Nuestro testimonio, nuestra tarea, nuestra evaluación

Colectivo Lectura de la realidad en el aula, pensar la práctica para transformarla Foto: Juantze

“Para cristal te quiero, espejo nunca”: EZLN

 

Somos un colectivo llamado Lectura de la realidad en el aula, pensar la práctica para transformarla que intenta y trabaja, desde las aulas de la UNAM, en la carrera de Pedagogía, por la construcción de la autonomía individual y colectiva en las prácticas educativas, tanto de l@s estudiantes como  de l@s docentes, construyendo relaciones cuya base sea la autonomía comunitaria, haciendo énfasis en la participación estudiantil. Nos pronunciamos en contra de una educación neutral (que ni es posible y oculta la dominación), por lo que asumimos nuestra posición política a favor de l@s desarrapados del mundo, en contra del sistema capitalista neoliberal impuesto en el mundo entero y en defensa de la educación pública. Nuestros sueños y utopías han encontrado su mayor horizonte de posibilidad en la lucha zapatista, y por ello ha sido importante traer el zapatismo a nuestras aulas.

A partir de lo anterior decidimos, como colectivo, enviar nuestra solicitud de invitación para ser estudiantes en la Escuelita “La libertad según l@s zapatistas”. Escribimos y fuimos invitad@s. Algun@s de nosotr@s iríamos en agosto, otr@s en diciembre-enero.

Fue mucha la alegría cuando recibimos la confirmación de nuestra inscripción con nuestras claves de registro, comenzaron las especulaciones: ¿Cómo será la escuelita? ¿Será que estaremos en un salón con pizarrón todo el día? No, vamos a ir a trabajar y así aprenderemos, ¿A qué caracol iremos? Si tu clave de registro comienza con una “I”  significa uno en número romano, por lo que nos tocará ir a “La Realidad”, ¿Y cuando regresemos, qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a compartir lo que hayamos aprendido?…

Días antes de salir múltiples emociones nos invadían. ¿Estaré o no estaré preparada? ¿Seré capaz de aprender lo que nos enseñen? ¿Voy con mi hija?, etcétera.

Tres de nosotr@s nos fuimos junt@s en camión desde el D.F., y dos más en avión (una con su hija). Quienes nos fuimos en camión estuvimos esperando varias horas para salir y fue largo el camino hasta San Cristóbal, la curiosidad y urgencia por llegar pronto hacía que el tiempo pasara aún más despacio… pero observábamos, nos observábamos, ¿Quiénes éramos l@s estudiantes de la escuelita? La mayoría éramos jóvenes, como decía el Sub en uno de los comunicados previos, daba gusto encontrarse con compañer@s que habíamos conocido con anterioridad, que nos reconocíamos como compañer@s en la lucha.

Finalmente llegamos a Oventic, el Caracol II de la “Resistencia y rebeldía por la humanidad”, llovía fuerte y después de un rato  (varias horas) en  que nos asignaban lugar donde quedarnos, finalmente entramos a la fiesta. Dejamos nuestras cosas y ¡a cenar! Todos los tiempos era motivos para platicar con quien estuviera junto de uno: ¿Cómo te llamas? ¿De dónde vienes? ¿Cómo supiste de la escuelita? ¿Cómo crees que vaya a funcionar? ¿Cómo será eso de l@s votan@s?… etcétera.

Recordamos en especial cuando vimos a Fernanda en ese Caracol, vestía con un suéter que usó desde el 94, nos dijo, su pelo, sus botas mojadas y sus ojos brillaban de alegría de saberse en territorio rebelde y ahí podernos abrazar.

Gracias Fernanda, por tu compromiso combativo, sincero, digno rebelde y por supuesto alegre.

Anocheció y comenzó entonces a bajar un río de mujeres, hombres y niños zapatistas hasta una cancha de básquetbol  donde poco a poco se fueron formando para dar inicio a una “ceremonia” muy otra.

Saludamos con la izquierda, y mirando a una bandera de México y a una del EZLN, entonamos el himno nacional y el zapatista: “Mexicanos al grito de guerra”…. “Ya se mira el horizonte”.

Es imposible explicar el sentimiento revolucionario y de dignidad que tal ceremonia conjuró aquella noche de celebración del nacimiento de los Caracoles. A la ceremonia le siguió el baile, toda la noche, a ritmo de banda que cantaba “¡Qué vivan los insurgentes!

Al día siguiente sábado, siguió la fiesta, nosotr@s nos adelantamos a San Cristóbal para ir al CIDECI, Universidad de la Tierra, donde había que registrarse. La lluvia seguía.

