Buenos Aires, Argentina. Durante los días 25, 26 y 27 de marzo tuvo lugar el XV Encuentro de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), espacio de reflexión, articulación y acción que nuclea a asambleas ambientalistas, movimientos campesinos, pueblos originarios, organizaciones sociales y colectivos culturales de toda la Argentina en contra de la depredación de los bienes comunes de la naturaleza y del avasallamiento territorial producido por el modelo (neo)extractivito -vigente en el país desde hace por lo menos dos décadas-.
Creada en 2006, esta red de resistencias constituye una exponente del ciclo de luchas socio-ambientales inaugurado en América Latina durante la última década como respuesta a la consolidación del modo de acumulación por desposesión en la región. Y si bien surge inicialmente con una fuerte impronta liberal, vecinal y ciudadana, la propia dinámica de construcción política autónoma y horizontal generada en su seno ha desatado intensos procesos de constitución de nuevas subjetividades y prácticas emancipadoras.
En sus últimas reuniones, la UAC1 ha confirmado su carácter anticapitalista, su vocación de aportar a la construcción desde abajo de un modelo de producción, desarrollo y consumo alternativo, que sea respetuoso de la naturaleza y de la autodeterminación de los pueblos que con ella conviven históricamente a partir de vínculos de reciprocidad y armonía. Para ello apuesta por visibilizar, denunciar y difundir las consecuencias del despojo; consolidar y extender lazos solidarios entre las distintas luchas; construir un espacio comunitario entre sus miembros que permita ir prefigurando la sociedad futura, y profundizar la movilización colectiva, como formas complementarias de ir transformando la realidad social.
Los pilares del (neo) extractivismo en Argentina
En la década del 70 se inaugura a nivel global una nueva etapa de expansión del capital cuya principal estrategia de acumulación es el despojo, esto es, la separación violenta de las poblaciones respecto de sus medios de producción y reproducción de la vida. Con el fin de crear nuevos circuitos de valorización, se mercantilizarán bienes comunes, activos públicos y relaciones sociales previamente ajenas -o no totalmente integradas- a la lógica de la ganancia privada, con lo que de desencadenará una oleada predatoria que implicará la ampliación de las fronteras extractivas hacia esferas de la vida antes impensadas.
Es así que los territorios, bienes naturales y saberes populares de América Latina adquieren renovado protagonismo como uno de los núcleos medulares del desarrollo capitalista, siendo las empresas transnacionales los agentes dinámicos y principales beneficiarios de este reeditado colonialismo donde la periferia del sistema constituye una fuente privilegiada de “recursos estratégicos” cada vez más escasos (biodiversidad, tierra, agua, hidrocarburos y minerales) que son apropiados y explotados por estos actores privados para asegurar la producción a bajo costo y el consumo sostenido de las economías centrales.
Por su parte, los Estados nacionales desempeñan un papel decisivo en el respaldo y promoción de estos procesos de desapropiación, garantizando la institucionalización y protección de los derechos de las transnacionales a la vez que les otorgan importantes beneficios y exenciones impositivas para fomentar su radicación en el país. En el plano supranacional, son diseñadas diversas iniciativas como la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) y el Plan Puebla Panamá (PPP) -ahora Plan Mesoamérica-, cuyo objetivo es viabilizar la fluida circulación de las materias primas extraídas de los territorios más recónditos hacia los mercados internacionales, para lograr así la efectiva consumación del saqueo de los bienes comunes y las energías sociales.
En el caso particular de Argentina, este nuevo extractivismo encarna fundamentalmente en dos grandes flagelos: la agricultura industrial basada en el monocultivo de soja transgénica y la minería metalífera a cielo abierto por lixiviación con cianuro (u otras sustancias químicas igualmente contaminantes). Ambas actividades se han expandido de forma vertiginosa en el país desde mediados de la década del 90. Quince años más tarde, la sojización del campo abarca 19 millones de hectáreas -el 56% de la superficie cultivada- que se fumigan periódicamente con 200 millones de litros de plaguicidas tóxicos como el glifosato2. En el caso de la minería a gran escala (principalmente de oro, plata, cobre y uranio para la producción de energía nuclear), existen más de 150 proyectos en etapa exploratoria distribuidos en 12 estados, 6 proyectos ya en etapa de explotación, y un proyecto binacional con Chile –Pascua Lama- en etapa de construcción, que se encuentra entre los más grandes del mundo3. A ello debe sumarse la destrucción provocada por la construcción de represas y plantas nucleares con el objetivo de proveer de energía a estos megaproyectos y a otras grandes industrias transnacionales como las pasteras de celulosa, curtiembres y refinerías de petróleo, que también producen toneladas de desechos contaminantes.
