Nada es igual que antes

Gloria Muñoz Ramírez

Agosto es mes de celebraciones y aniversarios zapatistas. En éste, las comunidades en resistencia celebran la primera década de la formalización de su autonomía y la instalación de las Juntas de Buen Gobierno, aunque este proceso no inició en el 2003; ni siquiera el 19 de diciembre de 1994, cuando dieron a conocer la nueva demarcación municipal en los territorios en los que tienen presencia, sino desde los años anteriores a la guerra, con la puesta en marcha de clínicas de salud y espacios educativos en las comunidades en las que los pueblos recibieron a los primeros guerrilleros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)

«Las dificultades no terminan, como que no acabamos… Lo que más sentimos es que tenemos mucha responsabilidad. A veces sentimos que se nos viene el mundo encima, porque es difícil gobernar, sobre todo si se manda obedeciendo y no tenemos recursos. A veces pensamos que somos como adictos a los problemas, o sea, que parece como que nos gustan, pero ahí vamos aprendiendo a resolverlos», señalaron hace nueve años los primeros integrantes de la Junta de Buen Gobierno de La Realidad.

Y seguramente siguen sintiendo que el mundo se les viene encima. Los problemas no terminan cuando se construye nada menos que otra forma de vivir, de ver el mundo, de relacionarse con los demás de dentro y de fuera. Cuando se levanta, ladrillo por ladrillo, una experiencia de autogobierno sin precedentes en el mundo, anticapitalista, donde el mundo del mercado no tiene sentido y sí el de las relaciones colectivas y comunitarias.

Al cabo de su primer año de trabajo, en el verano del 2004, las autoridades autónomas del Caracol de Oventik dijeron: «vemos que tenemos capacidad para gobernar, para trabajar, ver y conocer los problemas. Hemos aprendido a no caer en provocaciones, ni del gobierno ni de los partidos. La experiencia nos enseña que el que levanta primero la mano pierde por la vía política. Nosotros tenemos la idea de resistir por la vía pacífica, aunque también sabemos defendernos».

En todo este año, explicaron, «lo que más aprendimos fue a negociar, aprendimos a coordinar el trabajo de la junta con los municipios autónomos. Reconocemos que no podríamos solos, sin el apoyo de la sociedad civil nacional e internacional. Trabajamos de lunes a domingo las 24 horas del día y ni así nos alcanza para atender todo, pero ahí vamos aprendiendo. Obedeciendo y cumpliendo. No es fácil. Nada es fácil».

El reconocimiento de las dificultades es muy zapatista. No se trata de que parezca sencillo esto de decidir su propio destino, sino de plasmar logros y retos de manera sencilla y honesta. Los cargos, muy diferentes a los institucionales, son una responsabilidad y no el logro de un funcionario que al ser elegido se gana la lotería. «El pueblo nos eligió como personas honestas y ahora tenemos el compromiso. No tenemos periodo fijo, o sea que en cuanto el pueblo diga que no servimos, pues nos saca y pone a otros. Soñamos con que un día se reconozca nuestro derecho, que haya un cambio total no sólo con los indígenas, sino con todos los pobres del mundo. Esto no se termina. Por ahí nacen otros que tampoco piden permiso para construir su camino. Eso es lo que soñamos».

La autonomía es un proceso que, explicaron en su momento, «viene de nuestra historia, de nuestras propias costumbres, de nuestro sistema de justicia, de nuestros cultivos… Un proceso que es como caminar solo. Nosotros de por sí sabemos caminar, aunque podemos tener errores, pero son de nosotros esos errores y no de otros que nos los imponen».

Este es el festejo de esta semana. Diez años de la formalización de un trabajo que lleva más de 20. La celebración de una de las aportaciones más importantes del EZLN al mundo de la resistencia, en donde «los pueblos aprenden a mandar y a vigilar nuestro trabajo y nosotros aprendemos a obedecer. Así trabajamos nosotros», explicaron las autoridades autónomas del Caracol de Morelia en el reportaje Chiapas, la resistencia, publicado en La Jornada,  en ocasión de su primer aniversario.

El trabajo no cesa. «Nos falta mucho y a ratos parece que más que al principio, pero estamos contentos mientras tengamos vida. Nada es igual que antes». Dijeron, entonces, orgullosos como ahora.

A continuación se reproduce la serie de reportajes «Chiapas, la resistencia», publicados el 19 de septiembre del 2004, en ocasión del primer aniversario de las Juntas de Buen Gobierno.

 

 

Caracol I

La Realidad

El caracol de La Realidad, el primer espacio construido por los zapatistas para organizar su autonomía, festeja aún su primer aniversario. Las lluvias están en pleno apogeo, el lodo empieza a ganarle a los caminos, se terminaron los elotes y los indígenas ya han empezado a doblar la siembra de maíz. Quizás no hay menos hambre que antes, la situación es difícil en estas tierras de la selva, pero un recorrido por la zona permite ver y oler algo que hace 10 años, cuando los reporteros nos internábamos por primera vez en este territorio, simplemente no existía.

En la entrada a este emblemático lugar que alberga a la junta de buen gobierno Hacia la esperanza, hay una pequeña clínica de madera pintada de verde con decenas de personas formadas a su alrededor. Unas cartulinas blancas anuncian, además de los diferentes métodos anticonceptivos, una campaña de vacunación infantil y para adultos. «Estamos combatiendo la difteria y el tétanos», dice, orgulloso, el promotor de salud encargado, un indígena de mediana edad que lleva el registro de cada una de las personas atendidas. En la fila, las mujeres portan en la mano la tarjeta de vacunación autónoma de sus niños.

«Desde antes de nuestro levantamiento -afirma en entrevista Doroteo, miembro de la junta de buen gobierno- los pueblos zapatistas empezamos a organizar nuestra salud, porque de por sí la salud es una de las principales demandas de nuestra lucha, porque la necesitamos para vivir y nuestra lucha es por la vida.»

Aquí, en el caracol Madre de los caracoles del mar de nuestros sueños, famoso en el mundo de la resistencia porque en 1996 la lucha antiglobalización tuvo en este mismo lugar uno de sus momentos fundacionales, el logro en salud más reciente es la puesta en marcha de un quirófano. Lo tenían desde hace tres años sin utilizar por la ausencia de médicos y, reconocen, por la falta de organización de los cuatro municipios autónomos de la región: San Pedro de Michoacán, General Emiliano Zapata, Libertad de los Pueblos Mayas y Tierra y Libertad.

«Acaban de operar a dos hombres, uno de la hernia y otro de un tumor, y a una mujer le quitaron un quiste y hasta le hicieron la salpingo. O sea que ya operamos en esta zona zapatista», afirma Doroteo, mientras la indígena recién operada, de paso por elcaracol, se recupera visiblemente. ¿Cuántas mujeres indígenas con un quiste esperan en esta zona una operación? La respuesta seguramente es preocupante pero, como dicen por acá, «ya se empezó».

La salud es uno de los rubros con avances más palpables en el territorio zapatista. En esta zona selvática, frontera con Guatemala, no sin problemas y obstáculos, unos internos y otros externos, se multiplican las campañas de medicina preventiva. La limpieza de las letrinas con cal, por ejemplo, es revisada semanalmente por una comisión de salud en muchas comunidades, aunque, reconocen, hay otras que «todavía no entienden la importancia de la limpieza, hay que explicar que la salud es lo más grande que te puede dar la lucha, lo más preciado pues.»

Esta zona cuenta con uno de los dos grandes hospitales autónomos que existen en todo el territorio rebelde. Se trata del hospital La primera esperanza de los sin rostro de Pedro, en honor del subcomandante Pedro, muerto en combate el primero de enero de 1994, mando y compañero de los habitantes de estos pueblos.

En la comunidad de San José del Río, separado por un puente del poblado y en medio de una gran vegetación, aparece el hospital que beneficia a cuatro municipios autónomos pero que, como todo proyecto en resistencia, ha costado más de un problema a las comunidades zapatistas. Cuentan que costó mucho trabajo organizar los turnos de los miles de indígenas bases de apoyo que durante tres años participaron en su construcción; reconocen que han enfrentado muchos problemas para echarlo a andar; que no tienen ni han tenido médicos de planta; que apenas inauguraron el área de quirófano; que una vez lo tuvieron que cerrar todo un mes; que se gastaron mucho dinero en el apoyo a promotores, y un largo etcétera de obstáculos predecibles y problemas inimaginables.

El hospital existe y, quién lo dijera, compite ahora con el gran hospital gubernamental de Guadalupe Tepeyac, inaugurado en 1993, justo antes del alzamiento, por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. Este aparatoso elefante blanco fue temporalmente administrado por la Cruz Roja Internacional, hasta que el 9 de febrero de 1995 fue escandalosamente tomado por el Ejército Mexicano (sin que la institución de Ginebra hiciera nada), para ser entregado posteriormente al sector oficial de salud.

En el hospital de Guadalupe Tepeyac, cuentan las bases de apoyo, «a veces no nos quieren dar atención si decimos que somos zapatistas, o nos hacen muchas preguntas para conocer de nuestra organización, o nos tratan como de por sí nos trata el gobierno, o sea, con desprecio, como de por sí tratan a los indígenas. Por eso no queremos ir, y ahora hasta los priístas prefieren ir a nuestro hospital o a nuestras microclínicas, porque ahí se atiende a todos, zapatistas o no, y se les trata con respeto, como humanos, pues».

Es común encontrarse a priístas o miembros de otras organizaciones en el hospital autónomo. Han dejado de ir al enorme hospital de Guadalupe Tepeyac, porque «como indígenas a ellos también los tratan muy mal o les dicen que no hay medicina». En las clínicas autónomas los que no son zapatistas sólo pagan 10 pesos la consulta, y «si tenemos medicina donada, pues se las regalamos, y si sólo tenemos comprada pues pagan el costo. Nosotros no hacemos negocio con la salud», afirma Doroteo.

El reto de atender la salud no sólo de las bases de apoyo, sino de todos los habitantes de las regiones donde tienen presencia, es de gigantes proporciones. Los integrantes de lajunta afirman: «Nos falta mucho trabajo porque es muy grande la necesidad, a veces parece que falta mucho más, se siente que falta el doble, pero otras veces se siente que ahí vamos».

El hospital de San José también es una escuela de promotores y promotoras de salud. Se construyó con el apoyo de una organización italiana y cuenta también con consultorios dental y de herbolaria, laboratorio clínico, y hasta una planta de luz. Además, existen tres clínicas municipales, una en el municipio autónomo Tierra y Libertad, otra en Libertad de los Pueblos Mayas y una más en San Pedro de Michoacán.

En toda esta zona hay actualmente 118 promotores y promotoras de salud atendiendo las enfermedades primarias en el mismo número de casas de salud comunitarias. Tanto en el hospital central La primera esperanza de los sin rostro de Pedro, como en las tres clínicas municipales y en las más de cien casas de salud, se ofrece consulta gratuita a las bases de apoyo y, cuando hay, medicina gratuita.

«Hasta hace unos meses -explican los encargados de la salud- el hospital funcionaba con promotores de salud de los pueblos, que recibían un apoyo económico de los cuatro municipios autónomos. Se apoyaba con 800 pesos al mes a cada uno por estar de tiempo completo en el hospital. En total se gastaron más de 100 mil pesos en esos apoyos durante tres años. El dinero salió de un proyecto de bodegas de abastecimiento que tenemos en la zona. Pero ahora, ya con la junta, decidimos hacer un llamado a los pueblos para conseguir voluntarios de tiempo completo que cuiden de la salud del pueblo en el hospital. Respondieron al llamado tres hombres y tres mujeres, que dejaron sus pueblos y sus familias y ya están trabajando como internos. La junta los apoya con su alimentación, con su pasaje, su zapato y su vestido. Les compramos sus playeras y lo que les haga falta, pero no se les da un sueldo o apoyo económico. Ellos y ellas están conscientes de que están trabajando para su pueblo y están aprovechando la oportunidad de capacitarse y de aprender muchas cosas de la salud.»

