“Para desterrar la discriminación, primero hay que reconocerla”

Adazahira Chávez

México. El racismo en México es un fenómeno “complejo y contradictorio” que no se trata de bueno y malos, y al que hay que estudiar para poder enfrentarlo, advierte César Carrillo Trueba, maestro en Antropología y autor de El racismo en México. Una visión sintética. “Todavía hay mucho qué redefinir y repensar con respecto a cómo tratamos a los pueblos indígenas, incluso cuando peleamos por sus supuestos derechos”, agrega el periodista y poeta nahua Mardonio Carballo.

El racismo afecta cotidianamente la vida  de los pueblos indígenas, agrega la doctora Alicia Castellanos, experta en el tema, “y hay que combatir las estructuras que lo hacen posible”.

El martes 2 de octubre de 2013, una mujer mazateca dio a luz en el patio del Centro de Salud de Jalapa de Díaz, en Oaxaca, al no recibir atención médica. Los médicos argumentaron que no le entendieron pues no habla español perfectamente, reportó la revista Proceso, y las autoridades sanitarias alegaron que Irma López no entendió las instrucciones que le dio el personal del centro. El hecho se difundió ampliamente por las redes sociales.

Miles de mensajes en redes sociales se dirigieron contra Oh La La! Pastelería Francesa, de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, después de conocerse que el 12 de noviembre de 2013 impidieron la entrada a Ali Roxox, joven maya guatemalteca que intentó ingresar al establecimiento con su traje tradicional. Algunos usuarios de Facebook señalaron que la indígena, estudiante de doctorado, no es vendedora ambulante como alegó la empleada que la echó del lugar. A inicios de 2014, el ayuntamiento anunció que ofrecerá una disculpa pública por el hecho.

Otras denuncias más se sumaron a la indignación en las redes, como la hecha por jóvenes oaxaqueños a quienes se les impidió abordar un avión de Aeroméxico y la solicitud de modelos con sólo “look Polanco” para la misma aerolínea.

La reacción de la sociedad civil en las redes es positiva, considera Carrillo Trueba, pues contribuye a acabar con la normalización de la discriminación y a señalar los puntos en cuestión. “Antes el racismo no era ni noticia”, destaca.

La doctora Castellanos destaca una conciencia que se está desarrollando en sectores, y ya no se niega la existencia del racismo en México, “que fue tabú, se negó y se desplazó hacia otras sociedades (como Estados Unidos y Sudáfrica), pero no se reconoció aquí, incluso en la propia academia”. La indignación en las redes sociales, sin embargo, se deberá traducir en otro tipo de exigencias de la sociedad, recalca.

“Hay una generación que por lo menos ahora –después del zapatismo-, ya sabe que hay pueblos indígenas y que tenemos derechos como tales, ya sabe que los pueblos son los que mejor preservan los recursos naturales, y que la estructura económica nacional y las grandes empresas irán en algún momento por esas reservas naturales”, detalla Carballo.  Sin embargo, reconoce el escritor, las reacciones de indignación se sustentan en gran parte en el folclor y la estereotipación, “y de alguna manera también en esa parte paternalista de ‘nosotros apoyamos a los pueblos indígenas’”.

Los diversos racismos

Alicia Castellanos considera que la discriminación no sólo se da hacia comunidades y pueblos indígenas y afrodescendientes, sino también hacia el mestizo. “Se vive en la cotidianidad; es un fenómeno histórico, estructural y simbólico. Se estereotipa el fenotipo del mexicano, se asocia con el ser indígena”, relata la autora de variados libros sobre el tema.

El racismo mexicano es muy complejo, insiste Carrillo, pues los habitantes “somos una mezcla de indígenas de muchas regiones, más africanos y lo europeo”, a lo que se suma la desigualdad de clases. “Siempre los menos favorecidos, con menos acceso al poder y la educación, son los indígenas”, especifica. Existen sociedades como la de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y Chihuahua, donde la discriminación es clara y directa, y “se hace relación tradicional de que indio siempre va a estar abajo, es peón y no abogado, músico o político. Eso mantiene una serie de clichés que se pasan a la cultura nacional”, además de legitimar la explotación, describe el antropólogo.

Se sostiene también la idea de un pasado indígena glorioso, pero pensando a los actuales pueblos como una carga o estorbo, sostiene Carrillo.

