Me “encontré” con Eduardo Galeano en Guatemala, donde tropecé con una de las ediciones tempranas de El libro de los abrazos (1989). Ese volumen ya no está en mis manos, pues lo regalé a un amigo que pocos días después, en el centro de la capital del mismo nombre, leyó en voz alta de sus páginas: “Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. […] Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”.[1] Estas palabras se leyeron en la manifestación de familiares de los desaparecidos por el terrorismo de estado en el país, que sangraba ferozmente justo cuando Galeano escribía Las venas abiertas de América Latina (1971).
Hoy día, ¿cuál es el significado de un libro escrito en pleno torbellino de los gobiernos militares, en el polígono propio de la guerra fría donde las superpotencias mundiales medían sus fuerzas? La mirada detallada a la economía del despojo en América Latina de Galeano, ¿cómo nos ayuda a comprender los procesos similares que tuvieron lugar (y todavía lo tienen) en Europa? Las venas abiertas fue escrito en el primer decenio después de la Revolución Cubana, cuando por todo el mundo surgían nuevos movimientos sociales, a menudo forzados por la represión cada día mayor a actuar clandestinamente. Al mismo tiempo, ese fue el periodo de la utopía política, teórica y literaria – el horizonte, el reflejo y la memoria del momento formativo de los puntos de partida para los estudios poscoloniales en los territorios antes colonizados, para la prosa y poesía revolucionarias leídas en las reuniones, los simposios y los encuentros secretos–.
Tendríamos que preguntarnos también lo siguiente: ¿Cuál es el potencial político (y poético) de la obra que se pone de parte de los oprimidos, de los obreros, de las mujeres, de los indios, de los esclavos negros arrancados de las costas de África Occidental etc., sin ofrecer ningún “modelo” de liberación? Al contrario, en el rompecabezas del desarrollo y de la imposición del capitalismo periférico que presenta Galeano, los mitos de la liberación nacional equivalen a los mitos de los dioses blancos y barbudos que, desde la América precolombina, regresaron al presente para librar a los indios de la idolatría con la cruz y la espada.
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Aunque el primer entusiasmo de Galeano fue por el fútbol, ya como adolescente empieza a escribir y a dibujar. Estas pasiones las une más tarde en su libro El fútbol a sol y sombra (1995), con el cual tan sólo pretende conseguir que “los apasionados por la lectura se deshagan del miedo al fútbol y los apasionados por el fútbol dejen de temer a los libros”. Ha sido mensajero en un banco, obrero en una fábrica de insecticidas, colector de cuenta, mecanógrafo, cajero, editor. Pero, además, nunca ha dejado de ser un agudo e ingenioso crítico de la “organización mundial de la desigualdad”, de las predominantes relaciones de poder y de dominio, un consecuente “historiador del presente”, un compañero de las luchas sociales, un viajero y ensayista y, sobre todo, un oyente, anotador y contador incansable de las historias desoídas o intencionalmente silenciadas.
Los cuentos cortos, las críticas y los primeros análisis políticos los publica inicialmente en su Montevideo natal. Allí es cuando acepta el puesto de editor del influyente semanario Marcha; después, el diario Época lo nombra editor responsable, mismo encargo que ocupa en la editorial universitaria. Vive en Uruguay hasta el golpe de estado de 1973. Es entonces cuando Marcha es suprimida; el archivo de los treinta y cinco años de la revista es más tarde destrozado por completo. Se prohíben los sindicatos y los partidos; cada oposición pública a la junta militar de Juan María Bordaberry es cada vez más parecida al suicidio. 1973 es también el año de la detención de Galeano, y de su destierro. No es por casualidad, pues dos años antes se publica Las venas abiertas de América Latina, que, a pesar de la censura severa, sigue conquistando rápidamente a los lectores.