Parteras, hueseras y yerberas  fortalecen la medicina tradicional

En un costado del caracol de La Realidad se aprecia la construcción casi lista de un nuevo espacio. Se trata de un laboratorio de herbolaria y casa de alimentos conservados, que se une a un proyecto de salud que es el orgullo de esta zona: la capacitación de más de 300 mujeres yerberas, hueseras y parteras.

«Este sueño -explican- empezó cuando nos dimos cuenta que se estaba perdiendo el conocimiento de nuestros ancianos y nuestras ancianas. Ellos y ellas saben curar el hueso o las torceduras, saben el uso de las hierbas, saben atender el parto de las mujeres, pero toda esa tradición se estaba perdiendo con el uso de las medicinas de farmacia. Entonces hicimos acuerdo entre los pueblos y llamamos a todos los hombres y mujeres que saben de curación tradicional. No fue fácil esta convocatoria. Muchos compañeros y compañeras al principio no querían compartir su conocimiento, decían que era un don que no puede traspasarse porque es algo que ya se trae adentro. Entonces se dio la concientización en los pueblos, las pláticas de nuestras autoridades de salud, y se logró que muchos cambiaran su modo y se decidieran a participar en los cursos. Fueron como 20 hombres y mujeres, gente grande de nuestros pueblos, que se decidieron como maestros de la salud tradicional y se apuntaron como 350 alumnas, la gran mayoría compañeras. Ahora se han multiplicado las parteras, las hueseras y las yerberas en nuestros pueblos.»

El nuevo laboratorio de herbolaria también guarda una historia: «Sucedió que un futbolista italiano que murió dejó su herencia para que se construyera una cancha de futbol en un pueblo zapatista. Esta cancha sólo iba a beneficiar al pueblo de Guadalupe Tepeyac, por eso nosotros hablamos con todo el pueblo y le explicamos que había otras necesidades más urgentes para beneficio de todos los pueblos, tal como un espacio para que trabajen las compañeras que se dedican a la salud tradicional. El pueblo de por sí entendió y dijo que estaba bien, que era justo destinar el dinero a la salud de todos; el segundo paso fue hablar con los donadores y ellos al principio no querían que se usara el dinero para otra cosa, pero después dijeron que estaba bien».

Más de 300 promotores de educación  dan clases en sus pueblos

Otro rubro en el que se trabaja contra viento y marea, venciendo las inercias internas y las campañas gubernamentales de contrainsurgencia, es la educación: «Para nosotros, la educación de nuestros hijos es la base de nuestra resistencia. Ha servido mucho en los pueblos, y nació la idea porque la mayoría de nosotros no tuvimos educación o si la tuvimos fue muy mala en la escuela oficial. No había escuelas en las comunidades y cuando había una pues no tenía maestro, y si tenía maestro pues no se presentaba y entonces no había clases. Así era antes», explican las autoridades autónomas de esta región.

En 1997 empezaron a elaborar sus planes y programas de estudio, y siete años después cuentan ya con tres generaciones de promotores de educación capacitados para impartir clases en sus pueblos. «En nuestras escuelas se enseña la historia de México, pero la historia real, lo que ha pasado con los luchadores de este país. También se enseña a los niños y niñas sobre nuestra lucha zapatista, que es la lucha del pueblo», afirma Fidel, promotor de educación.

«La mayoría de los pueblos ya cuentan con sus promotores de educación, sólo nos faltan 30 comunidades y completamos todos los pueblos de los cuatro municipios», señala por su parte la junta de buen gobierno.

En esta región, exactamente aquí en La Realidad, se organizó por primera vez la educación autónoma zapatista en 1997. En 1999 y 2001 se capacitaron otros dos grupos de promotores, logrando preparar a más de 300 indígenas para dar clases en sus pueblos. Sin embargo, comentan los representantes de la junta, «tenemos el problema de que algunos promotores solteros se nos desaniman cuando se casan, o porque no los apoya mucho su pueblo, o hay algunos que se van a trabajar a Estados Unidos. Esto ya lo estamos viendo cómo resolverlo, porque de por sí existe deserción de promotores».

En estos momentos, mientras se realiza la entrevista con la junta, se lleva a cabo en La Realidad un curso de nivelación con más 70 promotores y promotoras. «Los que ves ahorita que andan por el caracol están tomando un curso que se necesita para que se nivelen los conocimientos, que se emparejen, pues, para después pasar a un segundo nivel de capacitación, algo así como la secundaria, pero aquí no le vamos a llamar así», explica Doroteo.

En los cuatro municipios rebeldes de la zona selva fronteriza existen 42 nuevas escuelas comunitarias: 10 en el municipio Libertad de los Pueblos Mayas; cuatro en General Emiliano Zapata; 20 en San Pedro de Michoacán y ocho en Tierra y Libertad. Las escuelas son de piso de cemento, techo de lámina y paredes de madera. Todas tienen su pizarrón, mesabancos, la bandera de México y, por supuesto, la zapatista, y hay algunas que cuentan con grabadoras y otros utensilios didácticos.

Para atender la educación en las 30 comunidades en las que hace falta promotor, la junta de buen gobierno citará próximamente a los responsables «para concientizarlos de la importancia de este trabajo. Nosotros no obligamos, se trata de que los pueblos entiendan la importancia y lo apliquen en sus pueblos porque están convencidos de que sirve».

La mayor parte de las comunidades en esta región tienen dos escuelas, una oficial y otra autónoma, y los zapatistas afirman que en sus escuelas «nuestros niños aprenden a leer y a escribir primero, y como que son más conscientes. No le echamos la culpa a los maestros oficiales, pero es que ellos abandonan mucho sus clases porque dicen que seguido tienen reuniones, y nuestros promotores de por sí no tienen descanso ni tienen sueldo».

Sólo una mujer forma parte  del gobierno autónomo

La junta de buen gobierno Hacia la esperanza está integrada por siete hombres y una sola mujer. Tres de los cuatro concejos autónomos no tienen ni una mujer y sólo el municipio autónomo Tierra y Libertad tiene una integrante.

Por otra parte, de los más de 100 promotores de educación, sólo seis son mujeres (cinco del municipio autónomo Tierra y Libertad y una de San Pedro de Michoacán). Los otros dos municipios de esta zona, General Emiliano Zapata y Libertad de los Pueblos Mayas, no tienen ni una mujer responsable de la educación.

En el terreno de la salud la suerte no es mejor para las mujeres. Existen únicamente siete promotoras en los cuatro municipios, cinco de Libertad de los Pueblos Mayas y dos en Tierra y Libertad.

«Estamos conscientes -reconoce la junta- de que en esta zona todavía es muy poca la participación de las mujeres, pero también vemos un pequeño avance, pues antes ni pensarlo que una sola mujer participara. Nos falta mucho, pero debe empezar el cambio desde la familia.

«Nosotros -afirman- como junta de buen gobierno tenemos que hacer más trabajo político en los pueblos, con las familias de las compañeras. Desgraciadamente todavía está en la cabeza de muchos que sus hijas si salen de su pueblo pueden hacer alguna chingadera. Eso todavía existe. Por eso se tiene que fortalecer la plática y el trabajo. Nosotros aquí, en la junta, tenemos a una compañera y ella anda con nosotros para todos lados y nunca hemos tenido problema porque nosotros la respetamos a ella y ella nos respeta a nosotros. Muchos hombres de los pueblos todavía piensan que las mujeres pueden meterse en problemas si se van a trabajar con hombres, pero esto no es así. Entonces, pues, tenemos que concienciar más a los esposos y a los padres, ellos tienen que meterse en la cabeza que los hombres y mujeres tenemos los mismos derechos.»

Combatir el coyotaje, otro reto

En la comunidad Veracruz, los zapatistas operan una bodega de abastecimiento para atender a cientos de tienditas comunitarias, zapatistas y no zapatistas. La bodega Para todos todo sirve para que los tenderos de los pueblos ahorren el pasaje para surtirse en Margaritas o en Comitán. A partir del éxito comercial del local, otra bodega de abastecimiento se levantó en el pueblo de Betania y una más en Playa Azul. Estas bodegas surten a toda la zona y comercializan aceite, jabón, sal, azúcar y también frijol, maíz y café de los pueblos.

Durante tres años y medio las ganancias de la bodega de Veracruz se usaron para apoyar económicamente a los promotores de salud que atendían el hospital central. Fueron cien mil 641 pesos los que se utilizaron para este rubro. Las ganancias, explica la junta, también sirvieron para apoyar los pasajes de los concejos Autónomos y algunos otros movimientos de la organización. En total se gastaron 116 mil 614 pesos en apoyos diversos.

En estas mismas bodegas se comercializa el maíz que compra la junta de buen gobierno, dentro de un proyecto que surgió para combatir a los intermediarios (coyotes) que compran el maíz a precios ofensivos y lo venden más caro. La ganancia de la venta es para el trabajo de la junta y de los cuatro municipios autónomos de la región.

«Este primer año compramos más de 500 bultos de maíz, como 44 toneladas. Ya vendimos la mitad, y el resto lo tenemos embodegado y lo estamos comercializando inclusive hasta la costa», señala Doroteo.

En el espacio del caracol, justo frente a la oficina de la junta, un gran torton rojo espera estacionado. Se trata del Chómpiras, un camión de reciente adquisición que la junta utiliza para la comercialización de sus productos. El Chómpiras recorre la selva y viaja hasta la costa y Los Altos a distribuir los productos. También tienen un camión de pasajeros que viaja de Margaritas a San Quintín, cuya primera ganancia se invirtió en una tienda de abarrotes regional.

«Las dificultades no terminan, como que no acabamos… Bueno, pero ahora hasta Internet tenemos, y ya lo aprendimos a usar para manejar directamente nuestra comunicación. Lo que más sentimos es que tenemos mucha responsabilidad. A veces sentimos que se nos viene el mundo encima, porque es difícil gobernar, sobre todo si se manda obedeciendo y no tenemos recursos. A veces pensamos que somos como adictos a los problemas, o sea, que parece como que nos gustan, pero ahí vamos aprendiendo a resolverlos», finalizan los tres miembros de la junta de buen gobierno entrevistados.

Caracol II

Oventic

Es pleno verano y el amanecer y atardecer en Oventic es acompañado por una espesa y fría neblina que cubre totalmente alcaracol II de la zona de Los Altos. Lugar de zapatistas tzotziles. Región rebelde de pobreza y marginación extremas. La más visitada de todo el territorio zapatista por gente de todo el mundo. Tan solo en su primer año de gobierno autónomo llegaron hasta aquí 4 mil 458 hombres y mujeres procedentes de Francia, Argentina, Grecia, Estados Unidos, Japón, Australia, Eslovenia y México, entre otros países de los cinco continentes.

No es casualidad que el caracol Resistencia y rebeldía por la humanidad tenga el mayor número de visitas. Es el más cercano a la ciudad de San Cristóbal de las Casas y, desde ahí, se llega por una carretera pavimentada en aproximadamente una hora. Pero no sólo la cercanía atrae a la sociedad civil nacional e internacional. También es el misticismo que se encuentra en esta zona, una presencia indígena particular, una rebeldía que se asoma en cada rostro tzotzil…

Este es el caracol que tiene el mayor número de edificaciones en su interior, quizás es el más grande de las cinco zonas zapatistas. Tiene una calle central muy larga en la que aparecen cada vez nuevas construcciones (cooperativas, oficinas de los municipios autónomos y de la junta de buen gobierno, clínica, auditorio y dormitorios). La calle finaliza en un terreno más amplio y circular en el que se encuentra la cancha de basquetbol y la primera secundaria de todos los pueblos zapatistas, perteneciente al interminable nombre de Sistema Educativo Rebelde Autónomo Zapatista de Liberación Nacional (SERAZLN).

La primera secundaria zapatista

Josué y Ofelia son egresados del SERAZLN y actualmente miembros de su coordinación general. Ellos explican que la educación es una de las demandas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y por eso desde 1994 «se buscó la manera de organizarla en nuestros pueblos». En un principio, señalan, «citamos a los maestros y maestras que trabajan en las escuelas oficiales, con el propósito de invitarlos a participar con nosotros en otro tipo de educación. Llegaron más de cien maestros del gobierno a una reunión que tuvimos, pero se vio difícil organizar el trabajo con ellos, no porque no quisieran participar con nosotros, sino porque están acostumbrados a recibir paga».

