Cancún: voces silenciadas y oídos que no escuchan

Texto: Spensy Pimentel y Joana Moncau Fotos: Simona Granati y Spensy Pimentel

Cancún, Mexico. Ocurrió en uno de los foros paralelos a la 16 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP-16), en Cancún, en el mes de diciembre pasado. Tan pronto hablaron los ponentes de una de las mesas, algunos académicos vinculados a reconocidas universidades mexicanas y extranjeras, sobre los peligros del calentamiento global, un hombre con sus casi 50 años, bigote, tez morena, crucifijo al cuello, tomó el microfono:

“Yo tengo una teoría. Para mi lo que le está pasando al planeta tiene que ver con el hecho de están sacando demasiado petróleo de dentro de la tierra. El planeta está quedando ligero, está perdiendo peso y con eso la tierra se aproxima del sol. Quizás por eso el clima está perturbado”, dijo el habitante de la delegación Magdalena Contreras, de la capital mexicana, lugar en el que se quiere construir una vía rápida, la Supervía, amenazando a muchas familias de despojo y talando una considerable área de monte.

Una representante de la organización Desarrollo Alternativo respondió: «Varios pueblos indígenas han hecho observaciones acerca de los cambios que ocurren en la tierra con la explotación de petróleo. Ellos piensan que el crudo es una especie de sangre de la tierra, y que sacarlo hace mal a toda la naturaleza.»

El intercambio ilustra una de las principales cuestiones levantadas por miles de campesinos, indígenas y activistas de todo el mundo, quienes se manifestaron contra el rumbo de la convención promovida por las Naciones Unidas: “si queremos frenar el calentamiento global es urgente que los conocimientos científicos, campesinos e indígenas caminen juntos”. Lamentablemente, como reiteraron los activistas en los eventos paralelos, esa cooperación no está ocurriendo.

«Una época diferente será cuando la visión occidental y la indígena puedan finalmente reconciliarse», señala en entrevista Andrés Barreda, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales (ANAA). «No se trata –explica- de que predomine una visión a costa de la otra, sino las dos de manera integral, teniendo en cuenta que sin la visión indígena no se va poder llegar a ningún lado».

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