De la indignación a la acción en España

Tomás Muñoz

Estado Español. Si hay un rasgo emocional que defina al movimiento del 15M, es la indignación. La percepción de que la refundación del capitalismo -que prometían líderes como Sarkozy en el 2008- se ha convertido en una reformulación a la baja del estado del bienestar, la impresión de que el peso de la crisis que provocaron las altas esferas económicas ha sido pagada por la base de la pirámide y el desapego de los partidos mayoritarios españoles de la realidad han alimentado un estado colectivo del malestar.

La chispa que generó la acampada fue comprobar cómo los medios de comunicación tradicionales  redujeron las masivas manifestaciones del día 15 de mayo por todo el Estado a los incidentes de Madrid. En estos incidentes, 24 manifestantes fueron detenidos y la policía aplicó una violencia desmedida.

La acampada de Sol comenzó a articular una respuesta colectiva: de la indignación a la acción. Los hitos que han constituido el 15M hay que buscarlos en los actos de desobediencia civil masiva que han protagonizado los manifestantes. El primer desalojo de Sol en la segunda noche de la acampada provocó un efecto llamada no sólo en la plaza madrileña, sino por todo el Estado.

Al día siguiente fueron desalojadas Granada y Málaga; una noche después, estas plazas habían multiplicado por diez sus participantes. La Junta Electoral Central calificó las concentraciones como ilegales; los asistentes se multiplicaron. El Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo ratificaron esta prohibición de concentrarse durante la jornada de reflexión electoral; las plazas de todo el Estado rebosaron más que nunca en lo que fue el punto álgido de presencia del movimiento. A la hora de elegir entre lo legal y lo justo, el movimiento optó por la justicia.

Hasta la fecha, la gran victoria del movimiento 15M ha sido romper esa espiral de miedo. El día 27 de mayo, en Barcelona, la policía actuó con una violencia extrema contra los pacíficos manifestantes; la excusa de las autoridades fue que la protesta podría interferir en la celebración de los aficionados del Barça (que al día siguiente ganó la Copa de Europa). La actuación policial dejo más de 120 heridos, alguno de ellos de consideración, pero la gente no se dejó amedrentar: retomó la plaza en cuanto pudo y se volvió a sentar pacíficamente delante de las líneas policiales. Otro momento clave fue la sentada del miércoles 8 de junio frente al Congreso de los Diputados: durante seis horas los manifestantes permanecieron pacíficamente ante un fuerte cordón policial.

La horizontalidad sigue siendo la bandera de la protesta. La expansión del movimiento hacia los barrios ya es una realidad. En las principales ciudades los distritos han ido organizando sus asambleas, coordinadas desde la plaza original; además, ya se ha producido el primer encuentro estatal de asambleas. En esta reunión, que tuvo lugar el pasado 5 de junio, los delegados acordaron un calendario de movilizaciones que fue ratificado por las asambleas de base.

La primera cita importante de este calendario llegó el sábado 11. Ese día los ayuntamientos recién elegidos se constituían; los concejales que tomaron posesión de su cargo tuvieron que escuchar en todas las ciudades a cientos de manifestantes. La policía volvió a emplearse en algunos sitios con contundencia. Desde que comenzó la protesta el 15M más de 200 personas han resultado heridas por agresiones policiales.

En Barcelona, el movimiento decidió bloquear el 15 de junio la entrada de los políticos al parlamento autonómico. El motivo: los recortes sociales salvajes que se han aprobado en los presupuestos de Catalunya para el próximo ejercicio. La llamada “Ley Ómnibus” privatizará servicios que hasta ahora eran públicos y dejará a miles de trabajadores en la calle; estas medidas no estaban recogidas en el programa electoral de ninguno de los partidos que concurrieron a los comicios.

La idea era hacer una cadena humana y acampar durante la noche allí. Llega el día 14 y al mediodía fuerzas gubernamentales cierran todo el recinto del parque público donde está el Parlamento, la Ciutadella. Cuando llega la mañana del día 15 las cartas están boca arriba. El mecanismo de difamación y victimismo del poder comienza a funcionar; las mentiras, falacias y desinformaciones empiezan a aparecer en los medios. La máquina aplastante del discurso oficial hace su efecto: “es intolerable que los representantes del pueblo no puedan acceder al Parlamento”.

Además hace su entrada la gente contratada para el trabajo sucio, infiltrados de la policía que se dedican a excitar a unos manifestantes heterogéneos y -en su mayoría- jóvenes.  Y, es cierto, consiguen que haya unos pocos actos incívicos puntuales que luego se magnifican y propagan como si fuera el ejemplo normal de la mayoría de concentrados.  Al bloquear ellos mismos el paso, pero haciendo ver como si fuera culpa de la protesta, los parlamentarios no pueden acceder por las entradas habituales y el discurso propagandístico habitual exclama: “no se puede impedir entrar en el Parlamento a los legítimos representantes”. Las bocas de los políticos se llenan de democracia. El Presidente Artur Más, en un acto teatral, accede al recinto en helicóptero y declara: “Es intolerable”.

La campaña de criminalización y estigmatización de un movimiento que ha demostrado ser pacífico se pone en marcha. Hay un inusual consenso en la condena al movimiento en todas las cabeceras, las radios y las televisiones. Sin embargo, apenas cuatro días después (el domingo 19) la gente demuestra que no ha mordido el anzuelo.

Las protestas contra el Pacto del Euro -un acuerdo entre los estados de la Unión Europea que profundiza la carga del peso de la crisis sobre los hombros de las trabajadoras y trabajadores- se convierten en un acontecimiento histórico: cientos de miles de personas colapsan las principales ciudades del estado. En Madrid y Barcelona los barrios y pueblos marchan formando varias columnas que confluyen en grandes ríos de personas que se identifican con el movimiento.

El movimiento aún ha de transformar sus demandas con propuestas en positivo. El lema “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros” tiene que convertirse en propuestas efectivas que impidan este tratamiento por parte de los poderes. Sin embargo, ya existen numerosas líneas de acción: se ha puesto en marcha una red de apoyo para impedir desahucios de hogares que no pueden hacer frente a su hipoteca; hay amplio consenso en el rechazo a los ajustes que impone el FMI y ha comenzado una marcha a pie desde seis puntos del estado que confluirá en Madrid el próximo 23 de julio.

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