Al ver este problema, continúa Josué, «se pensó citar a los jóvenes y jóvenas de la zona, quienes llegaron un 12 de diciembre de 1998 aquí a Oventic. Ellos eran estudiantes y todavía no tenían la costumbre de ganar. Apenas se juntaron ese día 19 muchachos y muchachas, quienes, convencidos de la necesidad de la educación, se capacitaron durante dos años consecutivos, antes de ingresar a la secundaria».

Finalmente, en septiembre del año 2000, se iniciaron los cursos de la primera secundaria autónoma zapatista. Las clases fueron apoyadas por hombres y mujeres de la sociedad civil, a quienes en esta zona nombran «acompañantes».

La planeación de los cursos fue un trabajo colectivo. Hubo interminables reuniones en las que participaron comisiones de todos los pueblos que analizaron las necesidades de las comunidades para, a partir de ahí, planear los cursos y programas de estudios.

En la secundaria zapatista de Los Altos se estudia Lenguaje y comunicación, Matemáticas, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales, Humanismo, Lengua materna (tzotzil) y Producción. En Humanismo, explica Josué, «se trata la filosofía del zapatismo. Ahí se hace la reflexión sobre la lucha, pues el objetivo principal que nos planteamos es que los jóvenes que terminan sus estudios tengan una visión diferente de la vida. Que no hagan una vida individualista, sino que trabajen en beneficio del pueblo y del colectivo. Que los jóvenes entiendan más nuestra lucha, quiénes nos dominan y quiénes nos explotan».

Después de tres años de estudio, explican los coordinadores de educación, «hemos visto que se entiende mejor la realidad de lo que estamos viviendo, que se crea conciencia y se sale con una mentalidad diferente. No es que aquí se vengan a convencer de la lucha, lo que sucede es que aquí agarran más elementos y herramientas para conocer sus derechos y defenderse. La educación, sin duda, nos motiva a la lucha y fortalece la autonomía de nuestros pueblos.»

«La Iglesia nos dice que somos pobres porque Dios nos hizo así. La educación oficial nos dice que de por sí hay pobres y ricos y a nosotros nos tocó la pobreza. Pero esto no es así, y para entenderlo sirve la educación», afirma, categórico, Josué.

Josué y Ofelia reconocen que a pesar de todos los esfuerzos no cuentan con recursos para que todos los pueblos tengan una educación, pero el sueño, explican, «es que todos los pueblos tengan posibilidad de estudiar, los indígenas y los no indígenas, los zapatistas y los no zapatistas. Todos tenemos derecho a la educación».

En la zona zapatista de Los Altos, cuando los alumnos terminan la secundaria, se les pide, como parte de su graduación, que decidan cómo pueden ayudar a su pueblo. Ellos y ellas eligen realizar tareas de agroecología, de educación en primarias, de apoyo a las oficinas de comercialización, trabajo en las farmacias, etcétera. Todos tienen la obligación y el compromiso de «compartir con su pueblo lo que han aprendido, si no, pues no tiene caso su preparación».

Con estas características se han graduado ya dos generaciones. La primera con 21 alumnos, de los cuales únicamente tres son mujeres; y la segunda con 19, con sólo cinco mujeres. Muy pocas pero, aún así, «un avance pequeño para estos pueblos en los que la mujer no ha tenido derecho a educarse.

«Hay pueblos que todavía piensan que la mujer sólo sirve para casarse y alimentar al niño. Que no puede estudiar ni trabajar fuera de la casa. Esto es así, pero poco a poco la mujer está despertando y vemos que tenemos derecho a compartir otras experiencias», afirma Ofelia, actual coordinadora del SERAZLN.

Y es precisamente en la educación donde las mujeres tzotziles se están abriendo espacios. En la materia de Humanismo, explica Ofelia, «vemos los derechos de las mujeres y la necesidad de cambiar algunas costumbres. De esta manera la educación sirve para que tanto hombres y mujeres tomen conciencia de la importancia del trabajo de la mujer. Esto no es fácil, porque hay que cambiar muchas cosas que se tienen en la cabeza, pero ya estamos empezando».

La educación autónoma, continúa la entrevistada, «es la base del conocimiento en nuestros pueblos, y a partir de ella podemos ir cambiando la situación de la mujer indígena, quien es capaz de hacer cualquier trabajo, ya no sólo ser mamá y hacer artesanía».

Esta es la única de las cinco zonas zapatistas que inició la organización de su educación con el nivel de secundaria (las otras cuatro empezaron por la primaria). La explicación la ofrece Josué: «primero teníamos que preparar a promotores o maestros de las primarias. Ahora algunos de los egresados de la secundaria son los que dan clases en las primarias recién creadas».

En todos estos años, los municipios autónomos que conforman la zona de Los Altos: San Andrés Sacamchen de los Pobres, San Juan de la Libertad, San Pedro Polhó, Santa Catarina, Magdalena de la Paz y San Juan Apóstol Cancuc, organizaron la educación primaria de manera independiente y con diferentes proyectos. Desde hace un año, a partir del nacimiento de la junta de buen gobierno Corazón céntrico de los zapatistas delante del mundo, organizaron un solo sistema educativo para toda la zona. En estos momentos, más de cien promotores y promotoras dan clases en igual número de pueblos.

El problema de las escuelas en estos municipios es diferente al de otras zonas, pues aquí muchos maestros oficiales abandonaron las escuelas y éstas fueron puestas a funcionar por las autoridades autónomas. Otras tantas han sido construidas en el camino y unas más están por construirse.

La secundaria fue construida por el proyecto estadunidense Escuelas para Chiapas, encabezado por Pedro Café. Es un proyecto con muchos retos que no carece de problemas, ya que, por ejemplo, al funcionar como internado tiene que cubrir la alimentación de los alumnos y no hay recursos, como tampoco los hay para materiales didácticos ni para equipos. Para disminuir estas carencias la secundaria cuenta con un Instituto de Lenguas e Idiomas Mayas, donde se ofrecen clases de tzotzil cobrando a los extranjeros una pequeña cuota, que es utilizada para la alimentación de los alumnos, quienes, además, cooperan con cinco pesos mensuales y un kilo de frijol cada quincena.

No son pocos los problemas y dificultades que enfrenta un nuevo y autónomo sistema educativo, pero tampoco son pocas las satisfacciones y «alegrías» que deja. «Estamos muy contentos porque el fruto de las secundarias ya está en las primarias dando clases, porque la educación autónoma zapatista está empezando desde abajo, porque es para todos nuestros pueblos y porque la situación ya no es igual que antes», señalan Josué y Ofelia. Y van más allá: «la educación autónoma tiene que ser para todos, no sólo para los indígenas y no sólo para los zapatistas». Y tampoco sólo para los niños. En esta zona, por eso, opera ya un sistema de educación para adultos.

El objetivo, explican, «es cambiar nuestra situación. La obligación de los pueblos es luchar para cambiar, porque no podemos esperar que alguien venga a hacerse cargo de nosotros y, en este sentido, la educación es el arma más poderosa de los pueblos».

Y la salud no lo es menos.

Más de 100 consultas diarias en La Guadalupana

Anastasio, un viejo zapatista tzotzil, es el coordinador general de salud en la clínica central La Guadalupana, una de las primeras organizadas por el EZLN, incluso antes del levantamiento armado. Anastasio guarda en su memoria la fecha exacta en que empezó a funcionar: 28 de febrero de 1992, apenas con ocho promotores de salud.

Anastasio tiene apenas el segundo año de primaria y cuenta que desde hace más de 12 años el pueblo lo nombró para prepararse en el trabajo de salud. «Yo -dice- acepté por la lucha, por el pueblo, pues». Hoy coordina uno de los proyectos de salud más ambiciosos de todo el territorio zapatista.

Nada queda ya de esa pequeña clínica que atendió a insurgentes y milicianos heridos durante la guerra. En el mismo lugar, y aprovechando la construcción anterior, se levanta ahora una clínica-hospital con quirófano, consultorio dental, laboratorio de análisis clínicos, un área de oftalmología y otra de ginecología, laboratorio de herbolaria, farmacia y cuartos de hospitalización. Todo atendido por los pueblos.

En La Guadalupana y en otros dos centros de capacitación, uno ubicado en Magdalena y otro en Polhó, se preparan más de 200 promotores de salud que atienden en sus comunidades. Ellos y ellas, al igual que todos los promotores zapatistas, no reciben ningún tipo de sueldo, únicamente el pueblo los apoya con su alimentación y sus pasajes para ir a tomar sus cursos. Los promotores se preparan en anatomía, fisiología, sintomatología, diagnóstico y tratamiento y, sobre todo, en medicina preventiva, higiene personal y colectiva y talleres de vacunación.

En los hospitales del gobierno cercanos, cuenta Anastasio, «no reciben a los enfermos graves, prefieren que se les mueran en otro lado. Nosotros sí los recibimos, sean zapatistas o no, y ya sólo cuando vemos que no podemos con la enfermedad los trasladamos a donde puedan atenderlos. Para eso nos falta una ambulancia».

La clínica cuenta con el apoyo de médicos y pasantes que los auxilian en cirugías y en la capacitación de promotores. Pero «cuando no viene nadie, pues hay que atender de todas maneras. Por eso estudiamos los manuales y los libros de medicina, lo que haya», dice Lucio, promotor de salud que dejó su comunidad, su familia y su tierra para trabajar de tiempo completo en la clínica desde hace ocho años.

«Antes -continúa- no teníamos nada y había muchos muertos, la mayoría por enfermedades que se pueden curar si se les atiende a tiempo. Muchos niños se nos morían, y por eso empezamos a organizar nosotros mismos la salud, porque del gobierno de por sí no esperamos nada.»

Actualmente opera una clínica en cada uno de los ocho municipios autónomos de Los Altos, así como más de 300 casas de salud comunitarias que cuentan con un botiquín de medicinas básicas. La consulta es gratis para todas las bases de apoyo del EZLN, y sólo se les pide una pequeña cooperación a los de otras organizaciones.

Anastasio cuenta que, desafortunadamente, sólo se están haciendo cirugías menores, pues faltan materiales para operaciones mayores. «Estamos viendo cómo resolvemos este problema, porque de por sí carecemos de lo necesario. Pero con lo que tenemos trabajamos lo que se puede, ni modo de no hacer las cosas porque no lo tenemos», dice.

Esta clínica, con todo y sus carencias, es una de las mejor organizadas y equipadas de todo el territorio, por lo que aquí se atienden a bases de apoyo de otras regiones, ya sean de la selva o del norte del estado.

La organización de la salud autónoma ha querido ser contrarrestada con proyectos gubernamentales de salud. De tal forma que donde nace una clínica zapatista al poco tiempo aparece una del gobierno. Explica Anastasio que «esto lo hacen para presionarnos, para que la gente se vaya con ellos, pero la gente no va porque en sus clínicas los tratan mal, no los respetan y no les dan la medicina, además de que construyen las clínicas pero siempre están cerradas. Nosotros, en cambio, trabajamos las 24 horas del día y atendemos a todos por igual».

Tuberculosis, problemas respiratorios, reumatismo, infecciones de la piel, paludismo y tifoidea son algunas de las enfermedades de la pobreza que asolan estas tierras en las que las mujeres aún padecen abortos provocados por la desnutrición y la falta de control prenatal. Aún así, explica el promotor Lucio, «la gente ya no tan fácil se nos muere. Hemos salvado muchas vidas, hospitalizamos pacientes graves, promovemos campañas de vacunación, preparamos a nuestros promotores y pues ahí vamos avanzando».

Café, miel, artesanías:  comercialización en la resistencia

Zona productora de café, las comunidades zapatistas de Los Altos han organizado la comercialización del aromático orgánico mediante dos cooperativas autónomas: Mut vitz (cerro del pájaro, en tzotzil) y Yachil Xojobal Chulchan (la nueva luz del cielo).

