“No existe la justicia”: Silvia Rosales, esposa de un electricista preso

Adazahira Chávez

México, DF. “Esto es una agonía”, resume Silvia Rosales, esposa del electricista Hugo Medina Rodríguez, al hablar del proceso legal que llevan su esposo y nueve sindicalistas más en el Reclusorio Oriente de la Ciudad de México. Se prevé que la resolución del caso, que está en fase de conclusiones, llegue en enero de 2013, casi dos años después de que fueron apresados.

El proceso, lleno de retrasos y costos económicos y afectivos para las familias, inició el 11 de abril de 2011, cuando 11 integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) fueron detenidos en una concentración para protestar por la extinción de la paraestatal Luz y Fuerza del Centro, que acabó en una golpiza y quema de autos, atribuidas a los sindicalistas por las autoridades.

“Hugo llegaba apenas a la concentración cuando ya había autos quemados y golpes; él se quedó parado y lo agarraron”, relata su esposa, “nosotros no estábamos haciendo nada, hasta estábamos echándonos un cigarrito con los policías, pero llegó otro agrupamiento de policías a madrearnos”, recuerda un smeíta que estuvo presente ese día. “Los policías le pegaron parejo a los compañeros, hombres, mujeres y niños. Era un ataque preparado y lo que hicimos fueron algunas barricadas, pero venían ya unos diez camiones y no pudimos hacer nada”.

“Nosotros ya aprendimos que no hay justicia”

El proceso legal ha sido lento, “lleno de excusas y retrasos; suspenden audiencias porque no llegan los policías ni los de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para que declaren; o como nuestros compañeros deben declarar en el Reclusorio Norte, dicen que se les olvida trasladarlos, o los llevan muy tarde y ya no se hace”, señala Silvia. Las acusaciones que pesan sobre los diez presos son motín, daños en propiedad privada, robo agravado y pandillerismo, que son delitos federales. Un aprehendido más, Gabriel Blas, de 72 años, fue liberado debido a su estado de salud.

Silvia denuncia que a las pruebas aportadas por los familiares no les hacen caso, y que las pruebas y acusaciones que presentan los acusadores son ridículas. “Presentaron una laptop que dicen que se robaron, pero no saben ni siquiera cuánto cuesta”, menciona Silvia, “y lo acusan de haber golpeado al chico de la CFE, pero eso no es cierto”. A Blas, con todo y su edad, “lo acusaron de darle unas patadas de ninja a una persona, en la cabeza o en el pecho, arriba de una camioneta Ford Lobo, imagínate”, relata el otro integrante del sindicato.

Después de que el gobierno federal decretara en octubre de 2009 la extinción de Luz y Fuerza del Centro, dejando sin empleo a más de 40 mil trabajadores, el SME logró una resolución judicial que obligaría a la CFE a fungir como patrón sustituto de los electricistas que no aceptaron la liquidación.

Pero aparte de esta victoria, la justicia aún tiene pendiente esta cuenta con el sindicato y los familiares de los presos. “No existe justicia, ya lo aprendimos”, declara Silvia, que le envía un mensaje a las autoridades que llevan el caso: que aprendan a hacer su trabajo.

Los costos de la cárcel

Para la familia de Silvia y Hugo, que tienen cuatro hijas y un hijo, el encarcelamiento tiene altos costos económicos y afectivos. Además de que Hugo no cuenta con su sueldo, gastan unos 10 mil pesos al mes en la reclusión porque “todo cuesta; hay que pagar desde que entras, para que te hagan la revisión las custodias, para que te dejen pasar la comida, porque siempre encuentran excusas, que si no traes algo bien puesto, y hasta cuando llegas adentro, a los otros presos que te llevan la bolsa y pues, ¿qué les dices?”, cuenta Silvia. Además, dentro de la prisión “también todo se paga, hasta el pase de lista”.

“Nos quitaron de la noche a la mañana al único hombre de la casa; esto ha sido una agonía tremenda, y todas somos muy sensibles”, expone la esposa del preso, “y además pagamos renta, así que imagínate”. Para ayudarse en los gastos, Hugo elabora artesanías dentro de la prisión, que luego Silvia vende.

El ánimo de Hugo es fuerte porque se mantiene al tanto de su sindicato “y además está lleno de espiritualidad”, señala Silvia, aunque reconoce que a veces él le llama llorando y le dice que ya quiere estar con ella; “pero es un rato y después se levanta; la que más cae soy yo”.

Para los familiares, recuerda Silvia, lo más duro ha sido ver a los electricistas esposados y encadenados en un traslado, “como si fueran animales; todas las familias gritábamos y llorábamos”. También lo fue la navidad que pasó Hugo en la cárcel, “fue muy, muy triste”, dice su esposa. La solidaridad Desde que apresaron a su esposo, Silvia lo visita tres veces a la semana. Ahí se encuentra con las familias de otros electricistas presos, comparten los alimentos y se “encargan” a los presos cuando alguna esposa no puede ir. “Las familias nunca los dejan solos, y al principio hasta entrábamos todos juntos porque nos daba miedo la cárcel”, recuerda Silvia.

La comunicación con sus compañeros de sindicato es un “alimento” para mantener el ánimo de Hugo, cuenta Silvia, justo mientras el preso habla acaloradamente por teléfono con otro smeíta sobre las últimas noticias referentes a la posible reinstalación de los electricistas despedidos. “Cuando me habla yo lo comunico con quien esté alrededor, aunque no se conozcan”, dice Silvia con una sonrisa.

Los electricistas en resistencia se han convertido en el sostén de esta familia. “A mí me han cobijado mucho los compañeros del sindicato, he hecho muchas amistades”, relata Silvia.“Él me dejó un legado; yo antes andaba con él en las marchas –él siempre andaba con su puño- aunque no entendía nada, pero a raíz de que les extinguieron el trabajo yo anduve de su mano. Luego a él lo detienen y yo dije, ahora me toca a mí. Así siento que estamos juntos”.

Los electricistas –“mi nueva familia, mis hermanas”, les llama Silvia- le preguntan si cuando salga Hugo lo va a detener en su casa para que ya no vaya a las movilizaciones. Y Silvia responde: “La vida de Hugo es el sindicato, y ahora es la mía también; el compromiso es éste”.

Publicado el 7 de enero de 2013

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