“Muérete en México”, la nueva política migratoria binacional
La fotografía de Óscar Martínez y su pequeña hija, Angie Valeria, boca abajo en el lodo a la orilla del Río Bravo ha dado la vuelta al mundo. Los salvadoreños murieron arrastrados por la corriente en su intento de cruzar de México a Estados Unidos. Su madre en El Salvador dijo que el sueño de su hijo era tener casa para su joven familia.
Cuentan los testigos que el padre logró dejar a su hija al otro lado, pero cuando iba a regresar por su esposa, la niña volvió al río tras él. Es natural, ¿cómo se explica a una niña de dos años que el río representa vida y muerte a la vez? —la vida mejor (en potencia), la muerte latente (en presencia). El padre la amarró en su camisa y así se ahogaron juntos.
La historia no es nueva, pero tiene aspectos muy propios de la crisis que viven hoy en día las personas migrantes, sobre todo, las que huyen de Centroamérica y por eso su muerte se volvió símbolo de esta etapa desalmada en la vida fronteriza. El Río Bravo/Rio Grande se ha llevado cientos de migrantes —en los panteones a ambos lados hay tumbas de migrantes anónimos recogidos de sus riberas. El desierto tiene su propia manera de matar. Ahora que se vive un calor infernal en el norte, solo en Texas se reportaron siete muertes de migrantes en una semana de junio, entre ellas, una mujer con dos bebés.
Son dos factores nuevos en la crisis humanitaria que se vive hoy: las políticas migratorias endurecidas de Trump, como parte de la agenda de supremacía blanca y la coyuntura electoral, y la participación del gobierno de México.
Las autoridades del gobierno de Trump inmediatamente culparon al padre muerto. “La razón por tragedias como esta en la frontera es que el padre no esperó pasar por el procedimiento de asilo de manera legal,” dijo Ken Cuccinelli, el jefe de ICE. Su respuesta muestra un enorme cinismo. De hecho, la política de Trump fue causa directa de la desesperación de Óscar. Se llama “metering” y consiste en restringir exageradamente el número de solicitantes de asilo que pueden cruzar desde México a argumentar su caso en Estados Unidos. Sin trabajo, sin techo en muchos casos, y sin las necesidades básicas, se ven obligados a cruzar por fuera de los puertos de entrada para entregarse llegando a territorio estadunidense. Y en este acto, según Cuccinelli, se vuelven criminales y responsables de su propia muerte.
El programa “Quédate en México” también aporta a la muerte de migrantes. Con el retorno a México de miles de solicitantes de asilo, sin apoyo de ninguno de los gobiernos para su manutención durante esperas que pueden durar meses, y con la presencia de niños y niñas que necesitan urgentemente cuidados y seguridad, mucha gente decide cruzar de otra manera a pesar de los riesgos.
Además, están retornando a la gente a las ciudades más violentas de México, primero Tijuana y Ciudad Juárez, y ahora ciudades fronterizas de Tamaulipas. Con la expansión del programa bajo el acuerdo para evitar aranceles, los peligros y la desesperación aumentan.
En México, fueron asesinados dos jóvenes hondureños en Tijuana, murió hace poco una mujer hondureña en el desierto cerca de Samalayuca, murió Saily Andino (19) en Tabasco intentando subir al tren, y según testigos, las fuerzas de seguridad mexicanas vueltas cazamigrantes mataron a balazos a Zenaida Escobar, una salvadoreña de 19 años, mientras viajaba en una camioneta en Veracruz.
No es casual que suban las muertes de migrantes en el país, ni es solamente resultado de mayores flujos. Este es precisamente el propósito de la política de “disuasión por muerte” que empezó mucho antes de Trump y se ha intensificado con el gobierno racista en el poder. El gobierno estadunidense apuesta a que la gente se desespere, se arriesgue en condiciones cada vez más letales, y muera de las maneras más crueles —cocinados en el desierto, golpeados, ahogados en el río o baleados impunemente por la Patrulla Fronteriza. Su muerte sirve de mensaje para desincentivar la salida de otros como ellos. Son para sus cálculos mensajes, noticias, estadísticas—no seres humanos.
Esperemos que al aceptar los acuerdos con el gobierno de Trump, no fue la intención del gobierno de López Obrador causar la muerte de migrantes centroamericanos en México, como la de Óscar y Valeria. Sin embargo, este modelo de deshumanización y de exponer a migrantes a condiciones riesgosas a propósito para inhibir la migración (que, por cierto, ni siquiera funciona) está en el fondo de los acuerdos de “Quédate en México”, de administrar el metering y de criminalización, detención y deportación desde territorio mexicano, que forman parte de los acuerdos. Las muertes son funcionales, no accidentales, bajo esta estrategia que, según parece, México ya ha importado de EEUU.
¿Qué pasa si México rechaza el retorno de solicitantes de asilo en EEUU? El gobierno de Trump tendría que asumir sus responsibilidades y procesar de manera eficiente y con debido proceso las solicitudes. La mayor parte de las personas que esperan audiencias tienen donde irse, con familiares o conocidos en Estados Unidos que pueden cuidarlos mientras.
Y más importante, no se podría seguir desviando la atención de las causas hacia las víctimas. Si México fuera realmente ejemplo de un nuevo paradigma y no el verdugo de las políticas de Trump, se podría pensar en soluciones que respeten realmente los derechos humanos, primordial entre ellos, el derecho a la vida.
Laura Carlsen
(mexicana/estadounidense) es directora del Programa de las Américas, analista política y periodista