Zumba sin políticas de salud, para paliar la salud en la ciudad de México

Adazahira Chávez

México, Distrito Federal. Restaurantes sin saleros y clases masivas de zumba –combinación de aeróbicos y baile- en espacios públicos son acciones con las que el gobierno local trata de atender a una población capitalina estresada y obesa. Fragmentadas y sin seguimiento, las políticas de salud en el Distrito Federal no responden al tipo de población ni mejoran los índices de salud, denuncia Jesús Calles, médico integrante del colectivo La Otra Salud. Además, la población capitalina no se hace cargo de su bienestar, recurre a la automedicación cuando se enferma y abandona los tratamientos médicos, agrega.

Una señora de mediana edad llega al hospital Manuel Gea González a las seis de la mañana para solicitar consulta  por un fuerte dolor en los senos que tiene siete días. No la atienden pues su credencial de elector indica que vive en el norte de la ciudad “y no le corresponde este hospital”, señala el encargado, aunque ella asegura que se acaba de mudar a Tlalpan. Al Hospital General Xoco, llega un joven con un dolor de estómago que lo tumba al piso. “¿Por qué no vino antes si ya tiene dos días así?”, inquieren en urgencias. El hombre debe esperar algunas horas para ser atendido, mientras llora por el dolor. Estas escenas son parte del panorama capitalino, que a pesar de concentrar a la mayor cantidad de hospitales públicos, privados y de especialidades en México, no garantiza mucho a los ciudadanos.

Ciudad enferma de estrés

El estilo de vida de los habitantes de la Ciudad de México “se inscribe dentro de la lógica de empleo y explotación del capitalismo”, lo que afecta su salud, resalta Jesús Calles: “Todo es fast track –se vive rápido, se come rápido-, las jornadas de trabajo en oficina son muy largas –de entre 10 y 14 horas- y los tiempos de traslado también”. Para el integrante de La Otra Salud, este modo de vida que privilegia la cultura del trabajo y el sacrificio hace que las personas no atiendan su salud adecuadamente, pues no tienen acceso a los servicios o prefieren automedicarse porque es más rápido.

La población en la capital tiene una alta movilidad, señala Calles: casi la cuarta parte va y viene hacia los estados o se muda frecuentemente dentro de la misma capital. El sistema de salud público (enfocado principalmente a la prevención de enfermedades transmisibles, la atención médica y la rehabilitación) no tiene estrategias para darle seguimiento a esta población ni está preparado para las enfermedades que no son endémicas de la ciudad pero que estas personas traen.

Las particularidades de vida de la capital se suman a la situación nacional de rezago: 20 por ciento en educación, 13 por ciento en vivienda adecuada y 30 por ciento en alimentación, de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Salud. Todo esto provoca un aumento de enfermedades cardiovasculares en adultos menores de 40 años y altos índices de obesidad (México tienen el primer lugar a nivel mundial en este padecimiento; 40 por ciento del presupuesto de la Secretaría de Salud local, aproximadamente tres mil millones de pesos, se destina a la atención de enfermedades provocadas por el sobrepeso).  “Los responsables principales son el Estado y las empresas, pero también la gente”, apunta Calles.

La salud es un derecho integral que se relaciona con condicionantes sociales como la alimentación, el empleo, la vivienda, la educación y la diversión, explica Calles. La Organización Mundial de la Salud la define como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Para Gerardo Rubio, integrante de la cooperativa de salud Panamédica, se puede estar saludable aun padeciendo alguna enfermedad, si la persona está bien cuidada y se siente bien.

Políticas insuficientes y orientadas al mercado

Las políticas públicas para atender la salud de los capitalinos (tanto federales como locales) no logran responder al reto, coinciden los entrevistados. “Son asistencialistas y paternalistas, provocan que la gente no siga sus tratamientos y que quiera que alguien más la resuelva todo”, señala Calles.

Gerardo Rubio expone que en los gobiernos del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la capital hay tres etapas: la de Cuauhtémoc Cárdenas, “al que no le alcanzaron los recursos o la disposición para construir nuevos modelos y se limitó a ejecutar los planes federales”; la de Andrés Manuel López Obrador, “que planteó consultas y medicamentos gratuitos pero sin recursos suficientes, y acabó entrando al Seguro Popular argumentando que era por recursos pero en realidad porque poco valoró a los ciudadanos”; y la de Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera, “que tiene que ver con la participación de la iniciativa privada y no sólo del gobierno”.

El sicólogo Rubio apunta que hubo avances con los gobiernos perredistas, como la atención especializada para mujeres y adultos mayores y la instalación de una clínica para atender el VIH, pero que son fragmentados, insuficientes y con poco seguimiento. Calles –que trabajó para el gobierno de la ciudad- precisa que en la mayoría de los casos estas acciones no constituyen políticas, sino acciones que carecen de seguimiento. “Hay eventos de ‘Muévete, métete en cintura’ (programa que busca abatir la obesidad) que, cuando se va el funcionario y las cámaras, se terminan los ejercicios y todos se van; también inauguraciones de hospitales con equipo prestado que, cuando acaba el acto, quedan vacíos de nuevo. Son acciones mediáticas”. Pereyra tercia: “nos toman el pelo”.

