México DF. En el centro de Tlalpan, al sur de la Ciudad de México, florece un espacio autogestivo, regido por los principios de horizontalidad, rotatividad y apoyo mutuo. Se trata de Café Victoria, una cafetería gestionada por un grupo de 15 mujeres y hombres que apuestan por la construcción de un proyecto cooperativo, cuyo horizonte es mantener condiciones laborales dignas, donde los patrones son ellos mismos, y donde todas las decisiones se toman por consenso en asamblea.
El nombre del espacio no podía ser más adecuado. La presencia y continuo crecimiento de Café Victoria se deben a la incansable lucha que, tras 20 meses de resistencia, les valió el reconocimiento de la legalidad de la huelga que habían manenido durante casi dos años. Más tarde, gracias a la recaudación de un pequeño capital, lograron comenzar el sueño de una cooperativa, en el 2008.
En entrevista con Desinformémonos Ricardo y Sergio, miembros de la cooperativa, hablan sobre los antecedentes del café y el contexto en que éste surgió hace ya más de cuatro años; sobre los principios y estatutos que rigen la convivencia de quienes aquí trabajan; sobre su lucha y sus logros; sobre las dificultades a las que se enfrentan y también sobre sus sueños y las metas que se han planteado a corto y mediano plazo.
El primer antecedente del grupo que administra la cafetería, es la constitución de un colectivo de trabajadores asalariados en agosto de 2006. “Éramos 34 personas que trabajábamos en Cafetlán, tres cafeterías ubicadas en el centro de Tlalpan, Coyoacán y Coapa. Nos organizamos para exigir aumento salarial, transporte nocturno y la renovación de un contrato cada año, así como las mínimas prestaciones de trabajo que marca la ley: aguinaldo y vacaciones”, recuerda Ricardo.
El sueldo de los trabajadores de Cafetlán en 2006 era de 96 pesos por jornada de ocho horas, es decir, 12 pesos por hora, y los inversionistas llevaban 2 años sin aumentarles el suelo. Ricardo explica que “los duelos evadían impuestos y no daban prestaciones. Insistían en que ‘no éramos asalariados, sino becarios’”.
Hacia finales de 2006, dos de las tres cafeterías empezaron a funcionar mal, había poca organización, las ventas se redujeron. “Comenzaron a culparnos a los trabajadores de ese mal funcionamiento y ahí fue cuando comenzamos a organizar protestas y algunos paros de labores”. Siguieron una serie de pláticas y negociaciones con los inversionistas, pero éstas finalmente “no llegaron a ningún lado”.
El 1 de marzo de 2007 los trabajadores de la sucursal de Cafetlán en Tlalpan llegaron a su lugar de trabajo a cubrir el turno de la mañana y se encontraron con que el local estaba cerrado con cadenas y candados. “Nos asomamos y vimos que dentro habían dejado solamente las mesas y sillas”, platica Ricardo, “y desde ese momento decidimos hacer guardias nocturnas para resguardar lo poco que habían dejado”.
Veinte días después, el 21 de marzo, y ya con el local cerrado, estallaron una huelga que los tuvo, literalmente, 20 meses en la calle.
Sergio, quien ahora es miembro de la cooperativa, pero entonces era cliente de Cafetlán recuerda: “Llegué un día con mi novia de aquel tiempo al café y me encontré con que estaba cerrado y los chavos que trabajaban allí estaban afuera. Habían instalado unas mesas y estaba vendiendo café. Me platicaron lo que había pasado. Empecé a venir a acompañarlos a hacer guardias y así inició nuestro acercamiento”.
Ricardo detalla: “Casi enseguida, decidimos dos cosas; que queríamos mantenernos por nuestros propios medios y que no nos íbamos a mover de allí para no perder lo poco que habían dejado. Así que empezamos a hacer guardias. Estábamos afuera del local día y noche. Empezamos a vender café que provenía de comunidades muy cercanas al zapatismo, y también panecillos”.
Varios sindicatos los apoyaron ofreciéndoles cosas para vender, como libros, o turnándose para hacer guardia con ellos. Los telefonistas les ofrecieron despensas y, sobre todo, la gente del centro de Tlalpan se mostró solidaria cuando el colectivo decidió vender también café en la plaza Hidalgo.
En todo ese proceso pudieron formar, a fuerza de verse y platicar, un grupo sólido y cohesionado. Vendían café, pero también sostenían reuniones con abogados, con otros trabajadores y largas discusiones entre ellos mismos para decidir los pasos a seguir.
Finalmente, tras 20 meses de huelga, un tribunal les dio la razón y los dueños de Cafetlán tuvieron que reconocer la legaldiad de la huelga. Sin embargo, no recibieron la indemnización que por ley les correspondía. Entonces decidieron recurrir a «los ahorros que teníamos y con la ayuda solidaria de familiares y amigos, pudimos empezar el proyecto de esta cafetería”.
Tras una serie maratónica de reuniones en las madrugadas, lograron bosquejar su principal objetivo: crear condiciones de trabajo dignas. “Eso significaba tener capacitación, reconocimiento del trabajo en términos de salario y que éste no se sacrificara para invertir en otras cosas. También queríamos tener prestaciones, una semana al año de vacaciones pagadas y un aguinaldo”.