Mut vitz opera desde 1997 y cuenta con 694 socios, todos bases de apoyo de los siete municipios autónomos de la zona. Tienen certificado de café orgánico y permisos legales para exportación, por lo que trasladan el producto hasta el puerto de Veracruz y desde ahí viaja hacia Alemania, Estados Unidos, Francia, España, Suiza e Italia.

Desafortunadamente, explican los responsables, no han podido expandir el mercado en México, donde sólo abarcan el estado de Puebla. Tampoco cuentan con máquinas para moler y tostar el café, por lo que exportan el grano sin cáscara.

La cooperativa La nueva luz del cielo tiene aproximadamente 900 socios (de los cuales, 600 son desplazados de Polhó). Apenas iniciaron la exportación del café y trabajan ahora para abrir sus mercados.

Las mujeres, por su parte, trabajan también en colectivo. Famosas en el mundo del bordado y las artesanías, las zapatistas tzotziles que antes de la guerra ofrecían sus mercancías en las racistas calles de San Cristóbal de Las Casas, hoy se organizan en cooperativas mediante las cuales producen y comercializan sus productos. Las cooperativas Xulum Chon y Mujeres por la Dignidad ofrecen sus bordados a precios justos, obteniendo ingresos que son parte importante de la economía familiar.

Polhó: siete años fuera de casa,  asolados por la violencia

En esta zona se encuentra el centro de desplazados de Polhó, donde más de 9 mil personas que huyeron de la violencia paramilitar sobreviven sin tierras que cultivar, con comida y medicamentos que nunca son suficientes. De esta zona se retiró la Cruz Roja Internacional, «porque dijo que aquí no hay guerra y en Irak tienen mucho trabajo». Aquí, el desplazamiento ha creado nuevas formas de resistencia y autonomía. La educación y la salud se organizan en situaciones especiales, mientras que surgen cooperativas y otros medios para sostenerse.

En su primer año de gobierno, las autoridades autónomas de esta zona destinaron 2 millones y medio de pesos a la alimentación de los desplazados de Polhó, cantidad nada despreciable pero aún insuficiente para atender a los miles de hombres, mujeres y niños que desde hace siete años sueñan con las condiciones de seguridad que permitan su retorno.

No es fácil organizar la autonomía, y menos en condiciones como las de Polhó, afirma la junta de buen gobierno entrevistada pocos días después de su primer aniversario.

Nosotros no hicimos campaña: JBG

Después de un año de trabajo, afirman los miembros de la junta, «vemos que tenemos capacidad para gobernar, para trabajar, ver y conocer los problemas. Hemos aprendido a no caer en provocaciones, ni del gobierno ni de los partidos. La experiencia nos enseña que el que levanta primero la mano pierde por la vía política. Nosotros tenemos la idea de resistir por la vía pacífica, aunque también sabemos defendernos».

En todo este año, explican, «lo que más aprendimos fue a negociar, aprendimos a coordinar el trabajo de la junta con los municipios autónomos. Reconocemos que no podríamos solos, sin el apoyo de la sociedad civil nacional e internacional. Trabajamos de lunes a domingo las 24 horas del día y ni así nos alcanza para atender todo, pero ahí vamos aprendiendo. Obedeciendo y cumpliendo. No es fácil. Nada es fácil.

«Nosotros -añaden- no hicimos ni campaña ni propaganda para ser junta de buen gobierno. El pueblo nos eligió como personas honestas y ahora tenemos el compromiso. No tenemos periodo fijo, o sea que en cuanto el pueblo diga que no servimos, pues nos saca y pone a otros. Soñamos con que un día se reconozca nuestro derecho, que haya un cambio total no sólo con los indígenas, sino con todos los pobres del mundo. Esto no se termina. Por ahí nacen otros que tampoco piden permiso para construir su camino. Eso es lo que soñamos.»

Caracol III

La Garrucha

La tecnología en comunicación llegó a la selva lacandona de la mano de los zapatistas. El café-Internet Cyber-pozol, atendido por bases de apoyo, es el único Internet público que existe en toda la cañada de Patiwitz y en el resto del territorio en resistencia. En él, además del servicio cibernético, se ofrece café de la cooperativa en resistencia Smaliyel, música de la nueva y ya numerosa discografía zapatista, videos, paliacates, artesanía, abarrotes, gasolina y algo para saciar el hambre.

La tienda-cafetería-Internet-comedor Smaliyel, se localiza en el caracol Resistencia hacia un nuevo amanecer, en la primera zona rebelde que fue abierta a los periodistas en 1994. Desde aquí el mundo entero conoció a los pueblos indios que se levantaron en armas, a la insurgencia, sus razones y sus dolores. Hoy, más de 10 años después, el panorama es otro.

La primera vez que los periodistas llegamos a La Garrucha no sólo no había Internet, ni siquiera había luz. No existía la clínica autónoma con consultorio dental, laboratorio de análisis clínicos y ambulancia, la escuela no funcionaba y una biblioteca era inimaginable, al igual que la iglesia del pueblo, la única que se encuentra dentro de un caracol zapatista. Después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, en 1994, el futuro se tornó más incierto, el territorio se cerró y posteriormente los reflectores de la prensa cambiaron de cañada.

Miguel, un niño de apenas tres años, deambula ahora por la tienda zapatista y afirma que el hombre araña «es compa». Al paso del convoy diario de soldados cambia su identidad y se convierte en el mismísmo hombre araña quien, escondido detrás de una bugambilia, lanza sus redes a los soldados. Su mamá lo reprende y él, llorando, dice que la acusará nada menos que con la junta de buen gobierno.

El patrullaje militar que ve pasar Miguel oficialmente no existe, pero aquí, al menos los días de nuestro recorrido, ha pasado cuatro veces diarias. Una hilera de camiones repletos de soldados con el arma en posición de combate, es la rutina en estas tierras militarizadas.

Moisés, el mismo indígena tzeltal que recibía a la prensa hace más de una década, es ahora videasta autónomo. Con una cámara mini dv graba las imágenes que posteriormente edita en una computadora Mac. Trabaja en estos momentos en la fase final de un video sobre las mujeres zapatistas, y ya cuenta con una construcción de block y cemento destinada a un proyecto general de medios de comunicación.

Al igual que en el resto del territorio en resistencia, en estos días hay una campaña de vacunación en todos los pueblos. Las mamás con sus niños en los brazos hacen fila en la clínica autónoma que funciona desde 1995.

La Cruz Roja Internacional, que operaba en la comunidad de San Miguel desde 1994, ha abandonado la zona. «Ellos dicen que aquí no hay guerra, que necesitan muertos para quedarse más tiempo», acusan las bases de apoyo. Anteriormente, las campañas de vacunación estaban en manos del organismo internacional. Hoy, el responsable es el gobierno autónomo zapatista y la Cruz Roja ya sólo atiende algunas comunidades.

Con el propósito de organizar el servicio de salud para todas las bases de apoyo, en esta zona todas las familias zapatistas cuentan con una pequeña tarjeta o credencial de salud con la que identifican su resistencia. Presentando su credencial tienen derecho a la consulta y medicina gratuita.

En un pequeño y funcional laboratorio de análisis clínicos, atendido por promotores de salud especializados, se practican biometrías hemáticas, exámenes de orina, coproparasitoscópicos y otras pruebas básicas. «Lo que más hacemos son exámenes de gota gruesa, porque en esta zona hay mucho paludismo, y de tuberculosis», afirma uno de los indígenas encargado del laboratorio.

La clínica de color rosa mexicano está tapizada con murales que aluden a la resistencia. «Aquí sembramos con viento de esperanza, vida y dignidad», se lee en el mural cuyas figuras principales son, por supuesto, un caracol y el rostro de Zapata.

Ampliado y pintado recientemente, el centro de salud autónomo atiende aproximadamente 30 consultas diarias. Enfermedades parasitarias, paludismo, infecciones en la piel y tuberculosis, son algunos de los padecimientos más frecuentes en la selva tzeltal. Cuentan también con un consultorio dental, una farmacia y los recientemente inaugurados cuartos de hospitalización.

Como en todas las clínicas zapatistas, los indígenas del PRI también son atendidos por los promotores autónomos. «A los priístas les cobramos a 25 pesos la consulta con todo y medicinas, para recuperar el costo», explican los encargados.

Los cuatro municipios autónomos de la zona selva tzeltal son Francisco Gómez, San Manuel, Francisco Villa (el único nombre que se repite en dos zonas) y Ricardo Flores Magón. En todos ellos ya opera el servicio de salud en resistencia y, tan sólo en Francisco Gómez, 78 promotores de salud atienden las enfermedades básicas en sus pueblos.

A pesar de los avances, la junta de buen gobierno El camino del futuro reconoce que están muy lejos de una situación medianamente ideal. El municipio autónomo Francisco Villa, por ejemplo, no cuenta con clínica ni mucho menos con una farmacia, y su desarrollo general está muy por debajo del municipio Ricardo Flores Magón. Es precisamente trabajo de la junta equilibrar el desarrollo.

La clínica central de la zona es apoyada por una organización italiana y la ambulancia fue donada por Médicos sin Fronteras. Los promotores no reciben ni un peso de sueldo, y sólo son apoyados en su alimentación. Muchas veces, afirman las autoridades autónomas, muchos promotores no asisten a los cursos por falta de dinero para sus pasajes: «Ellos dan un servicio a su pueblo, pero pensamos que les hace falta más apoyo para su trabajo».

Para resolver este y otros problemas existe un representante de salud por cada uno de los cuatro municipios autónomos, quienes se reúnen cada dos meses con el propósito de coordinar el trabajo de toda la zona.

La educación verdadera

Aun con rezagos en la construcción de escuelas y en la preparación de promotores, actualmente los cuatro municipios cuentan con educación autónoma en sus pueblos. «Nuestra educación -afirman los miembros de la junta- sale del pensamiento de los pueblos. Nada viene de afuera y no se parece nada a la educación oficial, donde no se respeta al indígena ni su historia».

Las comunidades de la selva tzeltal cuentan con dos centros de capacitación de promotores de educación, uno recientemente inaugurado en la comunidad La Culebra, en el municipio autónomo Ricardo Flores Magón; y otro en La Garrucha, que pertenece al municipio Francisco Gómez.

Julio, del concejo Autónomo de Ricardo Flores Magón, explica el sentido de la educación autónoma zapatista: «Nosotros estamos viendo cómo se relaciona el conocimiento con las 13 demandas de la lucha zapatista. No es que alguien de afuera nos dice cómo lo vamos a relacionar. Somos nosotros los que vivimos aquí, los que sufrimos, los que luchamos aquí, entonces somos nosotros los que sabemos cómo se relaciona todo. El pueblo tiene el conocimiento, el pueblo sabe muchas cosas y desde ahí se rescatan los conocimientos y los saberes».

Uno de los objetivos principales de la educación, explica el también miembro de la junta de buen gobierno, es fortalecer la identidad indígena y responder a las necesidades de los pueblos: «No tiene caso enseñarles a los indígenas cómo ser indígenas, eso ya lo sabemos. Lo que necesitamos es conocer nuestra historia, nuestro pasado… Para eso es la educación verdadera.

«También ?agrega? en nuestras escuelas se ve la situación nacional, la situación de nuestra lucha, la vida de nuestros pueblos. Lo principal de nuestra educación es no salirse de la política y del camino de la lucha zapatista, y el respeto a cada comunidad, su lengua y todo. Nuestros promotores de educación reflexionan sobre el problema de la reubicación de los pueblos de Montes Azules, que quiere hacer el gobierno; sobre el Plan Puebla-Panamá; también del problema de las semillas transgénicas, de las maquiladoras, del contrataque político del gobierno, de la resistencia de nuestros pueblos, de los Acuerdos de San Andrés, de la guerra de baja intensidad, de la manipulación del gobierno para comprar los pueblos como sus programas con Procede, o desayunos escolares o de apoyo al campo. Todo eso se ve en nuestras escuelas autónomas.»

Al promotor o promotora de educación lo elige el pueblo y le pregunta si quiere participar. «Uno puede decir que sí, pero también puede decir, que no porque se tiene otro trabajo, como otros cargos, porque la autonomía tiene muchos trabajos, no sólo la educación», explica la promotora Hortensia.

