán construir hasta que cumplan con los requerimientos pactados.
No es nueva la lucha por las tierras en estas comunidades. Bulmaro Cuiriz Hurtado y Marcos Paz lo constatan. Ambos son perseguidos por su lucha por la defensa del territorio. Y no se rinden. Han logrado parar grandes desarrollos turísticos y en estos momentos se reorganizan con la comunidad para la siguiente batalla.
“Nosotros –dice Bulamaro– no nos oponíamos a que se hiciera la carretera, pero hasta que se hicieran unos estudios, para que la comunidad tuviera el conocimiento de cuántos días le quedan de vida al lago”. El lago, señala Paz, “es la vida, el agua, la comida. Un pueblo que no tiene agua no tiene vida y por eso lo defendemos.”
El lago de Zirahuén, ubicado a cuatro horas de la ciudad de México, es el centro de la vida comunitaria de esta región que vive de la pesca, la agricultura y la artesanía, además de las bandas musicales, que suman 13. Mitos y leyendas se tejen alrededor de “esta joya natural”.
Cuenta la leyenda que en Zirahuén, también conocido entre los purhépechas como “Espejo de los dioses”, “a la llegada de los españoles a esta región, después de la caída de Tenochtitlan, un capitán se enamoró de Eréndira, la hermosa hija de Tangaxoan, rey de los purhépechas; la raptó y la escondió en un precioso valle rodeado de montañas. La princesa, erguida sobre una roca imploraba a sus dioses del día y de la noche, Juriata y Járatanga, quienes le enviaron un torrente de lágrimas con las que formó un gran lago al que se arrojó, convirtiéndola los hechiceros en sirena para que no muriera ahogada”.
Dicen los pescadores que la sirena aún vaga por esas aguas y que en las primeras horas de la madrugada surge del fondo para encarar a los hombres malos, los ahoga y les arranca el corazón y los cuelga del borde de la balsa, en agravio de los que no saben conquistar con amor y reniegan del curso de la historia.
No hay poblador en esta región que no relate algún encuentro con Eréndira, suyo o de algún familiar o vecino. Se habla de ella y de sus muertos con una asombrosa cotidianidad, sin sorpresa o incredulidad. Es parte de la vida en esta región Lacustre en la que los proyectos turísticos ofrecen “la tirolesa más larga del país, que atraviesa la parte más bella de la bahía de Agua Verde…renta de bicicletas de montaña, renta de caballos, lanchas, kayak, pistas para caminar y senderismo. Y muy pronto podrá disfrutar el servicio de un minigolf de 18 hoyos para toda la familia, además de nuestro spa El Temascali”. Forest Resort, “pioneros en deportes de aventuras”, ofrece un recorrido que incluye dos tirolesas largas, una corta y 5 puentes de diferentes formas.
Son estos proyectos los que amenazan la vida de un lago que la comunidad indígena defiende contra viento y marea.
Cuenta Marcos Paz que los pobladores trabajan en el cuidado del lago desde su comunidad, hacen presas para quitarle fuerza a la corriente de agua y que el relleno no caiga en el lago, además de reforestar los alrededores con pino y cedro.
“En 1997 empezamos a hacer las presas, y la reforestación desde 1998. La comunidad decidió que en los terrenos cercanos al lago en lugar de sembrar maíz se plantarían pinos para amacizar el terreno y que en cada temporada de agua no se estén deslavando las tierras. Hasta el momento se han reforestado más de 900 hectáreas, con mil 300 árboles por hectárea de tierras agrícolas convertidas en forestales. Y se han levantado 14 mil metros cúbicos de presas de gavión con rellenos de piedra y malla ciclónica. Son presas filtrantes para que llegue el agua limpia al lago”, explica Paz y añade, orgulloso, que “en estos trabajos ha participado la gente de 14 comunidades, sin ninguna dependencia del gobierno ni nada, sólo los campesinos”
El impacto ambiental por la nueva carretera
A la nueva carretera que recorrerá el perímetro del lago de Zirahuén le faltan 4 kilómetros de construcción, de Agua Verde al entronque de La Palma. Siete metros de ancho mide esta vía que, de acuerdo a un estudio de impacto ambiental encargado por la comunidad, y que no reconoce el gobierno, traerá graves consecuencias de contaminación para el lago y sus alrededores. Se dará prioridad a la siembra de aguacate, acabando con los bosques de pino. “el aguacate necesita mucha agua para darse y por eso construyen pozos subterráneos para regarlos sin permiso. Hay una tala inmoderada de bosques sin tomar en cuenta que cada pino produce 200 litros de agua. Los aguacates piden agua, no llaman agua, como los pinos”, explica Paz.
La carretera atraerá nuevos asentamientos territoriales con gente que “quiera venir a fincar casas de campo en los alrededores del lago, además de nuevos desarrollos turísticos que saquearán y/o contaminarán el agua. También se alterará la vida comunitaria con caminos rápidos, en lugar de terracerías para arriar burros o vacas. En donde había camino de herradura, es donde ahora pasa la carretera y ya hay por dónde mover a los animales”, afirma Bulmaro.
