Me llamo Gaetano Bordoni y tengo 77 años. Hace 67 años fui testigo del bombardeo que sufrió el combativo barrio de San Lorenzo, en Roma, el 19 de julio de 1943. Desde los 8 años de edad soy peluquero.
Este 19 de julio, como cada año, hay una gran comida popular. Las tiendas y restaurantes vecinos nos ofrecen las viandas y se juntan todos alrededor de la peluquería para escuchar la historia del bombardeo estadounidense que en dos horas y media me dejó sin 42 miembros de mi familia.
En esta pequeña peluquería trabajo desde los 8 años, es decir, desde hace 69 años. Son 12 metros cuadrados tapizados de fotografías de las familias de San Lorenzo, de la mía y la de todos los que quieren ocupar aquí un lugar.
Una pared está atiborrada de santinos, fotos de los difuntos que las familias entregan a los amigos y familiares durante los sepelios. Las fui acumulando poco a poco y un día decidí pegarlas en un muro. El espacio está casi lleno, por eso tengo ese letrero allí arriba que dice “se aceptan reservaciones”.
Recientemente un señor que estaba muy enfermo e iba camino al hospital pasó primero por la peluquería a dejar su foto para que siempre hubiera alguien que lo recordara. El señor sólo se adelantó, pues estaba solo y sabía que durante su sepelio no habría nadie que entregara su santino. Murió a los pocos días.
Hay también personas que pasan por el lugar y me entregan una foto. Años después regresan con sus familias a mostrar el lugar en el que permanece colgada. Vienen también grupos de alumnos de las escuelas para conocer la memoria.