Dos locatarias del mercado La Paz, doña Rosa y doña Olga, que habían hecho muy buena relación con el grupo durante el tiempo que duró la huelga, les ofrecieron dos locales en comodato. “Muchos vinimos a apoyar para restaurar el espacio, pues estaba en muy malas condiciones. Algunos pintaron, otros hicieron albañilería. Fue muchísimo trabajo, pero finalmente quedó listo”, señala Sergio.
“En las reuniones de planeación, decidimos que todos debíamos saber hacer de todo, desde atender las mesas, cocinar, estar en la barra, tostar el café, hacer las compras. Y partiendo de que todos sabemos todo, tenemos la posibilidad de organizarnos con los demás compañeros para decidir en qué espacio trabajamos”, explica Ricardo.
Café Victoria inició labores el 8 de enero de 2008, y a partir de ese día no han parado de crecer. Al principio, el pago por jornada laboral se estipuló en diez pesos, y, si así lo deseaban, los miembros de la cooperativa podían comer allí tres veces al día. También cubrían los costos de transporte.
“Creemos que el éxito de este proyecto se debe a que la gente reconoce el trabajo y la responsabilidad con que asumimos nuestras funciones. A veces crea un poco de urticaria esta palabra, pero la verdad es que algo muy importante aquí es la disciplina y el compromiso que cada uno de nosotros hemos asumido”, apunta Ricardo.
Al principio no había condiciones ni medios para cumplir con los objetivos de trabajo digno que se habían planteado, pero aquellos primeros diez pesos por jornada laboral en 2008 pronto se convirtieron en 15, 20, 30, 80, 100 pesos… Actualmente, un cooperativista de Café Victoria gana 200 pesos por jornada de ocho horas. Hacia finales de 2010 consiguieron tener prestaciones de salud y una semana de vacaciones al año.
Sobre los productos, la calidad y los precios
“Tratamos de responder a nuestros clientes con productos de la mejor calidad a precios accesibles”, señala Ricardo, “en promedio, Café Victoria está entre 30 y 40 por ciento abajo del promedio de precios en todo el centro de Tlalpan. Aquí por ejemplo, el más caro de los desayunos cuesta 35 pesos, mientras que en otros lados la gente paga cerca de 70 pesos”.
La compra del café que se ofrece en Café Victoria se realiza con productores que trabajan su tierra familiarmente en el caracol zapatista de Morelia, en Chiapas, en la sierra de Oaxaca y en Veracruz. No hay mediadores y son los propios productores quienes fijan el precio.
Mirada al horizonte
No sin muchas dificultades y con miembros que se han separado del grupo por decisión personal o por problemas con el resto de los integrantes de Café Victoria, el proyecto autogestivo sigue creciendo.
“Actualmente hemos logrado tener un salario de 200 pesos por jornada, apoyo de taxis para quienes viven lejos, alimentos –puede ser tres veces al día–, aguinaldo y una semana de vacaciones al año.
“Para el 2013, prevemos alcanzar un suelo de 250 pesos por jornada, y aumentar a dos las semanas de vacaciones al año para cada quien, así como concretar una relación con la cooperativa de salud Panamédica para que cada miembro del café tenga atención médica pesonalizada”, indica Ricardo.
Los 15 hombres y mujeres que conforman la cooperativa están también abiertos a recibir nuevos miembros “siempre y cuando cumplan con las siguientes condiciones: 1. Haber sido invitados por alguno de nosotros a la transformación de las relaciones de trabajo; 2. Aceptar los estatutos de horizontalidad, rotatividad, apoyo mutuo y autogestión. 3. Iniciar con un periodo de tres meses de prueba para aprender qué hacemos y cómo lo hacemos, y luego asumir un compromiso con la cooperativa mínimo por un año”, finaliza Ricardo.
Publicado el 18 de junio 2012
es muy importante la resistencia que sostuvieron para lograr un triunfo y conservar y acrecentar su centro de trabajo bajo condiciones muy difíciles pero también fueron afortunados al recibir la solidaridad de los pobladores de tlalpan reciban nuestras felicitaciones, estas formas de lucha sirven de ejemplo a los trabajadores sindicalizados que estan controlados totalmente por sindicatos charros y corruptos,
Es muy bueno saber que existen esta clase de proyectos!! Sin duda, las cooperativas siguen siendo una alternativa viable para obtener una mejor calidad de vida.
Bien por los compañeros de parte de otra cooperativa recien fundada, la Cooperativa AgandallArte, que pertenece al conglomerado de la cooperativa Sobolotik. No conozco el proyecto Cafe Victoria en persona peero me han platicado del mismo he incluso creo conocer a alguno de sus participantes. Y resulta que por esta página varias veces consultada, veo un reportaje de ustedes. Por esto les digo hermanos ¡salut¡ y largo y autónomo camino que vamos juntos aunque no nos veamos.
Autonomía y autogestión generalizada compañeros
Muy interesante la experiencia, podrían dar la dirección exacta.