Algunos retos para la Cuba del futuro

Tamara Roselló Reina

Idael

La Habana, Cuba. Idael Montero y Sayonara Tamayo viven en Cuba. Sus edades cercanas los hacen parte de una misma generación, y sin embargo, actúan en ámbitos aparentemente diferentes. Él es de Bayamo, Granma, y ella de Gibara, Holguín. Idael se prepara como Pastor de una Iglesia Bautista y Sayonara es periodista del telecentro de su localidad. Ambos, a través de la Red de educadoras y educadores populares y de la Plataforma ecuménica, que se articulan desde el Centro Martin Luther King Jr., en La Habana, han compartido una experiencia similar las pasadas vacaciones.

Visitaron organizaciones sociales de Argentina, Uruguay y Venezuela para conocer sus luchas y aspiraciones. El intercambio los puso en contacto directo con una parte de la juventud de estas naciones, protagonista del trabajo a favor de la vivienda, la educación, la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, la construcción del gobierno popular, y otras causas a favor de los sectores más necesitados e históricamente excluidos.

A su regreso a Cuba otros desafíos los esperan, entre ellos, cómo contar lo que vivieron, cómo identificar las conexiones entre realidades sociales diferentes, pero también con puntos de contacto.

Ahora nos comparten algunas de sus reflexiones sobre los diálogos con estos jóvenes latinoamericanos.

 

Idael: Me llamó la atención el deseo de luchar y buscar alternativas y soluciones a las problemáticas que afectan a la juventud. Quieren transformar la sociedad que mutila sus aspiraciones de vida y por eso han tomado consciencia sobre la necesidad de trabajar en el ámbito político. De ahí que se sumen activamente a los movimientos sociales.

Uno de los aprendizajes que me dejó Argentina es como los jóvenes se organizan a partir de las necesidades de cada contexto. Aquí, en Cuba, también tenemos que buscar nuestras potencialidades como jóvenes, y descubrir cuáles son nuestros propios sueños de justicia social frente a quienes quieren reproducir modelos foráneos.

En este momento de desarrollo que vivimos se pueden impulsar iniciativas en los planos económico, social y cultural para el país. No hay recetas, las fórmulas no pueden llegar desde arriba, desde las oficinas. Más bien cada cual, según sus capacidades y necesidades específicas, y con las condiciones del contexto propio, debe de construir una verdadera participación. Las experiencias de Argentina y Uruguay me ayudaron a confiar un poquito más en mí como joven y en otros y otras que me rodean.

En el ámbito eclesial, en Cuba tenemos varias iglesias. Algunas tienen una propuesta existencialista, creen que en la sociedad no hay nada que hacer y por lo tanto, hay que obedecer a un Dios-institución. Hay otro tipo de iglesias que creen que estamos vivos por algo y que una de las exigencias de la vida es tiempo para construir, desde una postura cristiana y comprometida con el Jesús histórico, la sociedad.

Así, nos corresponde a los jóvenes continuar con el desarrollo de un proyecto social de país, en el cual rescatemos el legado de las generaciones que nos antecedieron, pero a la vez, incluyamos nuestros sueños y expectativas, con una economía viable, con una sociedad en armonía y con una ecología sustentable.

También tenemos que contribuir al desarrollo espiritual de la gente, para que el amor impere. Ha sido un reto para nosotros buscar maneras de organizarnos y enfrentarnos a las fórmulas asistencialistas de algunas iglesias, es decir, no quedarnos de brazos cruzados en espera de que un Dios nos oriente. A veces, ese Dios viene influenciado de un poco más allá, del norte.

Ahora, después de la experiencia con los jóvenes de otros países, valoro más el sentido de la vida en comunidad. Ver como se hace una cooperativa desde la convivencia, como se hermanan en la lucha y se ayudan, más allá de darles un beneficio material como una vivienda, les permite alcanzar un buen vivir: con normas, con aptitudes, con una cultura familiar afectiva que representan un salto en la calidad humana, y en la manera de relacionarnos y de ser comunidad.

Sayonara: Me encantaría poder contarles a esos jóvenes que dicen que en Cuba hace falta otra revolución, lo que viví en un país en plena revolución como Venezuela y que me traía a la Cuba que debió ser en una etapa que no conocimos, la Cuba de los jóvenes, la de los inicios de la Revolución. A veces olvidamos que esta ha sido una Cuba construida por sus juventudes. Lo que nos toca es quizás, no hacer otra Revolución, sino, rejuvenecer la que tenemos, reanimarla con nuestras energías, desde nuestras percepciones y las maneras de analizar las coyunturas. El país tiene que tener a los jóvenes de su lado.

Un desafío para los jóvenes es aprender como dialogar con las generaciones de luchadores que les anteceden y compartir las visiones del país que quieren. Eso lo vimos en Venezuela, como ciertos conflictos generacionales pueden ser un freno para la participación juvenil en el poder comunal que el gobierno bolivariano está impulsando a través del Frente Francisco de Miranda. No es útil paralizar a los jóvenes. Una cosa es acompañarles, aportarles experiencias y hacerles ver su importancia, y otra es no querer dialogar con la juventud que es dueña del país del futuro, del país que se está construyendo.

Este intercambio en Venezuela fortaleció la percepción que tengo de que es necesario activar a la juventud cubana y enriquecer su visión sobre nuestra realidad. Abundan los jóvenes que tienen una mirada crítica y revolucionaria de lo que es Cuba, pero el momento exige que trascendamos esos espacios de criticar, de debatir, de exigir y pasemos hacia el activismo y nos movilicemos más allá de hablar y de pensar, porque Cuba necesita que sus jóvenes piensen, pero también que sus jóvenes hagan. Es muy fácil decir que no hay comida en los mercados, pero cuando convocas a trabajar, todo el mundo desiste. Entonces ¿es la crítica por la crítica o en verdad se trata de una crítica propositiva, de activación no solo del pensamiento y los criterios, sino también de la acción?

Necesitamos que la juventud cubana haga más de lo que está haciendo desde sus espacios y pierda ese sentido de creer que le toca a otros, a otras. La juventud cubana tiene que fortalecer su sentido nacionalista, en medio de todas esas influencias que nos llegan de diferentes espacios y que hacen que dejemos de pensar como país, como generación y nos centremos más en los pequeños espacios, en las individualidades. Eso afecta no solo a la juventud cubana, sino a la latinoamericana, e incluso, a la mundial.

Es necesario que pensemos en el país que queremos, qué le podemos aportar a ese país que nos toca construir. La juventud venezolana también está construyendo el país de ellos, desde la diversidad que tienen, como mismo es diversa la juventud cubana. Nuestra juventud más activa no puede quedarse en la catarsis, en el plano de las ideas, porque el verdadero joven revolucionario, en el sentido más profundo de la palabra, tiene que ocuparse y preocuparse por contaminar a los demás. No se trata de homogenizar el pensamiento, las ideas, sino de dialogar y entre todas y todos, llegar a ser el país que queremos.

Publicado el 01 de Diciembre de 2011

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