Mesa Grande, Honduras y Santa Marta, El Salvador. En la franja fronteriza entre El Salvador y Honduras se extienden centenas de comunidades que comenzaron a poblarse y repoblarse desde hace 24 años. Lo que antes eran zonas asoladas e inhóspitas en el contexto de la guerra civil salvadoreña de los años 80, hoy son un collar de organizaciones sociales y comunitarias.
Entre veredas y zonas boscosas de montaña baja en los departamentos de Chalatenango, Cabañas y Morazán, donde la ex guerrilla del FMLN mantuvo campamentos y centros de entrenamiento, la retaguardia de sus fuerzas insurgentes, los actuales pobladores, muchos de ellos antiguos pertenecientes a sus las filas y otros civiles, construyeron formas de auto organización social con marcadas prácticas colectivas, producto de la necesidad de sobrevivencia en un momento excepcional.
La mayoría de la población allí asentada son ex refugiados de guerra y sus descendientes, quienes nacieron en Mesa Grande, departamento de San Marcos, Honduras. Cada año conmemoran en este lugar los retornos a El Salvador luego de 12 años continuos de vivir en siete refugios bajo el paraguas legal del ACNUR, pero cercados por las fuerzas militares hondureñas, grupos paramilitares y efectivos de las fuerzas de operaciones especiales del ejército salvadoreño.
El 15 de enero de este año se llevó a cabo en Mesa Grande el encuentro “De Vuelta a Casa”, un acontecimiento extraordinario de los actuales pobladores de la comunidad Santa Marta, que en 1987 surgió como parte de tres repoblaciones en zonas del departamento de Cabañas, El Salvador.
Alrededor de 200 jóvenes visitaron la extensa meseta al sur de Honduras donde nacieron y vivieron los primeros años de su niñez. Llegaron para hacer memoria sobre los sucesos que los marcaron para siempre, “un legado de resistencia y ejemplo de nuestros padres, reconocer la verdad de dónde venimos y las misiones que tenemos por delante en la lucha por la paz y la justicia”, como indicó Junior Alfaro, quien a sus 27 años siente como propia esta tierra a escasos 45 kilómetros de la frontera salvadoreña.
Como un acto de agradecimiento a los pobladores de Mesa Grande, los alcaldes de los municipios donde hay repoblaciones, debieran hacer una gestión para beneficiar a ellos o levantar un monumento en su honor, ya que a pesar de sufrir la represión del ejercito hondureño, siempre mantuvieron su aprecio y apoyo a todos los refugiados salvadoreños. Es una deuda historica para con ellos.