Por lo tanto, desde 1973 Galeano observa el estrechamiento del lazo alrededor del cuello de América Latina desde su vivienda temporal en Buenos Aires, donde funda y edita la revista Crisis[2]. En 1976 la dictadura lo alcanza a galope; esta vez, su nombre está incluido en dos listas de los asesinos gubernamentales del general Jorge Rafael Videla. Por otra parte, los métodos de la guerra sucia ya un decenio antes se han extendido desde Guatemala a casi todos los países de América Latina, también a Argentina, y Juan Domingo Perón -que promete cambios desde su exilio y en octubre de 1973 conquista el poder por tercera y última vez- recibe un gran aplauso en el primer congreso de la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina. A su estilo (más tarde perfeccionado aún más) Galeano cita el conocido proverbio argentino: “El poder es como el violín, se toma con la izquierda y se toca con la derecha”. Tiene que dejar Buenos Aires y, esta vez, también América Latina.
Se retira a Barcelona, donde escribe y publica su nueva arma: los dos primeros libros de Memoria del fuego (1982–1986), poderosa trilogía sobre una historia diferente de América Latina que, junto con Las venas abiertas, se considera su obra fundamental; la tercera parte se publica poco después de su regreso a Montevideo en 1985. “Estuve en peligro de confundir el coraje con la estupidez”, dijo a la editora de suplemento literario de Washington Post. En el periodo de los gobiernos militares latinoamericanos, Las venas abiertas y su autor figuraban en las listas negras. A pesar de esto, en los primeros meses de la dictadura de Bordaberry pudieron ser leídas por los presos políticos en las atestadas prisiones uruguayas. Es cierto que Las venas abiertas es “sólo un manual” de economía política de América Latina, pero se decretó su prohibición tanto en Argentina -bajo Videla- como en Chile -bajo Pinochet-, mientras que en Uruguay no se le prestaba mucha atención, ya que los censores de la junta militar estaban convencidos de que “se trataba de un manual de anatomía y los textos de medicina no estaban prohibidos”.[3]
A lo largo de la historia de la represión, la ingeniosidad humana se ha opuesto obstinadamente a la estupidez y al control; de un modo similar al que los portales de Internet basados en el código abierto hoy ofrecen acceso relativamente simple y gratuito a la literatura más variada, Las venas abiertas, en el periodo de la inquisición del pensamiento crítico en América Latina, se copiaba en secreto y pasaba de mano en mano como una valiosa mercancía de contrabando. De esta manera, los “piratas” de entonces (en los suburbios de Buenos Aires, Santiago y Río) las libraron del dominio del capital y del silencio. Gracias a ellos se volvió la más leída, traducida y resonante radiografía de la explotación de las riquezas terrestres y subterráneas del continente.
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Las venas abiertas comienza con el descubrimiento del Nuevo Mundo, al tiempo que se “redescubría” también Europa; las vías mercantiles europeas hacia el Oriente estaban bloqueadas, las tesorerías reales casi vacías, las materias primas y los alimentos se iban agotando rápidamente, amenazaba el hambre, se propagaban nuevas enfermedades. “Si la época del Renacimiento se impone como la de una ruptura cualitativa para la historia global de la humanidad, es precisamente porque los europeos toman conciencia a partir de esta época de que la conquista del mundo por su civilización es en adelante un objetivo posible”.[4] En otras palabras, el Renacimiento europeo y el modelo europeo de capitalismo global se hicieron posibles con el descubrimiento de América; se trata de uno de los pocos periodos en la historia universal al que, con precisión maya, se puede atribuir la fecha exacta de su comienzo.
En los siglos XV y XVI los militares, los aventureros, los mercaderes –la mayoría hombres jóvenes solteros–, viajaron largas semanas desde la Península Ibérica hacia el horizonte infinito, excitante y paralizante a la vez. Para ellos, el Nuevo Mundo existía ya, estaba allí, aunque en realidad solamente en su imaginación. Por otro lado, el descubrimiento de las Américas es por supuesto un eufemismo del despojo y la destrucción desenfrenados, y – puesto que los disidentes tempranos dentro de la congregación católica por entonces atribuían a los indios por lo menos la condición provisional de “humanos”– también por el genocidio.
