El derecho al aborto sin Estado
Hace cinco años habría sido inimaginable que el aborto fuera prohibido en Estados Unidos, donde por más de 50 años las mujeres tenían la opción de terminar un embarazo, y que fuera legal en México, donde por siglos se sufrían abortos clandestinos y encarcelación por el simple hecho de decidir y cuándo ejercer la maternidad.
La decisión de Dobbs v. Jackson anuló el famoso Roe V. Wade, el resolutivo de esta misma corte en 1973 que había garantizado el derecho al aborto bajo la decimocuarta enmienda, citando el derecho a la intimidad. Inmediatamente después de la decisión de descartar a Roe v. Wade el 24 de junio, varios estados prohibieron el aborto y un total de 26 ya tienen la prohibición o están en vía de hacerlo en los próximos meses.
Ahora en Estados Unidos los derechos de las mujeres dependen de dónde viven. Miles de mujeres en Texas son ciudadanas de segunda categoría por el hecho de vivir en un estado republicano donde un embarazo indeseado no afecta la vida laboral, profesional o política de los hombres, pero cambia por completo los planes de vida de la mujer. En Oregón y California y la mayor parte de los estados de la costa del Atlántico, las mujeres tienen este derecho garantizado en las constituciones estatales.
No se puede subestimar el impacto que esta decisión tiene para las mujeres en EEUU. Además, es un impacto discriminatorio. Dice Nitza Segui de Latinas En PodeR: “Estamos hablando realmente de una guerra contra las mujeres —mujeres pobres, las mujeres latinas, las mujeres negras, las mujeres que son de color en este país. Y estamos hablando de que las opciones cada vez se reducen más.” Agrega que para las mujeres migrantes es doblemente devastador”, Ya que no cuentan con acceso al servicio médico. En todo el estado, las mujeres han organizado protestas y manifestaciones para defender sus derechos, presionar a los gobiernos estatales y rechazar la decisión de la corte.
El retroceso en EEUU ocurre cuando en América Latina los movimientos feministas están logrando avances importantes. En nuestros países, con sus raíces católicas y fuertes movimientos fundamentalistas, vivimos décadas de regímenes patriarcales que se aferraban al control estatal sobre nuestros cuerpos. A pesar de contar con amplios y valientes movimientos de mujeres que llevaban décadas exigiendo el derecho a decidir, en particular a terminar un embarazo peligroso o indeseado, los estados se mantuvieron en sus posturas contra el derecho de decidir, y la derecha internacional y las iglesias trabajaban—y trabajan– organizadamente y con muchos recursos para parar cualquier avance en los derechos reproductivos o sexuales. En algunos países, destacadamente Nicaragua, las mujeres enfrentaban terribles retrocesos, como la ley que basada en conceptos fundamentalistas define a la persona desde la concepción. En El Salvador, y otros países, mujeres jóvenes que habían abortado – por decisión o espontáneamente- fueron criminalizadas y recibían sentencias de hasta 50 años de prisión.
La ola verde empezó a crecer con el levantamiento de la prohibición al aborto en Argentina en 2020: miles de mujeres salieron a la calle a celebrar su triunfo. En otros países, las organizaciones feministas se sintieron animadas para seguir la lucha. Finalmente, en México después de que cuatro estados ya habían puesto la decisión sobre su cuerpo y su futuro en manos de las mujeres, la Corte Suprema decidió que la prohibición del aborto es una violación de los derechos de las mujeres.
En EEUU empieza una nueva fase de lucha, y también de intercambio entre las organizaciones feministas en los países de las Américas, especialmente con México, el país vecino. Durante los largos años de prohibición en este país proliferaron las redes de mujeres que se apoyaban mutuamente, por debajo del radar estatal, para facilitar y acompañar a las mujeres que decidían abortar. Desde hace años la Organización Mundial de Salud ha recomendado el aborto con medicamentos como un método seguro y eficaz para interrumpir el embarazo.