Otros daños colaterales “es que los proyectos turísticos quieren meter lanchas de motor que van a contaminar el lago. La carretera es de 4 carriles y pues no es para nosotros porque ni carro tenemos. La alta velocidad es falta de seguridad para la comunidad. Y ahora están metiendo adoquín para pasear a los turistas”.
Marcoz Paz explica que se trata de un proyecto federal y por eso dicen que el gobernador tiene la facultad para expropiar. Guillermo Arreola es el empresario que está detrás de todo esto, “es el prestanombres de empresas de cuatro países: Francia, Japón, España y Estados Unidos. A todos los trajo aquí para invertir”.
Precisamente de la familia Arreola es el megaproyecto turístico que incluye un campo de golf, más de 2 mil cabañas, embarcaderos de lanchas de motor y motocicletas acuáticas, y espera un solo descuido de los comuneros de Zirahuén para echarse a andar. “No hemos dejado que pase el desarrollo turístico mundial pues acabarían con todo. Nosotros propusimos un proyecto ecoturístico de la comunidad, y dijeron que sí pero no han hecho nada. De cualquier forma a nosotros no nos urge acabar con el lago, sino contrarrestar los proyectos ambiciosos de gente extraña del mundo”.
Recuerdan Marcos y Bulmaro que la comunidad ha conseguido parar el Proyecto Miralago, “complejo mega turístico al que le dieron la concesión para sacar agua para sus cabañas y para sus huertos de aguacate. Ahí fuimos y paramos sus trabajos. Tenía dos manguera juntas de 6 pulgadas para llevarse el agua de la laguna al cerro y nosotros destruimos una de ellas para que ya no se llevaran el agua”. Lo que pasa, dice Paz, es que ellos, “los gobiernos y empresarios, no entienden que el lago es la vida: el agua, la comida y un pueblo que no tiene agua no tiene vida. La tierra es nuestra madre que nos da de comer, y así la defendemos, como a nuestra propia madre”.
La lucha por la tierra
La comunidad purhépecha de Zirahuén ha peleado la posesión de estas tierras comunales desde hace más de 200 años. Un título virreinal de 1731 y un amparo de posesión de 1733 avalan la posesión del territorio. “Nuestros antepasados venían peleando estas tierras que marcan los títulos y nosotros estamos en eso, pero nos hemos encontrado con funcionarios corruptos y con la represión como respuesta”, afirma Paz Calvillo, quien ha pisado la cárcel en varias ocasiones, siempre por la defensa de la tierra comunal.
En 1970 una resolución presidencial les otorgó 604 hectáreas para 504 comuneros. Estas hectáreas, explica el representante campesino, “estaban en la punta del cerro, o sea en el terreno que ya teníamos en posesión desde antes. Nosotros nunca estuvimos de acuerdo con esta resolución, por lo que en 1979 presentamos una solicitud de Reconocimiento y Titulación Complementaria de Bienes Comunales. Esto es lo que está ahorita en Reforma Agraria”.
Las tierras que pertenecen a la comunidad indígena, y de las cuales poseen un título virreinal, abarcan 21 mil 500 hectáreas, de las cuales 5 mil están en posesión de cinco ejidos que cuentan con carpeta básica (dotación que hace la Secretaría de la Reforma Agraria). El resto (16 mil 500) les pertenecen a los miembros de la comunidad. En 1999 les reconocieron bajo el régimen comunal otras 856 hectáreas que, sumadas a las anteriores 604, suman un total de mil 560 hectáreas comunales. Actualmente continúa la lucha por el reconocimiento de cerca de 15 mil hectáreas.
La implementación del Programa de Certificación de Derechos Ejidales (Procede) y de Certificación de Comunidades (Procecom) “son unas verdaderas trampas para permitir el mercantilismo de las tierras y el latifundismo–advierte Paz Calvillo-. Por eso la comunidad indígena de Zirahuén no ha permitido que estos programas entren a la comunidad, pues el gobierno trata que los indígenas y campesinos obtengan el certificado de propiedad para que, ante la falta de apoyos, inmediatamente después puedan vender… Ante esto, los comuneros de Zirahén nos pusimos a pensar que si vendemos se viene el latifundismo y la tierra queda en manos de unos cuantos, es por eso que luchamos por incorporar la tierra al régimen comunal”, explica.
Hay dos comunidades, la ejidal y la comunal. A los ejidatarios “el gobierno ya los hizo pequeños propietarios. La comunidad agraria aceptó el Procede y los ejidatarios ya vendieron sus tierras. Nosotros tenemos un acta levantada para que no se venda, para que sea un patrimonio de los comuneros y comuneras y no se pueda vender. Si no hubiéramos hecho esto ya nos hubieran sacado, con el poder que tienen los gobiernos del estado para expropiar”.
Publicado el 01 de Marzo de 2010