Es cierto que los colonos europeos y sus descendientes cubrieron el continente Americano con iglesias, manufacturas y universidades, pero el capitalismo en las colonias nunca ha conseguido el ideal europeo de desarrollo. Al contrario, Galeano está convencido de que “el libre comercio era el principal producto de exportación” del Imperio; al mismo tiempo, ya los ingleses perfeccionaron el proteccionismo estatal dentro de sus fronteras. Por otro lado, los países latinoamericanos declararon su independencia formal, pero quedaron en manos de centros financieros, bancos y corporaciones, primero británicos y luego norteamericanos (y hoy asiáticos, sobre todo chinos). Lo que también traza la “contradicción del capitalismo ‘realmente existente’, insalvable en el marco del sistema capitalista, [haciendo de ella] la contradicción principal más explosiva de nuestro tiempo”[5].
Durante los cuatro años de preparativos para Las venas abiertas, Galeano por supuesto no pudo haber leído el Eurocentrismo (1988) de Samir Amin, de donde proviene el pasaje citado, pero sus reflexiones sobre el “desarrollo desigual” muestran una asombrosa sintonía con las ideas de este economista político egipcio. Aunque hay críticos que le reprochan haberse apoyado demasiado en la teoría de dependencia, cediendo así el paso al tratamiento “victimológico” de América Latina y de sus habitantes, de hecho el procedimiento de Galeano es el contrario; lo que pretende es deshechizar las certezas ideológicas que le sirven al capitalismo desde los tiempos coloniales hasta hoy día para que se presente como el único modo posible de producción “sostenible”, tratando al mismo tiempo de volver sus terribles imágenes y fantasmas hacia el capitalismo mismo. La argumentación subrayada con muchas referencias y citas por un lado, y la esperanza matizada por los fragmentos literarios por el otro.
Desde la primera edición de Las venas abiertas hasta esta traducción han sucedido muchos acontecimientos rompedores, pero los gestos que provocan las rupturas suelen ser pequeños y a menudo invisibles. Algunos de ellos sí se elevan al pedestal de los hechos más tarde, pero Galeano se opone decisivamente a tal escritura de la historia, abogando por la historia como proyecto emancipatorio que produce efecto en el presente. Por otro lado, Las venas abiertas tampoco es “la biblia de la izquierda”, pues no parte de los registros de héroes y de las grandes historias sobre la transformación radical de la sociedad, sino que es regido por la gramática de las preguntas y por la búsqueda, a veces penosa pero de todos modos constante y a menudo irónica, de las inconsistencias lógicas inscritas en el algoritmo capitalista de gobernación mundial.
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Las venas abiertas se lee como una novela policíaca. El principal sospechoso se conoce. El truco consiste en hacernos creer que el crimen cometido es el crimen perfecto. Por eso, lo único que podemos hacer desde el principio es perseguirlo. En algunos capítulos el sospechoso está siendo interrogado. Justo entonces está ante nosotros. Galeano le plantea cuestiones en vista de las cuales el mismo doctor Hannibal Lecter exigiría un abogado, pero nuestro asesino serial, a pesar del reconocimiento de su culpabilidad, sigue obrando sin interrupción alguna desde los centros de poder global. A partir de otoño del 2008 se presenta a sí mismo como una víctima; para la resolución de la crisis propone la nacionalización del sector bancario y de seguros. Con eso está pensando en la nacionalización de las deudas y el déficit, a diferencia de algunos “masoquistas y suicidas”[6] latinoamericanos que proponen la socialización de los derechos y las libertades.
En el mundo al revés se importa la miseria humana con la exportación de las riquezas naturales. Por esto, los abogados del capitalismo (desde los medios de comunicación corporativos hasta el reciente Premio Nobel de Literatura) llaman al banquillo al “dictador” venezolano, que terminó con los acuerdos librecambistas, elevó espantosamente el nivel de alfabetización política, implantó el sistema integral de servicios públicos gratuitos, incentivó a los productores locales con la reforma agraria y fomentó los principios del intercambio mutuo de bienes con la unión económica sudamericana alternativa. O sientan en el banquillo al “racista” boliviano por haber prendido la mecha de la guerra por el agua que, en el año 2000, se extendió por toda la sociedad boliviana; en el ardor de las protestas populares, el gobierno de entonces se vio obligado a renunciar a la privatización del agua, con la cual la lluvia – incluso en las regiones lluviosas– se hubiera vuelto un bien escaso[7].
