Una Caravana a Estados Unidos para detener la guerra que nos atraviesa

Pietro Ameglio

www.tokeofthetown.com

México/ Estados Unidos. La caravana del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) en Estados Unidos –que se realiza del 12 de agosto al 12 de septiembre-, encabezada por el poeta Javier Sicilia, ha sido fruto de un largo y complejo proceso de diálogo, acuerdos y acciones bilaterales entre más de cien organizaciones norteamericanas (de migrantes, solidaridad con América Latina, iglesias, barrios, universidades, ONG, sindicatos, autoridades locales y estatales) y varias organizaciones mexicanas de los temas involucrados.

La Caravana recorrerá en 30 días más de 9 mil 400 kilómetros del vecino país, de costa oeste a este, de sur a norte, con 25 ciudades. Habrá todo tipo de actos, públicos en su gran mayoría, en plazas, centros comunitarios, ayuntamientos, universidades, congresos, que involucrarán como actores centrales a familiares de víctimas de la mal llamada “guerra de las drogas” de ambos países, que en realidad es una “guerra intercapitalista de carácter internacional por el monopolio territorial de una nueva mercancía ilegal”, como define el Informe Bourbaki. Los familiares de víctimas que viajan, más de 50, representan al doble carácter de esta guerra, donde los civiles son -por lejos- la inmensa mayoría de los muertos (60 mil) y desaparecidos (10 mil): las víctimas son individuales y comunitarias (pueblos indígenas, campesinos y barrios). Ellas compartirán testimonios, denuncias y exigencias de justicia; así también, del lado norteamericano se abrirá un espacio público original en esta etapa de ellos para exponer y luchar por sus casos de impunidad.

La caravana tiene, por eso, dos aspectos. Por un lado, se busca construir un diálogo, acciones y alianzas entre actores sociales contra la guerra en ambos territorios; visibilizar y concientizar ante la población norteamericana y chicana los efectos, dolor e impunidad de la violencia; presionar a las autoridades del norte para que se logren medidas y declaraciones políticas que las comprometan a  detener el flujo ilegal de armas a México y el lavado de dinero; la discusión de una apertura en la política de prohibición de las drogas y en temas migratorios. Por otro lado, la caravana busca ejercer la mayor presión posible hacia las autoridades mexicanas (ejecutivo, legisladores, gobernadores, procuradores federales y estatales, etcétera) responsables de la guerra, con campañas masivas y ciudadanas de presión desde allá para que aparezcan los desaparecidos, haya justicia y verdad hacia los muertos, se cambie el modelo de seguridad militarizada con la complicidad estatal con el delito organizado y se apruebe la Ley General de Víctimas.

Los representantes de los pueblos indígenas que acompañan la caravana son del Pueblo Creyente, de Chiapas; de comunidades de la sierra zapoteca, de Oaxaca; del Consejo de Pueblos de Morelos, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua, de Morelos, Tlaxcala y Puebla; de la comunidad de Tetelpa en defensa del Cerro de la Tortuga, en Morelos; de la comunidad de Huexca contra la termoeléctrica, también en Morelos; del Consejo Regional Wixárrika por la Defensa de Wirikuta; del Frente en Defensa de Wirikuta Tamatsima Wahaa; y de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, en Guerrero. Se invitó a otros grupos indígenas pero no fue posible su participación por diversas razones. Los testimonios y presencia de los compañeros y compañeras indígenas son muy importantes, pues hacen presente un rostro muchas veces oculto hacia el exterior, de la explotación, expropiación y represión en sus territorios por parte del Estado en complicidad con las trasnacionales (sobre todo norteamericanas, canadienses y españolas), y a la vez muestran la decisión y valor de las comunidades en resistencia. Habrá momentos de intercambio con experiencias de lucha indígena norteamericana, especialmente en Nuevo México.

