Transnacionales amenazan la diversidad del maíz mexicano

Aleira Lara

Ciudad de México. México es ya de los países más contaminados por transgénicos en el mundo, y el permiso recientemente concedido para experimentar con maíz genéticamente modificado no hará sino aumentar los efectos adversos sobre la salud, el ecosistema y la economía campesina.

México es centro de origen y diversidad genética del maíz. Contamos con  59 razas, cuyas cruzas han dado como resultado más de 22 mil variedades de maíz nativo que cuales nos brindan un gran potencial de sembrar maíz en cualquier condición agronómica, lo cual hace del maíz nuestro principal alimento.

A pesar de esto y dando prioridad a las empresas de biotecnología Monsanto, Pioneer y Dow AgroScience, e ignorando la evidencia científica, así como el llamado de ciudadanos, académicos, investigadores y productores de maíz de todo el país para preservar el maíz mexicano, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) de la administración de Felipe Carlderon, abrieron la puerta a la experimentación con semillas transgénicas -primera fase para llegar a la siembra comercial- en los estados de Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas, que albergan 31 de las 59 razas de maíz que hacen a México centro de origen y diversidad.

Los titulares de la Semarnat, Juan Rafael Elvira Quezada, y de la Sagarpa, Francisco Mayorga, aseguraron no ceder a presiones de ningún tipo para autorizar los permisos que ha solicitado la industria de biotecnología. Lo que es cierto es que las dependencias en la anterior administración aceleraron los permisos para que las empresas Monsanto, Pioneer y Dow AgroScience experimenten con semillas transgénicas a riesgo de que se contaminen campos de maíz mexicano.

Coexistencia imposible 

Se ha demostrado científicamente que el flujo génico de los maíces transgénicos a los maíces nativos no ha podido evitarse. Los estudios muestran que en México no es posible la coexistencia de maíz transgénico y no transgénico sin contaminación del segundo.

Aun cuando no estaba permitida la liberación al medio ambiente de maíz transgénico, México se ubicó el año pasado en el segundo lugar con más casos de contaminación y el octavo lugar a nivel mundial (2).

De acuerdo con la nueva evidencia científica presentada en el estudio Centro de origen y diversificación del maíz (3), editado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), es posible determinar centros de origen del maíz en cuatro regiones del país, incluyendo el norte de la república; ante estos elementos, los investigadores del estudio advierten del riesgo que se corre en caso de  permitir las siembras en esas regiones y recomiendan restablecer la  moratoria a las siembras experimentales de maíz transgénico.

En el estudio de Conabio, los estados del norte propuestos para siembra de maíz transgénico cuentan con una gran diversidad de maíces nativos; incluso podría determinarse a Chihuahua y Jalisco como centros de origen.

Además de la pérdida de la diversidad de maíces mexicanos, la contaminación transgénica hará cada vez más vulnerables y dependientes de empresas transnacionales a productores de maíz de los cuales el 80 por ciento son campesinos e indígenas, ya que en el caso de sufrir contaminación transgénica de cultivos aledaños no existen recursos legales que los protejan. Las empresas transnacionales no asumen su responsabilidad y, peor aún, se lanzan a la caza de multas millonarias para los productores.

Monsanto contra Percy Schmeiser

En 1998, Monsanto, una de las empresas biotecnológicas más poderosas del mundo, acusó al agricultor canadiense Percy Schmeiser por usar su semilla de canola genéticamente modificada sin pagarle las regalías correspondientes.

Un vecino de Schmeiser había sembrado canola transgénica de Monsanto e inspectores de la empresa se metieron en sus campos sin autorización y tomaron muestras que comprobaban que la variedad Monsanto crecía en su terreno.  Así, el brazo legal de Monsanto, que ha demandado a cientos de campesinos norteamericanos, lo acusó de haber adquirido ilegalmente esa semilla y amenazó con demandarlo legalmente si no le pagaba 15 mil dólares de inmediato, además de firmar un acuerdo donde él y su esposa se comprometían a nunca decir nada a nadie sobre su caso por el resto de sus vidas. A Schmeiser le parecieron intimidatorias e injustas las condiciones de la empresa y se negó a firmar el acuerdo. Así empezó la demanda legal de una empresa transnacional en contra de un agricultor desconocido, que se ha convertido en un emblema del movimiento por la libertad de las semillas y por los derechos de los campesinos de todo el mundo con su victoria.