Al registrarnos nos fueron entregados nuestros libros de texto (que recibimos como se reciben los tesoros hermosos) y se nos dijo el Caracol al que iríamos: 4 de nosotr@s a Roberto Barrios y una (con su traviesa duenda-hija) a Oventik junto con las madres y padres con niñ@s.

El domingo fue el día de registro masivo de tod@s l@s estudiantes de la escuelita. La Universidad de la Tierra estaba repleta de gente que venía de todas partes del mundo, se escuchaban voces en inglés, francés, griego, con acento argentino, colombiano, entre otr@s.

A pesar de que nuestras lenguas, color de piel, edad, horarios, geografías y luchas eran distintas; nuestros dolores eran muy parecidos, pero también lo eran nuestros sueños y deseos. En cada plática, en cada mirada nos reconocíamos como iguales y nos percatábamos de la urgente necesidad de echar abajo los muros, tanto reales como simbólicos, que dividen nuestro mundo para reencontrarnos como herman@s.

Como nos tocó ir a uno de los Caracoles más lejanos, fuimos de los primer@s en salir (cerca de 300 personas) hacia Roberto Barrios, “Caracol que habla para todos”, ubicado en la zona norte de Chiapas, hacia Palenque, tardamos cerca de seis horas en llegar. Tiempo que aprovechamos para intercambiar nuestras diversas lecturas de la realidad, pues  en la camioneta que viajamos nos acompañaban compañeros y compañeras tanto de Brasil y Venezuela, como del norte y sur del país. L@s zapatistas cubrieron nuestros gastos de transporte y nos llevaron al caracol que nos correspondía en  camionetas de redilas, combis,  etcétera.

Algun@s de nosotros ya habíamos estado en territorio zapatista, habíamos conocido tanto Oventik como algunas comunidades de justamente el caracol al que ahora íbamos, Roberto Barrios, el Caracol   que habla para todos.

Al llegar, un camino de  cientos de mujeres, niños, niñas, abuelos, abuelas zapatistas con pasamontañas nos recibieron con consignas: ¡Zapata vive! ¡Vivan las comunidades zapatistas! ¡Vivan! ¡Vivan l@s estudiantes de la escuelita! ¡Vivan! ¡Vivan los caracoles! ¡Vivan! ¡Vivan las juntas de buen gobierno! ¡Vivan!

Cada ¡Vivan! que gritaban-gritábamos vivía, era presencia de dignidad que recorría la piel de tod@s los presentes, incluso de  las ceibas de profundas raíces que rodeaban el auditorio donde nos recibieron.

Las palabras no son suficientes para poder expresar lo que sentíamos con ese recibimiento tan impresionante, tan digno.

Después nos dieron a tod@s de cenar un plato de frijoles con tortillas y una deliciosa agua de naranja. Nos acomodaron también un lugar para dormir, en cada puerta una guardián y un guardián veló por nuestro sueño, todos y todas cupimos.

En  caso de querer ir al baño siempre un@ guardián zapatista nos acompañaba, nos preguntaba “Compañera, ¿Cómo te sientes aquí en el caracol?

Temprano por la mañana del lunes, l@s compañer@s ya no traían puestos sus pasamontañas. Nos indicaron que nos formáramos pues nos iba a ser asignad@ un guardi@n-votan@ que estaría acompañándonos a lo largo de nuestra estancia en territorio zapatista, en el marco de la escuelita. Dio alegría reconocer a niñ@s zapatistas que hace años conocimos y ahora verles jóvenes congruentes y comprometidos, guardianes de sus pueblos y de su lucha.

Como colectivo preferimos ir a diferentes comunidades y compartir nuestras experiencias.

“Mi votán@ se llama Valeria, tiene 20 años, primero nos saludamos un poco con pena y poco a poco nos fuimos  conociendo, nos fuimos platicando, me fue enseñando qué es la libertad según l@s zapatistas, yo le conté de cómo es la lucha y contra de qué donde yo vivo. Valeria y yo fuimos juntas al baño, desayunamos, comimos, dormimos, todo juntas.

 

Ella nació y ha crecido con la rebeldía de su familia, de su pueblo, de su EZLN. Ella está clara de que quiere seguir en la resistencia, de que  los pueblos zapatistas no se pueden rendir ante la guerra del mal gobierno que con intimidaciones y engaños busca que el EZLN se caiga.”

 

Después de que nos asignaron a cada quien a nuestr@ guardián@ nos sentamos en el auditorio donde sería la “Primera clase” donde l@s maestr@s del Caracol nos hablaron de lo que se trataban los cuatro libros de texto: gobierno autónomo, resistencia y participación de las mujeres. A la clase llegaron comandant@s del CCRIG CG, EZLN y las autoridades de la Junta de Buen Gobierno.

