En Movimiento

Raúl Zibechi

Un nuevo Chile en movimiento

Los tiempos de los pueblos son siempre otros, bien distintos a los tiempos fugaces de los medios, los tiempos acelerados del consumo y la acumulación, pero también de los tiempos con que las personas medimos nuestras vidas. Por decirlo con palabras de Mario Benedetti, los pueblos tienen tiempo sin tiempo, que no puede estrujarse en coyunturas, menos aún en tiempos electorales.

En las últimas semanas el pueblo chileno comenzó a ajustar cuentas con el legado de la dictadura de Augusto Pinochet, en un aspecto central. En las grandes alamedas, cientos de miles de personas expresaron su rechazo al sistema privado de pensiones que implantó la dictadura en 1980. Un millón y medio recorrieron las calles de las principales ciudades el domingo 21, por segunda vez en un mes. Entre una y otra movilización, un gran cacerolazo mostró que el movimiento contra las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) llegó para quedarse y que cuenta con amplio apoyo social. Fueron las marchas más importantes desde el fin de la dictadura, hace 26 años.

Es que el sistema es demasiado injusto. Los empresarios no aportan nada. Las seis principales AFP controlan más del 90 por ciento de los ahorros que depositan en los diez principales bancos del país que, con ese dinero, ofrecen créditos de consumo con intereses de hasta el 40 por ciento. Usan el dinero de los trabajadores para embolsar enormes ganancias con préstamos usurarios. En cambio, nueve de cada diez jubilados (según la Fundación Sol) perciben menos de 220 dólares, lo que equivale al 60 por ciento del salario mínimo, porque la rentabilidad de sus ahorros está por debajo de la inflación.

Dos investigadores de Sol, destacan que “con los fondos que administran e invierten las AFP se ha consolidado la matriz productiva chilena, monoexportadora, rentista y con altos niveles de concentración”, pagando muy bajos salarios y con altos niveles de endeudamiento: 11 millones de chilenos están endeudados y 4 millones son morosos, en una población de 17 millones (fundacionsol.cl, 18 de julio de 2016). Pero la gente despertó y fue capaz de visibilizar uno de los nudos de la acumulación de capital de las elites cobijadas por el pinochetismo. Es sólo cuestión de tiempo para que el sistema de pensiones privadas deje su lugar a otro de carácter estatal y solidario, como el que hubo entre 1952 y el golpe de Estado de 1973.

El otro movimiento que viene cambiando el país, es una consecuencia indirecta del movimiento estudiantil que irrumpió en 2011 en las grandes avenidas con gigantescas manifestaciones y ocupaciones de centros de estudio contra la educación heredada de la dictadura. Me refiero a las decenas de iniciativas de profesores y estudiantes que han puesto en pie otra educación. Aunque no hay una cuantificación exacta, se han creado en apenas tres años unas 30 escuelas, liceos y universidades populares y comunitarias, afincadas en territorios de las periferias urbanas, gestionadas de forma autónoma con apoyo de los padres y del barrio.

Hemos podido conocer directamente varias de estas iniciativas, en los más diversos barrios de Santiago, donde docentes, vecinos, estudiantes y gente solidaria está empezando a crear una educación de nuevo tipo. Algunos son jardines para niños y niñas, como COPLA de San Bernardo, una de las comunas más pobres de la ciudad. Otras son iniciativas como la Escuela Pública Comunitaria creada por docentes que se involucraron en las luchas, o el colectivo La Maleza, formado por jóvenes que estudiaban cuando comenzó el movimiento y ahora están poniendo en pie formas de educación por fuera de las lógicas institucionales y mercantiles.

Lo importante es que una porción –por ahora pequeña- del movimiento por la educación, fue capaz de pasar de la petición y la demanda a la creación de algo nuevo, autogestionado, en donde se mandan ellos y ellas junto a sus barrios y territorios. Este cambio, imperceptible para el analista de arriba (como escribió un día el finado sup Marcos), habrá de hacerse visible cuando ya no puedan ocultarlo ni cooptarlo. Es una carga de profundidad al tipo de educación pergeñada por el pinochetismo.

Chile se mueve, en direcciones muy diversas, y en ese moverse va horadando la dominación, erosiona la credibilidad de la clase política. No es casualidad que días atrás se haya difundido una encuesta que dice que Michelle Bachelet tiene apenas un 15 por ciento de aprobación a su gestión y un 66 por ciento de rechazo, siendo la gobernante que registra el peor nivel de respaldo desde el regreso de la democracia y el más bajo de América del Sur. En octubre hay elecciones municipales. En las anteriores votó apenas el 40% del censo, la cifra más baja en la historia de Chile. En éstas votarán aún menos.

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