“No nos van a rendir”, madres de hijos desaparecidos

Gloria Muñoz Ramírez Foto: Clayton Conn

México, DF.  Desde el 12 de abril del 2012 recorre las estaciones del Metro portando una camiseta con la foto de Miranda, su hija de 13 años desaparecida. Volantea y carga una manta con los datos de la adolescente. La sacan del Metro y ella regresa. Le impiden pegar carteles y ella los pega. “Creen que me voy a cansar”, dice con esa mezcla de tristeza y fortaleza que tienen las madres con hijos e hijas desparecidas. “Pero así quiten su foto 20 mil veces, 20 mil veces la voy a pegar. No me van a rendir”.

Este 10 de mayo, Día de las Madres, Aracely González, de 36 años de edad, marchó por las calles de la ciudad de México junto a centenas de mujeres que, como ella, tienen uno, dos o más hijos desaparecidos; o cuatro, como María Herrera Magdaleno, de Pajacuarán, Michoacán, comunidad  a la que faltan 40 de sus pobladores.

Son ellas, las madres, las que reclaman a sus hijos sin rendirse. Tocan todas las puertas, se convierten en investigadoras y hacen el trabajo que tendría que hacer el ministerio público. Lloran, y mucho, pero no se quedan en sus casas a esperar a que las autoridades les entreguen a sus hijos reportados como desaparecidos.

Del Monumento a la Madre al Ángel de la Independencia gritan su rabia y su dolor. Muchos de los transeúntes  ni siquiera voltean a verlas; o les tocan el claxon para que aprieten el ritmo. Muchos otros se solidarizan, les gritan palabras de apoyo y hasta flores les acercan. Son mujeres de todas las generaciones. Madres de migrantes centroamericanos a los que les perdieron la huella en el camino; de hombres y mujeres desaparecidos dentro de la mal llamada guerra contra el narco; de mujeres secuestradas; de niños y niñas que no volvieron de la escuela.

Carmen, Elizabeth, María, Aracely y Consuelo han tocado todas las puertas. Pasaron del ministerio público a la Procuraduría General de la República. Atravesaron todas las burocracias con paciencia infinita sin escatimar ningún esfuerzo. Las cinco coinciden en que tienen esperanza. Las cinco han encontrado en organizaciones y colectivos independientes el apoyo y el acompañamiento que les niegan las instancias gubernamentales. Las cinco apelan a la sociedad civil a que las ayude y a que la indiferencia no se apodere de quien no ha sido víctima de la desaparición de un familiar.

“Yo era una mamá que no se preocupaba de las demás madres. Cuando veía a alguna con su pancarta buscando a su hija, yo decía ‘ésa se ha de haber ido con el novio’. Jamás me imaginé que a mí me tocaría. Hoy digo: ojalá que nadie más tenga que vivir este sufrimiento. Que Dios no le dé a nadie este dolor tan grande. Muchas veces quisiera morir, pero no se puede porque entonces me digo ‘y quién va a buscar a mi hija’. El mismo dolor te levanta”, dice Aracely en las escalinatas de El Ángel de la Independencia. Ella, como el resto, no niega una entrevista. Al contrario, todas quieren hablar, buscan un espacio para difundir su historia, y reclaman con justeza la indiferencia de los medios.

La “Segunda Marcha de la Dignidad Nacional. Madres buscando a sus hijos e hijas, y buscando la justicia”, fue convocada por diversos organismos y colectivos independientes que exigen la aparición con vida de sus familiares. “Si los datos oficiales señalan que hay 26 mil desaparecidos, imagínese la cifra real”, dice Carmen, originaria de  Matamoros, Coahuila, madre de Armando y hermana de Pedro Ramírez, ambos desaparecidos el 12 de mayo de 2008.

“Las autoridades dicen que los van a buscar, pero no hacen nada. No hay respuestas para nosotras”, dice Carmen. “No es lo mismo tener un hijo muerto que desaparecido. No es lo mismo tener una tumba que no tener nada. Cuando están desaparecidos no sabes si comen, si les están haciendo algo malo, si pasan frío o hambre, y tu corazón no encuentra calma, pues la incertidumbre es terrible”.

Rocío Uribe es madre de María Fernanda, desaparecida el 19 de abril de 2012, al salir de la escuela secundaria Benito Juárez, de Naucalpan. “Este diez de mayo, como desde el día que no la veo, no siento nada. Como si no hubiera vida. Hay tristeza y desesperación, pero también tiene que haber esperanza y fe. Tengo ganas de un día volver a reír, de volver a ser como antes. Quiero a mi hija”.

También marchan padres, hijos o hermanos de mujeres y hombres desaparecidos. Pero la enorme mayoría son mujeres, y una gran parte mamás. Y no sólo porque sea su día. “No sabemos cómo podemos soportar tanto dolor, pero la esperanza de volver a verlos lo puede todo. Ayúdenos por favor”, grita una madre hondureña que busca a su hijo migrante.

El obispo Raúl Vera acompaña a las madres. En su discurso revienta contra la impunidad e increpa a los gobiernos y a los partidos políticos. “No les creemos”, les dice, “mientras no veamos un proceso de justicia comprometido, mientras no recuperemos a los desaparecidos y mientras no se juzgue a los culpables. Hasta cuándo van a  seguir poniendo a su pacto de impunidad, la máscara de un pacto por México”. Y remata: “el gobierno federal está negociando con políticos que tienen vínculos con el crimen organizado”.

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