“Después de la clase, nuevamente en camionetas de redilas y combis nos llevaron a las comunidades donde estaríamos tres días, a la comunidad donde me tocó ir hicimos 6 horas en camioneta.

 

“La comunidad a donde fui pertenece al municipio autónomo Vicente Guerrero, colinda con Tabasco y con el río Usumacinta. Al llegar nos dieron la bienvenida y nos asignaron la familia con la cual nos quedaríamos mi guardian@ y yo, es decir, estuvimos en una familia que no es la de mi guardian@.

 

Al llegar con la familia zapatista que nos recibió, después de presentarnos nos bañamos y lavamos nuestra ropa. El agua fresca nos recibía también en ese territorio rebelde.

 

La congruencia entre el pensar, decir y hacer fue una de las primeras enseñanzas de l@s zapatistas que a cada momento nos demostraban que la resistencia comienza desde casa, por ejemplo con la asignación de tareas diarias. Si bien los hombres en su mayoría se ocupan de las tareas del campo y las mujeres de las tareas de la casa, no quiere decir que sean tareas exclusivas de cada género, es decir, cuando hay mucho trabajo en el campo las mujeres también participan, al igual que los hombres ayudan en casa, por ejemplo moliendo el maíz, lavando la ropa o cuidando de sus hij@s.

 

Los días comenzaban a las 4 de la mañana, nos levantábamos temprano para aprender a moler el maíz y echar tortilla, a colocar la tortilla en el centro de comal y voltearla hacia las orillas y al momento que se cociera lo suficiente voltearla para que le saliera su “panza”.

 

Después de hacer tortilla, Valeria y yo platicábamos, estudiábamos los libros. Ella me platicó de su madre partera, de sus 7 hermanos, todos en la resistencia. Me habló de su hermano promotor de educación que se preparó 10 años en el caracol. Las pláticas se veían después acompañadas por un poco de café y galletas.

 

Conocimos también, el trabajo colectivo de las mujeres: una panadería. Ahí estuvimos todo un día aprendiendo a a preparar el pan. Los trabajos colectivos son fundamentales en la organización, en cada comunidad hay algunos: trabajo colectivo de hortaliza, panadería, ganado, artesanía, café, miel, frijolar, zapatería, etc.

 

Por ejemplo, las mujeres con la cooperativa de pan, en la comunidad donde me quedé, llevan siete años trabajándola  y con ella han logrado comprar 7 cabezas de ganado (cada uno ha costado cerca de 6 000 pesos), a los toros los engordan, venden y vuelven a comprar, pero van logrando tener una ganancia que se usa y/o para la emergencia de salud de alguna familia y/o para sostener  los trabajos de las autoridades autónomas elegidas por los propios pueblos. Conocimos también el potrero donde tienen su ganado las compañeras junto con el de los compañeros. Ellos, los hombres son quienes se encargan de ver por el ganado, vacunarlo, ponerle su sal, limpiar el potrero, etc.

 

Además de hacer tortilla aprendí a preparar chaya, hierba mora, plátanos fritos, tamales de elote. Comimos pescado del río: chopin, topuch y bobo.

Comimos, trabajamos, limpiamos, platicamos.

Me trataron de enseñar chol.

Mucho, mucho platicamos.

 

Un día llegó un carro de policía municipal a la comunidad, sólo a hostigar, nos dijeron l@s compañer@s, le molesta al gobierno el trabajo de la escuelita. Más tarde supimos que hubo sobrevuelos de helicópteros en territorio zapatista. Debido a ello ya no conocimos la milpa, es riesgoso, nos dijeron y cuidaron l@s compañer@s zapatistas.

 

En la comunidad de Valeria llegó un programa de PROGRESA, y condicionó la entrega de dinero a las mujeres si se operan para ya no tener hij@s. Recién  a una joven operada le arrebataron la vida en el hospital.  La gente de la comunidad incluso habla de que cuando le regresaron el cuerpo a su familia ya no tenía ojos, pues en la clínica del mal gobierno habían tomado sin autorización órganos de su cuerpo. Valeria me lo platica indignada y reprocha que la gente se siga engañando con las limosnas del mal gobierno. Ella, como zapatista, dice que va a decidir cuando se case, cuántos hij@s quiere tener. Sabe que esa es decisión de ella y su pareja “porque los dos estamos en la lucha”, dice.

 

La libertad para l@s zapatistas, me dijo Valeria, son los trabajos colectivos, el gobierno autónomo, la resistencia, las clínicas y escuelas zapatistas. Ello agrega, que los pueblos sean los que decidan cómo quieren vivir es algo que no sólo puede quedarse en Chiapas, sino que lucha porque así pueda suceder en todo el mundo.

