La globalización de la mentira
Las desgracias, como reza el dicho popular, nunca llegan solas. La pandemia del coronavirus, que ha paralizado al mundo, ha dado paso a otro mal, cuyo virus se esparce con la misma velocidad, si no mayor, que la misma pandemia, un mal que la Organización Mundial de la Salud (OMS) bautizó inicialmente como “infodemia” y definió como la sobreabundancia de información, rigurosa o falsa, sobre el Covid-19.
Meses después la propia OMS precisó el término y habló de “desinfomedia” para diferenciar las noticias falsas o malintencionadas sobre la pandemia de la simple sobrecarga de información sobre el tema, la “infomedia”. En otras palabras, la “desinfomedia” es el contagio viral de las “fake news” relacionadas con la crisis sanitaria.
La pandemia y la “desinfodemia” se han unido en una tormenta perfecta en el marco de la excepcionalidad que ha impuesto el coronavirus, a raíz de los estragos que está causando en la salud y la economía de la humanidad. Hay vacuna para el Covid-19, pero no para las “fake news”.
Los medios de comunicación hacen grandes esfuerzos para neutralizar la proliferación de los mensajes falsos, viralizados en las redes sociales, con información verídica e investigación exhaustiva, en una carrera dramática, marcada por el aumento vertiginoso de los contagios y las víctimas del contagio.
Según un estudio reciente, uno de cada cinco casos de manipulación rastreados en Europa guarda relación con el Covid-19. El Instituto Reuters de Oxford observó a su vez que el 88% de las afirmaciones falsas o engañosas sobre el coronavirus fueron propagadas por las redes sociales y sólo el 9% por la televisión y otros medios de comunicación convencionales.
Se sabe que las informaciones falsas se difunden más rápido y más ampliamente que las verdaderas. Y se sabe también que este fenómeno crece significativamente en momentos de crisis. Hemos visto, por ejemplo, cómo proliferan e influyen en los procesos electorales, al punto de cambiar la balanza a favor de una u otra opción.
Este fenómeno encuentra un campo abonado en el miedo y la ignorancia de las sociedades. Cuanto más desconocido es el problema que enfrentamos, cuanto menos sabemos de él, es mayor el temor que nos infunde. Es el caso de la pandemia. Las “fake news” se expanden como un virus, impulsadas por el pánico y porque la ciencia no tiene las respuestas que busca la gente para conjurarlo.
Desde la aparición del brote en Wuhan, en China, hemos sido testigos de oleadas de “fake news”; desde las falsas teorías sobre el origen del virus, hasta la infinidad de falsas recetas para la cura y el tratamiento del mal, sin olvidar las típicas teorías de la conspiración que suelen acompañar a este tipo de sucesos y que terminan por imponerse en la creencia popular. Y no siempre son inofensivas, pese a que son desmentidas más temprano que tarde por la realidad, sino que son peligrosas por sus consecuencias inmediatas, porque muchos de los productos ofrecidos como remedios milagrosos para prevenir o curar la enfermedad suelen ser dañinos para la salud.
Pero no es únicamente el pánico, una característica muy humana, ni la ausencia de respuestas de la ciencia, lo que alimenta este fenómeno. Hay también, como se ha detectado, un factor político. La utilización del miedo como arma de confrontación partidista. Los populismos de toda laya han visto en la pandemia la oportunidad para imponer sus propias agendas, en una actitud que linda con lo criminal porque atenta contra la salud pública.
¿No lo hemos visto con Donald Trump y Jair Bolsonaro? ¿Cuántos grupos de extrema derecha no han visto en la pandemia la oportunidad para imponer sus agendas racistas y xenófobas? Estos mismos grupos, sobre todo en Europa, no solo pretenden culpar a determinadas minorías de la propagación del virus, sino socavar la confianza en los sistemas democráticos.
De las recetas milagrosas hemos pasado a las campañas políticas. La “desinfodemia” está atacando a las democracias con una virulencia alarmante. Y, lamentablemente, como alguien ha dicho, será más fácil que se aplane la curva de la pandemia que la de las “fake news”.
La periodista brasileña Cristina Tardáguila, directora de la Red Internacional de Verificación de Datos, afirmó que “estamos ante una globalización de la mentira”, porque “las fake news no tienen bandera. Ni idioma. Ni siquiera ideología definida”. Es cierto, pero en el caso de algunos países, como los Estados Unidos de Trump y el Brasil de Bolsonaro, sí tenían y tienen un color político definido.
XXX
Juan Carlos Salazar del Barrio
Periodista, autor del libro Semejanzas y coautor de los libros de crónicas La guerrilla que contamos, Che: Una cabalgata sin fin y Prontuario. Coordinador de los libros de historia del periodismo De buena fuente, Presencia, una escuela de ética y buen periodismo y El periodismo en tiempos de dictadura. Es director de la Carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana (UCB) y Premio Nacional de Periodismo de Bolivia.
La del Efecto mariposa es sólo una teoría, no está demostrada de ningún modo. Me parece muy exagerada. Puestos a buscar ejemplos de podrían buscar muchos mucho mejores entre la «infinidad» de hechos de la vida. De entre los ejemplos conocidos prefiero el de Los dos péndulos.