“Prohibir las barras bravas es una solución barata pero temporal”

Emilio Rabasa Véjar

México, Distrito Federal. Los actos de violencia que los jóvenes integrantes de las barras bravas protagonizan dentro de los estadios son un reflejo de lo que sucede en el resto de México, considera Guillermo Ramírez Ingelmo, miembro fundador de La Rebel, que apoya al equipo universitario Pumas. La satanización contra ellos, advierte, sólo nos llevará a tiempos de Gustavo Díaz Ordaz, “en que se señalaba los jóvenes con el dedo”.

Los actos de violencia en los estadios de futbol –el más reciente de ellos protagonizado por los aficionados del Club Gudalajara- motivaron a autoridades políticas y deportivas a plantearse prohibir la entrada de las porras.

Sin duda, el deporte no es lo mismo sin sus aficionados. Le dan un plus de emoción, pasión y entrega. Esto no es la excepción en el tema del deporte con mayor número de practicantes en México, el fútbol. Con el paso del tiempo, la forma de apoyar por parte de las aficiones cambió. Antes de la década de los noventas existían las llamadas porras familiares. Posteriormente, los jóvenes comenzaron a imitar la idea de las famosas “barras bravas” sudamericanas.

Los estadios mexicanos cambiaron las porras que se escuchaban ocasionalmente durante los encuentros, por cánticos durante los 90 minutos del partido.

Las barras “son grupos de población marginados, rechazados de universidades, etcétera, que tienen ahí un espacio para liberar todos sus sentimientos y desencadenar la pasión que llevan dentro”, y en general nunca toman posturas políticas, considera Guillermo Ramírez Ingelmo.

Los únicos requisitos para ingresar a las barras son saber los cánticos e irle al equipo que se apoya. “Es fácil captar a chavos con poca preparación académica, de bajos recursos, incluso con poco sentido común”, valora el entrevistado.

Diversos especialistas señalan que las barras son una forma en que los jóvenes descontentos obtienen un asidero a una identidad cultural. Pertenecer a ellas, señalan, les permite acceder a experiencias ajenas a su mundo. El joven barrista suele vivir en un medio ambiente carencial, no solamente desde el punto de vista social, económico y cultural, sino también de infraestructura. Se trata de entornos urbanos áridos con ausencia de experiencias que puedan marcar una identidad. Las barras dan cierto sentido de pertenencia y guía a un grupo. Las barras han incurrido en diversas ocasiones a la violencia para hacerse notar, defenderse o mostrar superioridad.

El singular caso de La Rebel

Guillermo Ramírez Ingelmo, miembro fundador de una de las barras más importantes de México, La Rebel –que apoya a los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)-, señala en entrevista con Desinformémonos que ésta surgió de la ya creada porra Plus, que manejaba el estilo tradicional del “Chiquiti boom”. Las fricciones comenzaron cuando la porra Plus empezó a usar playeras y otros objetos con marcas publicitarias. Esto indignó a un sector de los jóvenes, que señaló que ellos apoyaban a los Pumas y no a Nike o Mundet. Se dió una ruptura principalmente generacional, que inspiró la creación de la Rebel.

Sin líderes determinados y buscando –de acuerdo con sus miembros-, una utopía democrática, comenzó la práctica de la barra. Utilizando como máxima “no habrá líderes, todos nos gobernamos, todos somos iguales, no hay contrato”, la Rebel comenzó a crecer. Cada semana se juntaba el doble de la gente asistente al anterior partido. Aún con este aumento constante, ninguno de sus 16 fundadores se interesó nunca por el liderazgo, sino por una buena organización, recuerda Ramírez Ingelmo.

“Había un compañero que llevaba cassettes con canciones de las barras de Chile, principalmente del equipo Universidad, con el que nos sentíamos identificados incluso ideológicamente. Nuestros estandartes eran la libertad y el Che Guevara, entre otros”, aclara Guillermo Ramírez.

