La división, arma del gobierno contra los yaquis organizados

Enriqueta Lerma Fotos: Revolución 3.0

Dios le dio la tierra a todos los yaquis y no un cacho a cada uno

México. Las posiciones enfrentadas al interior de la tribu yaqui a causa del Acueducto Independencia muestran un problema añejo al interior de los pueblos que sólo favorece al gobierno estatal. Cada que el sector organizado de los yaquis -adherentes  a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y miembro del Congreso Nacional Indígena (CNI)- pone en marcha acciones de resistencia para protestar contra el robo del agua del Río Yaqui, surgen voces de miembros de la etnia que descalifican las movilizaciones y respaldan al gobernador Guillermo Padrés.

La disputa se genera entre dos sectores yoeme, como se nombran a sí mismos los yaquis: los que se llaman representantes del gobierno tradicional de Vícam Pueblo y los gobernadores legítimos de Vícam Estación, ambos asentamientos separados por cinco kilómetros de distancia. Estos últimos son quienes se pronuncian en contra del Acueducto Independencia (megaobra con la que se pretende canalizar agua de la presa El Novillo a la capital de Hermosillo). Sin embargo, la resistencia es descalifica por algunos yaquis que a nombre de “los ocho pueblos” desconocen a los opositores como parte de la tribu y a Vícam Estación como un pueblo  yaqui.

La división se remonta a fines de la década de los noventas y es resultado de un plan de desarrollo fallido en el que metieron mano los gobiernos estatal y federal. De 1992 a 1997 se implementó la segunda etapa del Plan Integral de Desarrollo de la Tribu Yaqui, financiado por la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) a través del Programa Nacional de Solidaridad. En él participaron “los ocho pueblos” yaquis: Loma de Guamúchil, Loma de Bácum, Tórim, Vícam (que sólo tenía un gobierno que incluía a Vícam Pueblo y a Vícam Estación), Pótam, Rahum, Huirivis y Belem. Sin embargo, dado que los financiamientos no fueron proveídos con eficiencia por la SEDESOL y hubo un gran oscurantismo sobre la distribución de los recursos, se generaron acusaciones de malversación de fondos entre los integrantes de los diferentes programas que se desarrollaron dentro del plan (48 programas y 20 proyectos). El más señalado fue el Proyecto de Asistencia Técnica Integral a las Cooperativas Yaquis (PATICY), pues en él participaron jóvenes yaquis profesionistas (después conocidos como los paticys) y se manejaron más recursos económicos, lo cual generó desconfianza en algunos gobernadores yoeme. Estos líderes, inconformes con los resultados, exigieron el cierre del fideicomiso, encargado de recibir el presupuesto, y exigieron la eliminación del Plan de Desarrollo, pero una parte de los gobernadores no estuvo de acuerdo con esas medidas pues eso significaba descapitalizar los proyectos productivos de la tribu. Para poder seguir recibiendo el financiamiento, los gobernadores que estaban a favor del PIDTY se organizaron en otras guardias tradicionales. De este modo se formaron la de Vícam Estación y la de Pótam Pinito y así se completaron los ocho pueblos que el fideicomiso exigía.

La mitología yaqui habla de ocho pueblos tradicionales, pero en la actualidad los gobiernos superan ese número sobre todo porque hay más asentamientos poblacionales que se formaron a fines del siglo XIX, durante el período de guerra entre la tribu y el gobierno federal. De no haberse formado -entre ellos principalmente Vícam Estación- habría sido imposible la reestructuración de los llamados “ocho pueblos” tradicionales, pues en él se resguardaron quienes después refundaron Loma de Guamúchil y Loma de Bacum.  Vícam Estación fue el espacio de resistencia de la tribu durante el período más álgido de la guerra. Para 1940, en esa localidad vivieron mil 500 yaquis, mientras que en Vícam Pueblo sólo 500; Cócorit y Bacum fueron invadidos por los mestizos y Huirivis, Rahum y Belén desaparecieron por completo. Es decir, en esa época hubo sólo cuatro asentamientos con población mayoritaria yoeme: Vícam Estación, Vícam Pueblo, Pótam y Tórim.

Aunque no siempre hubieron ocho pueblos, ni siempre fueron los mismos, después de 1997, a causa de las reorganizaciones generados por el cierre del PIDTY, las divisiones en Vícam y Pótam (primera y segunda cabecera de los pueblos) fueron más evidentes. En Vícam Estación se organizaron los jóvenes asesores (los paticys) y en Vícam Pueblo los llamados “tradicionales” (o “traicionales”, pues se asume que por su posición se acabaron los proyectos productivos de la tribu). En Pótam se dividieron en dos guardias: Potam con los “tradicionales” y Pótam Pinito con los paticys. Sin embargo, algo paradójico pasó al correr de los años: los tradicionales, que cerraron el PIDTY, se quedaron con el último programa con financiamiento: el Proyecto Educativo de la Tribu Yaqui, mientras los paticys buscaron el desarrollo autonómico, se integraron al CNI y se adhirieron a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN.

Las descalificaciones que actualmente promueven los “tradicionales”, sin embargo, no proceden de los legítimos gobernadores de estos pueblos ni de sus gobernados (la tropa), sino de maestros bilingües que sostienen el Proyecto Educativo y que defienden sus propios intereses coludiéndose con el gobierno de Sonora. Basta señalar que el líder del proyecto, Jesús Moroyoqui, habitante de Loma de Guamúchil, fue desconocido por la guardia tradicional de su pueblo, pues sus gobernadores no reconocen sus declaraciones ni la representatividad que dice tener frente a los medios de comunicación. Moroyoqui recibe apoyo económico del gobierno estatal por tres vías: como maestro bilingüe (aunque no imparte clases), como asesor técnico y por el financiamiento que corresponde a una cooperativa ganadera que él mismo dirige. Francisco Delgado Romo (compinche de Moroyoqui) fue gobernador tradicional de Vícam Pueblo, pero fue desconocido por la tropa el 6 de enero por no respetar las decisiones de la asamblea. Delgado es quien acusó a los voceros de la resistencia yaqui, Mario Luna y Tomás Rojo, de secuestro, cuando en realidad fue retenido para cumplir el castigo que el derecho consuetudinario le impuso por haber intentado atropellar, en estado de ebriedad, a manifestantes yaquis que participaron en el cierre contra el acueducto sobre la carretera.

En entrevista, Mario Luna señaló que la división tan exacerbada por los medios de comunicación es falsa, pues en las últimas semanas las tropas de los “ocho pueblos” se unieron al paro en oposición al acueducto, aún en contra de las posiciones políticas de sus gobernadores. No obstante, Guillermo Padrés concedió el calificativo de los “Ocho Consagrados” a los que considera los pueblos que están de su lado.

La ideología dominante ha explotado el concepto de Ocho pueblos tradicionales porque fortalece su proceder y permite manipular las divisiones internas yaquis a su favor. Bajo esa lógica, el gobierno de Sonora siempre buscará completar ocho firmas que avalen sus políticas en detrimento del bienestar de la tribu. Y en ese juego caerán quienes busquen su propio provecho.

Publicado el 08 de julio de 2013

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