Hay promotores, explica, «que empiezan este trabajo y no saben leer ni escribir y entonces empiezan desde nada… Hay algunos que entraron bien chiquitos a ser promotores y aquí han crecido y aprendido, y luego ya regresan a sus pueblos. También hay promotores voluntarios, o sea que no son elegidos por el pueblo, sino que se presentan por sí mismos. Hay unos que no saben nada, ni hablar en castilla ni nada, y aquí todo lo aprenden».

Como en todas las zonas indígenas, zapatistas o no, las mujeres continúan padeciendo el rezago y la desigualdad. La mayor parte de los promotores y de los alumnos en las escuelas autónomas todavía son hombres, porque, señala la promotora Hortensia, «el cambio cuesta para hacerlo. En nuestros pueblos las mujeres promotoras que se ausentan de su casa para ir a los cursos de capacitación todavía reciben burlas con los mismos de nuestro pueblo, y también reciben burlas los padres o los esposos, que porqué lo dejó a su hija, que no está haciendo buenas cosas o de otros inventos, porque de por sí no es la costumbre que la mujer salga de su pueblo. Pero nosotras no nos desmoralizamos, aunque nos burlan o que digan cosas que no estamos haciendo, nosotras como promotoras lo tenemos que seguir el camino. Nosotras debemos echarle más ganas para ver hasta dónde llegamos, porque de por sí es nuestro derecho. Si lo dejamos nuestro trabajo quiere decir que nos ganó la burla.

«Las mujeres ?insiste? de por sí son las primeras que defienden su pueblo cuando entra el Ejército, son las primeras que hacen frente, entonces, si son capaces de defender también son capaces de estudiar. No podemos estar ya con las bocas cerradas porque así la situación no cambia. Estamos así creando una educación muy diferente.»

Y fue precisamente una mujer, Rosalinda de nombre, la encargada del discurso político del primer aniversario de esta junta de buen gobierno: «Ya no necesitamos pedir permiso para gobernarnos. Ya vimos que lo podemos hacer y que en este primer año de trabajo hemos aprendido mucho. Aquí estamos. No nos vendimos», dijo la única mujer que forma parte del gobierno autónomo.

Renta de bicicletas y taller  de zapatería

Hasta el caracol Resistencia hacia un nuevo amanecer llegó una donación de bicicletas. Hoy, al fondo del caracol, un local autónomo ofrece el servicio de renta y reparación de bicicletas, y los beneficios son para el municipio.

Opera también, desde hace algunos años, un taller de zapatería: Taller libre del arte del calzado Francisco Gómez, en cuyas paredes aparece un gran mural de Zapata con un libro abierto en el que se lee: «Imaginación, creatividad, informalidad, improvisación…»

Al fondo del tercer caracol de la resistencia zapatista, se observa una vieja máquina de molido de café y, a un lado, el campamento de paz visitado todo el año por cientos de personas de todo el mundo. Tres cooperativas de mujeres, un dormitorio general, dos bodegas, la clínica, una escuela y una biblioteca completan las instalaciones.

Así construyen los zapatistas su autonomía, un proceso que, como dice Julio, «viene de nuestra historia, de nuestras propias costumbres, de nuestro sistema de justicia, de nuestros cultivos… Un proceso que es como caminar solo. Nosotros de por sí sabemos caminar, aunque podemos tener errores, pero son de nosotros esos errores y no de otros que nos los imponen», finaliza la autoridad autónoma.

Caracol IV

Morelia

Una vereda de ocotales conduce al cuarto caracol zapatista, ubicado en el ejido Morelia, en Altamirano. Es la región tzotz choj (tigre valiente, en tzeltal), zona de ganaderos y paramilitares, lugar en el que el Ejército federal violó a una mujer indígena y donde en 1994 fueron torturados y masacrados tres milicianos del EZLN.

El caracol se ubica en un extremo del pueblo, en un paraje rodeado de pinos en el que en 1996 se construyó lo que entonces se conoció como el Aguascalientes IV, un espacio de encuentro político y cultural. Hoy, el lugar nada tiene que ver con el de hace años: en la entrada aparece un taller de tecnología apropiada, en el centro un taller de zapatería y los dormitorios, en un extremo el auditorio y a un lado la oficina de la junta de buen gobierno con su conexión satelital de Internet.

Como en cada caracol zapatista, las construcciones de madera y de cemento están tapizadas de murales con imágenes revolucionarias. En las paredes de uno de los dormitorios destaca una pintura dedicada a «los mártires de Morelia, asesinados el 7 de enero de 1994» cuando, en plena guerra, el Ejército tomó el poblado, sacó de sus casas a los hombres que encontró, los reunió en el centro de la comunidad, los torturó y luego les dio el tiro de gracia. La historia, aunque vieja, viene a la memoria de los pobladores a cada momento.

Hoy, el ambiente es otro. Ha llegado un grupo de catalanes del Colectivo de Solidaridad con la Rebelión Zapatista y, aprovechando que los promotores de educación se encuentran en el caracol tomando un curso de capacitación de matemáticas, preparan con ellos un espectáculo de títeres con canciones revolucionarias y cuentos infantiles.

La construcción más reciente es la cafetería «El paliacate», ubicada al fondo del caracol, donde, además de saciar el hambre, se pueden encontrar las ediciones locales de la autonomía. Esta región fue la primera en organizar sus propias publicaciones con la palabra de los pueblos. Hace unos años contaba con un periodiquito que enviaba a sus reporteros indígenas a cubrir las marchas y movilizaciones zapatistas. Ahora distribuyen, bajo el sello de Ediciones Autónomas en Rebeldía, un folleto con la historia del Centro de Comercio Nuevo Amanecer del Arco Iris y otro que narra la lucha de las mujeres zapatistas, las de los pueblos y las insurgentas.

Y es precisamente el Centro de Comercio Nuevo Amanecer del Arco Iris uno de los orgullos de esta zona. Está ubicado en el crucero Cuxuljá, en la comunidad Moisés Gandhi, justo en el predio ocupado anteriormente por una de las siete posiciones militares cuyo retiro fue demandado por el EZLN. Actualmente, «en el mismo lugar en el que luchamos con valor en contra de la presencia militar», se levanta este esfuerzo colectivo que ha sobrevivido a las amenazas de desalojo de Seguridad Pública y al hostigamiento de priístas y perredistas. Es un espacio que representa los primeros trabajos que organizaron en conjunto los siete municipios autónomos de la zona, inclusive antes de la existencia de la junta de buen gobierno. Los siete municipios son: Primero de enero, Olga Isabel, 17 de noviembre, Ernesto Che Guevara, Vicente Guerrero, Miguel Hidalgo y Lucio Cabañas.

Otro rubro que distingue a las comunidades de la región es el trabajo de las mujeres. La ahora famosa comandanta Esther es producto de más de 10 años de trabajo político en estos pueblos en los que, aunque la desigualdad de género persiste, los pequeños avances son innegables. Esta junta de buen gobierno, por ejemplo, es la única en la que en cada uno de los siete concejos autónomos hay una mujer. La junta tiene un total 28 integrantes, 21 hombres y siete mujeres, de tal manera que en cada turno siempre hay una mujer trabajando, misma que representa la cuarta parte del gobierno autónomo. Es poco, pero, en comparación con otras juntas, tiene la mayor presencia de mujeres en el gobierno.

Las mujeres tzeltales, tzotziles y tojolabales de los siete municipios son también pioneras del trabajo colectivo. En los pueblos se multiplican los colectivos de siembra de verduras y hortalizas, costura y bordado, fabricación de velas y panadería. El beneficio de este trabajo, explica María, «se reparte muy poco en individual, pues la mayor parte se usa para beneficio comunitarios.»

La participación de las mujeres en la economía familiar las coloca en nuevos espacios dentro de la comunidad y, de esta manera, ganan también el respeto de los padres, esposos, hermanos e hijos.

Sentada en medio de seis varones dentro de la oficina de la junta de buen gobierno, la única mujer en el turno afirma: «todavía falta más participación. Algunos hombres que entienden la lucha ya están aprendiendo que las mujeres son igual de capaces que los hombres para cualquier trabajo, pero no todos entienden… hay muchos hombres que no dejan a sus esposas o hijas participar en cursos o trabajos fuera de sus pueblos. En los pueblos donde los hombres tienen bueno su pensamiento las mujeres hacen bien su trabajo».

La influencia de las indígenas zapatistas que se involucran en el trabajo permea actualmente a otras organizaciones. Cuenta María: «en mi pueblo los hombres priístas empezaron a dejar salir a sus mujeres, porque ellas les reclamaron que sólo las zapatistas salimos. Ellas, las priístas, les dijeron a sus maridos que también pueden ganar dinero honradamente y así se pusieron a trabajar».

Educación por la paz y la humanidad

Mientras se realiza la entrevista en las oficinas de la junta, en la cancha de basquetbol se disputan el balón un equipo de promotores de educación contra otro de promotoras. La desigualdad de género en el ámbito educativo también es palpable, pero sólo en el nivel de promotores, educadores o delegados de educación (aquí los nombran de las tres formas), pues en las escuelas comunitarias hay casi el mismo número de niños y niñas. Esto quiere decir que la mayor parte de los maestros son hombres, pero el alumnado está equilibrado. Las niñas ya van a la escuela y se quedan cada vez menos cuidando a los hermanitos o echando las tortillas.

La educación autónoma funciona aquí desde 1995, y actualmente un total de 280 delegados de educación imparten clases a 2 mil 500 alumnos de los siete municipios. También es la única zona que posee un centro de capacitación de promotores en cada municipio autónomo, y no uno que atienda a toda la zona.

Aquí, como en el resto del territorio zapatista, los niños no sólo aprenden a leer y escribir, sino, lo más importante, «aprenden a luchar, a defender su entorno, a cuidar la naturaleza y a estar orgullosos de su cultura». Las materias con las que se forman son: producción, educación política, educación artística, cultura, lecto-escritura, salud, deportes, matemáticas, historia y lenguas (español y materna), mismas que fueron elaboradas en decenas de reuniones de trabajo por 200 educadores indígenas de los siete municipios.

Un dato curioso, que habla de la autogestión educativa, es que para inscribirse a la educación básica cada niño lleva una gallina como cuota, por lo que ahora los promotores ya cuentan con una granja con pollos y huevos para la alimentación de los propios alumnos. Asimismo, cada una de las primarias fue construida con los propios recursos de la comunidad, sin apoyos externos, de tal manera que hay escuelas primarias de block, de tablas o de cemento. Los promotores ejercen también en casas prestadas o a la intemperie, con un techo de plástico como protección. La escuela, dicen, «no es la construcción».

El programa educativo de la zona, como todos los nombres zapatistas, ostenta uno lo suficientemente rebuscado: Organización para la nueva educación autónoma indígena por la paz y la humanidad. Nada más y nada menos.

El logro más reciente en materia educativa es que este año inauguraron los cursos de nivel secundaria. Es también la única de las cinco zonas zapatistas que cuenta con una secundaria en cada municipio autónomo, siete en total. Ha salido ya la primera generación de niños y niñas de primaria, mismos que recibieron cursos de nivelación para ingresar al siguiente nivel. «Antes, ni siquiera soñábamos con una escuela, y ahora ya tenemos más de cien primarias y siete secundarias», señalan las autoridades autónomas.

Muchas carencias y la consulta gratuita

Los pueblos zapatistas en esta región utilizan cada vez menos las medicinas químicas y promueven mediante campañas el uso de infusiones y pomadas elaboradas con hierbas y plantas medicinales. La herbolaria cobra cada vez más importancia y se preparan remedios a base de romero, tomillo, manzanilla, albahaca y un sinfín de remedios naturales.

Un total de 150 promotores de salud atienden a los zapatistas y no zapatistas en las más de cien casas de salud comunitarias que cuentan con dos botiquines básicos cada una,uno de medicinas de farmacia y otro de herbolaria. «La medicina de herbolaria de por sí no se cobra, y en la de farmacia pues sólo se recupera el costo», explican los integrantes de la junta.

