Habitualmente los hombres son los que emigran buscando una mejor vida, se vuelven un ejemplo de valor y de esperanza para sus comunidades. Pero en España fueron las mujeres latinoamericanas que vinieron y dieron dinero y esperanza a sus comunidades.
Muchas de ellas trabajaban de sol a sol en casas de los prósperos españoles de finales del XX y principios del XXI, qué, entre trabajo, ocio y con la menor taza de natalidad a nivel mundial, podían pagar una “interna” para el cuidado de sus progenitores o descendencia, ellas, mujeres latinoamericanas dedicadas al cuidado de enfermos y/o personas de la tercera edad, hijos pequeños o personas dependientes. Ellas mayoritariamente ecuatorianas, peruanas, bolivianas, trabajaban de lunes a viernes, pero, al llegar el fin de semana, buscaban un pedazo de su tierra, de su ser, de su cultura, su comida, sus insultos, sus maneras de ver el mundo… y lo encontraron jugando futbol
Al inicio del milenio la inmigración latinoamericana en España creció exponencialmente, el lenguaje, la cultura no tan diferentes y la poca experiencia con la inmigración en la península creo un caldo de cultivo excelente para su llegada, pero, siempre hay un pero, la ausencia, los hijos en la lejanía (que nunca abandonados, porque todo esfuerzo es por ellos) la falta de esposo, novio, amante, confidente, y la incapacidad de relacionarse con los nativos, hizo que se buscaran espacio de libertad, de coincidencia, y una cosa era general, su amor por el futbol.
Ellas mandaban dinero, creaban ilusiones, generaban anhelos y todos uno a uno se embarcaron en ese buque llamado sueño, prosperidad, algarabía y… lo que nunca se espera al estar lejos de casa, cambios a donde se va y cambios en uno mismo.
Trajeron hijos, esposo, familia, crearon nuevos españoles, mandaban dinero a casa, y consumían como nunca imaginaron, vieron un futuro con casa propia, hijos con universidad, trabajaban duramente, y pasaron los días, meses y años, y su patria cambio, su familia cambio y ellas cambiaron. Por más que que cada fin de semana recrearan con comida, futbol, vestimenta, sueños, su tierra, las cosas cambiaban, estaban en donde no eran, les gustaban cosas nuevas, aprendía a diario nuevos comportamientos, pero seguían semana a semana creyendo que eran las mismas.
Al cabo de los años uno despierta siendo otro que no es el mismo del que se acostó, se cambian gustos, lenguaje, sensaciones y también roces y amores.
Se descubren mundos que no habitaban en uno, ideas que estaban, pero no se conocían, ropajes que parecidos a los de antes son más libres, se integra cada día a esa masa que lo rodea y es confortable, deja uno esa tierra lejana, ahí en la lejanía.
Hasta que un día sin darse cuenta se hacen cosas que en esa tierra añorada no serían posibles, por la economía, el dinero, o el qué dirán! Deseada, Querida, pero imposible, su tierra, ya no es tanto su “tierra” el ahora es la felicidad y volver es la quimera.
Ellas son ahora, españolas
Juan Carlos Rojas
Texto e imágenes de mujeres inmigrantes latinoamericanas a España realizadas del 2006 al 2009
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Mujer Migrante
Rody Rivas
Ellas se dejaron seducir por el fútbol
En un tarde fría del invierno del 2002, María, una ecuatoriana de 30 años que había llegado hace pocos meses a Madrid, caminaba de prisa con dirección al campo de fútbol ubicado en la parte alta del sector de Lago de Casa Campo.
Era domingo y a las 12h00 horas le tocaba jugar con su equipo, club Nacional. Cuando llegó a la cancha, todas las demás jugadoras estaban equipadas. Ella sacó apresurada la equipación de su mochila. Se cambió detrás de un árbol, se puso lo zapatos, las espinilleras, y en cuanto el árbitro pitó, saltó junto a sus compañeras al terreno de juego.
María trabajaba de interna y solo libraba los domingos. Le apasionaba el fútbol y desde que empezó a jugar en el Nacional, no se perdía ningún partido. También le gustaba compartir con sus compañeras de equipo y con la gente que acudía a la cancha. Después del partido se quedaba toda la tarde conversando con sus compatriotas.