El “efecto mariposa”
El ejemplo más trillado de la Teoría del Caos, muy de moda en los últimos tiempos, es el “efecto mariposa”, según el cual un huracán del Caribe es consecuencia de una cadena de pequeños y sucesivos cambios que se inician con el aleteo de una mariposa en China. Un poema popular inglés lo explica mejor: “Por un clavo se perdió la herradura/ Por una herradura se perdió el caballo/ Por un caballo se perdió el jinete/ Por un jinete se perdió la batalla/ Por una batalla se perdió el reino”. En otras palabras, hechos imperceptibles pueden tener consecuencias impredecibles.
Ni el matemático francés Henri Poincaré, uno de los primeros en formular la Teoría del Caos, a principios del siglo pasado, ni su colega y meteorólogo estadounidense Edgard Lorenz, quien acuñó el término “efecto mariposa”, hacían pronósticos, pero sus ideas bien podían aplicarse de manera gráfica a lo que acontece en el mundo.
No fue el “aleteo” de una mariposa, sino el de un murciélago, el que me trajo a la memoria el término acuñado por Lorenz y la anécdota del clavo y la herradura. ¿Alguien podía imaginar que el comercio de murciélagos de un pequeño puesto del mercado de la ciudad china de Wuhan provocaría en pocos meses la catástrofe mundial que estamos viviendo?
Menciono el murciélago como origen del coronavirus con las precauciones del caso, apoyado simplemente en lo que se conoce, que es poco, y en las palabras del portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Fadela Chaib, quien en su momento afirmó que el mal «muy probablemente tiene su reservorio ecológico en los murciélagos”, aunque no se sabe “cómo llegó de los murciélagos a los humanos”.
No conocemos a ciencia cierta su origen, pero sí sus efectos devastadores. Sabemos que nació en Wuham y que las autoridades chinas minimizaron en un principio la gravedad de la amenaza y no advirtieron oportunamente a la comunidad internacional sobre la pandemia que se estaba gestado dentro de sus fronteras.
El virus infectó en tres meses a más de 80.000 personas y causó la muerte de más de 4.500, antes de expandirse por todo el mundo. El “aleteo” ha ido cobrando vidas sucesivamente en Asia, Europa, África y América, con récords cotidianos macabros, hasta llegar a los 235 millones de casos y 4,8 millones de muertos actuales. Según proyecciones responsables, a estas alturas, el 10 por ciento de la humanidad ha sido víctima del contagio.
El combate a la pandemia está absorbiendo ingentes cantidades de recursos en todo el mundo, el desarrollado y el subdesarrollado, y está dejando las arcas públicas vacías y a los países endeudados, en el marco de una recesión global sin precedentes. ¿Alguien imaginó el cierre de empresas e industrias en cadena por efecto de una cuarentena mundial como el que hemos vivido? ¿O que el petróleo llegaría a tener una cotización negativa y remontaría poco tiempo después hasta los 80 dólares como resultado de la guerra de precios entre las grandes potencias? Nadie. Y así vamos, de sorpresa en sorpresa, en alas de la mariposa.
Como anticiparon analistas autorizados de todo el mundo, a la crisis sanitaria siguió la económica, con caídas del producto interno superiores a los dos dígitos, según los países y regiones. Todo indica que el coronavirus dejará más pobres que muertos. Es cierto que nadie estaba preparado para esta pandemia, pero también es evidente que algunos países estaban mejor preparados que otros, no sólo en materia sanitaria, sino también económica, y les está siendo más fácil superar la emergencia.
El filósofo coreano Byung-Chul Han señaló que el mal ha puesto en evidencia que la vulnerabilidad y la mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. “La muerte no es democrática… Nunca lo ha sido”, subrayó. Y la enfermedad puso de relieve los problemas sociales, los fallos y diferencias en cada sociedad.
Otro pensador de moda, el historiador israelí Yuvel Noah Karari, autor de Sapiens – De animales a dioses, Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI, dijo que la humanidad sobrevivirá a la epidemia y que la economía volverá a ponerse en marcha, pero advirtió que, cuando esto ocurra, “podríamos despertarnos en un mundo diferente”, como resultado de las decisiones que están tomando los poderosos y que nos acompañarán durante muchos años.
En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, el presidente del Council of Foreign Relations, Richard Haas, afirmó que “lo que el mundo está viviendo debido al covid-19 es terrible y extraordinario”. No cambiará el curso de la Historia, pero acelerará muchas tendencias que existían antes del virus, “tomarán más velocidad y se volverán más pronunciadas y dominantes”, no sólo en la economía, sino en la salud pública, la tecnología, la defensa del medio ambiente, etc.
El “aleteo de la mariposa” está acelerando esos procesos, en una sucesión que nos provoca vértigo, porque así como el origen del virus es relativamente desconocido, sus consecuencias son inciertas. El mundo anterior, tal como lo conocíamos, ha desparecido, y no alcanzamos a intuir el que dejaremos a nuestros hijos. Si es cierto que no cambiará el curso de la Historia, como dice Haas, sí cambiará la humanidad, porque, como dijo Marcel Proust, “aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”.
Juan Carlos Salazar del Barrio
Periodista, autor del libro Semejanzas y coautor de los libros de crónicas La guerrilla que contamos, Che: Una cabalgata sin fin y Prontuario. Coordinador de los libros de historia del periodismo De buena fuente, Presencia, una escuela de ética y buen periodismo y El periodismo en tiempos de dictadura. Es director de la Carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana (UCB) y Premio Nacional de Periodismo de Bolivia.
La del Efecto mariposa es sólo una teoría, no está demostrada de ningún modo. Me parece muy exagerada. Puestos a buscar ejemplos de podrían buscar muchos mucho mejores entre la «infinidad» de hechos de la vida. De entre los ejemplos conocidos prefiero el de Los dos péndulos.