El principio antagonista

Massimo Modonesi

Las luchas sociales en la formación y dinámica del gobierno obradorista

Foto: Miguel Tovar

Entre los múltiples aspectos que se entrecruzan en la coyuntura respecto de la caracterización del gobierno obradorista en México, quisiera subrayar –a cuatro meses de su instalación- uno en particular: el lugar de las luchas sociales y políticas en su formación y dinámica. Un rasgo y una dimensión específica, pero de fundamental y decisiva importancia para entender su constitución, su composición y su potencial alcance histórico y político.

Presentaré a continuación algunas consideraciones cruzando una clave de lectura temporal procesual (luchas antes y/o después de la llegada al gobierno) y otra espacial de posicionamiento (luchas adentro y/o afuera del perímetro del obradorismo).

Antes y/o después

¿Las luchas sociales y políticas son un elemento o factor que antecede, acompaña o es ajena a la conformación del gobierno obradorista? La pregunta es crucial en la medida en que refiere a la composición misma de este actor, un actor que nace como movimiento político y desemboca vertiginosamente en gobierno en pocos años, lo cual le deja poca autonomía al partido, siendo el gobierno y en particular el presidente, no solo el líder indiscutible sino el lugar privilegiado y exclusivo de elaboración de la línea política. Ahora bien, el movimiento, antes de conformarse Morena, se retroalimentó de un ciclo de luchas sociales y políticas que remite tanto a 1988 y a 1994, un ciclo que desembocó en 2006 en un punto álgido y crítico en el cual destacó el liderazgo nacional popular de Andrés Manuel López Obrador en el contexto de una serie de movilizaciones antineoliberales, al compás del clima que se respiraba en América Latina. Sin embargo, años después, en 2011, a la hora de delimitarse como partido, el obradorismo se asentó en un escenario de reflujo de las luchas antineoliberales y, dato relevante, no lo contrastó, apostando a insertarse de forma estrictamente electoral en el sistema político, ampliando su perímetro anteponiendo a la movilización y la politización de las clases subalternas las alianzas y el drenaje de grupos dirigentes de otros partidos, tratando además de contrastar la demonización del cual había sido objeto en 2006 esgrimiendo una clara e reiterada apuesta a la vía pacífica y al discurso conciliador. Este rasgo no conflictualista -amén de la manipulación mediática y de sus adversarios que señala lo contrario- se convirtió en un trazo ideológico de fondo tanto del obradorismo como movimiento como del estilo personal de su líder. En este sentido, sea por la ausencia de un ciclo de luchas como por su apuesta táctico-estratégica, las luchas sociales y políticos no pertenecen al horizonte de constitución real del movimiento y del gobierno. Al mismo tiempo, en su ideario, se mantienen las referencias a las luchas del pasado, tanto las de la Revolución Mexicana y sus secuelas –que constituye la principal inspiración de AMLO- como de las posteriores en las cuales participaron algunos de los dirigentes del movimiento, como las del 68, del 88 y del 2006 en particular (siendo que el 94 pertenece a la historia del EZLN, que siempre fue crítico y adverso al obradorismo). Estas evocaciones apuntalan un imaginario que, aun cuando es de carácter retrospectivo, contrasta con el horizonte de las prácticas estrictamente institucionales y con el discurso conciliador adoptado por AMLO y, en cascada, por el grupo dirigente de Morena en su conjunto.

A nivel más puntual, hay que reconocer que la campaña electoral y el día de la votación implicó un grado de participación significativa que, sin embargo, no puede entenderse como movilización conflictiva, al permanecer encapsulada en el formato electoral establecido, ni tampoco como “insurgencia ciudadana” o como “revolución”, como lo hacen en clave propagandística algunos ideólogos del obradorismo. Sin embargo, hay que valorar esta experiencia de participación, así como el espontáneo festejo multitudinario que acompañó el triunfo electoral, en tanto que, sin ser expresiones conflictuales de lucha social y política, constituyen la base simbólica de la conformación de este gobierno y, en este sentido, un antecedente a partir del cual pueden proyectarse escenarios futuros de lucha ya que instalan, a la par de los antecedentes históricos, alusiones al conflicto, a la lucha y a la movilización.

Las expectativas generadas por el cambio de época y la retórica de la Cuarta Transformación rondan en el ambiente, pero quedan todavía congeladas mientras se van delineando los contornos y los alcances de las políticas públicas. Al mismo tiempo, aparecen las primeras señales de una dinámica que puede desatar luchas a contrapelo de la intención gubernamental de garantizar la gobernabilidad como base para implementar su programa de reformas.

Como en otras experiencias latinoamericanos, es posible que el escenario abierto por la llegada de AMLO y del obradorismo al gobierno genere, más allá de la voluntad de estabilidad, dinámicas de movilización y protesta ligadas a la apertura de oportunidades de conquistas sociales o a expectativas frustradas en relación con promesas formuladas o simplemente imaginadas e inferidas de la retórica transformacionista más que de la letra del programa electoral. En este sentido, podría tratarse de luchas sociales de carácter particular o corporativo, compatibles o no con la disponibilidad reformista del gobierno, pero también –más a mediano plazo- de luchas socio-políticas que impugnaran sus límites estructurales en clave antisistémica.

