Vida (y muerte) en dos ruedas

Ciro Aparicio

 

Ciudad de México. Rodrigo Solís, poeta y ciclista desde hace más de 30 años, solía viajar con un picahielos para poncharles las llantas a los automovilistas que “venían muy locos, y darles un tiempo fuera en lo que cambiaban su llanta”. Aunque reconoce que ya se le “bajó” lo peleonero, la anécdota refleja lo que tienen que pasar quienes optan por un medio de transporte diferente al automóvil.

Para el experimentado ciclista, la bicicleta dejó de ser solamente un medio de transporte y ahora “me la paso de vago en ella”, apunta. En 2012 Rodrigo, junto con otros ocho ciclistas, completó en 66 días la Ruta Chichimeca, entre Tijuana y Chiapas. En tramos del camino se unieron hasta 70 personas, recuerda.

Él coincide con Oscar Chávez, que todos los días viaja en bicicleta, en que ese transporte da una mayor libertad de movimiento y ayuda a ahorrar dinero en pasajes. Mientras que el transporte público se acaba a media noche –o antes- en la capital de la República, con la bici “puedes irte de reven y volver pedaleando a cualquier hora; las distancias no son tan espeluzantes”, dice Rodrigo.

Además “la puedo utilizar a todas horas, ir más rápido que caminando o en el tráfico, y te relaja hacer ejercicio”, agrega Oscar.

El boom de bicicletas que se viven en la Ciudad de México –su uso se duplicó entre 2000 y 2007- se debe, por un lado, a que “es más sencillo moverse en ella que en coche”, señala Rodrigo. Según el Instituto Nacional de Geografía (Inegi), diariamente se hacen 100 mil viajes en bici en la Ciudad de México, 57 por ciento de ellos por trabajo.

De por sí “hay colonias donde se utiliza mucho la bicicleta, sobre todo señores grandes y niños”, indica Oscar, pero el incremento en la velocidad de los autos hizo que se abandonara la bici y se está retomando ahora. Oscar apunta también a la influencia de las clases medias, que habrían copiado el modelo de las ciudades europeas.

El aumento en los usuarios de este transporte trajo también la formación de grupos que, sobre todo por las noches, surcan las calles de la ciudad, como la División del Sur, Biciosos, Biciellas, Biciperros y Bicitekas. Como ciclista, señala Oscar, “me sentía solo, todo mundo iba en coche, pero ahora me junto con otros que sí usan y podemos platicar de lo que nos pasa”.

Las mujeres ruedan diferente

Las mujeres también se unieron al resurgimiento de la bicicleta y formaron sus comunidades. Carmen Díaz, integrante del grupo Femibici de Guadalajara, explica que no se ven tantas mujeres pedaleando como hombres. Muchas mujeres no aprendieron a hacerlo desde chicas, apunta.

Otra de las diferencias tiene que ver con la seguridad. Muchas chicas “no quieren pasear por la noche porque luego tienen que regresar pedaleando solas”, indica Carmen, o no pueden pasar por ciertos atajos riesgosos que los ciclistas hombres sí usan.

Paradójicamente, “el acoso en la calle es menor que cuando caminas, aunque sí te gritan cosas”, declara. Las ciclistas también se sienten más seguras pedaleando que caminando, sobre todo cuando oscurece.

En Femibici, menciona Carmen, han intentado introducir esta perspectiva de género entre los grupos de ciclistas. “No es lo mismo vivir el transporte –bicicleta, metro, tren, microbús- como mujer que como hombre”, insiste. “El transporte público no está pensado para los diferentes: mujeres, ancianos, ciegos…”.

Rodar en las ciudades

En multitud de ciudades de todo el mundo se pueden observar, instaladas en los lugares donde fue asesinado un ciclista, una bicicleta blanca que lo recuerda. El recuerdo de Ilse Mariel, joven de 20 años que murió atropellada por un microbús el 6 de febrero en el Distrito Federal, convocó a centenares de ciclistas que instalaron el vehículo “fantasma” de la chica en el cruce donde fue arrollada. Familiares, amigos y colegas de transporte exigieron justicia y que las autoridades tomen su responsabilidad en el asunto.

En Guadalajara, la segunda ciudad más grande del país, van seis ciclistas fallecidos en tan sólo seis semanas, y los integrantes de la iniciativa Bici Blanca han contado 110 casos en tres años y medio.

El alto índice de muertes a dos ruedas se debe a diversos factores, explica Yeriel Salcedo, ciclista tapatío organizado. El primero es que el transporte público “es muy malo”, indica, debido a que los choferes ganan por comisión “y van correteando la papa” peleándose el pasaje. Los ciclistas deben competir por el espacio público con choferes poco habituados a esta convivencia y poco informados de las normas de seguridad vigentes.

Además, los homicidios de bicicleteros quedan en la impunidad; los choferes salen libres y no se hacen responsables de las víctimas que hayan generado. En Guadalajara, igual que en la Ciudad de México, los choferes de transporte público rebasan los límites de velocidad y comparten el dicho de que “sale más barato un muerto que un herido”.

En otros casos, reconoce Yeriel, la muerte se debe a imprudencias de los ciclistas, “pero son los menos” esos casos, precisa el joven, y agrega que el deficiente reglamento vial de Guadalajara, así como su poco cumplimiento, abonan a la alta mortalidad de los bicicleteros.

Mientras en la Ciudad de México los ciclistas tienen derecho a utilizar completamente un carril, en Guadalajara tienen que circular por el extremo derecho. Esto los hace más vulnerables, señala Yeriel, y a los automovilistas “se les hace fácil rebasar pegaditos”, además de que no respetan el reglamento de tránsito. Un auto estacionado en doble fila provocó recientemente la muerte de un joven estudiante.

“El desorden vial es más fuerte que en el Distrito Federal; por eso la alta incidencia de muertes”, dice Salcedo. Además, falta infraestructura vial y que el ciclista tenga mayor presencia en el reglamento, agrega.

La iniciativa Bici Blanca entregó a las autoridades de Guadalajara una carta donde señalan que no hay motivos para festejar y les exige que traten el problema de una forma “más estructural”, señala Yeriel.

El mensaje de su colectivo es también para automovilistas y peatones: “todos debemos tener cuidado; en las calles hay actos que traen consecuencias fatales”, concluye el joven. Oscar da también un mensaje a los ciclistas: ante la duda, “agarra tu carril completo  y no te hagas a un lado”.

A la revolución en dos ruedas

Para que las condiciones para transportarse en bicicleta sean mejores falta mucho, reconoce Rodrigo. En el fondo, el problema es que “los valores económicos dependen de la industria del automóvil”, que se mide en el Producto Interno Bruto de un país, reflexiona Rodrigo. “Los autos ya no caben pero no pueden dejar de venderlos”, señala el poeta.

Lo mejor sería “producir menos autos y por lo tanto, consumir menos”, considera Rodrigo, “es una pequeña revolución, pero eso es una idea extraña, hasta suena como anticapitalista”, ironiza. El experimentado ciclista considera que el uso de la bicicleta puede producir cambios radicales en los modos de vida, donde el propio consumo cambia –ya no puedes transportar tanto en tus compras y compras sólo lo justo- y te vas más de paseo y a dar vueltas.

Lo que le toca a los ciclistas en esta pequeña revolución necesaria es “que no se dejen atropellar y que se mantengan en la bici, así estamos cambiando esta forma de consumir y de entender el mundo a través del comercio; ahora lo entendemos a través del deporte y eso es radical”, finaliza Solís.

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