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Fueron más de ocho años de espera parcialmente frustrada. En el último día, el pasado 25 de febrero, la justicia federal brasileña condenó a tres ex-funcionarios de la hacienda Brasilia do Sul, del municipio de Juti en Mato Grosso do Sul, a cumplir 12 años de prisión por formación de cuadrilla, secuestro y tortura. Los consideró inocentes, sin embargo, de la acusación más grave que estaba en juego, la del asesinato a palos del cacique guarani-kaiowa Marcos Verón, quien entonces tenía 72 años. Como ya cumplieron parte de la condena esperando el juicio, ahora la lucha es para que cumplan toda la pena en la cárcel.
En medio de tanta impunidad por las muertes de líderes de los pueblos originarios, quilombolas y campesinos del país, y particularmente entre los guaraní- kaiowa, el pueblo indígena más numeroso y más castigado por las violaciones de derechos humanos, este juicio causa particular expectativa.
El Ministerio Público Federal y los abogados que asesoran a los indígenas lograron la mudanza de foro, de Mato Grosso do Sul a Sao Paulo, para tratar de minimizar las posibilidades de influencia política y prejuicio racial – hecho prácticamente inaudito tratándose de un crimen vinculado a la lucha indígena por la tierra. Además, lograron que la justicia reconociera el derecho de que los testigos indígenas fueran escuchados en su lengua, el guaraní.
Según la evaluación hecha por los indígenas, hasta la fecha, pese a los avances, sigue inalterada la impunidad para los hacendados y la gente cercana a ellos, quienes afectaron a otro famoso líder guarani-kaiowa, Marçal de Souza, muerto en 1983. Hace pocos años, el crimen prescribió sin que nadie fuera condenado por él.
Según investigaciones anuales divulgadas por el Consejo Indigenista Misionario (Cimi), cerca de dos tercios de los asesinatos de indígenas en el país suceden en Mato Grosso do Sul – estado que también encabeza las cifras de encarcelamiento de indígenas (por lo menos 148 presos, según el informe divulgado por la prensa en 2009). También hay en el estado, y particularmente entre los guarani-kaiowa, altos índices de suicidio.
La indignación permanece viva entre quienes ya escucharon el testimonio de gente de la comunidad que reivindicaba el tekoha Takuara –hoy reconocido como tierra indígena por el gobierno brasileño– o de los miembros de la familia Verón que siguen en la lucha por la recuperación del territorio guarani-kaiowa, sobre lo ocurrido en enero de 2003.
A continuación, el testimonio de Valdelice Verón, hija de Marcos, registrado en diciembre de 2003, en Dourados, Mato Grosso do Sul.