Adentro y/o afuera

Esto conecta con la cuestión de la delimitación de los actores susceptibles de llevar adelante la dinámica de las luchas sociales y políticas.

Al interior del perímetro del obradorismo y de MORENA el margen de maniobra aparece limitado, controlado por un aparato moldeado en función de lo electoral y restringido desde arriba, desde un liderazgo incuestionable y un grupo dirigente construido bajo criterios de lealtad y que no trasluce debates o distinciones ideológicas o programáticas internas.

Las bases, cuyo perímetro va desde las 317 mil inscritos formalmente a Morena a los simpatizantes y los 30 millones de votantes, no pueden considerarse pasivas en forma indefinida y, aun cuando AMLO goza actualmente de una gran popularidad, no estará exento de vivir coyunturas en donde se resquebrajará el consenso, abriendo la puerta a la diferenciación interna y, eventualmente, la protesta. Por otra parte, la amplitud del consenso obradorista está atravesada por una latente contradicción clasista y, por lo tanto, el descontento podrá decantarse por la derecha, la izquierda o el centro, es decir hacia sectores y demandas más ambiguas o transversales.

Los grupos organizados del movimiento social, los actores que han sostenido las dinámicas conflictuales de la lucha social y política en las últimas décadas, se dislocaron sobre una línea de frontera, entre las orillas internas y externas del obradorismo.

Después de la elección se abrió un compás de espera respecto del cumplimiento de las promesas y no existe un escenario de marcada y extendida conflictualidad siendo que priman el beneficio de la duda, la presión y la negociación. Al mismo tiempo, no dejaron de aparecer conflictos y la probabilidad de que aumenten, de la mano de la difícil gestión del precario equilibrio entre las promesas y las expectativas generadas por la llegada de AMLO al gobierno, -en la brecha entre los salarios dignos y el “paraíso para la inversión”, entre el “no fracking” y el Tren Maya- abre a escenarios en los cuales se dislocarán los actores existentes adentro o afuera del perímetro obradorista y, al mismo tiempo, podrán surgir nuevos frentes y nuevos procesos de conformación de instancias de lucha social y política. La fórmula de encauzar la participación vía consultas, además de expresar una tentación plebiscitaria, si bien puede operar en clave de legitimación de las políticas públicas, no podrá substituir los espacios y dinámicas de organización y movilización social. Y si resultara cierto que las luchas desde abajo serán un factor importante y un indicador de los límites conservadores inscritos en la fórmula obradorista, habrá que ver si se sostendrá la línea de autoritarismo paternalista no represivo que -basándose en el actual clima de consenso- adoptaron AMLO y su gobierno.

En efecto, así como interviene la lógica de construcción del consenso y la apuesta hegemónica de AMLO y de Morena, la dimensión del conflicto es consustancial a las dinámicas de una sociedad capitalista dependiente como la mexicana, más aún si no deja de estar regida por preceptos neoliberales, amén de que el presidente en turno -adoptando una definición muy restrictiva del modelo- dio triunfalmente por cerrado este capítulo.

El obradorismo gobernante no es directamente el producto, ni una reacción o reacomodo respecto de un ciclo ascendente de luchas sociales y políticas. En términos gramscianos no impulsa propiamente una “revolución pasiva” mientras que se estructura en función de dispositivos cesaristas y transformistas, drenando hacia las instituciones estatales y la gestión de políticas públicas a grupos dirigentes que pertenecían al movimiento social y sostenían dinámicas de organización desde abajo. Sin embargo, a contrapelo de la eficacia en el corto o mediano plazo de este formato de contención del conflicto, por ser el resultado de un “empate catastrófico”, es decir de la incapacidad tanto de las clases dominantes como de las clases subalternas de imponerse, el destino del gobierno de AMLO pasará indefectiblemente por los ajustes de la correlación de fuerza y por el tamiz y la prueba de fuego de la lucha social.

massimomodonesi.net

4 Respuestas a “Cuando puede ganar la que ya no es izquierda”

  1. Erick Tapia

    Básicamente lo que dices es: «estoy en contra de este gobierno y con mis palabras rebuscadas trato de confundir a mis opositores (que para mí son ignorantes y ni le van a entender) para convencer a todos mis amigos pseudointelectuales de que quitemos a este gobierno que nos quitó privilegios haciéndolos sentir los » inteligentes» aunque desde el autor ya sepan de que va mi artículo sin necesidad de leerlo o entenderlo. Aunque si se dieran el tiempo se darían cuenta de que se contradice a si mismo en cuanto a la verdad el líder de este gobierno péca de sincero incluso al grado de la ridiculez (lo cual es una visión social subjetiva). Siendo que la oposición esta tan en contra de lo que creen es un socialismo latente… Pues deberían cambiar y adaptarse… Es eso para lo que son buenos no? Es la definición básica de capitalista. No entiendo por que se quejan tanto de el panorama si (según esto) serían capaces de sobrevivir en cualquier ambiente o sociedad (pir entiendo

  2. Espero no moleste mi comentario, pero asumir a Marx como Marxista cuando el mismo negaba serlo es una falacia de hombre de paja, en los hechos demostró claramente que no era Marxista, pues el joven Marx y el viejo Marx muestran una evolución crítica a sus ideas.

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