Zapopan, Jalisco. Al norte de la zona metropolitana de Guadalajara, en el estado de Jalisco, se encuentra El Nixticuil uno de los dos últimos bosques originarios que quedan en la ciudad. El bosque que se extiende por más de 1,800 hectáreas de los cerros del Nixticuil y la Sierra de San Esteban es un espacio natural que provee de agua a varias comunidades rurales y urbanas, es casa de cientos de especies animales y vegetales y alimenta al Río Blanco el cual riega buena parte de las últimas zonas agrícolas del que un día fue el primer productor de maíz del estado, el municipio de Zapopan.
La reconquista de territorios como el Nixticuil, que conservan bosques y agua se ha convertido en objetivo del capital, recursos como éstos intentan ser usados como nuevos medios de acumulación y son presentados como nuevas mercancías por los compradores de ciudades, los corporativos inmobiliarios que las hacen parecer como elementos decorativos de los espacios urbanos mercantilizados.
En el 2005, la autodefensa de un grupo de mujeres de una de las colonias marginales de la periferia, El Tigre II, abrió una grieta entre la invasión voraz del despojo inmobiliario y El Nixticuil, cuando por la vía de los hechos se detuvo el primer fraccionamiento que el gobierno municipal pretendía construir sobre parte del bosque. Desde aquel momento se conformó nuestra organización, un Comité que integró a varias familias para defenderlo de forma comunitaria.
Sin gobiernos, ni partidos, y de forma horizontal, nuestra resistencia ha enfrentado a los corporativos inmobiliarios aliados con las organizaciones no gubernamentales de académicos que desde el discurso del capitalismo verde, promueven el desarrollo sustentable y con ello la destrucción y privatización del bosque a cambio de subsidios con la coartada de la mitigación ambiental. La respuesta del Estado ante la acción colectiva fue crear una reserva ambiental en 2007, herramienta de control de los gobiernos para clasificar el territorio, que según los “recursos” naturales a mercantilizar puede decretarse como Área Natural Protegida municipal, estatal o federal.
Por ello nos dimos cuenta que para realizar una defensa real del territorio, más allá de las exigencias legales, teníamos que reapropiarnos del espacio de otra forma, ocuparlo, politizarlo, haciendo acciones directas como la autodefensa, el cuidado y restauración del propio bosque implementando la agroecología, realizando reforestaciones y combatiendo incendios forestales para detener la urbanización.
Me uno a ustedes para participar en lo que sea necesario.
Saludos