Un año después de la fundación de La Rebel, se dieron huelgas y movilizaciones estudiantiles en la UNAM. La barra se mantuvo al margen de esta situación, y siempre se pronunció a favor de la autonomía de la UNAM y de la educación gratuita, entre otras cosas. De todas maneras, nunca tomó partido en la huelga de 1999. “Se comprendía que eran dos cosas completamente distintas y sabíamos que no era el momento ni el lugar para organizar una movilización o tomar partido por algún lado, no teníamos por qué hacerlo”, continua el miembro fundador.

Las barras en México comenzaron como grupos de animación que cantaban dentro de los partidos, sin tener nada que ver con la violencia o ser referencia de un grupo de choque; no había interés económico ni comercial. Con el paso del tiempo y con el crecimiento exponencial, las cosas se comenzaron a salir de control. Empezaron a crearse grupos de control, lo que llevó a la conformación de una “mini- tiranía”, lamenta el entrevistado.

La barra ha aprovechado su espacio para realizar protestas. Un ejemplo ocurrió en 2008, cuando la candidata presidencial por el Partido Acción Nacional (PAN) realizó algunas declaraciones acerca de la Universidad, lo que provocó el enojo de los estudiantes. Estos exhibieron mantas durante los partidos para mostrar su inconformidad.

En la actualidad, algunos colectivos estudiantiles acusan que La Rebel es usada como grupo de choque al servicio de las autoridades universitarias.

Miedo a lo nuevo

Guillermo Ramírez compara la satanización a las barras con otros fenómenos igualmente atacados, como el rock n’ roll. Describe que antes, los mexicanos escuchaban tradicionalmente al mariachi, los corridos y la música típica del país. En el deporte las aficiones apoyaban por medio de las porras “chiquiti boom a la bim bom bam”, pero de pronto las influencias extranjeras se apoderaron de la forma de hacer en México, dejándolo sin identidad propia, valora.

Ramírez considera que la criminalización contra las barras se da porque es un tema nuevo, lo que genera una actitud mediática de calificar lo que está bien o está mal. “Por lo general”, indica el entrevistado, “algo nuevo genera miedo”.

Los episodios de violencia protagonizados por las barras condujeron a que en las esferas políticas-deportivas se hable de prohibir su acceso a los estadios. Guillermo Ramírez señala que de momento, las barras no han llegado a ser un problema social, pues no son los únicos sujetos involucrados en los problemas de violencia en los estadios. “Los policías reaccionan mal, su poca profesionalidad ocasiona que los problemas se resuelvan con golpes, situación que únicamente genera más violencia y es un círculo vicioso que no para”, describe.

En la discusión están involucrados varios asuntos, como la ineficiencia de la policía, la educación, el racismo y la discriminación, indica. “Con el simple hecho de negarle el acceso a una persona por la condición social, vestimenta, etcétera, es un claro indicador de discriminación”.

“La violencia en las barras y en los estadios es un reflejo de lo que ocurre en las calles del resto del país. Es peligrosa esta satanización y acorralamiento contra expresiones populares, así como la represión con todo el peso mediático que esto genera”, precisa Ramírez Ingelmo.

El fundador de La Rebel explica que se trata de un pretexto gubernamental para tener controlado al pueblo. “Volvemos a tiempos de la represión de Díaz Ordaz, al señalar con el dedo al joven por su aspecto y generar discriminación”, considera.

Ramírez Ingelmo considera que tras mucho tiempo de pelear para desechar la discriminación en el acceso a lugares públicos, no se puede retroceder volviendo al racismo y reprimiendo la libertad de expresión. “No le veo nada positivo a las prohibiciones. Negar el acceso a las barras es una solución a corto plazo, pero este fenómeno es solamente una muestra. La violencia en México está ahí y no se erradicará con esta medida, que es una solución barata y complaciente”, finalizó.

Publicado el 07 de abril de 2014

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