En Movimiento

Raúl Zibechi

Sí se puede: los movimientos vuelven a la calle en Brasil

Foto: Los pueblos awa, kaapor, guajajara, tremembé y gamela protestan hoy en Santa Inés, Estado Maranhão en Brasil. Salieron a las calles en contra de las políticas anti-indígenas del presidente Bolsonaro. © Mídia Índia

Los movimientos sociales brasileños están recuperando las calles durante el primer mes del gobierno de Jair Bolsonaro. Entre el 10 de enero y el 5 de febrero el Movimiento Pase Libre (MPL) realizó cinco manifestaciones en Sao Paulo, en pleno verano, contra el aumento de la tarifa del autobús a 4,30 reales (1,2 dólares o 23 pesos mexicanos ¡cada trayecto!). Lo que supone que una parte considerable del salario mínimo debe ser invertido para moverse por la ciudad.

Recordemos que el MPL fue el movimiento que protagonizó las jornadas de Junio de 2013, protestando contra el aumento del transporte en plena Copa de las Confederaciones, y demandando por el acceso igualitario a la ciudad. Sao Paulo tiene más de 300 helipuertos utilizados por la elite empresaria, mientras la población trabajadora debe gastar entre 3 y 4 dólares diarios y cuatro a cinco horas para transportarse en la megalópolis.

Cinco años atrás las movilizaciones del MPL fueron duramente reprimidas y en respuesta salieron a la calle 20 millones de personas durante el mes de junio, protestando contra la desigualdad. La derecha tuvo la capacidad de montarse sobre la oleada de descontento, mientras la izquierda estaba desconcertada, y aprovechó la coyuntura para desestabilizar al gobierno de Dilma Rousseff.

Ahora el MPL vuelve a las calles, que en realidad nunca abandonó. Las cinco manifestaciones tuvieron características comunes, que se pueden seguir en las crónicas del artista plástico e historiador Gavin Adams (https://outraspalavras.net/author/gavinadams/).,

La primera es que participan mayoritariamente jóvenes, varones y mujeres, en general estudiantes activistas. La segunda es la masiva presencia policial, con tanques anti-disturbios llamados caveiroes (por la calavera pintada que tienen), blindados que se usan habitualmente en las favelas. También había soldados, motocicletas y coches policiales, en un despliegue intimidatorio evidente. La represión con balas de goma y gases lacrimógenos fue constante asícomo los cercos a los manifestantes (kettling, una técnica inaugurada en Brasil durante el Mundial de Fútbol 2014 por el gobierno de Dilma), que inmovilizan cientos de personas.

La tercera es que las manifestaciones fueron combativas, tanto por los lemas que se coreaban como por haber hecho frente a la policía, con firmeza y serenidad. Los jóvenes se dispersan en pequeños grupos, para evitar que nadie quede aislado y sea víctima de los verdes.

La cuarta es que las marchas oscilaron entre 500 y 15 mil personas, cifras importantes en el verano paulista y, sobre todo, ante el clima de furor bolsonarista que se respira en Brasil. Son militantes organizados, que están dispuestos a salir a la calle contra viento y marea, desafiando el aislamiento y la represión.

El hecho del que el MPL retorne con fuerza a la calle, contribuye a animar a otros colectivos. El día de la cuarta marcha, a fines de enero, había cuatro movilizaciones: la del MPL; otra contra el desastre de la minera Vale en Brumadinho que costó la vida de 300 personas entre muertos y desaparecidos bajo el barro; un acto de los Sin Techo (MTST) por el derecho a la vivienda; y otro de apoyo al diputado Jean Wyllys, que desistió del cargo por estar amenazado por los paramiliatres que ya asesinaron a su compañera de partido, Marielle Franco.

Es interesante constara cómo la derecha ya no puede convocar masas a sus actos. En enero realizaron también una concentración en Sao Paulo contra Renán Calheiros, un ex aliado de Lula que era candidato a encabezar el senado. Convocada por el grupo Vem Pra Rua, que cuatro años atrás sacaba millones a las calles, apenas acudieron 150 manifestantes. En contrate, la manifestación en defensa de los pueblos indígenas, cuyos territorios están en la mira del gobierno, agrupó más de dos mil personas

La última cuestión es sin duda la más importante. Luego de la quinta manifestación el MPL decidió cerrar el ciclo de actividades en el centro de la ciudad para trasladarse a los barrios. Algo así ya hicieron varios grupos del MPL en la decena de ciudades donde actúan, luego de que la derecha copara las marchas en 2013. Sin embargo, es una decisión de profundo contenido político, que muestra los objetivos a largo plazo de movimiento: organizar a las camadas más pobres en sus propios territorios, allí donde no llegan ni los sindicatos ni los partidos de izquierda, pero sí los evangélicos y las milicias paramilitares.

El MPL está articulando las luchas del pasado con las que están naciendo y se proyectan hacia el futuro, en un arduo trabajo de organización pero también mostrando que es posible tomar la iniciativa aunque los analistas y los políticos de arriba digan que no hay condiciones para ello. Todo un ejemplo de ética abajo y a la izquierda, que está abriendo los senderos del futuro.

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