 

Otra compañera guardiana Salma, me dice, por eso yo quisiera desdoblarme, para ser promotora de salud, de educación, de comunicación, todo; pero las dos saben que necesitan prepararse más “para hacer grande su pensamiento” y poder decidir dónde van a trabajar más.

 

Carolina es el nombre de la compañera que nos recibió en su casa. Ella no habla español y yo no hablo chol, así que Valeria que si habla chol y español nos traducía una a la otra. Ahí nos sentábamos las tres en la orilla de la casa, viendo hacia el monte y platicábamos de cómo les gusta y consideran bueno el trabajo colectivo, pero también hablamos de cómo sale el sol y de cómo se mira el cielo en Nazareth, la comunidad donde estuve y el Ajusco, donde vivo con mi familia.

 

A cada rato tomábamos pozol, era fresco y hacía bastante calor. Ese pozol sabía sabroso y tod@s sabíamos que sabía también a territorio rebelde, a tierra recuperada, a dignidad defendida a libertad colectiva. No era maíz de un trabajo esclavo, sino de un trabajo desde la resistencia desde la posibilidad y el sueño de construir un otro mundo posible. “porque gracias a la organización colectiva zapatista, ya no vivimos explotados, ya vivimos con más justicia” decía Cristóbal, quien recibió a otra de las compañeras.

 

El último día en la comunidad nos hicieron fiesta a l@s estudiantes, y juntos, estudiantes, guardian@s, comunidad, celebramos la autonomía zapatista, el mundo hermoso que están construyendo.

 

La verdad hubo quien se cansó, que no entendía por qué “sólo hacer tortilla”, como si se tratara “sólo de eso”, pero allá en la comunidad un compañero zapatista nos dijo: nosotr@s preparamos la escuelita con mucho esfuerzo (L@s guardianes se prepararon como tales cerca de año y medio)  y la vemos como una siembra, ustedes son semillas, confiamos en que germinen.

 

Entre corridos zapatistas, chistes, comida, pláticas nos fuimos despidiendo con un compromiso, ser semillas que germinen.”

 

Finalmente nos llevaron al Caracol de vuelta, nos recibieron con comida, la mayoría de l@s estudiantes nos mirábamos y sabíamos que no éramos l@s mismo, que habíamos sido testigos, alumno@s, y teníamos ante nosotros una responsabilidad profunda para con la lucha de las comunidades zapatistas que es también la nuestra pues es el enemigo el mismo.

Ya de vuelta en el Caracol tuvo lugar una clase final donde l@s maestr@s de la zona resolvieron preguntas de l@s alumn@s.

Después hubo una fiesta cultural con  música, poesía, bailes y por la noche un baile con grupo en vivo que duró hasta las 3 de la mañana, hora en que partimos de vuelta hacia San Cristóbal. El despedirse sin saber si alguna vez volverás a ver a esas personas que tanto admiras y que te enseñaron tanto en tan pocos días, fue algo muy difícil, para hacerlo menos complicado la naturaleza nos dijo adiós con un cielo repleto de miles de estrellas, de esas que brillan tanto como los zapatistas.

De regreso a San Cristóbal nos encontramos algun@s con nuestras familias, con otr@s amigos, etcétera. Era un río de experiencias que ansiaban ser compartidas.  El darnos cuenta que el EZLN es una utopía hecha realidad  nos da más fuerza para seguir caminando y seguir construyendo ese mundo donde quepan todos los mundos.

En CIDECI, al regresar de la escuelita tuvo además lugar la Cátedra Tata Juan Chávez, convocada por el EZLN y organizaciones indígenas, a donde llegaron 300 delegados de pueblos indígenas de todo el país a denunciar el desppojo acelerado que se perpetra contra sus pueblos y territorio y donde compartieron también el testimonio de la resistencia que hacen para impedirlo. El rostro de un país lastimado, lacerado por la imposición de un sistema que mercantiliza la vida y la dignidad de las personas, de los pueblos se presentó con fuerza ante miles de personas y pueblos de todo el país y el mundo.

La realidad del despojo, explotación, desprecio y represión capitalista duele, pero la escuelita de la “Libertad según los zapatistas” también es una siembra de esperanza, profundas son las enseñanzas de miles de jóvenes guardian@s y familias zapatistas que nos mostraron la posibilidad de un mondo donde los pueblos decidan y hagan su propia historia,

La lucha zapatista es grande, hermosa y digna,

es casa de la resistencia y la rebeldía

es puente de respeto y organización.

Es también nuestro horizonte y utopía.

Colectivo Lectura de la realidad en el aula

Pensar la práctica para transformarla

octubre de 2013

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de Geografía   méxico   Reportajes   Reportajes México  

Dejar una Respuesta