Moscú, Rusia. “El miedo es un compañero que nunca te deja, pero ¿por qué tienes que tener miedo si dices la verdad?”. Así piensa Lidia Yusupova, llamada “la mujer más valiente de Europa” por la BBC y por Amnistía Internacional y candidata en 2006 al Premio Nobel de la Paz por su actividad en defensa de los derechos civiles en Chechenia.
Abogada de 40 años de edad, fascinante, carismática, alta y tan delgada que parece muy frágil, en realidad es una mujer de acero, determinada e incansable. Desde la primera guerra en Chechenia (1994-1996) colaboró con Ana Politkovskaja, y en 2000 fundó y dirigió en Grozni (la capital del país) la asociación de derechos civiles “Memorial” en donde trabajaba Natalya Estemirova, la activista asesinada el 15 de julio del año pasado en circunstancias nunca aclaradas.
Cuando le pregunto una opinión acerca del anuncio pronunciado justamente en estos días por el presidente ruso Dimitrij Medvedev, acerca de la identificación (cuyo nombre sigue en secreto) del asesino de Natalya, Lidia contesta con una sonrisa irónica y enigmática a la vez.
Luego sacude la cabeza y me cuenta que precisamente un día antes del homicidio de Natalya, unos “agentes” no identificados fueron a buscarla en la modesta oficina de un sólo local en el vigésimo piso de uno de los edificios de los años 70 en la perdida periferia moscovita. ¿Qué querían? Lidia nunca lo supo, pues dichos “agentes” nunca volvieron.
No se preocupó más de lo debido. Tras años vividos en el matadero checheno está acostumbrada a vivir en medio de los peligros, a reconocer los juegos de espejos, los complotes misteriosos que atropellan desde siempre toda forma de realidad y legalidad.