Tormentas y esperanzas

Eduardo J. Almeida

Apostar al olvido mata

“No, no lo creo por la información que tenemos” fue la respuesta ante las denuncias sobre las agresiones a las comunidades Zapatistas y sobre la advertencia de que en Chiapas se está viviendo una guerra civil.

Durante décadas el Estado mexicano se olvidó de la existencia de Chiapas y lo dejó en manos de finqueros criminales que continuaron con su propio para-Estado colonial, esclavista y racista en aquel rincón del sureste del país. La indiferencia gubernamental ante las constantes denuncias y su complicidad con la brutalidad y voracidad de los finqueros y la amenaza a las tierras ejidales que implicaba la contrarreforma agraria, entre otros factores, llevaron a las comunidades indígenas de Chiapas al límite y de ahí a que su única salida ante la muerte y el olvido fuera el levantamiento armado del EZLN en 1994. Como ocurre ahora, ese levantamiento fue minimizado y desestimado por el presidente Carlos Salinas como un “conflicto entre comunidades” alentado por “profesionales de la violencia, ajenos a los esfuerzos de la sociedad chiapaneca” e insinuando que eran agentes extranjeros.

Después de la traición del presidente Zedillo al diálogo y la agudización de la guerra de baja intensidad y la paramilitarización, que tuvo su momento más sangriento en la masacre de Acteal, llegó Vicente Fox que con un tropezado estilo de cowboy minimizó y subestimó la complejidad del problema prometiendo resolverlo en quince minutos y que después de que con un enorme esfuerzo el EZLN y el Congreso Nacional Indígena trataran de integrar el espíritu de los Acuerdos de San Andrés a la Constitución, todo colapsó por el temor de toda la clase política mexicana a darle a los pueblos indígenas control sobre sus territorios y quedara en una reforma constitucional que simulaba el reconocimiento a esos pueblos y a sus derechos colectivos, como ahora. Lo que siguió fue más paramilitarización y una guerra híbrida en contra de las comunidades Zapatistas.

Calderón en un afán por legitimar lo ilegitimable, su presidencia, con el movimiento contra el fraude y las brutales represiones en Atenco y Oaxaca en 2006 a cuestas simplemente se olvidó de todo el país y decidió sumergirlo en esa fosa que cada día se hace más profunda. Durante todo su sexenio de guerra, de muerte y desapariciones forzadas y durante el sexenio de Peña Nieto, el territorio Zapatista en Chiapas no sólo resistió sino que creció y se convirtió en uno de los más seguros del país, a pesar de los paramilitares, a pesar del narco, a pesar de el uso contrainsurgente de los programas sociales, a pesar del silencio de la mayoría de los medios de comunicación, a pesar de todo.

En 2019 el presidente Andrés Manuel López Obrador envió 6,500 militares, con su ahora oficializado disfraz de Guardia Nacional, a la frontera sur de Chiapas con Guatemala en respuesta a las presiones del entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump, generando una terrible crisis migratoria y de violencia. Desde la península de Yucatán lanzó implacablemente su proyecto ecocida y etnocida apodado cruelmente “Tren Maya” y lanzó su megaproyectos social “Sembrando Vida” dedicado a sembrar envidias y cosechar enconos, todo de la mano de las nuevas generaciones de finqueropolíticos, que a su vez abrieron la puerta al boyante mundo de la narcoeconomía. Chiapas pasó entonces del olvido al negocio, mercantil y político.

Dos años después el EZLN advirtió de los intentos (intencionales o no) del gobernador Rutilio Escandón por desestabilizar Chiapas, no sólo por su hostilidad hacia los movimientos de normalistas y maestros sino porque:

“… sus alianzas con el narcotráfico provocan que las comunidades originarias se vean obligadas a formar grupos de autodefensa, porque el gobierno nada hace para preservar la vida, libertad y bienes de los pobladores. El gobierno de Chiapas no sólo solapa a las bandas de narcotraficantes, también alienta, promueve y financia a grupos paramilitares como los que atacan continuamente comunidades en Aldama y Santa Martha”

Y porque en aquel 2021:

“… trató de sabotear la salida de la delegación Zapatista que participa en la Travesía por la Vida, capítulo Europa, ordenando a sus paramilitares de la ORCAO el secuestro de nuestros compañeros, dejando impune el crimen, y tratando de provocar una reacción del EZLN con el fin de desestabilizar un estado cuya gobernabilidad pende de un hilo”

Para entonces la violencia en Aldama y Santa Martha ya había sido motivo de preguntas al presidente en sus conferencias mañaneras y él insistía en dejarlos como incidentes localizados. Luego, en septiembre de 2023 el video de la entrada de un convoy de narcotraficantes rodeados de gente a un pueblo de la región frontera de Chiapas hizo inocultable que por lo menos ocho municipios de es zona estaban tomados por el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, a lo que siguieron las historias de horror y desplazamiento en municipios como Tila en 2024, además de las recurrentes balaceras en San Cristobal de las Casas.

En medio de ese ambiente de muerte y violencia López obrador no solo minimizó el problema sino que en enero de 2024 dijo:

“… pienso que Chiapas es de los estados que más se han beneficiado en los últimos años, pero no es mi dicho, sino lo que dicen los datos oficiales. Chiapas, de acuerdo al INEGI, en la última encuesta de ingreso de familias en todo el país, fue el estado que logró reducir más la pobreza en todo México. Eso no se había visto nunca. Primer lugar en reducción de pobreza”

En un claro intento por ocultar la guerra bajo cifras alegres sobre sus programas sociales. Siguiendo ese camino, ahora, tras los ataques a la comunidad Zapatista “6 de Octubre”, tras el brutal asesinato del padre Marcelo Pérez en San Cristobal de las Casas, Claudia Sheinbaum reduce esa larga y cruenta historia, ese contexto de sangre y muerte a un tema a tratar el tema con los gobernadores y a un caso de homicidio más atraído por la Fiscalía General de la República y a la efectividad que le caracteriza.

Para el Estado mexicano tratar a Chiapas como botín a extraer o con indiferencia ante su dolor es casi como respirar, mientras que ahí está ese territorio Zapatista que cada día construye con rebeldía, creatividad y resistencia lo más parecido a esperanza y dignidad que puede encontrarse en este planeta, algo que crece desde muy abajo, fuera del Estado, fuera del capitalismo, algo intolerable e insoportable para para quienes desde la derecha o la izquierda miran el mundo desde arriba, desde el Estado y desde el capitalismo.

Claramente la presidenta Claudia Sheinbaum también apuesta al olvido ante la guerra, pero cuando la guerra es una realidad brutal y sangrienta, la apuesta al olvido, sobre todo la de quienes ejercen el poder del Estado, mata.

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida tratan de acompañar y tejer caminos entre luchas. Son integrantes del Nodo de Derechos Humanos, del proyecto Etćetera Errante y Adherentes a la Sexta Delcaración de la Selva Lacandona.

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