Toulouse, Francia. Está todavía en los anuarios culturales y comerciales: 2011, por obra y gracia de los señores Felipe Calderón y Nicolás Sarkozy, ha sido proclamado el « Año de México en Francia ».
Anunciadas con bombo y platillo, más de 350 manifestaciones debían «promover la imagen de México en Francia », y hacer descubrir sus encantos turísticos y maravillas culturales, a la vez que buscaba respaldar y dinamizar la « cooperación económica y científica » entre ambos países.
A muchos, sin embargo, les hubiera tenido que llamar la atención la identidad de los promotores y generosos mecenas de tan magno suceso. Del lado francés, encontramos el grupo militar-industrial (perdón, de “seguridad-defensa”) Safran, en la persona de su director general, Jean-Paul Hertemann, quien fue designado « presidente para Francia del año de México en Francia. Los demás patrocinadores son Eurocopter (primer fabricante mundial de helicópteros), el grupo Schneider (explotación del agua, de fuentes de energía, construcción -en particular de hoteles de lujo, infraestructuras, transportes, aeropuertos), el grupo Lafarge (cementos y materiales de construcción), Axa (banca y seguros), Air France (compañía aérea), Mazars (empresa de auditoría y consulting, activa en los campos de defensa y seguridad”), en cooperación con las mexicanas Cemex y Aeroméxico.
Del lado de México, junto a la organización gubernamental ProMéxico (cuyo presidente, Bruno Ferrari, fue director de Seminis, filial de Monsanto), el presidente de las operaciones es el ex-gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Velasco.
Antes de comentar el estrepitoso fracaso mediático propiciado por la estupidez arrogante de ambos mandatarios, les proponemos indagar en qué contexto Calderón y Sarkozy decidieron reforzar de este modo las “relaciones bilaterales” franco-mexicanas. ¿Será que estaban deseosos de restablecer una vieja amistad, la que arraiga, por ejemplo, en la famosa carta de Víctor Hugo a los habitantes de Puebla1?