El problemas son las políticas, no los individuos

En cuanto a los rechazos de mujeres de los hospitales, Carrillo Trueba alerta que “nos estamos quedando en la superficie. No es que no los quieran atender por discriminación –aunque eso sí se da mucho en las clínicas-, sino que no hay lugar”. El problema de fondo no es la actitud de la persona que rechaza, precisa, sino institucional. “Las políticas públicas están plagadas de una visión racista y de eso no se habla”, sostiene. Si no hay lugares, cama o instrumental, es porque hay una política instrumentada desde el Estado donde no hay atención para los pueblos indígenas, abunda, ni se promueve una relación con la medicina tradicional.

“Al racismo lo podemos conceptualizar como un fenómeno que afecta a la sociedad en su conjunto en su vida cotidiana, en espacios públicos y en instituciones, a través de políticas públicas y programas específicos. Las poblaciones indígenas y afrodescendientes sufren un racismo más específico”, explica Castellanos.

El racismo impregna a todas las políticas públicas, que buscan “desindianizar” a los pueblos en su salud, su forma de cultivar, y otros aspectos, indica Carrillo Trueba, también biólogo y autor de Pluriverso, libro que aborda el valor del conocimiento indígena.

 

Tres factores de indignación y dos caras del racismo

Carrillo precisa que desde la época de la Colonia, el racismo presenta dos caras: la paternalista, “donde se dice pobrecitos, no pueden solitos, tenemos que ayudarlos”, y el lado “mala onda, que dice son unas bestias, ignorantes y hay que exterminarlos”. Estos dos rostros  están siempre presentes, aunque en ocasiones veamos más una de ellas, precisa. “Por ejemplo el caso de los niños triquis es mucho de esto, de pobrecitos, sin zapatos, mira los inditos que ganaron. Es toda esa relación lleva mucho tiempo y se ha mantenido así”.

La causa de la indignación ciudadana es triple, de acuerdo con Carballo. El primer punto tiene que ver con una situación nueva en la sociedad mexicana –“como hijos del zapatismo que somos”- en la que existe la conciencia de que hay pueblos indígenas y que son sujetos de discriminación.

El segundo factor que identifica Carballo son las nuevas generaciones que hacen uso de las redes sociales: “Es decir, hay una generación nueva que está consciente de que en México hay pueblos indígenas, que son sujetos a discriminación, que son los mismos que utilizan las redes sociales y que generan, al mismo tiempo, una especie de voz popular que hace juicios o eco de lo que se denuncia a partir de eventos muy particulares”, explica el artista.

 “Me parece muy bien que haya un fenómeno social que se está despertando, que de alguna manera está ligado a una valoración de los pueblos indígenas y de sus derechos, pero va más allá porque son fenómenos muy urbanos, no dirigidos a un pueblo indígena en específico, sino a un tipo de cara. Es algo que rebasa a lo indígena”, apunta Carrillo.

El tercer factor es la existencia de una discriminación creciente –“yo la llamo némesis social”, apunta el poeta nahua- como reacción a un reacomodo social. “Comienza a haber una nueva conformación de la sociedad con respecto a cómo se incluye a estas sociedades mayoritariamente marginadas en algún tiempo, y hay una reacción de la parte que se opone a eso. Es decir, crece la percepción de que hay pueblos indígenas, crece la percepción de que son sujetos de derecho, y al mismo tiempo el oscurantismo racista y discriminatorio más rancio hace su aparición porque son lugares de poder”, detalla Carballo, colaborador, entre otros medios, de Canal 22, MVS Radio y Eme-equis.

En las dos caras del racismo están los argumentos para no ceder la autonomía a los pueblos indígenas, desde el “pobrecitos, no van a saber qué hacer”, hasta la negación del valor y la profundidad de sus conocimientos, cierra Carrillo Trueba.

“La indignación que se expresa en las redes y en otros contextos –el ámbito universitario, con jóvenes que están muy enterados, comentan y están muy activos en el tema de las redes- tiene sin duda que ver con una mayor sensibilidad de ciertos sectores en la sociedad. Particularmente, esta generación es más sensible a las expresiones del racismo, en un momento en que organizaciones indígenas tienen mayor visibilidad en términos de acciones, discurso y reafirmación identitaria”, describe Castellanos, autora de Etnopolítica y Racismo. “Se trata de sectores muy específicos, no de un rechazo generalizado, pero el propio movimiento indígena ha tenido impacto y se ha hecho más visible esta forma de trato”.