 Entre las acciones directas de no violencia y arte que se hicieron en los primeros días, destacaron dos. En el primer día, en Los Ángeles, se quiso empezar la caravana dejando en la mayoría de los lugares a visitar algún tipo de ‘memoria’ del paso por allí y que quedara también como un símbolo del compromiso que estábamos compartiendo. Se decidió empezar por los muertos y desaparecidos que han habido dentro del movimiento en este más de un año de lucha: Pedro Leyva, indígena nahua de Ostula, asesinado el 6 de octubre del 2011;  Nepomuceno Moreno, asesinado en Hermosillo el 28 de noviembre de 2011; Trinidad de la Cruz, también líder comunitario de Ostula,  asesinado en una emboscada de paramilitares el 6 de diciembre de 2011. Don Trino y Pedro (al igual que Teódulo Santos, también asesinado en este año) fueron dos líderes comunitarios muy comprometidos en el desarrollo de la autonomía en Xayakalan, tierras recuperadas un par de años antes por la comunidad de Ostula. Don Nepo fue un padre ejemplar que denunció a los asesinos de su hijo, a quien buscó incansablemente. Estos asesinatos permanecen hasta hoy en la impunidad total, al igual que los de los comuneros muertos en Cherán (los más recientes fueron Urbano Macías y Guadalupe Jerónimo).

Don Trino, muy poco antes de morir, regaló a los miembros del MPJD que lo acompañábamos unas semillas de jamaica, árbol que abunda en esa tierra michoacana. En el parque principal de la comunidad mexicana en Los Ángeles, la placita Olvera, y al pie de una gran ceiba –árbol sagrado para ellos-, después de una tarde de testimonios y música se hizo una ceremonia emotiva y profunda, como reconocieron víctimas y organizadores de ambos países,  para recordar y hacer viva la memoria y lucha de estos compañeros asesinados. El compañero wirrárika Santos de la Cruz tejió un Ojo de Dios de su pueblo, que fue colocado al pie de la maceta donde se sembrarían las semillas, y del cual colgaron decenas de largos listones de colores donde la gente escribió  el nombre de sus víctimas y frases al respecto. Se leyeron la vida y frases de estos luchadores y sus comunidades, y se hizo un compromiso público de la comunidad mexicana de hacer crecer el árbol sembrado y conservar esa memoria de lucha. Al día siguiente, al no poder quedar nada en ese parque público por ley, se trasladó todo y se sembraron las semillas en tierra, en la iglesia de la Casa de Zacatecas en Los Ángeles, con una comunidad muy grande que refrendó el compromiso del día anterior. Se hizo allí todo un memorial, donde se agregaron fotos  con la historia de las víctimas bajo el Ojo de Dios wirrárika.

Al otro día, también en Los Ángeles, se hizo una acción de recuerdo y lucha por los desaparecidos en México y, en particular, por los dos miembros del MPJD que están en esa condición desde el 6 de diciembre pasado, en Guerrero: Eva Ortega y Marcial Bautista, miembros de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán. Mientras transcurría una sesión del Consejo Municipal de Los Ángeles, donde se aprobó un resolutivo político a favor de la caravana y sus demandas, en la avenida afuera de la alcaldía se realizó una marcha y un performance para visibilizar, presionar en México y que la población norteamericana tomara conciencia de lo que implica la desaparición de un familiar. El concepto era poder recrear el volumen y vacío de un cuerpo que desaparecería lentamente: se calcula el volumen –a partir de la altura y peso de una víctima- de una persona desaparecida en metros de una cuerda negra gruesa. Lentamente, con esa cuerda se fue recubriendo el cuerpo de tres personas víctimas y representantes de víctimas binacionales, mientras se explicaba el acto y se iba leyendo la historia de vida y desaparición de esas personas, representadas en quienes estaban siendo envueltos en el hilo, y exigiendo a las autoridades mexicanas su aparición con vida.

Esta caravana nos parece una iniciativa, humilde y original, de lo que podríamos llamar “diplomacia y lucha ciudadana”, para que ambos pueblos y sus organizaciones luchemos más unidos y mejor para detener la guerra que nos atraviesa a todos y todas en ambos países. Será central que sus acciones tengan reflejos en ambos gobiernos y sociedad civil, para también resolver con justicia y verdad los casos de desaparecidos y muertos en forma urgente; aprobar la Ley General de Víctimas y su reglamento; cambiar el modelo de militarización de la seguridad pública por uno que impulse políticas sociales que ataquen la raíz del modelo neoliberal; quitar el cerco paramilitar a las comunidades indígenas autónomas de Chiapas, Ostula y Cherán, así como respetar la voluntad de las comunidades indígenas, campesinas y urbanas en cuanto a la expropiación de sus territorios para las trasnacionales; romper la impunidad entre el delito organizado y las fuerzas gubernamentales y empresariales del país; detener el tráfico ilegal de armas, el lavado de dinero y las políticas migratorias inhumanas hacia México.

Publicado el 20 de agosto 2012

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