¿Transgénicos amigables con el medio ambiente y la salud?

Contrario a los argumentos de las empresas, los peligros de los cultivos transgénicos para el medio ambiente y la agricultura son el incremento del uso de tóxicos en la agricultura, la contaminación genética, la contaminación del suelo, la pérdida de biodiversidad, el desarrollo de resistencias en insectos y «malas hierbas» o los efectos no deseados en otros organismos, como las mariposas Monarca. Los efectos sobre los ecosistemas son irreversibles e imprevisibles.

Los riesgos sanitarios a largo plazo por el consumo de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) que contaminan la red alimentaria  de humanos o de los animales cuyos productos consumimos no se están evaluando correctamente y su alcance sigue siendo desconocido. Nuevas alergias, aparición de nuevos tóxicos y efectos inesperados son algunos de los riesgos.

Monsanto, la empresa que detenta el 90 por ciento de las patentes de semillas transgénicas a nivel global, ha acumulado un expediente oscuro de ocultamiento de información que evidencia los riegos para la salud pública de sus productos.

Desde el agente naranja que se empleó en la Guerra de Vietnam, Monsanto sigue ocultado información clave y peor aún, pretende hacer creer a la gente que es una empresa socialmente responsable. El agente naranja producido por la empresa desde la década de los setenta aún sigue cobrando víctimas. Ciento cincuenta mil niños padecen hoy malformaciones debidas a la dioxina de este agente y 800 mil personas están enfermas aún (4).

¿Transgénicos contra el hambre en el mundo?

Los OGM refuerzan el control de la alimentación mundial por parte de unas pocas empresas multinacionales. Los países que han adoptado masivamente el uso de cultivos transgénicos son claros ejemplos de una agricultura no sustentable. En Argentina, por ejemplo, la entrada masiva de soya transgénica exacerbó la crisis de la agricultura con un alarmante incremento de la destrucción de sus bosques primarios, el desplazamiento de campesinos y trabajadores rurales, un aumento del uso de herbicidas y una grave sustitución de la producción de alimentos para consumo local.

Una mentira bastante difundida por el gobierno mexicano y las empresas es que la reciente autorización de experimentaciones con maíz transgénico en México es en aras de incrementar los rendimientos, cuando se ha demostrado que las dos variedades de maíz transgénico aprobadas para sembrarse en nuestro país no solucionan los problemas de la agricultura mexicana. Son variedades obsoletas, diseñadas para los agricultores industriales, que de acuerdo con los registros de 20 años de experimentación y 13 años de comercialización en Estados Unidos, principal productor de maíz en el mundo, únicamente aumentaron los rendimientos de las cosechas en 0.2 y 0.3 por ciento, lo cual no es redituable para los productores si consideramos que un cultivo transgénico es hasta diez veces más caro que uno convencional.

La solución al hambre está en el desarrollo de tecnologías sustentables y justas, el acceso a los alimentos y el empleo de técnicas como la agricultura y la ganadería ecológicas. La industria de los transgénicos utiliza su poder comercial e influencia política para desviar los recursos financieros que requieren las verdaderas soluciones, como la tecnificación del campo con sistemas de riego, acceso a maquinaria e investigación del potencial de nuestras variedades nativas.

A pesar del gran potencial que tiene la ingeniería genética para entender la naturaleza y desarrollar la investigación médica, esto no puede ser utilizado como justificación para convertir el medio ambiente y el alimento de los mexicanos en un gigantesco experimento con intereses comerciales.

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