Operan también siete clínicas municipales, en las que se ofrece, como en todo el territorio en resistencia, consulta gratuita a todas las bases de apoyo. Asimismo, ha empezado a funcionar un laboratorio de análisis clínicos atendido por promotores especializados.

Las carencias son muchas. En esta zona, por ejemplo, no cuentan con consultorios dentales, ni clínicas con quirófano, ni servicio de hospitalización y mucho menos ambulancia. Cuando alguien se enferma de gravedad tiene que ser trasladado al hospital de San Carlos, ubicado en la cabecera municipal de Altamirano y atendido por las monjas amenazadas de muerte en 1994 por los caciques y ganaderos locales, acusadas del terrible delito de abrir las puertas del hospital a cualquiera que las toque.

Aún con las grandes insuficiencias, las bases de apoyo zapatistas valoran los logros alcanzados, pues recuerdan cuando «en las clínicas del gobierno nos daban medicinas caducadas, no nos atendían con respeto y además nos cobraban la consulta y la medicina, como las particulares».

El fenómeno de los indígenas del PRI que se atienden en las clínicas y en las casas de salud autónomas, se multiplica en esta zona pues, reconoce Hilario, priísta del municipio Miguel Hidalgo, «hay veces que con ellos ni la consulta pagamos, pero es que tampoco tenemos dinero. A veces nos dan pomadas y tampoco las cobran, de por sí creo que está bien para las urgencias».

Por su parte, la junta señala: «ni modo de negarles el servicio. La salud es para todos. Sus dineros que les da el gobierno a los priístas se lo gastan en trago y luego no tienen para curarse ni para comer. Para nosotros la salud es muy importante y ellos como indígenas también necesitan el servicio».

Cada municipio autónomo tiene una comisión de salud que se encarga de investigar la situación en todas sus comunidades. Antes de la existencia de las juntas de buen gobierno, reconocen las autoridades, «muchas comunidades no tenían casa de salud, pero ahora ya todas tienen. Nosotros tenemos un plan general de trabajo de salud y cada tres meses se reúnen las comisiones para ver cómo va el trabajo, para ver dónde falta botiquín, para estudiar qué enfermedades se están dando y echarle ganas donde no hay trabajo».

En un recorrido por los poblados cercanos, se observa a los promotores difundiendo tres campañas de salud: una de desparasitación general, otra de vacunación y una más de higiene para prevención de enfermedades. «Es importante educar a todo el pueblo del porqué viene la enfermedad, si no, pues no paramos de curar», advierte Daniel, de la junta de buen gobierno.

Fin del uso de insecticidas y abonos químicos

La tierra es uno de los temas que más preocupa a los pueblos, por lo que, no sin problemas, se ha empezando a organizar la producción. En estos momentos opera una comisión de producción en cada municipio, con el propósito de organizar proyectos de ganadería y de agricultura. También se capacitan promotores para aprender técnicas de agroecología y de veterinaria.

Ejemplo de lo anterior es que algunos campesinos ya limpian las plagas «con puro machete», sin insecticidas ni fraticidas, además de utilizar abonos orgánicos y no químicos.

Ha pasado ya un año de trabajo de la junta de buen gobierno, pero muchos más de trabajo colectivo. Los zapatistas siguen aprendiendo, sobre todo, «a gobernarnos nosotros mismos y a resolver nuestros problemas. Los pueblos aprenden a mandar y a vigilar nuestro trabajo y nosotros aprendemos a obedecer. El pueblo es sabio y sabe cuando uno se equivoca o se desvía en el trabajo. Así trabajamos nosotros», finalizan las autoridades autónomas.

Caracol V

Roberto Barrios

En pleno caracol dos pandillas de nueve saraguatos pelean el territorio. El espectáculo atrae a los miembros de la junta de buen gobierno Nueva semilla que va a producir, a los campamentistas de paz procedentes de Argentina, Barcelona y Francia, al equipo de indígenas encargado de un proyecto de comunicación autónoma y a un grupo de estadunidenses constructores de secundarias zapatistas.

En medio de la aún exuberante selva y muy cerca de las hermosas cascadas anheladas por inversionistas nacionales y extranjeros, los saraguatos bajan por agua a estas tierras asoladas por el grupo paramilitar más sangriento de todo el territorio zapatista: Paz y Justicia.

El espacio destinado al caracol, localizado aproximadamente a una hora de Palenque, está en construcción permanente. Ya casi está lista la oficina de Internet, desde donde enviarán directamente su palabra y recibirán la del mundo entero; y está recién terminada la oficina de la junta de buen gobierno, levantada con cemento y bloc, y decorada con enormes y coloridos murales zapatistas.

El caracol Que habla para todos, de la zona norte del estado, está integrado por seis municipios autónomos constituidos, más otros tres que están a punto de ser declarados. La naturaleza es generosa en estas regiones, «y por eso hay que defenderla», afirma Pedro, miembro de la junta de buen gobierno, luego de explicar que la autonomía de los pueblos empieza por el cuidado de la tierra.

Y precisamente para cuidar los recursos naturales, los zapatistas llevan a cabo un plan de mejoramiento del suelo, que consiste, entre otras cosas, en eliminar poco a poco la quema de acahuales, utilizar abonos orgánicos y dejar de usar insecticidas para las plagas, con el fin de recuperar la fertilidad de las tierras. «Todo esto no es fácil, cuesta trabajo, porque de por sí el gobierno les entrega a los priístas fertilizantes, herbicidas e insecticidas y así se sigue maltratando la tierra, aunque los compas ya se dieron cuenta que se puede desarrollar la siembra sin bajar la calidad de las parcelas», explica la autoridad autónoma.

A partir de las campañas de mejoramiento ambiental, cada vez son más los zapatistas que utilizan bioinsecticidas, pues, dicen, «no se trata de eliminar las plagas, sino de ahuyentarlas». Asimismo, emplean el árnica, que sirve como insecticida y fertilizante al mismo tiempo, hacen compostas de abonos orgánicos y, por supuesto, rechazan el uso de semillas transgénicas.

A los niños nunca se les pone cero

El manejo de la agroecología no es nuevo en estos pueblos, como tampoco lo es el sistema de educación autónoma que inició hace cinco años, «cuando se empezó a pensar en la necesidad de que los pueblos tomen la educación en sus manos. Esto ya lo hacían compañeros de la zona de La Realidad, por lo que nosotros decidimos hacer también este trabajo».

Empezaron así los cursos de promotores de educación bajo el programa autónomo Semillita del sol. Han pasado ya cinco años del inicio y se han formado cuatro generaciones de promotores. La semilla se extendió y en estos momentos participan en estos programas comunidades de Huitiupan, Sabanilla y Tila.

Con la educación autónoma, explica otro integrante de la junta, «se les abrió a los padres de familia zapatistas una alternativa diferente a la del gobierno. Muchos nos critican, dicen que no hacemos bien el trabajo, pero el caso es que ahora tenemos 352 promotores de educación que dan clases en 159 escuelas en resistencia, de las cuales son totalmente nuevas 37. En ellas se forman cerca de 4 mil niños y niñas zapatistas».

En las escuelas oficiales las clases se imparten sólo en español. En ellas, reclaman los zapatistas, «se enseña a los niños a dejar de ser indígenas, mientras en nuestras escuelas se trata de fomentar nuestra identidad». Es por eso que en la zona norte las clases se dan en español, zoque, tzeltal y chol, «y además se habla de nuestra lucha y los niños van desarrollando sus ideas».

Aquí, explican, «a los que no saben no se les pone cero, sino que el grupo no avanza hasta que todos vayan parejo, a nadie se reprueba». Asimismo, a fin de cursos los promotores indígenas organizan una serie de actividades que son presenciadas por los padres de familia, quienes valoran el aprendizaje de sus hijos sin otorgarles ninguna calificación.

El proceso educativo en esta región se hace cada vez más independiente. La primera y segunda generaciones de promotores fueron capacitadas por auxiliares de la sociedad civil, mientras que la tercera y la cuarta generación fueron formadas por los miembros de los primeros egresados, ya sin los acompañantes externos. En este terreno cada vez se prescinde más del apoyo «de afuera», aunque cada que enfrentan un problema solicitan asesorías para la elaboración de materiales didácticos. La alimentación de los promotores durante los cursos, por otra parte, ya no depende de un proyecto, sino de los propios pueblos.

En estos momentos funcionan dos centros de capacitación de promotores, uno en Roberto Barrios y otro en Akabal Na. Las materias que se imparten en las primarias son: matemáticas, lenguas, historia, vida y medio ambiente e integración, en donde se relaciona todo lo aprendido con las demandas zapatistas.

La historia que aprenden los niños autónomos no es la de los libros de texto oficiales, sino la de sus propios pueblos y su propia lucha. Los promotores y los niños han preparado las historias de cada una de sus comunidades que, mediante una línea del tiempo, se sigue en las escuelas en resistencia. «Los niños van a consultar a los viejitos de los pueblos y junto con ellos van armando su propio material didáctico», comenta uno de los promotores.

El reto en educación es ahora relacionar todos los proyectos. De esta manera, se busca que en las escuelas se impartan también clases de salud y de agroecología. En el municipio autónomo Benito Juárez, por ejemplo, los niños empiezan a sembrar cuidando la tierra, y ahí también aprenden cuestiones de higiene y prevención de enfermedades. Asimismo, los promotores de educación preparan excursiones con los niños a la montaña y a los ríos, donde, en directo, los involucran en el cuidado al medio ambiente.

Las autoridades autónomas afirman orgullosas que ya trabajan un proyecto de secundaria (el edificio está listo detrás de la oficina de la junta de buen gobierno), donde se impartirán las mismas materias que en el nivel de la primaria, agregando una de cultura. En realidad, no es propiamente una secundaria sino, como su interminable nombre lo indica, un Centro cultural de educación tecnológica autónoma zapatista.

La idea de este centro, explican los encargados, es que se adapte a la realidad indígena, pues «no se trata de estudiar para dejar de ser indígenas, sino para ser indígenas con más ideas». Lo que sigue, dicen, «será cumplir un día el sueño de tener nuestra universidad zapatista. Antes, todo esto que tenemos también era un sueño, y mira, ya lo cumplimos».

Los seis municipios autónomos de esta zona son: El Trabajo, Akabal Na, Benito Juárez, Francisco Villa, La Paz y Vicente Guerrero, y existen tres regiones más que operan como municipios autónomos, aunque no hayan sido declarados formalmente; además de una serie de comunidades que aún no están organizadas por medio de un consejo autónomo. Entre toda la zona reportaron un ingreso anual de un millón 600 mil pesos y un egreso aproximado de un millón de pesos. Muy poco, teniendo en cuenta el extenso territorio y la suma de carencias, pero nada despreciable si se considera que todo es aprovechado en colectivo.

En el apoyo a esta región, La Garriga, una pequeña y próspera ciudad de Barcelona, ha sido decisiva. Está hermanada con el municipio El Trabajo desde hace años y actualmente labora, junto a las autoridades del gobierno autónomo, en otros municipios de la zona, en proyectos de educación, salud y agroecología.

La salud… falta mucho

Uno de los rubros con mayor rezago en estos pueblos es la salud. Apenas, reconocen, «estamos organizando este servicio en todos los municipios y regiones, ya que la salud es una urgencia en las comunidades en resistencia. Todo lo estamos organizando desde los mismos pueblos con el fin de contar con un sistema propio de salud comunitaria y autónoma».

Desde hace un año, cuando se inauguraron los caracoles y entraron en funciones las juntas de buen gobierno, «los centros de salud del gobierno incrementaron el hostigamiento hacia nuestras bases, a quienes les hacían muchas preguntas y no les daban buena atención. Por eso nuestra gente tenía hasta miedo de atenderse en las clínicas oficiales», afirman los responsables del gobierno autónomo, quienes, junto a los pueblos, elaboran un plan de prevención de enfermedades.

