Durango. Eran más de las diez de la noche, cuando la poeta Socorro Soto dio la bienvenida a la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad en la Plaza de Armas de la ciudad de Durango. “Los recibimos con el corazón herido”, dijo, “aquí, donde no queremos más la sangre derramada de nuestros seres queridos”.
En un acto sin precedentes, miles de duranguenses salieron de sus casas, a pesar de la hora, e inundaron las calles y el centro histórico de la ciudad para decir que “están hasta la madre”. Entre el ruido de tambores, gritos de “queremos paz”, “ni un muerto mas” y aplausos la caravana entró a la plaza principal de la ciudad.
Vestido de blanco, al igual que su esposa y sus dos hijos, Benjamín Medel estuvo presente en el acto. “Estoy aquí porque el 14 de octubre de 2010 me mataron a mi hermano, Emerson Medel, y nadie ha podido hacer nada. Las autoridades me dijeron que fue el crimen organizado, pero nadie averiguó, ni hizo nada. En el lugar donde lo mataron, estaba el ejército y habían alrededor de diez testigos, pero aún así, siguen sin atrapar al culpable”.
Desde el estrado, Noemí Favela, una más de las muchas mujeres agraviadas de esta golpeada entidad, alzó la voz: “Quiero encontrar a mi esposo, Salvador González Valenzuela. Estamos cansados, hartos de tanta impunidad. Mi suegro, Polo Valenzuela, por buscar a su hijo, también está muerto. Queremos que se nos escuche, yo sé que hay muchas personas aquí que quieren que se les escuche”.
El silencio de ciudad de Durango, otrora considerada por sus habitantes un lugar tranquilo y colonial, hoy se rompe con ráfagas de metralleta y estallidos de granada. “Nuestra ciudad tiene de pacífica”, dice una habitante del lugar, “lo que tienen de bellas las narcofosas donde entierran a nuestros hijos”.
Beatriz Ríos, con la voz llena de rabia e impotencia, sumó su testimonio al de los agraviados: “Mi hijo está desaparecido, desde el 21 de marzo, salió de la casa y desde entonces no sabemos nada de él. Él era viudo, tiene tres hijas que ahora ya no tiene ni padre ni madre”.
Amparo Castillo es una más en la interminable lista de agraviados. “Soy una madre herida del alma y del corazón. En septiembre de 2008, mi hijo venia saliendo de un retiro espiritual, y lo mataron. Después, las autoridades me pidieron perdón, me dijeron ‘disculpe, fue una equivocación’. (Felipe) Calderón dice que el ejército está para darnos seguridad, pero en realidad, el ejército anda matando, pisoteando al pueblo. Por eso yo le digo: ‘Señor presidente, si no puede con el cargo, renuncie, porque así como lo pusimos donde está, también lo podemos quitar”.
Horas antes, al ritmo de jarana y flauta, y coreando la cancioncilla improvisada “basta ya de guerra, queremos ya la paz”, la caravana arribó a la ciudad de Zacatecas, donde numerosos testimonios de injusticias e impunidad fueron también escuchados en la plaza. Raymundo Romero, oriundo de Zacatecas, exigió a las autoridades que lo escuchen. “Mi padre, Eleazar Romero, está desaparecido desde el 16 de marzo. Él es un hombre de trabajo. Yo quiero que las autoridades me escuchen, no que me oigan, sino que me escuchen, porque escuchar significa dar respuestas y tener compromisos”.
Ofelia Castillo, también de Zacatecas, hablo frente a quienes se reunieron en la plaza, y dio nombre a su dolor. “Edgar Roberto Quezada Castillo se llama mi hijo, y está desaparecido. Él tiene cinco hijos, que, al igual que yo están muy tristes. Me preguntan dónde está su papa y yo no sé qué contestar. No sé nada de él, he buscado una auditoria, pero nadie me ha ayudado”.
Desde Aguascalientes, Jesús Antonio de la Torre viajó a Zacatecas para acompañar a la caravana en la capital zacatecana. “Creo en el movimiento que encabeza Javier Sicilia, que se llegue a una solución o no depende de muchas cosas, pero vale la pena apostar por el éxito, pues al país lo tienen secuestrado los partidos, y vale la pena apostar por proyectos alternativos”.
Fue un largo día para la caravana, con tres actos que comenzaron desde temprano en el cerro de San Pedro, en el área conurbada de San Luis Potosí, donde los manifestantes cerraron simbólicamente la minera San Xavier, debido al ecocidio que su presencia significa.
Más de 12 horas después de estar en el cerro de San Pedro, pasar por Zacatecas, y escuchar los desoladores testimonios de los habitantes de Durango, Javier Sicilia finalizó el acto público en la capital duranguense casi a media noche. “Muchos dolores nos esperaban en el camino, andamos entre rastrojos de difuntos, cuya muerte nos duele más que nuestra propia vida. Y yo quiero preguntar a Felipe Calderón, ¿ésas son las bajas colaterales? ¿ésos son los delincuentes?, quiero preguntar a la clase política si ¿creen que son dignos de servir a este país y representar a su ciudadanía? En Ciudad Juárez vamos a firmar un pacto ciudadano, pero si éste no se cumple, recurriremos al boicot y a la desobediencia civil”, finalizó el poeta en la Plaza de Armas de Durango.
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