Después de la victoria en la guerra por el agua en el año 2003, se alzaron en Bolivia nuevamente las wiphalas, las banderas arco iris de los pueblos aymara, esta vez en contra de la venta de gas natural, petróleo, estaño, litio y demás riquezas terrestres y subterráneas todavía no saqueadas. La parábola épica desde el pobre cocalero del Orinoco hasta el primer presidente indio en la historia de los países latinoamericanos no se puede imaginar sin las potentes luchas en las calles-laberinto de Cochabamba y sin el bloqueo de La Paz. Pero, por otro lado, la mayoría de los más apasionados luchadores por los cambios sociales (tanto en Bolivia como en otros países latinoamericanos) hoy no forma parte del gobierno o del personal de las embajadas extranjeras.
Desde su fundación en 1986, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) es uno de los principales “culpables” de combatir al neoliberalismo regional. Entre sus exigencias figura también el derrumbamiento del estado (neo)colonial diseñado según el modelo europeo y la construcción de un “mandar obedeciendo” plurinacional. Imprescindible para la comprensión de este proyecto es la recuperación del concepto sumak kawsay (“buen vivir”), que desarma tanto los fundamentos del episteme eurocéntrico, fundado en la “expulsión de la naturaleza de la historia”,[8] como los principales valores del capitalismo global de hoy día: además de la propiedad privada, el trabajo, el dinero, la libre oferta y el egoísmo consumidor, también la idea de crecimiento y desarrollo económico. Además del “derecho a la naturaleza” colectivo, el sumak kawsay es una noción común clave tanto de los movimientos sociales ecuatorianos como de los bolivianos.
CONAIE sí ha perdido algo de confianza con su apoyo a Lucio Gutiérrez, un invitado regular a los consejos estratégicos en Washington a pesar de su seductora retórica antineoliberal. Cuando Gutiérrez había invitado al Fondo Monetario Internacional a Ecuador, el ministro de Agricultura –primer congresista indio y presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de entonces, Luis Macas Ambuludí– abandonó el gobierno con sus compañeros; en los dos años siguientes viajaron a lo largo y ancho del país y, junto con las organizaciones locales, organizaron incontables debates públicos, encuentros y movilizaciones. En el 2005, con la sublevación popular en nombre de la “defensa de la vida”, Gutiérrez cayó.
Además de Venezuela y Bolivia, en el 2007 también Ecuador se incorporó al “eje del mal”. Entonces en Fort Benning sonó otra vez la alarma: el coronel Manuel E. Rivadeneira Tello ha recibido órdenes de deshacerse cuanto antes del sucesor de Gutiérrez, Rafael Correa. Pero los golpes de estado con los cuales, desde la Escuela de las Américas, los Estados Unidos destituían a los desobedientes líderes latinoamericanos y nombraban a sus propios candidatos, ya no marchan tan bien como en el tiempo en el que Galeano escribía Las venas abiertas de América Latina. (¡Hoy día, para que los golpes de estado no sean tan evidentes, aparte de generales y militares, los ejecutores son policías locales y asesinos profesionales!). En septiembre del 2010, como en abril del 2002 Hugo Chávez en Venezuela, en febrero del 2004 Jean-Bertrand Aristide en Haití, en abril del 2009 Evo Morales en Bolivia y en junio del mismo año Manuel Zelaya en Honduras, también Rafael Correa en Ecuador esquivó por un pelo la condena a muerte desde Washington.