El saldo ingente de este modelo es la devastación de los territorios y bienes de la naturaleza, la desaparición de mundos de vida y culturas ancestrales, así como la expulsión y desplazamiento de poblaciones enteras a los márgenes olvidados de las grandes ciudades, donde la precarización de la existencia se encuentra a la orden del día.
Los pueblos dicen ¡Ya Basta!…y se crea la UAC
El brutal avance de megaproyectos depredadores no tardó en despertar el repudio y la rebeldía de las poblaciones afectadas. Así, en el ámbito rural fueron surgiendo organizaciones campesino-indígenas en resistencia al desalojo de tierras, el desmonte y la destrucción de la agricultura familiar o comunitaria por la sojización transgénica del campo. Paralelamente, en los pequeños pueblos y ciudades de la zona cordillerana se fueron conformando decenas de asambleas de vecinos autoconvocados contra la minería a cielo abierto y en defensa del medio ambiente. Asimismo, en el litoral argentino emergieron asambleas ciudadanas en defensa del agua y de las economías locales, y en contra de la instalación de pasteras de celulosa y sus respectivos monocultivos de eucaliptus -que constituyen la materia prima de la industria del papel- en las márgenes del Río Uruguay.
Hacia mediados de 2006 y a propósito de la realización de la Cumbre de Presidentes del MERCOSUR en Córdoba –estado ubicado en el centro-norte del país, que sufre la acelerada expansión de los agronegocios y la amenaza latente de la minería a gran escala-, se realizó el I Foro Nacional de Ambientalistas Autoconvocados bajo la consigna “se viene la unión de los pueblos”. Así quedó conformada la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) que, a lo largo de 15 reuniones nacionales, acalorados y enriquecedores debates internos y numerosas acciones directas y movilizaciones conjuntas, ha recorrido un interesante camino de crecimiento no sólo en cuanto a la cantidad y composición de sus participantes o a la diversidad de luchas que se fueron sumando al espacio sino, principalmente, en términos de consolidación organizativa y maduración política.
Inicialmente, la UAC surge ligada a reclamos puntuales y resistencias locales que comienzan a identificar reivindicaciones y problemáticas comunes entre sí, haciendo sus primeros pasos como un espacio de conocimiento y reconocimiento mutuo, de puesta en común de experiencias e, incluso, de catarsis colectiva. En este primer momento son generales y difusas las definiciones políticas y acuerdos organizativos que se alcanzan. Si bien logran consensuarse consignas de lucha y acciones conjuntas -como marchas y escraches nacionales contra el saqueo y la contaminación, por la vida y la autodeterminación de los pueblos-, será sólo con el correr del tiempo que se alcanzarán consensos más profundos. Paralelamente y desde un principio, se lo definirá como un espacio autónomo, horizontal y asambleario, aunque implicará un prolongado proceso de aprendizaje colectivo construir estos preceptos como práctica permanente.
Con el transcurrir de los encuentros se irá incrementando el número de integrantes -hasta 600 en algunas reuniones, que pertenecen a más de 100 organizaciones, colectivos y asambleas de todo el país- a partir de la llegada de grupos con diversas experiencias políticas que imprimirán mayor heterogeneidad –pero también riqueza- al espacio. En este sentido, junto a las asambleas de vecinos auto-convocados que crean la UAC, comienzan a participar organizaciones campesinas y pueblos originarios, además de colectivos culturales (bibliotecas barriales, grupos de arte callejero, medios de comunicación alternativos, coordinadoras de educación popular, etc.) y organizaciones sociales urbanas (movimientos de trabajadores desocupados y agrupaciones estudiantiles, entre otras) que, en general, no han sido creados por el enfrentamiento puntual a algún mega-emprendimiento, sino sobre la base de un proyecto de transformación social más amplio, que encuentra afinidades con las luchas contra el despojo de la naturaleza y el territorio. Y, en esa trayectoria, comienzan a debatirse y comprenderse las articulaciones estructurales que ligan las diversas problemáticas con una lógica sistémica, la de la acumulación capitalista.
En cuanto a la organización, se establecerá una periodicidad de tres encuentros nacionales por año, cada uno de los cuales tiene como anfitrión a una de las diversas asambleas, organizaciones o colectivos que componen el espacio. Con el tiempo, también crecerá la necesidad de que los debates se desarrollen en comisiones de trabajo con coordinaciones rotativas que ayuden a democratizar el uso de la palabra y promover el respeto mutuo, así como el registro y la sistematización de todas las intervenciones para facilitar las discusiones plenarias. Asimismo, se irá reemplazando el voto mayoritario a mano alzada como forma de tomar decisiones por la construcción de consensos genuinos, aunque eso implique largas discusiones, muchas veces inacabadas, que se extienden durante varios encuentros hasta encontrar su cauce. Por otra parte, se irán construyendo acuerdos para la creación de diversas comisiones permanentes –abiertas y de participación voluntaria- que toman ciertas responsabilidades, mandatadas por la asamblea soberana, y garantizan la continuidad y el avance de las tareas concertadas entre uno y otro encuentro.
