La protesta de los Sioux que inspiró al mundo
La gente de Standing Rock se prepara para el invierno. Los inviernos de las Grandes Llanuras en Estados Unidos son duros, impiedosos, con temperaturas de más de 20 bajo cero. Llegan cobijas, agua, alimentos, abrigos y leña a sus campamentos en las orillas del Rio Misuri, estado de Dakota del Norte. A pesar de la orden de suspensión temporal de las obras del oleoducto Dakota Access, los pueblos no se van. La lucha es por la cancelación definitiva de la obra.
Y va más allá de la oposición al oleoducto de $3.8 mil millones de dólares que atravesaría territorio indio y pequeñas granjas en esta región olvidada de EEUU. indígenas de tribus de todo el país han tomado la decisión de luchar al lado de los pueblos Lakota y Dakota, o Sioux, porque ven en esta batalla un segundo choque de mundos, no menos fatídica que la conquista, o como se dio en el norte, el genocidio de los siglos 16-19.
Según cálculos que varían entre sí, en este periodo la población indígena de Estados Unidos se redujo por medio de masacres y enfermedades que traían los europeos, de unos 10 millones a menos de 250,000 en 1900. La constante traición del gobierno de los Estados Unidos—en plena etapa de expansión territorial—dejó tratados que duraron menos tiempo que tardó la tinta en secarse.
Esta historia incomoda a la población estadounidense, que sigue intentando olvidarla con una mezcla de culpa y la arrogancia racista que justificó la doctrina de Destino Manifiesto. Se nota ahora en la falta de cobertura en los grandes medios de comunicación a la protesta histórica de los Sioux. Según ellos, los miles de indígenas que se reúnen para proteger sus sitios sagrados, su rio y su cultura no existen. El exterminio mediático sigue los intentos de exterminio físico.
La tribu Sioux de Standing Rock, Dakota del Norte empezó su resistencia con un rotundo NO a la construcción de un proyecto de oleoducto de 1,200 millas que llevaría aproximadamente 500 mil barriles de petróleo al día desde los Dakota hasta Illinois y Texas. El oleoducto pasará por debajo del Rio Misuri, cerca de su reservación. El proyecto destruye sitios sagrados, inclusive cementerios ancestrales, y amenaza con la contaminación del agua.
Además es la prolongación del modelo de combustibles fósiles responsable del calentamiento global. Dave Archimbault, jefe de la tribu Standing Rock Sioux, destaca que la solidaridad de las otros tribus y de pueblos indígenas en todo el mundo se debe a una razón fundamental: “Todos tenemos luchas parecidas, en que la dependencia que el mundo tiene a los combustibles fósiles nos afecta y lastima a la Madre Tierra. Son los pueblos indígenas que se levantan con el despertar del espíritu para decir “Es hora de proteger lo que para nosotros es lo más valioso”.
La más reciente ola de despojo y contaminación de territorio indígena en Estados Unidos ha desatado un nuevo proceso organizativo. Fueron también los pueblos indígenas que derrotaron al oleoducto de Keystone a pesar de los poderosos intereses a favor. En Standing Rock reconocen que esta experiencia de unirse frente la amenaza ha permitido la respuesta contundente a la nueva amenaza del oleoducto de Dakota Access.
Tribus con disputas históricas se han juntado en la lucha y hasta firmado sus propios tratados de defensa común de sus pueblos y su territorio. El campamento Oceti Sakowin se nombra por los siete fuegos de la tribu Sioux que por décadas no se han reunido y ahora sí. En la resistencia participan jóvenes y ancianos, que comparten y conviven en los campamentos. También hay una alianza–que fue importantísima en la derrota de Keystone—con los pequeños rancheros y granjeros que han sufrido expropiación de sus tierras debido a la construcción del oleoducto. Los granjeros del estado de Iowa, igual que Standing Rock, han metido una demanda en contra en la corte para el proyecto.
Pueblos de América Latina han enviado representantes a Standing Rock. Nina Gualinga, Kichwa de Ecuador, señala que los pueblos indígenas son solo 4% de la población del mundo pero resguardan el 80% de la biodiversidad que han protegido tras milenios. Mario Luna, no de los líderes del movimiento en defensa del agua de la tribu Yaqui en el norte de México y ex preso político fue por decisión de las autoridades tradicionales que ven en Standing Rock una lucha replica de su lucha contra el acueducto Independencia.
Los y las indígenas dicen que no están protestando—están protegiendo. Protegiendo el agua, la sobrevivencia (“¡Los niños no pueden beber petróleo!”) y su cosmovisión que nombra ciertos puntos del rio y de la tierra como lugares sagrados y sitios para la conservación de sus ritos y costumbres. Ya varios de estos lugares han sido destrozados por los excavadoras de la empresa, Energy Transfer Partners.
