Aprendiendo en tiempos de huelga: la movilización estudiantil en Chile

Darío Vergara Foto: Nicolás Tapia/ Huelladigital.cl, Realidad Fotografica

Santiago de Chile, Chile. Contrario a lo que podría pensarse, el que estemos en una huelga del sistema educacional chileno no ha significado para nada que se haya detenido el proceso de aprendizaje. Se puede decir con propiedad que como nunca este país se encuentra entero frente al pizarrón. Desde la elite política (toda ella) hasta los estamentos más pre claros de la “intelectualidad orgánica” de los diferentes grupos de poder  de la sociedad chilena. Todos ellos están perplejos.

Para que una sociedad sea democrática no  basta con que elija a sus representantes, al ejecutivo o al parlamento, sin que  debe garantizar que todos sus miembros tengan acceso a las oportunidades del desarrollo.

Eso es lo que hemos descubierto los chilenos con esta movilización estudiantil. No basta con acudir periódicamente a las urnas si nada cambia, si la riqueza se concentra cada vez más, si nuestros hijos están marginados desde la cuna para acceder a otras formas de participación que no sea sólo el votar cada cuatro años.

Algunos podrán decir que esto es obvio, pero lo interesante aquí es que,  lo arriba descrito es un aprendizaje – no de una vanguardia iluminada- sino de toda una sociedad.

Esta lección fue enseñada al país por los propios estudiantes.

En Chiloé, isla que se ubica a 1186 kilómetros de Santiago, 46 alumnos de enseñanza básica, donde el mayor no tiene más de 10 años,  tomaron su escuela demandando reponer un computador que se estropeó al ser comido por los ratones.

En el parlamento, uno de los dirigentes del movimiento estudiantil da cátedra a los parlamentarios adultos de lo que está en juego con la movilización estudiantil.

En el centro de Santiago,  se han propuesto correr mil 800  horas en un circuito en torno al palacio de gobierno sin parar, son mil 800 horas porque ese número corresponde al millón 800 mil dólares del presupuesto fiscal que podrían ser redestinados desde el gasto en defensa al financiamiento de una educación gratuita, desde la básica hasta la universidad.

Con toda la carga que significa enfrentar a los poderosos, los estudiantes se dan el tiempo para enseñar a algunos de sus compañeros de lucha que quizás estén un poquito fuera de foco, que su propuesta es  simplemente añeja, que llegó la hora de innovar.

Los movimientos sociales surgen cuando  el sistema de  representación política está debilitado, en esos momentos la sociedad hace presente sus demandas en forma directa, a veces  los resultados son malos, a veces buenos.  Los movimientos sociales juegan su suerte si son eficaces,  esto es si logran su objetivo, y ésta es una exigencia de carácter mayor.

Todo lo que un movimiento social pueda hacer, debe también ser medido por sus resultados. La gente quiere resultados.

 Y  ahora mismo esa es la pregunta que la sociedad chilena se está haciendo respecto del movimiento estudiantil.

Durante tres meses el movimiento por una educación de calidad y gratuita, acumuló fuerzas y ganó legitimidad, superó todas las expectativas, dejó off side a los grupos oportunistas que quisieron instrumentalizarlos (entre ellos a la vieja “Central Única de Trabajadores” –CUT), y ya llegó al límite de lo que un movimiento social puede generar. En palabras simples, hizo su trabajo: planteó una demanda, expuso los fundamentos de ella, acumuló una enorme cantidad de poder y legitimidad social detrás de sus argumentos, y ahora está a la espera de la respuesta de parte del poder político.

Toda lucha de un movimiento social se refiere a una contraparte, y un movimiento social inteligente debe estar preparado para esta situación. Los estudiantes ya hicieron su parte y todo Chile está atento a la próxima jugada.

La derecha y el gobierno han apostado a dilatar el conflicto, no habrá en el corto plazo una respuesta al planteamiento de los estudiantes. La oferta será una mesa de conversación con una agenda imprecisa con la intención de generar la imagen de un movimiento estudiantil intransigente y maximalista no dispuesto a una negociación.

¿Qué hacer? Ésta es exactamente la pregunta que hoy se están haciendo los dirigentes del movimiento estudiantil. En la memoria de ellos está la derrota sufrida hace cinco años por no saber responder a esta pregunta. Y parece ser que la respuesta es una sola. Hay que seguir con la movilización y simultáneamente explorar caminos de diálogo. Esa será la tónica de las próximas semanas.

Mientras tanto, Chile ha hecho su aprendizaje:

No se puede hablar de democracia verdadera sin un sistema educacional que garantice acceso a una educación de  calidad  para todos los niños que nacen en esta patria, porque el acceso desigual al conocimiento determina a temprana edad, la vida entera de una persona.

Una educación de calidad tiene un costo y puede ser financiada por una parte de los recursos que hoy se destina a comprar armas o por una reforma tributaria dirigida al 20 por ciento de la población de este país que concentran el 62 por ciento del ingreso nacional  (el 20 por ciento más pobre percibe el tres punto tres por ciento del ingreso nacional).

Ha quedado demostrado que el mercado no es un mecanismo apropiado para proveer educación de calidad de forma universal, éste segmenta su oferta en diferentes calidades según diferentes capacidades de pago, consolidando una lógica de exclusión social y económica.

En estos días hemos aprendido que un movimiento social no sólo requiere ganar la batalla por la legitimidad en medio de la sociedad, sino que además requiere demostrar eficiencia en lo que persigue; no sólo demandando sino también proponiendo, siendo creativos y sencillos en los mensajes,  pero por sobre todo generado un poder que está basado en una extensa red de personas que protagonizan la propuesta estudiantil en toda su diversidad. Una vara muy alta para las añejas élites y vanguardias de todo tipo que hasta ayer copaban  la escena de la intermediación política.

Sin duda, todo Chile ha vuelto a la sala de clases, y lo que en estos días hemos aprendido hace imposible que de aquí en adelante se pueda tolerar lo hasta ayer teníamos por aceptado, democracia sin un sistema de educación de calidad y  gratuito es una falacia, desarrollo sin  la oportunidad de acceso a los conocimientos técnicos  científicos  de hoy, es una palabra vacía que sólo disfraza la inequidad y la exclusión.

Publicado el 01 de Septiembre de 2011

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