Así, cada una de estas instancias cumple importantes labores que van apuntalando el fortalecimiento y enriquecimiento del espacio. Por ejemplo, la comisión de prensa realiza transmisiones en vivo durante cada encuentro, que se reproducen en cientos de radios libres y comunitarias del país a través de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA)4. La comisión de reflexión se encarga de realizar talleres que preceden al trabajo en comisiones como forma de integrar a los nuevos participantes y promover balances periódicos del camino que se va recorriendo. Luego, la comisión de legales apunta a generar y socializar mecanismos de defensa contra la criminalización y judicialización de la protesta; mientras que la de financiamiento coordina la generación de recursos propios que permitan sustentar la organización de las reuniones nacionales y los viajes de las organizaciones participantes que lo necesiten. Por su parte, la comisión de producción y consumo alternativo tiene la tarea de organizar ferias de intercambio de semillas y otros productos ecológicos durante cada encuentro para que acerquen a consumidores y cooperativas de trabajo autogestivo en la construcción de prácticas colectivas de economía solidaria, basadas en el comercio justo y el consumo responsable.
Algunas imágenes del XV Encuentro
La última reunión de la UAC fue organizada por la Asamblea Popular Ambiental de Colón, localidad situada en el estado de Entre Ríos, en las orillas del Río Uruguay. Hasta esta pequeña ciudad costera se acercaron alrededor de 200 personas en representación de las distintas luchas que atraviesan el país; algunas muy cercanas, como la Asamblea de Concepción del Uruguay y la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú5 –otras dos ciudades del mismo estado entrerriano- que resisten de manera conjunta la destrucción del litoral argentino. También participaron miembros del Movimiento Binacional de Afectados por Yaciretá, represa y central hidroeléctrica construida durante los años 90 sobre el Río Paraná –entre las localidades de Ituzaingó (Argentina) y Ayolas (Paraguay)-, que ya provocó la desaparición de un ecosistema único y el desplazamiento de más de 100 mil personas a causa de la inundación de 107.600 hectáreas de territorio selvático.
Desde la zona cordillerana llegaron asambleas de por lo menos siete jurisdicciones -La Rioja, Catamarca, Mendoza, Tucumán, San Juan, Santiago del Estero y Córdoba-, así como integrantes de la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita –habitantes ancestrales de los Valles Calchaquíes-, que desde más de una década enfrentan los embates de la minería a cielo abierto en sus respectivos territorios. En enero pasado, organizaron un bloqueo selectivo y simultáneo en cuatro rutas nacionales con el objetivo de informar a los vehículos particulares acerca de la problemática que los aqueja y, al mismo tiempo, impedir el paso de los camiones de las empresas mineras que circulan a diario por esos caminos transportando cianuro u otras sustancias igualmente nocivas, maquinaria y demás insumos. Marcos, integrante del pueblo Diaguita, compartía emocionado que “hemos demostrado que no es una cuestión de ambientalistas o fundamentalistas como nos dicen, sino de pueblos que reaccionan ante la imposición del sistema, el avasallamiento y la violación de los derechos humanos”. Este corte, del que participaron por lo menos 10 pueblos afectados por los megaproyectos depredadores, duró apenas tres días, pero tuvo enormes repercusiones mediáticas en todo el país.
Asimismo, y por primera vez, fueron parte del encuentro algunos miembros del Pueblo Qom –vocablo que en lengua toba significa “todos”-, cuyo territorio se encuentran dentro de las actuales fronteras de Formosa -estado del noreste argentino, limítrofe con Paraguay-. En noviembre de 2010, los habitantes de la comunidad La Primavera sufrieron una brutal represión tras dos meses de cortar la ruta nacional 86 como forma de protesta contra la sistemática usurpación perpetrada por el gobierno estatal en complicidad con los intereses sojeros. En el enfrentamiento fueron asesinados dos comuneros y, desde entonces, se encuentran acampando en la ciudad de Buenos Aires, a pocos metros del emblemático obelisco, en reclamo de justicia para sus compañeros y por la restitución de sus tierras ancestrales. Y, como expresaba un compañero Qom, se suman a la UAC porque “la idea es seguir pensando juntos, los hermanos del Famatina, los hermanos de Andalgála, los hermanos de Entre Ríos también, seguir pensando cómo nos podemos nuclear para dejar de ser brisa y ser huracán, para dejar de ser eco y ser voces o gritos…”.