Destaca en la zona norte el trabajo de un pequeño grupo de mujeres fisioterapeutas procedentes de Cataluña, quienes en un cuartito acondicionado para el caso, ofrecen masajes terapéuticos que, sin la necesidad de medicamentos, auxilian en algunas enfermedades. El intercambio cultural que se presenta durante los masajes es asombroso, pues ni los hombres ni las mujeres indígenas de los pueblos están acostumbrados a que los «toquen» con fines terapéuticos, mucho menos se atreven a desnudarse totalmente. Estas jóvenes y entusiastas profesionistas van de pueblo en pueblo masajeando y capacitando para que, cuando ellas partan, otras u otros puedan hacer lo mismo.

Hasta hace unos meses el trabajo de salud «iba muy disparejo» en los pueblos. Cada municipio trabajaba sus necesidades por separado y había unos que no tenían nada, ni casas de salud ni promotores. Hoy ya cuentan con una clínica en cada uno de los seis municipios declarados y cursos de promotores para atender a la totalidad de comunidades. Se trabaja, al igual que en los otros cuatro caracoles del territorio zapatista, en cursos de herbolaria y alopatía.

Las clínicas autónomas, como en la mayor parte de los centros de atención comunitarios, no cuentan con doctores ni enfermeras. Son atendidas por promotores de salud de los pueblos, quienes también llevan a cabo las campañas de vacunación y medicina preventiva. El municipio autónomo El Trabajo es el único que actualmente cuenta con un doctor en la clínica localizada precisamente en Roberto Barrios. Se trata de un pasante de medicina que se encuentra haciendo su servicio social.

Las enfermedades parasitarias y respiratorias, las infecciones de la piel y la calentura, son algunas de las enfermedades que atienden actualmente un total de 35 promotores de salud en El Trabajo y 41 en Benito Juárez; mientras que en el municipio autónomo Francisco Villa se trabaja un proyecto de herbolaria, y en el resto se realiza un diagnóstico para conocer la situación sanitaria.

Mientras tanto, se trabajan campañas de limpieza de letrinas, mantenimiento de animales fuera de las casas, higiene personal y comunitaria. «Todo esto cuesta trabajo, pero los compas ya lo están haciendo», afirma el responsable de salud.

Videastas autónomos

Moy, un joven zapatista de la región, forma parte de un sistema de medios de comunicación autónomo que incluye, además de una estación de radio regional, la elaboración de videos que recrean su propia historia, rescatan sus fiestas y tradiciones y registran las violaciones a sus derechos humanos. Producto de este trabajo es el video La guerra del miedo: Paz y Justicia, imágenes que narran la violencia del grupo paramilitar responsable de matanzas y otros crímenes en la zona norte.

Rosaura es locutora de la única estación de radio municipal operada por bases de apoyo (Radio Insurgente es manejada por insurgentes y no por personas de los pueblos). Se trata de una estación local que en un principio recibió el nombre de Radio Resistente y que es escuchada en un perímetro corto, mientras estudian dónde colocar la emisora para conseguir mayor alcance.

Cuentos para niños, campañas de salud, entrevistas con las mujeres de las cooperativas y noticias locales es lo que se puede escuchar cuando funciona la emisora operada por un grupo de hombres y mujeres jóvenes de los pueblos.

Las mujeres de la zona norte

Frente a la entrada principal al caracol se encuentra el campamento de paz en el que decenas de hombres y mujeres de distintas nacionalidades acompañan a la continuamente asediada comunidad de Roberto Barrios. A un lado del campamento destaca una construcción multicolor en la que un grupo de mujeres también multicolores bordan blusas y esperanzas.

La primera cooperativa nació como producto indirecto del hostigamiento paramilitar. Resulta que por periodos indeterminados los hombres tenían que dejar de trabajar para hacer guardia en el caracol (entonces Aguascalientes) y, con esto, el dinero empezó a escasear en las familias. Las mujeres entonces se organizaron y empezaron un proyecto que les ha permitido, hasta el día de hoy, «sacar adelante a sus familias».

Con los años, el trabajo en cooperativas se incrementó sustancialmente y ahora se llevan a cabo distintos proyectos colectivos encabezados por mujeres, tales como crianza de cerdos y de pollos, panadería, tiendas de abarrotes, cooperativas de artesanías, corte y confección y hortalizas. El municipio Benito Juárez es el que más ha impulsado los colectivos, con 33 mujeres responsables de su organización.

El trabajo no cesa. La junta de buen gobierno reconoce que falta mucho para equilibrar el trabajo entre hombres y mujeres; que en materia de salud están lejos de sus metas; que no todos los pueblos aplican las normas de agroecología, a pesar de contar con 54 promotores capacitados; que la secundaria aún no funciona; que los paramilitares de Paz y Justicia siguen operando; que la Comisión Federal de Electricidad les corta la luz; que no hay recursos… «Nos falta mucho y a ratos parece que más que al principio, pero estamos contentos mientras tengamos vida. Nada es igual que antes», finalizan Pedro, Soledad, Leonel, Concepción, Walter, Sofía, Rodolfo y Enrique, el equipo completo de la junta de buen gobierno.

Radio Insurgente

Buenos días. Estás escuchando Radio Insurgente, la voz de los sin voz. Voz oficial del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Son las cuatro de la madrugada, hora de combate suroriental».

La luz del día aún no llega, las mujeres echan las primeras tortillas en el comal y los hombres se preparan para ir a la milpa, mientras los niños permanecen dormidos en filas de tres, cinco o hasta 10 en un estrecho cuarto de techo de lámina y piso de tierra.

La única luz en este poblado zapatista es la que se desprende de los fogones recién prendidos y el silencio es casi total. Las mujeres se apartan un minuto del comal y sintonizan sus viejos radios. «Ya se mira el horizonte, combatiente zapatista, el camino alcanzará, a los que vienen atrás…», se escucha en la radio, e inmediatamente después aparece la voz clara, nítida, de una indígena insurgente: «Buenos días. Están escuchando Radio Insurgente… esperamos que se encuentren muy bien los compañeros y compañeras que resisten, dondequiera que estén. A las bases de apoyo del EZLN les decimos que estén tranquilas haciendo su trabajo. A los que no son zapatistas también los saludamos. Ésta es la voz de los sin voz».

La locutora insurgente, una mujer que combina el fusil con el micrófono, ofrece entonces parte de la programación del día: «Hoy tendremos programas con nuestra palabra del EZLN, tendremos también las complacencias de su música preferida y los saludos que ustedes mandan. Transmitiremos también programas de salud, para que no nos enfermemos y nos cuidemos; además de programas sobre el trabajo y los derechos de las mujeres y muchas cosas más… Recuerde que está usted escuchando Radio Insurgente y que somos una radio libre que está hecha para el pueblo, para que todos conozcan su lucha».

La mujer frente al comal no deja de echar tortillas y de escuchar. Su hija, una adolescente, no sólo escucha, se diría que a ella le gana la impaciencia. Llega la hora de los saludos y complacencias y sale a relucir el motivo que la inquieta. Se escucha en la radio: «Aquí tenemos una cartita que nos llegó hasta esta cabina y que vamos a leer con mucho gusto: Saludos a la Rosa, del municipio autónomo San Pedro de Michoacán, para ella quiero pedirles la canción de La cárcel, con los Bukis. Les pido que la toquen los días 8, 9 y 10 de este mes, a las seis de la mañana, a las ocho y a las 12, porque de por sí ella lo va a estar escuchando Radio Insurgente. Saludos al subcomandante Marcos, a todos los insurgentes y a todas las bases de apoyo…». Firma Pablo, del mismo municipio autónomo.

A la adolescente se le ilumina entonces la mirada, la mujer frente al comal parece indiferente y el hombre de la casa, a quien seguramente no le ha hecho ninguna gracia el saludo, toma su machete y su morral y parte a la jornada diaria. Carga un radiotransmisor de baterías.

En Los Altos de Chiapas, a más de 10 horas de la selva tzeltal y tojolabal, en esos mismos momentos tzotziles de San Juan Chamula trabajan en los cafetales. No son zapatistas ni mucho menos, pero han instalado un altoparlante o bocina de trompeta con dirección al campo y ahí, mientras recogen el café, escuchan Radio Insurgente Zona Altos.

Lo mismo ocurre en el cuartel militar de San Quintín, en la selva fronteriza, donde, aunque les han prohibido a los soldados sintonizar la estación de los rebeldes, no dejan de hacerlo a escondidas de sus mandos. En los retenes y guarniciones que, como no existen oficialmente pueden ser sólo una ilusión óptica, la tropa del Ejército federal, acalorada y de mal humor, se entretiene con la música zapatista. Las ondas hertzianas de Radio Insurgente se cuelan también a los lodosos campos de futbol y a las infaltables canchas de basquetbol en las que, sin dejar de jugar, los indígenas priístas escuchan a todo volumen la voz del EZLN.

Uno de los efectos más notables de las transmisiones, platica el coordinador general de las tres emisoras de Radio Insurgente, es que «han llegado a la estación peticiones de cientos de familias que estaban trabajando con grupos paramilitares y ahora piden su ingreso al EZLN; y hay también solicitudes de gente del PRI que pide materiales de nuestra lucha, para conocerla más».

Radio Insurgente enfrenta en cada transmisión la interferencia del Ejército federal. En muchos poblados apenas empieza la programación y en la frecuencia se meten otras estaciones o canciones en inglés. Los programas que, por lo visto, enojan más al gobierno, son los cuentos en la voz del sup Marcos y la barra de noticias.

Otro problema es la falta de recursos y las condiciones en las que se transmite la señal. Las precarias estaciones se ubican en la montaña, hasta donde llegan los locutores con todo o parte del equipo y los bidones de gasolina a cuestas para cada transmisión. No faltan las tormentas y los rayos que «se chingan todo», como sucedió una vez con la emisora de la selva fronteriza.

Y es precisamente esta emisora la que se encuentra en la montaña más alta. El locutor insurgente (acompañado por una insurgente y esta reportera), sube una loma con todo el equipo sostenido en la espalda con un mecapal. Un pedregal empinado no deja lugar a la respiración. El insurgente se adelanta, pues aún tiene que hacer otro viaje con 20 litros de gasolina. El ruido del motor anuncia que la punta del cerro está cerca. Llegamos y solo, bajo un techo de plástico, el locutor en turno ha iniciado la transmisión: «Muy buenos días. Son las 11 de la mañana, hora de combate suroriental. Está usted escuchando Radio Insurgente, la voz de los sin voz que transmite su señal desde las montañas del sureste mexicano, territorio libre de la opresión del neoliberalismo.»

Una pequeña mesa de bejuco es toda la escenografía. Sobre ella descansa la mezcladora y los aparatos de audio. Una antena y un motor son el complemento. El canto de los pájaros, los grillos y la caída del agua, son sonidos naturales que se mezclan con las canciones y mensajes. El insurgente no suelta su arma. Transmite con ella a un lado sin dejar de atender el micrófono.

En esta zona los responsables de las emisiones hacen entrevistas a la junta de buen gobierno, a las mujeres promotoras, a la sociedad civil que visita el caracol. También han transmitido mesas redondas en vivo, con temas sobre el neoliberalismo; y un programa, recordado por todos, sobre los ofensivos salarios de los diputados, senadores y presidentes municipales.

Termina la transmisión. El insurgente desconecta el equipo y, nuevamente con más de 30 kilos a cuestas, baja la montaña. Al día siguiente la historia se repetirá, volverá a subir la loma y, como todos los fines de semana, se volverá a escuchar su voz hasta Guatemala.

Radio Insurgente es una realidad desde el 14 de febrero del 2002. Hoy opera en tres regiones zapatistas: en Los Altos, en la selva tzeltal y en la selva fronteriza. Son tres emisoras distintas que, de acuerdo con su ubicación y alcance, transmiten mensajes en español, tzotzil, tzeltal y tojolabal. La programación la realiza cada unidad insurgente, aunque existen programas generales que se comparten entre las tres estaciones. Los horarios de cada emisora también son distintos y cambian de acuerdo con las condiciones climatológicas (tormentas), económicas (recursos de la estación) y políticas (interferencias).

Todas las estaciones operan en frecuencia modulada (FM) y existe una más que transmite en onda corta. Ésta última tiene orientada su antena hacia el norte del país, Centro y Sudamérica: «Radio Insurgente, voz oficial del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, transmite en la frecuencia de 6.0 megahertz en la banda de los 49 metros de onda corta de su radio», se escucha todos los viernes de tres a cuatro de la tarde, en países como Guatemala, El Salvador, Nicaragua y el resto de Centroamérica, y falta aún recibir confirmaciones de países de América del Sur.