Pero el presidente ecuatoriano no ha evitado la crítica aguda de la CONAIE, que fue de los primeros en condenar el golpe de estado. La Confederación de Nacionalidades Indígenas trata de parar la marcha devastadora de las corporaciones mineras, forestales, acuíferas y petrolíferas, no sólo con barricadas, ocupaciones de oficinas gubernamentales, huelgas generales y manifestaciones masivas, sino también con cambios en la Constitución. Sin embargo, en la nueva constelación de gobiernos revolucionarios o progresistas de América Latina, entre ellos el ecuatoriano, la asamblea constituyente no es solamente el cuerpo constitutivo de los partidos políticos, sino sobre todo de los movimientos sociales. Son semejantes las experiencias del Movimiento al Socialismo en Bolivia y de los Círculos Bolivarianos en Venezuela. Pero, al imponer un amplio legajo de leyes que hubieran puesto en marcha el engranaje destinado a reprimir a la gente y destruir la naturaleza, Correa no se proponía sólo pasar por alto la CONAIE; también ha hablado en voz alta de los “nadies” y de los “aliados de la derecha”. Al aceptar por su cuenta la ley minera, añadió: “Es absurdo que algunos nos quieran imponer que seamos mendigos mientras permanecemos sentados en un saco de oro”. La dignidad ofendida puede llevar a los humillados a la desesperación o a la furia.
La experiencia del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra brasileño también advierte de las numerosas trampas escondidas, puestas por nuestro principal sospechoso… Hace cuatro décadas, cuando en el hipódromo imperial se aceptaban apuestas sobre México, Argentina y Brasil, Galeano apostó por el ganador actual. La economía brasileña está “creciendo y desarrollándose”, pero su crecimiento y desarrollo son cada vez más dependientes de la nueva superpotencia mundial, la que en la sede del Fondo Monetario Internacional es representada por la cara de Zhu Min. Desde el otoño del 2008 la mayoría de las inversiones financieras ya no proviene de los Estados Unidos: en el año 2009, China se ha hecho la mayor inversora. Compra materias primas baratas, hierro, semillas de soja, celulosa, petróleo, y vende a Brasil tofu, televisores, ordenadores, reproductores de DVD, muebles, equipo ofimático y otros productos finales. La inversión más cuantiosa es en el Petrobras “brasileño”, hoy la segunda compañía petrolífera del mundo, precedida sólo por el gigante saudí. Desde el descubrimiento de los yacimientos petrolíferos más ricos -que se hallan en el fondo del Atlántico y bastante lejos de la costa, debajo de una capa de sal de kilométrico grosor- las inversiones en las instalaciones para su perforación han crecido de una manera vertiginosa; en el futuro se espera también un crecimiento geométrico de las inversiones en equipos para la industria petrolera. Además de China, al mismo tiempo proveedor del equipamiento y mayor prestamista de recursos para su compra, otras entidades que ofrecen una posible inyección de capital a la industria petrolera brasileña son las cajas de pensiones, las cajas de ahorros y los bancos cooperativos, a través de los cuales los obreros manejan por sí mismos las inversiones de capital de la ex-oligarquía brasileña financiera. Dada la ambición del objetivo planeado, los reales tendrán que confluir de fuentes diversas.
En ocho años de gobierno de Luiz Inácio “Lula” da Silva, los índices estadísticos de pobreza y hambre en Brasil, de hecho, han disminuido; la demografía social de Brasil ha cambiado mucho en muy poco tiempo. Según ciertas investigaciones, “en los últimos ocho años, veinticinco millones de brasileños, antes pobres, se han convertido en miembros de la clase media consumidora”[9]. Pero el efecto de los programas sociales de ayuda a las familias pobres, que habían proporcionado a Lula un apoyo masivo y le han ayudado a mantenerlo, ha sido doble: por un lado, la generación de “la nueva clase media” que compra televisores Siemens, servicios móviles de Telefónica y muebles de China; por otro lado, la “integración” de los movimientos sociales, entre otros el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra -que no hace mucho todavía llamaba la atención sobre la privatización y la especulación financiera por parte también de los delegados del Partido de Trabajadores, mediante la ocupación de sus tierras-. Los críticos afirman que de entre los ex-activistas políticos surgió una nueva clase gerente-administrativa que “cambió las calles, el escenario principal de los nuevos movimientos sociales en los ochenta, por las conferencias y las reuniones en las oficinas gubernamentales”[10].