Además se contó con la presencia de diversas organizaciones de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, la Asamblea Unidos por el Río de Vicente López6, que resiste la construcción del Vial Costero, una ruta que atravesará todo el municipio como punta de lanza para el desembarco masivo de la especulación comercial e inmobiliaria en esa zona del Río de la Plata, lo que ya está significando el cercamiento de espacios públicos y la destrucción de kilómetros de áreas verdes y reservas naturales; la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Ciudad Evita7, que lucha contra los basurales a cielo abierto, la plantas de transferencia, los rellenos sanitarios y la incineración de desechos; y la Asamblea de Vecinos y Organizaciones por el Medio Ambiente del Partido de Luján8, que se enfrenta a la transnacional CURTARSA, una curtiembre que desde hace 15 años contamina el suelo y el agua con cromo, plomo y otros metales pesados, lo que ha provocado graves enfermedades entre los pobladores locales, cuyas movilizaciones han logrado se le revoque el certificado de aptitud ambiental, a pesar de lo cual la empresa continúa operando hasta la fecha.
Entre otras cuestiones, durante el trabajo en comisiones se debatió la necesidad de fortalecer las coordinadoras y acciones regionales, que han servido para tender nuevas solidaridades en los territorios y, gracias a la mayor cercanía geográfica, realizar encuentros y actividades con mayor periodicidad que enriquecen y retroalimentan las reuniones nacionales. Por otro lado, se llegó a un consenso acerca de la importancia de comenzar a diseñar una campaña a nivel nacional contra el Plan Nuclear Argentino, que denuncie las consecuencias planetarias de este tipo de energía así como los negociados e intereses económicos que se esconden detrás de su promoción en el país, al mismo tiempo que apunte a difundir información y generar instancias de discusión desde los pueblos que permitan impulsar una nueva matriz energética de cara al futuro.
Y como cada encuentro, este también hizo su cierre con una gran movilización por las calles de la ciudad que ofició como sede. Al ritmo de “vecina, vecino, no sea indiferente, la soja y las pasteras asesinan a la gente”, entre otras consignas coreadas a viva voz por cientos de manifestantes, se ratificó una vez más que “si tocan a uno, nos tocan a todos”. De esta manera, la UAC se hace visible en cada territorio que le abre las puertas y demuestra la irrefrenable rebeldía que, proveniente de todos los rincones de la Argentina, respalda la resistencia cotidiana de cada una de las organizaciones que le dan vida.
Hacia los cinco años de lucha y más allá…
El próximo encuentro (que coincidirá con el quinto aniversario de la UAC, a mediados de año) será organizado por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero – Vía Campesina 10 (MOCASE – VC) en Quimilí -su central más importante, situada en pleno monte santiagueño-, como una forma de profundizar el apoyo al Movimiento Nacional Campesino Indígena11 (MNCI) en su lucha por la reforma agraria integral y en defensa de la agricultura familiar y comunitaria, autosustentable y orgánica, fuente primaria de la soberanía alimentaria.
Como balance del camino recorrido hasta aquí, puede afirmarse que uno de los rasgos más originales de la UAC es el haberse consolidado como una red en permanente construcción que, a partir del intercambio y la resistencia colectiva, ha permitido fortalecer a cada una de las organizaciones que la integran y, al mismo tiempo, potenciar la conformación de un frente articulado para denunciar la problemática acuciante del saqueo y la contaminación en todo el territorio nacional y también latinoamericano. Así, se ha logrado frenar el avance de varios megaproyectos depredadores y, con ello, abrir un debate serio sobre el modelo de desarrollo vigente que ya comienza a rebasar los ámbitos más directamente comprometidos con esta causa, para recalar en otras organizaciones sociales (como los sindicatos), universidades, escuelas y medios de comunicación.
Hoy, la UAC se constituye como uno de los espacios de lucha contra el despojo y en defensa de la vida más importantes del país. Y, tras varios años de caminar preguntando, se reconoce y pronuncia como anticapitalista. De aquí en adelante son cada vez mayores los desafíos que se presentan si se quiere profundizar el rumbo: ¿Cómo articular la lucha socio-ambiental con otras luchas contra la precarización de la vida? ¿Bajo qué modalidades continuar profundizando acuerdos en pos de un horizonte en común? ¿Cómo ir gestando alternativas autónomas al modelo de desarrollo que se nos pretende imponer? ¿De qué manera construir un proyecto civilizatorio alternativo? En función de estos y otros interrogantes se ha comenzado a debatir y explorar nuevas formas de producción y consumo que pongan en cuestión los patrones hegemónicos. El reto es bien grande porque se trata de sembrar y cultivar opciones concretas en cada territorio, buscando compartir saberes y prácticas pero sin copiar recetas ni homogeneizar experiencias. Hacia allí soplan los vientos de cambio…
Publicado el 01 de mayo de 2011
Excelente nota!! Excelente lo de la UAC..me sumo como loco!!! saludos