Verónica Cruz pionera en la formación de estas redes en uno de los estados más conservadores del país —Guanajuato— explica:
”Justo por haber tenido en México tantos años restringido el aborto hubo un momento en que en el movimiento tuvimos que irnos por otra cuerda —no solamente apostarle a lo legislativo, no solo apostarle a lo jurídico, no solo apostarle a que los servicios de salud se garantizaran—, además de eso, empezamos a trabajar la despenalización social del aborto, mujer por mujer, garantizándole a cada mujer que lo necesitaba su derecho al aborto con acompañamiento social y eso ha hecho la diferencia en México y en todo América Latina y creo que hoy Estados Unidos tiene la oportunidad de ver esta experiencia, de voltear a ver al sur.”
En los años de la prohibición, las mujeres aprendieron a apoyarse y no depender ni del estado ni del sistema médico para abortar en condiciones seguras y humanas. Sin duda, es importante tener un marco jurídico que no criminaliza a las mujeres por su capacidad reproductiva y que permite un cuidado médico óptimo para todas. Pregunta a las que están en la cárcel o que han sufrido secuelas permanentes a causa de abortos clandestinos.
Sin embargo, el análisis y la lucha tienen que ir más allá de la legalización. El papel del Estado no puede ser permitir o prohibir decisiones sobre nuestros cuerpos —su papel es abstraerse de este tipo de decisiones personales. Las redes de acompañamiento nos enseñan que somos capaces de cuidar nuestros cuerpos y tomar decisiones sin el estado y sin practicas médicas paternalistas. La solidaridad entre las mujeres, el uso de las técnicas médicas reconocidas como seguras que tenemos a nuestro alcance, nos da la posibilidad de tener mayor autonomía.
Ahora nos unimos en solidaridad con las mujeres estadunidenses que defienden su derecho al aborto en EEUU. También, juntas, tenemos que superar el paternalismo del Estado y de un establecimiento médico que pretende conocer mejor nuestros cuerpos que nosotras, no nos escucha, y no valida el conocimiento personal y ancestral que tenemos sobre nuestra salud y nuestros cuerpos. No es por desprestigiar el conocimiento profesional del personal médico que pasa por programas de estudio rigurosos y amplios que sin duda salvan vidas, pero el embarazo y el parto han sido del dominio de las mujeres por siglos en que han desarrollado conocimientos profundos desde mucho antes de que el proceso se medicalizara.
La resistencia feminista en EEUU, ahora no tiene otra opción que buscar cómo y dónde seguir ejerciendo el control sobre sus cuerpos y vidas en condiciones cada vez más hostiles. Son tres elementos fundamentales para la lucha en esta etapa: la educación popular, las practicas autónomas y la lucha por revertir las leyes patriarcales.
Esta última será muy difícil. No fueron solo 6 de los 9 magistrados de la Corte Suprema que votaron contra los derechos de la mujer. Las legislaturas estatales rápidamente refrendaron la decisión y hay una parte de la población—lejos de ser la mayoría– que insiste en la prohibición. Al estado capitalista-patriarcal le beneficia el control sobre la sexualidad y la reproducción de las mujeres. Al criminalizar prácticas como el aborto que sabe que van a seguir, crea esquemas de control social sobre sectores de la población que considera amenazantes a sus intereses. Obliga a las mujeres a quedarse en la esfera privada para no desafiar el poder político masculino. Mantiene a la población migrante en la ilegalidad para permitir su explotación laboral y negar sus derechos laborales. Prohíbe el uso de drogas recreativas para perseguir, golpear y encarcelar a sectores que cuestionan su poder, especialmente jóvenes y dentro de este grupo, afrodescientes y latinxs. La criminalización del aborto en el contexto de un país que no apoya a la maternidad, expulsa a las mujeres del mercado laboral para canalizar su trabajo a cuidados no pagados que subsidian al modelo capitalista/paternalista, un modelo que no hace más que profundizar la discriminación y la explotación.
La experiencia de ser madre es maravillosa. Es un gran regalo de la vida que trae enormes satisfacciones y responsabilidades para quienes escogen este camino. Por eso mismo, tiene que ser elegido. Restaurar el respeto al derecho a la maternidad libre en EEUU, es una lucha política fundamental para la democracia y el desarrollo humano. A la vez, es una lección de que la mejor manera de garantizar la autonomía es tener el conocimiento, las tecnologías y las herramientas en nuestras propias manos.
Laura Carlsen
(mexicana/estadounidense) es directora del Programa de las Américas, analista política y periodista