Ciudad Juárez, Chihuahua. Después de una larga jornada, la penúltima de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, cientos de personas y organizaciones iniciaron la firma del Pacto Nacional, un documento que tiene como piso la desmilitarización del país, que no menciona un posible diálogo con el gobierno federal y que añade, entre otros puntos, la petición de juicio político contra el presidente Felipe Calderón y el rechazo a la Iniciativa Mérida. Se impuso así la historia de Ciudad Juárez; la firmeza de sus organizaciones; la enorme experiencia adquirida, sin pedirla, al ser la ciudad con mayor violencia de todo el país, el epicentro del dolor, como la nombra el poeta Javier Sicilia. “A Juárez ya no le cuentas nada. Ya fuimos y venimos”, resume un activista del Frente Plural Ciudadano.
Juárez representó desde el primer momento una tendencia importante al interior del movimiento. Para algunos, la firme postura de los juarenses y de organizaciones como la Coordinadora Metropolitana contra la Militarización y la Violencia, en torno a temas como la desmilitarización y el perfil de la interlocución con el gobierno, fue “radical”; para otros, los más, eran puntos centrales en los que el movimiento no podía ceder, a pesar de que Javier Sicilia insistiera en la necesidad de dialogar con las autoridades, “aunque a muchos no les guste”. Esta postura es avalada por la comitiva de familiares de las víctimas que acompañan la caravana, pero no representa el consenso del movimiento.
Alrededor de las diez de la noche, el obispo de Saltillo, Raúl Vera; el poeta Javier Sicilia; el padre Miguel Concha; el ex vicario de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Gonzalo Ituarte; Oscar Enríquez, del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, y algunos de los familiares víctimas como Julián Le Barón, de Chihuahua, y Teresa Carmona, de Cancún, firmaron el pacto. Una enorme fila de juarences y personas y organizaciones de la Caravana por Justicia y Dignidad hicieron lo propio.
Otro de los acuerdos alcanzados fue la planeación de una nueva caravana, esta vez con destino al sur, con el fin de visibilizar las condiciones de pobreza y violencia que prevalecen en esa región del país, además de la exigencia de una nueva política social para los jóvenes, los derechos indígenas y el reclamo de avances en la democracia participativa.
La movilización se concentró en la explanada del monumento a Benito Juárez, luego de que se realizó la discusión de las mesas de trabajo en las instalaciones de la Universidad local, donde el punto más conflictivo fue acordar la relación del movimiento nacido hace dos meses con Felipe Calderón, tema que estuvo presente durante todos los actos y en no pocos momentos generó tensión.
Javier Sicilia inició el debate en las mesas de trabajo señalando que Calderón es un presidente tremendamente débil, que llegó al cargo con grandes sospechas de ilegitimidad y es el principal responsable de esta guerra, aunque, dijo, no es el único, pues también son culpables los partidos polìticos y el Congreso, por habérselo permitido.
La séptima jornada arrancó en el tristemente recordado campo algodonero, lugar de cultivo hace unos años y hoy completamente urbanizado, en el que 8 cuerpos de mujeres fueron encontrados enterrados en el 2001. Aquí, Evangelina Arce, representante de madres con hijas víctimas de feminicidio o desaparecidas, dijo: “no queremos chivos expiatorios, sino que las autoridades arresten a los verdaderos culpables”. En este lugar se reunieron cerca de mil personas, quienes con veladoras, cruces rosas y decenas de globos blancos recordaron a las víctimas y exigieron el esclarecimiento de los asesinatos.
Después del acto en campo algodonero, la Caravana se traladó a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez para acordar los términos del Pacto Nacional. Paralelamente, Sicilia ofreció una conferencia de prensa en la que aclaró que el objetivo final es mandatar a los gobernantes a agilizar las reformas que requiere el país para salir de esta crítica situación creada por la guerra contra el narcotráfico.
Las tendencias que se revelearían más tarde en la discusión en las mesas, surgieron desde las preguntas de la prensa local, que le cuestionó al poeta los alcances de una negociación con el gobierno que en Juárez ya se intentó sin ningún resultado. La respuesta de Sicilia fue: “aunque no nos gusten las autoridades que están al frente de las instituciones, es con ellas con las que tenemos que discutir”.
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