Las acciones de los diferentes niveles de gobierno no están funcionando, acusa Calles. “Algunas enfermedades que son sus objetivos –como la obesidad- están en el mismo nivel que en 2006”. Además, apunta Pereyra, el Seguro Popular lo único que hizo fue meter más usuarios a los hospitales pero sin dotarlos de mayores recursos, personal e infraestructura. Aunque la Ciudad de México tiene la mayor concentración de infraestructura de salud en México, no se da abasto para satisfacer la demanda. “Pregúntale a los encargados de las farmacias de los hospitales públicos si les surten completas las medicinas que necesitan. Nunca pasa”, señala el integrante de La Otra Salud.

La lógica de la ganancia

Los responsables de la salud en el gobierno “te van a  decir que sus acciones son un éxito, pero en realidad no les interesa la salud de la gente”, señala Martha Pereira, otra integrante del colectivo La Otra Salud. “Ellos siguen lo que les dicta el mercado, no el interés del pueblo”. Los entrevistados coinciden en el que los lineamientos gubernamentales en salud no se hacen públicos y en que el sector farmacéutico está tomando el control. “Fabrican aparatos y medicinas que no son necesarias. El gobierno las compra y los hospitales privados te las quieren vender”, sentencia la médico. Calles ejemplifica con una medicina para la diabetes, que no se ha demostrado que sea más efectiva que las existentes pero sí es más cara. Las farmacéuticas presionan para que se incluyan en el cuadro básico”.

“Los empresarios dictan ya las políticas de salud, y su ética es la ganancia. Se desplaza al Estado. Los hospitales públicos están saturados y los pacientes se mueren, y en los privados te cobran hasta la sonrisa de la enfermera”, advierte el entrevistado. Los médicos, dice, se acostumbran a este funcionamiento y a los pagos que reciben de las farmacéuticas por recetar sus tratamientos: regalos, becas, conferencias y hasta dinero.

En los hospitales privados, denuncia Pereyra, la lógica no es curar sino venderle al paciente todo lo posible. “Entras por un dolor de cabeza y te hacen una tomografía antes que nada”. Relata que cuando quiso tener un consultorio en una torre médica privada, le exigieron ingresar una cantidad determinada de dinero cada mes.

Alternativa: la cooperación

Al sur de la ciudad, una cooperativa de 20 jóvenes profesionales de la salud (médicos generales y especialistas, optometristas, sicólogos, nutriólogos) atiende a la población de Villa Panamericana a través de la cooperativa Panamédica.

“Somos éticos”, define Adriana Reyes, encargada de la óptica y la farmacia, y además secretaria del consejo de administración de la cooperativa, que lleva cinco años trabajando. Su funcionamiento es diferente al de las instituciones públicas de salud y a las privadas, pues “no lucramos, es decir, somos justos con lo que tiene el paciente y no le damos tratamientos que no necesite; también ofrecemos atención integral; si llegas por un padecimiento y el médico detecta que tienes otras cosas, ahí mismo puede entrar el sicólogo o el dentista. No vemos a la gente como partes del cuerpo separadas”.

Uno de los retos de la cooperativa tiene que ver con el costo de los servicios que ofrecen. “A la gente se le olvida que nosotros también debemos satisfacer nuestras necesidades”, señala Rubio. “Estamos acostumbrados a los servicios gratuitos y deficientes, o a que los privados te cobren mucho”. Los integrantes de Panamédica discuten en esta época los caminos que pueden tomar para equilibrar la visión solidaria con los recursos necesarios para sostener la cooperativa, pero tienen claro que comenzarán con la gente que está organizada porque es más consciente de su salud y más solidaria con los proyectos sociales. “A veces la gente de aquí dice que mejor se traen a alguien que cobra más barato, y no valoran la atención integral”, señala Sofía Jiménez, presidenta de Panamédica, mientras la optometrista revisa los lentes de un hombre mayor que llegó a pedir gotas para los ojos.

Para Panamédica, ha sido difícil trabajar el planteamiento de construir entornos saludables (agua, alimentación, higiene) en la práctica pues “la gente siente que te estás entrometiendo en su vida. Están acostumbrados a ir al médico cuando ya están enfermos”, señala Reyes. “No podemos obligarlos a que le entren a nuestra visión, pero sí los podemos ir educando poco a poco”. Calles coincide en que es necesario que la gente comience a hacerse cargo de su salud. “El gobierno no va a hacer nada; nos toca levantar el sistema de salud pero desde abajo”, señala Pereyra. “Tiene que ser desde una visión social, de autoorganización, con transmisión de conocimientos y asesoría de profesionales, para transformar la relación que ahora es de mercado”, resume Calles.

La solución a la demanda de salud de los capitalinos está en que haya una atención integral y definida a partir de las necesidades de cada zona, con participación de la población para devolverle su responsabilidad en salud, señalan desde Panamédica. “La lógica del gobierno es asistencialista y corrupta, y la gente no se responsabiliza de su propia salud. La salud es un derecho y como tal, hay que ejercerlo”, finaliza Rubio.

Publicado el 15 de julio de 2013

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