Por lo pronto, y adelantándose a la ampliación de la cobertura, se transmite un espot de identificación en japonés, turco, alemán, francés, chino e italiano, grabado por simpatizantes de la lucha que han visitado las comunidades. Una mezcla musicalizada de idiomas y sonidos en la que, para alguien que sólo habla español, las únicas palabras identificables son «Radio Insurgente».

La programación, «lo que hace viva nuestra radio», abarca programas de salud y educación autónoma, derechos y trabajo colectivo de las mujeres, cuentos para niños, campañas contra el alcoholismo, lectura de los comunicados del EZLN, audioteatros sobre la resistencia y la autonomía, barra de noticias y el platillo fuerte es regularmente un cuento creado, producido y narrado por el subcomandante insurgente Marcos, en su papel de locutor y productor.

«Cuando los pueblos escuchan la voz del sup piensan que de por sí está en vivo. Hay veces que de por sí habla en vivo, pero hay otras que son cuentos grabados. Los compas piden mucho que se vuelvan a pasar y pues se repiten, porque en la Radio Insurgente de por sí pasamos lo que nos piden», afirma una de las locutoras entrevistadas.

El cuento de «El Chómpiras», que habla del compañerismo, y el de «La bruja Pánfila y la princesa Panfililla», que se refiere a los derechos de las mujeres, son las producciones más recientes del subcomandante Marcos. En ambas él hace diferentes voces, bromea con los posibles radioescuchas, con la tropa y con su equipo de producción, que musicaliza y llena de efectos especiales las narraciones.

El espacio dedicado a los saludos y complacencias musicales es el más esperado en todas las regiones. Las bases de apoyo zapatistas y hasta algunos priístas o de otra organización, solicitan, mediante cientos de cartas enviadas a las estaciones, la transmisión de una serie interminable de saludos y canciones.

Los Bukis, el grupo Brindis, Los Temerarios, Los Ángeles Negros, Juan Gabriel y hasta Julio y Enrique Iglesias (quién lo dijera), comparten el espacio rebelde con los grupos locales que entonan canciones y corridos revolucionarios, en su mayoría composiciones nuevas que hablan de la lucha zapatista. Grupos como Dos vientos de voz y fuego, Nuevo Amanecer, Jacinto y su guitarra y Los veteranos del Sur, son el éxito del momento en Los Altos y la selva zapatista.

A través de las canciones se da también un intercambio cultural entre las bases de apoyo y grupos prozapatistas de México y de otras partes del mundo. No es raro que en la hora de las complacencias los requeridos sean Maldita Vecindad, Panteón Rococó, Los de Abajo, Manu Chao o Amparanoia. El infaltable es, por supuesto, Pedro Infante, y el jazz, dicen, «sólo le gusta al sup«.

En Los Altos

«Está prohibido decir no puedo. Aquí todo se puede, menos rendirse», dice un letrero escrito sobre una cartulina y pegado en una de las paredes de la cabina de Radio Insurgente- Los Altos. En un extremo del pequeño y limpio local, agrupados en estricto orden, esperan su turno Sargento García, Oscar Chávez, Pérez Prado y una lista interminable de cantantes y grupos locales, nacionales y extranjeros. Un mapamundi, un reloj, y la programación del día ocupan las otras paredes de madera tapizadas con cartones de huevo, para aislar el ruido.

Mientras un locutor atiende la transmisión en vivo, la insurgente Angélica deja por unos momentos sus dos armas: el fusil y el micrófono, y relata a La Jornada su experiencia como locutora: «Mi trabajo de ser locutora es estar animando a las bases, programar, editar, cambiar la música. En la mañana pongo mi himno zapatista, a las seis en punto empezamos. Después del himno les doy la bienvenida y tocamos la música. A las 6:30 ya doy las complacencias y luego ya lo que se programó sobre salud, sobre educación, discursos o lo que se vaya a dar.

«En estos días -platica- estamos transmitiendo sobre las medicinas preventivas. Hemos entrevistado a las mujeres parteras de los pueblos. Les preguntamos cómo ayudan a las compañeras que están embarazadas. Ellas nos explican a través de la radio cómo se deben tomar plantitas para que el niño se acomode. Lo hacemos todo en tzotzil y ya luego lo traducimos al español.»

Otros reportajes que las insurgentes han preparado para la radio se refieren a un proyecto de tienda cooperativa de las mujeres de Polhó; otro de una panadería, y uno más del colectivo de telar. «Estamos, pues, aprendiendo a ser como reporteras», afirma Angélica, orgullosa y contenta con su nuevo trabajo.

«Todo esto -continúa su relato- es muy importante para que los pueblos vean los avances de cada municipio. Hay municipios autónomos que no se organizan y cuando lo pasamos en la radio lo que hacen en otros lados, ellos se animan y empiezan a trabajar.»

Las instalaciones de Radio Insurgente en esta región tienen otro pequeño cuarto de trabajo tapizado con decenas de cartas enviadas a la estación y, junto a él, la cabina de edición. Ahí, frente a la computadora en la que en esos momentos se editan saludos enviados desde Francia, Grecia y España, Rosa, otra insurgente, continúa el relato: «Una vez llegó una carta que nos dice que sigamos adelante y que un día ella, la que escribe, va a llegar con nosotros. Dice yo me siento muy triste porque no estoy cómoda, porque no estoy en ningún partido, me siento sola. Llámenme si puedo llegar a Radio Insurgente. Quiero integrarme en ser zapatista.

«Otra cosa que pasa -continúa Rosa- es que en las fiestas de los pueblos ya no ponen casetes o discos, ahora ponen la música de Radio Insurgente. Antes poníamos música clásica o instrumental y una vez nos dijeron: no nos gusta, nos da sueño. Ahora, ya sólo ponemos cumbias, tropical, revolucionarias, románticas, gruperas, baladas, trovas, rock, casi de todo. El cuento de la «Bruja Pánfila…», del sup Marcos, lo hemos transmitido muchas veces desde que llegó. Sirve mucho para ver el respeto a las mujeres y de paso les divierte a los pueblos».

Se transmiten también mensajes sobre la violencia a las mujeres y programas para fomentar la participación femenina, «para que no se dejen que sus esposos les prohíban salir». Hay también programas destinados a los padres y madres de familia, «para que no golpeen a sus hijos»; se transmiten también espots sobre los carros chocolates, «para que no los compren porque son ilegales», y campañas de higiene y prevención de enfermedades, «en los que se dice cómo cuidar una diarrea, cómo prevenir la gripa (esta zona es de mucho frío), o cómo deben cuidar su salud las mujeres».

En La Garrucha

A las 12 en punto, «hora suroriental», se inician las transmisiones en la selva tzeltal. En la tienda zapatista Smaliyel, ubicada en elcaracol de La Garrucha, se intenta sintonizar la estación desde minutos antes. Como en las otras regiones, los acordes del Himno Zapatista abren la emisión, primero en su versión tzeltal y, al día siguiente, a cargo de la rockera española Amparanoia.

Es fin de semana y hay más gente que de costumbre paseando por esta comunidad que alberga a la junta de buen gobierno El camino del futuro. Después de la bienvenida, se inicia la transmisión con Las mañanitasrevolucionarias, para «todos los compañeros y compañeras de nuestros pueblos que hoy festejan su cumpleaños». La señal es recibida hasta el sitio de taxis prozapatistas que se encuentra en la cabecera municipal de Ocosingo, y atraviesa también la cañada de Patiwitz y los municipios autónomos de San Manuel y Francisco Villa.

Durante la primera hora, dedicada a la voz y palabra zapatista, se transmiten en esta ocasión «materiales discográficos que se han hecho en favor de nuestra causa zapatista». La locutora de esta región explica que Los Nakos «son un grupo que hizo un disco que se llama Va por Chiapas, del que vamos a pasar una canción». Se arrancan entonces Los Nakos con eso de que «por cada fusil una escuela, y que el amor sea tu sol».

Las efemérides dan paso a un corrido zapatista entonado por el grupo Los Miserables, que sirve de fondo al patrullaje de más de 20 vehículos repletos de militares con la ametralladora apuntando al pueblo. Escenas cotidianas en estos parajes desde hace más de 10 años.

Aún no acaban de pasar los soldados y ya se escucha un espot sobre la salud en la resistencia. La segunda hora es de saludos y complacencias, y es el momento en el que Clara, una joven de la región, corre a un lado del radiotransmisor ubicado en la tienda-comedor zapatista y, sin contener la sonrisa, escucha el saludo que ha enviado a su familia. Con el rostro satisfecho se retira de la bocina una vez concluido su mensaje.

La programación continúa y en un tercer momento inicia «la hora de la poesía, el cuento y el relato». Es el año del centenario del poeta chileno Pablo Neruda y en territorio zapatista no pasa desapercibido. La locutora en turno explica: «Neruda luchó y escribió sobre el amor, la mujer, la guerra y la paz… es un poeta que apoyó la lucha popular de Chile. Es por eso que en Radio Insurgente lo recordamos…» Una fluida lectura de Crepusculario (fuiste mía y fui tuyo…) finaliza la intervención.

Otro aniversario, el de la lucha sandinista en Nicaragua, ocupa un espacio. Y una efeméride más se refiere a Pancho Villa. También se habla de la lucha de «nuestros hermanos indígenas en los Loxichas, en Oaxaca» y, a la hora de las complacencias, hacen su aparición, ni hablar, Los Temerarios y Los Bukis.

En todas las estaciones de Radio Insurgente se escucha un mensaje que, con humor, el subcomandante Marcos envía a los paramilitares: «Queremos mandarle un saludo a los paramilitares que andan por ahí amenazando a nuestras bases de apoyo. Les digo claro que ya no va a pasar como otras veces, ya no nos vamos a quedar así nomás viendo sus maldades, ahora lo vamos a cobrar bien caro (sonido de dos cuchillos). Mejor escuchen Radio Insurgente, la voz del EZLN, que también transmite para los indígenas que no son zapatistas, y les explica la lucha para que también se organicen y luchen».

También los soldados son destinatarios de Radio Insurgente. En los campamentos y cuarteles militares de la selva y de Los Altos, escuchan el siguiente mensaje: «Soldado que provienes del pueblo, escucha: Eres igual que nosotros, estás igual de pobre. Si dejas de ser soldado vas a ganarte una vida digna. Deja de pelear contra tu propia gente… Únete a la vida en rebeldía, que es una vida interesante, libre y digna… Desanímate y rájate del Ejército. Es hora de abrir los ojos».

El objetivo de Radio Insurgente, señala su coordinador general, «es mantener informadas a las bases de apoyo sobre la lucha, apoyar su formación política, fomentar la salud y la educación autónoma, divertir y entretener a los pueblos. La radio es un arma muy poderosa que estamos aprendiendo a conocer».

A través de la radio, explica, «se fomentan también las tradiciones de los pueblos, se toca la música indígena, se hacen campañas de prevención de enfermedades, se cubren actividades importantes, como fiestas o movilizaciones zapatistas, se hace, pues, que viva la radio».

En estos momentos se busca también que crezca la cobertura y se abran nuevas emisoras, pues aún hay huecos en el territorio en resistencia a los que no llegan las ondas insurgentes. No hay recursos, pero están produciendo su propio material discográfico, de cuyas ventas se adquiere material y equipo. Radio Insurgente cuenta con sus propios estudios de grabación, donde grupos musicales como Nuevo Amanecer producen los discos que sacan a la venta. De esta manera, se apoya a los músicos y se obtiene una ganancia para el mantenimiento de la emisora.

El coordinador general explica: «Hay mucho trabajo y, sobre todo, nuevas ideas. Está por salir la página web de la Radio, donde se podrán escuchar en vivo las transmisiones, se podrán escuchar programas anteriores y se explicará cómo se puede colaborar con este proyecto. La radio tiene mucho potencial y esto, como todo, apenas empieza».

Publicado el 5 de agosto de 2013

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