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Hoy, ¿cuál es el significado de la obra que está disecando el capitalismo rapaz con precisión de cirujano? ¿Cuál es su poder desde el punto de vista de los destinatarios del libro? Las venas abiertas es sin duda una de las obras político-económicas y, al mismo tiempo, literario-históricas latinoamericanas cuyo método y estilo eluden una clasificación bibliotecaria preestablecida; como si no quisiera terminar en el estante, no deja de volver a las manos de uno y, aún cuando relata los cálculos estadísticos y las comparaciones económicas, siempre se puede encontrar en ella un goce literario. Y realmente, en los años posteriores a su primera edición, Las venas levantó considerablemente el nivel del discurso en los departamentos universitarios de los estudios latinoamericanos y aguzó las investigaciones humanísticas.
En todo caso, la obra facilita la comprensión del resurgimiento de los ideales de Simón Bolívar en Venezuela, de las alzadas banderas aymara en Bolivia, en Perú y en Chile, de las expresiones precolombinas para describir las posibilidades de la vida más allá del capitalismo en Ecuador, de la constelación alterada en la órbita de las nuevas superpotencias y las economías periféricas, y también de las relaciones entre los gobiernos “socialistas” y los nuevos movimientos sociales.
Pero el valor especial de este libro es haber circulado primero en las calles, entre la gente que, en vez de considerarlo un objeto de investigación científica objetiva, ha reconocido en este “manual de anatomía” de la acumulación primaria del capital en América Latina su potencial político y poético.
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Con el fin del experimento socialista y la marcha del neoliberalismo, en Eslovenia se han establecido la clase “pragmática” consumista por un lado y la clase gerente o “la nueva clase creativa” por el otro. Paralelamente se ha impuesto un pensamiento proyectivo específico que, en combinación con los medios de comunicación corporativos, está banalizando el saber y destruyendo el horizonte utópico.
Las venas abiertas, con su crítica del capitalismo, inspira el pensamiento crítico; pero, con la marcha del neoliberalismo, la crítica no sólo ha sido desterrada de la Universidad sino también “integrada” en la retórica de los nuevos líderes.
Parece que Las venas podría volver a leerse en encuentros clandestinos, puesto que en la literatura de estudio predominan otros temas. Sin embargo, el interés por América Latina es grande y no está limitado solamente a las investigaciones corporativas que reclutan investigadores entrenados en escribir proyectos neocoloniales, a la ayuda humanitaria de los países que al mismo tiempo construyen las bases militares para “combatir las drogas”, y a la industria turística que ofrece vacaciones en playas paradisíacas de la costa caribeña donde antes se han destruido aldeas enteras y la gente hoy no tiene acceso ni a la tierra ni al mar, como por ejemplo en México o en Guatemala. En el caso de los proyectos internacionales de conexión entre Europa y América Latina, casi inevitablemente está detrás una corporación internacional o, por lo menos, “los resultados de la investigación”, “los objetivos del proyecto”, “el propósito del trabajo” etc. deben estar justificados en el lenguaje gerencial-administrativo -lo que no significa que los investigadores formen parte de la “clase creativa”-. Al contrario, la proletarización del trabajo investigador significa simplemente que estamos despojados de los medios de producción, en este caso del saber, que hacemos el trabajo rutinario de rellenar los formularios de concursos, sin garantías para una vida digna.
El pasado de Las venas abiertas irrumpe en el presente: la “esclavitud asalariada […] con maquinaria muy moderna” es también la actualidad de los trabajadores precarios, los toderos contemporáneos, que hacen de todo (¡incluso gratuitamente!) para obtener vivienda y lograr una posición social o meramente simbólica, que están constantemente disponibles por correo electrónico y por teléfono móvil, que pagan las facturas, el alquiler, los préstamos, y que además deben comer la “cantidad diaria recomendada”. El problema no es que hoy día el poder en todos los ámbitos lo tengan los gerentes (no sólo en el campo de la economía: también en las áreas de la sanidad pública, de la educación, de la política…); lo que presenta un problema mucho mayor es que este hecho impuso un pensamiento gerencial-administrativo que está destruyendo la utopía en las actividades de las cuales es constitutiva.
Las venas abiertas ofrece un espejo[11].