La defensa de Standing Rock es una lucha emblemática de la contradicción fundamental entre un estilo de vida que lleva a la destrucción del planeta y la visión que recupera y reconstruye un vínculo vital entre la humanidad y su entorno natural.
el Norte. A pesar de la orden de suspensión temporal de las obras del oleoducto Dakota Access, los pueblos no se van. La lucha es por la cancelación definitiva de la obra.
Y va más allá de la oposición al oleoducto de $3.8 mil millones de dólares que atravesaría territorio indio y pequeñas granjas en esta región olvidada de EEUU. indígenas de tribus de todo el país han tomado la decisión de luchar al lado de los pueblos Lakota y Dakota, o Sioux, porque ven en esta batalla un segundo choque de mundos, no menos fatídica que la conquista, o como se dio en el norte, el genocidio de los siglos 16-19.
Según cálculos que varían entre sí, en este periodo la población indígena de Estados Unidos se redujo por medio de masacres y enfermedades que traían los europeos, de unos 10 millones a menos de 250,000 en 1900. La constante traición del gobierno de los Estados Unidos—en plena etapa de expansión territorial—dejó tratados que duraron menos tiempo que tardó la tinta en secarse.
Esta historia incomoda a la población estadounidense, que sigue intentando olvidarla con una mezcla de culpa y la arrogancia racista que justificó la doctrina de Destino Manifiesto. Se nota ahora en la falta de cobertura en los grandes medios de comunicación a la protesta histórica de los Sioux. Según ellos, los miles de indígenas que se reúnen para proteger sus sitios sagrados, su rio y su cultura no existen. El exterminio mediático sigue los intentos de exterminio físico.
La tribu Sioux de Standing Rock, Dakota del Norte empezó su resistencia con un rotundo NO a la construcción de un proyecto de oleoducto de 1,200 millas que llevaría aproximadamente 500 mil barriles de petróleo al día desde los Dakota hasta Illinois y Texas. El oleoducto pasará por debajo del Rio Misuri, cerca de su reservación. El proyecto destruye sitios sagrados, inclusive cementerios ancestrales, y amenaza con la contaminación del agua.
Además es la prolongación del modelo de combustibles fósiles responsable del calentamiento global. Dave Archimbault, jefe de la tribu Standing Rock Sioux, destaca que la solidaridad de las otros tribus y de pueblos indígenas en todo el mundo se debe a una razón fundamental: “Todos tenemos luchas parecidas, en que la dependencia que el mundo tiene a los combustibles fósiles nos afecta y lastima a la Madre Tierra. Son los pueblos indígenas que se levantan con el despertar del espíritu para decir “Es hora de proteger lo que para nosotros es lo más valioso”.
La más reciente ola de despojo y contaminación de territorio indígena en Estados Unidos ha desatado un nuevo proceso organizativo. Fueron también los pueblos indígenas que derrotaron al oleoducto de Keystone a pesar de los poderosos intereses a favor. En Standing Rock reconocen que esta experiencia de unirse frente la amenaza ha permitido la respuesta contundente a la nueva amenaza del oleoducto de Dakota Access.
Tribus con disputas históricas se han juntado en la lucha y hasta firmado sus propios tratados de defensa común de sus pueblos y su territorio. El campamento Oceti Sakowin se nombra por los siete fuegos de la tribu Sioux que por décadas no se han reunido y ahora sí. En la resistencia participan jóvenes y ancianos, que comparten y conviven en los campamentos. También hay una alianza–que fue importantísima en la derrota de Keystone—con los pequeños rancheros y granjeros que han sufrido expropiación de sus tierras debido a la construcción del oleoducto. Los granjeros del estado de Iowa, igual que Standing Rock, han metido una demanda en contra en la corte para el proyecto.
Pueblos de América Latina han enviado representantes a Standing Rock. Nina Gualinga, Kichwa de Ecuador, señala que los pueblos indígenas son solo 4% de la población del mundo pero resguardan el 80% de la biodiversidad que han protegido tras milenios. Mario Luna, no de los líderes del movimiento en defensa del agua de la tribu Yaqui en el norte de México y ex preso político fue por decisión de las autoridades tradicionales que ven en Standing Rock una lucha replica de su lucha contra el acueducto Independencia.
Los y las indígenas dicen que no están protestando—están protegiendo. Protegiendo el agua, la sobrevivencia (“¡Los niños no pueden beber petróleo!”) y su cosmovisión que nombra ciertos puntos del rio y de la tierra como lugares sagrados y sitios para la conservación de sus ritos y costumbres. Ya varios de estos lugares han sido destrozados por los excavadoras de la empresa, Energy Transfer Partners.
La defensa de Standing Rock es una lucha emblemática de la contradicción fundamental entre un estilo de vida que lleva a la destrucción del planeta y la visión que recupera y reconstruye un vínculo vital entre la humanidad y su entorno natural.
Laura Carlsen
(mexicana/estadounidense) es directora del Programa de las Américas, analista política y periodista