“Acabaremos con tarjetas de residencia o muertos”

Kostas Papathomopoulos Fotos: Olmo Calvo/Diagonal

Atenas, Grecia. “Somos migrantes de toda Grecia. Vinimos aquí acechados por la pobreza, el desempleo, las guerras, las dictaduras. Las multinacionales del Occidente y sus siervos políticos no nos dejaron otra alternativa que arriesgar nuestra vida diez veces para llegar a las puertas de Europa. Estamos en una situación de clandestinidad, de falta de dignidad para que los patrones y el Estado se beneficien de la explotación salvaje de nuestro trabajo. Vivimos de nuestro sudor y con el sueño de conquistar algún día los mismos derechos que nuestros compañeros griegos.

Últimamente las cosas se están poniendo duras para nosotros. A medida que los salarios y las pensiones bajan y los precios suben, los migrantes son presentados como los culpables del empobrecimiento y la explotación de los trabajadores y micro-empresarios griegos. La propaganda de los partidos y organizaciones fascistas y racistas se ha convertido en el lenguaje oficial del Estado sobre la migración. […]

No tenemos otro medio para que nuestra voz se escuche, para que sepan cuáles son nuestros reclamos. Trescientos de nosotros empezamos una huelga de hambre. Arriesgamos nuestra vida, porque de por sí ésta no es una vida digna de vivir. Preferimos morir aquí que nuestros hijos tengan que vivir lo que nosotros hemos vivido”.

Enero de 2011
La asamblea de los migrantes en huelga de hambre

Estas frases resumen los sentimientos de la gran mayoría de las personas que han tenido que dejar sus tierras, sus hogares y sus seres queridos para buscar una vida mejor en alguno de los países del norte. Como en otros países, el trabajo semi-esclavo de los migrantes en Grecia ha sido uno de los factores clave del crecimiento económico de la década del 2000. Todo ello en la época dorada de los Juegos Olímpicos, en cuyas obras faraónicas perdieron la vida decenas de trabajadores migrantes. Ahora, en tiempos de crisis, cuando se están perdiendo conquistas que datan del inicio del siglo veinte, esa mano de obra barata ya no es necesaria. Es más, sirve de chivo expiatorio para la pobreza y el desempleo de la población griega.

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