Aunque, por los medios de comunicación corporativos, su reflejo se hace borroso. En noviembre del 2010 recorrió el mundo entero la noticia sobre el accidente de los mineros chilenos, que cautivos en un agujero se convirtieron en objetos del peep-show público. Apenas terminada la espectacular operación de rescate desde las honduras dantescas, se volvieron las principales mascotas del Disneyland consumista; así los trataron los medios de comunicación. Omitieron un detalle insignificante: los hombres idearon una acción de solidaridad (de verdad, “desde abajo”) y grabaron una declaración de apoyo a los treinta y dos Mapuches encarcelados en huelga de hambre. Exigieron la liberación inmediata de todos los prisioneros políticos, que siguen encarcelados bajo la ley antiterrorista todavía vigente. Añadieron que tampoco ellos querían ser “palomas” en las jaulas de los intereses privados.
[1] Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, Ediciones P/L@, 2000, p. 52.
[2] En las anotaciones autobiográficas que más tarde publica en Días y noches de amor y de guerra (1978) reflexiona así sobre su compromiso editorial en el exilio: “Hoy me entero de que todos los meses, el día que sale la revista, un grupo de hombres atraviesa el río Uruguay para leerla. Son una veintena. Encabeza el grupo un profesor de sesenta y pico de años que estuvo largo tiempo preso. Por la mañana salen de Paysandú y cruzan a tierra argentina. Compran, entre todos, un ejemplar de Crisis y ocupan un café. Uno de ellos lee en voz alta, página por página, para todos. Escuchan y discuten. La lectura dura todo el día. Cuando termina, dejan la revista de regalo al dueño del café y se vuelven a mi país, donde está prohibida.-Aunque sólo fuera por eso -pienso- valdría la pena”. Eduardo Galeano, Días y noches de amor y de guerra, Ediciones Era, Ciudad de México, 1998 (séptima edición), p. 45.
[3] Eduardo Galeano, “Writing Life,” The Washington Post, el 14 de junio de 2009, http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2009/06/11/AR2009061104627.html (accesible el 5 de noviembre de 2010)
[4] Samir Amin, El eurocentrismo: crítica de una ideología, Siglo Veintiuno Editores, México, 1989, p. 73 (traducción de Rosa Cusminsky de Cendrero).
[5] Ibid., p. 76.
[6] Tomamos prestada la expresión del mismo Galeano, que en 2003 fue el observador internacional en el referéndum venezolano. Resumió sus impresiones en un texto corto que comienza así: “Extraño dictador este Hugo Chávez. Masoquista y suicida: creó una Constitución que permite que el pueblo lo eche, y se arriesgó a que eso ocurriera en un referéndum revocatorio que Venezuela ha realizado por primera vez en la historia universal”.
[7] A pesar de las amenazas del Banco Mundial, en el año 2000 en Bolivia fue revocada la controvertida ley de privatización del agua y cancelada la concesión a la corporación Bechtel, la cual construyó también el metro de Atenas, las autopistas en Croacia, la embotelladora de Coca-Cola más grande del mundo en Irlanda, y como su consejo de administración en los años ochenta del siglo pasado no había tenido éxito en sus esfuerzos de convencer al jefe iraquí del lucro de la concesión petrolífera, ganó la concesión de la renovación del país en la posguerra dos decenios más tarde.
[8] Cf. Pablo Dávalos, “Reflexiones sobre el sumak kawsay (el buen vivir) y las teorías del desarrollo”, http://alainet.org/active/25617 (accesible el 5 de noviembre de 2010).
[9] Raul Zibechi, “Brasil: Toward the Continuation of Lulismo”, http://www.cipamericas.org/archives/3328 (accesible el 5 de noviembre de 2010).
[10] Rudá Ricci, “Lulismo: From the Era of Social Movements to the Rise of the New Brazilian Middle Class,” citado en: Ibid.
[11] Los versos acompañantes del último libro de Galeano, Espejos: una historia casi universal (2008) son: “Los espejos están llenos de gente. / Los invisibles nos ven. / Los olvidados nos recuerdan. / Cuando nos vemos, los vemos. / Cuando nos vamos, ¿se van?” Eduardo Galeano, Espejos: una historia casi universal, Siglo XXI, Madrid, 2008, p. 1.
Publicado el 01 de Abril de 2011