El fenómeno de la discriminación, insiste Castellanos, es continuo, y lo novedoso es la indignación. Sin embargo, ésta “no es suficiente frente a la violencia en que se expresa el racismo en muchos casos, hacia las poblaciones indígenas en particular con la implantación de empresas transnacionales que impactan muy fuerte en la vida cotidiana de las comunidades y en el proceso de despojo de sus recursos”.

Racismo y poder

El racismo que viene de la defensa de quienes ostentan el poder, señala Mardonio Carballo, es básicamente consecuencia de los procesos de organización de los pueblos indios y su visibilización. “En Estados Unidos, cuando Obama fue candidato a la presidencia y ante la posibilidad real de que pudiera acceder a la presidencia del país más poderoso del mundo, el fenómeno del racismo creció, y esto es una réplica”, ejemplifica.

 “Me parece que todavía hay mucho qué redefinir y qué repensar con respecto a cómo tratamos a los pueblos indígenas, incluso cuando peleamos por sus supuestos derechos”, declara Carballo. Ejemplifica con el caso de cómo se dio a conocer el caso de la mujer maya quiché expulsada de la pastelería. “Lo que se dice es que es estudiante de doctorado y que le impiden entrar a un local. Ponderar eso habla de cómo percibimos las cosas, desde la defensa y desde la ofensa. La ofensa dice: no puedes entrar porque eres una vendedora ambulante. La defensa dice: no, puede entrar porque es una estudiante de doctorado, y no una vendedora ambulante”, abunda.

“Somos muy hippies todavía. Y eso sucede con Wirikuta, con las mineras, con la Policía Comunitaria, con muchos otros movimientos, lo cual impide la real defensa pero sí pone en la opinión pública los casos específicos”, finaliza el escritor.

Para desterrar el racismo

La estrategia para combatir el racismo, considera Castellanos, debe ser global e incluye el papel del Estado. “Como el racismo es cotidiano, hay que pensar en políticas hacia medios de comunicación para repensar la forma en que representan el racismo en México, pero es necesaria educación intercultural para discutir estos temas”, valora.

Las acciones contra la discriminación le tocan “como siempre” a la sociedad civil, indica Carrillo Trueba, pues las instituciones son refractarias a los cambios. El antropólogo ejemplifica que en un proyecto de investigación donde trabajó con hñahñús, “gente con un gran conocimiento”, las instituciones no permitieron que se les pagara “ni lo que corresponde a un asistente o becario, sino que dicen, no tienen la primaria, hay que pagarles como a jornaleros”. En cambio, en Brasil hay lugares donde los indígenas son recibidos como profesores invitados en los programas interculturales, contrasta, “y se les paga y se les reconoce como un investigador”.

“Y los pueblos indígenas han hecho el mejor trabajo, cosas que vemos desde los zapatistas hasta no tan conocidas, pero que resisten”, agrega el investigador. “Pero las instituciones siguen con que la civilización son ellas, y tienen que llevar la luz hacia el otro. Entonces hay que estar denunciando y peleando”.

La denuncia pública es buena en tanto se catalogan ciertas actitudes como racismo, señala el estudioso, “lo que no quiere decir que quien cometa el acto sea mala persona, pero tiene una serie de prejuicio que son racistas. Es bueno que eso se hable y se cambie”.

Las sanciones se tienen que dar en gente que tiene cargos, pero hay otras situaciones, “y es que somos muy contradictorios”, insiste el biólogo. “Por ejemplo, se casa uno con una mujer morena, el niño no sale tan moreno y dicen, ay, qué bueno que salió clarito, pero finalmente él se casó con la morena. Son situaciones complejas, es difícil decir que sea racista pero sí tiene prejuicios en cuanto a que la piel clara es mejor que la morena. Sí son cosas que se deben denunciar desde diferentes ámbitos, catalogarlas como lo que son y denunciarlas.

Lo más importante, lanza Alicia Castellanos, comienza por “reconocer que el fenómeno existe, no tolerarlo, asumir que todos aprendimos a ser racistas, identificar y rechazar los actos de esa naturaleza y de ahí pasar a un trabajo o una intervención más articulada, de exigir al Estado y a los medios no contribuir a la reproducción del racismo”, finaliza.

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