La agenda trasnacional en las elecciones
Las elecciones presidenciales son el momento en que una nación se autodefine, no porque sean un reflejo fiel de lo que quiere la mayoría de la población —las graves fallas de la democracia representativa son cada vez más evidentes y tienden a profundizarse en esta etapa de capitalismo salvaje— sino porque revelan los debates y las fisuras más importantes en la sociedad. Se abre una pelea por la nación no solo en la esfera de poder formal, sino en el imaginario: ¿quiénes somos? ¿Qué país queremos y qué no queremos? Y más importante: ¿quién tendrá el poder para definirlo?
El nacionalismo resurge, pero no como factor unificador sino todo lo contrario —como una casa de los espejos, carnavalesca, en que cada candidato o candidata presenta su ilusión y la gente escoge la imagen que le parece menos distorsionada, o quizás más distorsionada a su gusto. La imagen que triunfa suele durar poco tiempo.
Mientras México sea un sistema político y una economía excluyentes, manejados en beneficio de una cúpula reducida, este nacionalismo manufacturado cada seis años seguirá siendo un espejismo. No refleja la complejidad del país, las necesidades que no les conviene atender, las poblaciones marginadas y olvidadas, el vínculo tierra-pueblo que da sustento a una identidad real y compartida en la diversidad.
Y hoy en día el problema va más allá. La ubicación de México en el mapa del mundo no se limita a las fronteras norte y sur y los mares. Actualmente 12 millones de personas nacidas en México viven en el extranjero, en un solo país —Estados Unidos. El número de quienes trazan su origen nacional hacia México es arriba de 35 millones.
Su inserción en México a pesar de su ausencia física es fundamental para entender el país: en lo afectivo, desde sus fuertes vínculos con sus familias aquí y viceversa; en lo económico, por los 28 mil millones de dólares que envían en remesas, superando los ingresos por petróleo; en lo laboral, por su movilidad —muchas veces forzada— que compensa la falta de trabajo digno en sus comunidades; y en lo político, por suplementar en los hechos los insuficientes programas sociales de combate a la pobreza, educación y formación, salud y otros. El propósito de defender los derechos de las personas migrantes frente a los embates del gobierno de Trump es meramente voluntarista si no se entiende el papel que tienen en sostener un país que, sin ellos, se podría caer bajo el peso de la corrupción y la desigualdad que le caracterizan.
Sin embargo, es poco lo que se ha dicho sobre el tema de migración en las campañas presidenciales. Muy poco. Recientemente unas organizaciones de migrantes vinculadas a familiares, retornados y deportados en México, se han dado a la tarea de remediar esta laguna. Alianza Américas, una coalición de más de 50 organizaciones de migrantes en Estados Unidos, junto con el Instituto de Investigación y Práctica Social y Cultural A.C., ha organizado un foro de candidatos que tiene como subtítulo “Voces migrantes construyendo una agenda trasnacional”. Zorayda Ávila, migrante y coordinadora de formación y liderazgo con Alianza Américas, explica por qué se tiene que hablar de una agenda trasnacional en la coyuntura de las elecciones nacionales:
“Vivimos en Estados Unidos, pero seguimos siendo parte de nuestro país de origen, nosotros decimos que el cordón umbilical no lo hemos cortado —seguimos aportando económicamente, quienes tienen la oportunidad regresan al país a visitar a sus familias, o tienen el sueño de algún día regresar a su país… cuando hablamos de familias trasnacionales, tenemos que hablar de una agenda trasnacional.”
Afirma que en Estados Unidos los grupos de migrantes han desarrollado una agenda de protección y derechos, pero que es igualmente importante desarrollar esta agenda en México, donde la separación de familias daña severamente al ya de por si dañado tejido social, y las deportaciones y retornos presentan nuevos retos para las personas y obligaciones como sociedad.
En México, las causas estructurales de la migración —la pobreza, la inseguridad, la violencia intrafamiliar, entre otras— no se han trabajado de manera suficiente o adecuada, alimentando a la migración en términos generales a pesar de los altibajos en los niveles tras las últimas décadas. Junto con la política de expulsar migrantes de los Estados Unidos, se crea un momento crítico para la población migrante.
“Con estas dos realidades, no podemos hablar de una agenda en un solo país. Tiene que haber una agenda trasnacional que atienda a los que están en el exterior y los que están en el retorno, sin dejar de mencionar que México es un país también de destino.” La inusitada atención mediática a la caravana de migrantes centroamericanos que llegó hace poco a la frontera con Estados Unidos, ha contribuido al reconocimiento de que las personas migrantes de los países del triángulo norte forman parte de la necesaria agenda trasnacional. Sin embargo, su presencia en los medios, que fue generada como parte de una estrategia en twitter de Donald Trump, a la vez ha fomentado una reacción racista para seguir con planes de restringir aun más los derechos de asilo y movilidad de las personas.
Hasta ahora no existen propuestas detalladas de los candidatos mexicanos para estas poblaciones, ni mucho menos una agenda integral. La idea no es imponer un plan hecho, sino abrir un diálogo con una parte de la población que ha vivido en carne propia el fracaso de los sucesivos planes de desarrollo nacional y de la forma de integración regional encarnada en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Entre los temas que consideran centrales para un nuevo presidente o presidenta, son protección de derechos, acceso a recursos, acceso a programas de salud y vivienda y educación, tener documentos, desplazamiento forzada por inseguridad, condiciones seguras para retornados, y proyectos de desarrollo sustentable.
“Tenemos esperanzas, mas allá de un nuevo gobierno, de que se cambien las formas de gobernar. Que haya más sensibilidad y diálogo con las organizaciones de migrantes. Sabemos que los cambios no se dan de la noche a la mañana. Quizás tomarán bastantes años, bastantes sexenios, para hacer cambios, pero tenemos que empezar a construir este diálogo.”
El primer paso es cambiar la perspectiva. En este mundo globalizado, en la región más integrada del planeta, México es una mezcla de comunidades diversas, con una de las mayores diásporas en la historia moderna —una modernidad caracterizada por las grandes migraciones de familias trasnacionales y de nuevos habitantes llegando todos los días. Este movimiento tras fronteras no es nuevo. Pero de su manejo adecuado depende la suerte de millones de compatriotas.
Laura Carlsen
(mexicana/estadounidense) es directora del Programa de las Américas, analista política y periodista