En Movimiento

Raúl Zibechi

Mil colegios ocupados en Brasil

El movimiento estudiantil brasileño es la punta de lanza de la resistencia al gobierno ilegítimo de Michel Temer. La oleada de ocupaciones de colegios secundarios que comenzó en Sao Paulo hace un año, tuvo su repliegue parcial y recomenzó con fuerza inusitada en octubre.

Sólo en el estado de Paraná, hasta la semana pasada había 850 de los 2.100 colegios ocupados. Mientras las ocupaciones decaen en Paraná en los últimos días, por las presiones combinadas del gobierno, la justicia, los medios y el Movimiento Brasil Libre (MBL), la lucha estudiantil gana fuerza en otros estados. En Espíritu Santo hay 62 colegios ocupados y en Minas Gerais casi cien, mientras una oleada de ocupaciones de universidades y otros centros de enseñanza se expande por todo el país.

Resisten la improvisada reforma educativa decida por el gobierno y la congelación de los gastos públicos durante 20 años conocida como PEC 241 (Propuesta de Enmienda Constitucional), a punto de ser votada por el parlamento que la rebautizó como PEC 55. Si la medida es aprobada, los gastos en salud y educación sufrirán serios recortes, ya que son dos áreas en las que el presupuesto viene creciendo por encima de la inflación. Los principales afectados serán los sectores populares que ya sufren con servicios de muy baja calidad que se deterioran de año en año. Pero la congelación de gastos será apenas el primer paso para proceder luego a la reforma de las pensiones y la reforma laboral, ambas completarán un retroceso en derechos conquistados.

La reforma educativa es un simple decreto del Poder Ejecutivo, llamado Medida Provisoria en Brasil, lo que revela un estilo autoritario ya que no se permitió el menor debate público, ni siquiera a nivel parlamentario. La reforma entrará en vigor en 2018 y prevé una enseñanza media volcada hacia las materias técnicas con la supresión de filosofía, artes y educación física. El sistema educativo está en crisis. Desde 2011 el país registra un estancamiento en el Índice de Desarrollo de la Educación Básica, con 1,7 millones de jóvenes de 15 a 17 años que no estudian ni trabajan. Razones para la lucha estudiantil no faltan.

En Paraná, como en otros estados, se formó el Núcleo de Escuelas Ocupadas, un colectivo autónomo que dinamiza las ocupaciones y propone algunas reglas que no todos los colegios aceptan, ya que cada uno toma sus propias decisiones. En las ocupaciones pueden verse grandes carteles con los horarios para comer, dormir y las convocatorias de asambleas. En una sala se disponen los alimentos donados por la comunidad, padres, profesores y sindicatos, hay una sala con productos higiénicos y carteles bien visibles con los turnos para limpiar, cocinar y mantener la seguridad.

La sociedad está dividida. El MBL que había ganado las calles con enormes manifestaciones para destituir a Dilma Rousseff en 2015, se moviliza ahora para alentar la desocupación de los colegios. En Curitiba se reunieron pequeños grupos de 40 personas integrados por padres, profesores y militantes del MBL, quienes se instalaban frente a los colegios ocupados rezando el padre nuestro, cantando el himno nacional y gritando a favor de la desocupación. El MBL parece haberse olvidado de la corrupción que campea en el gobierno de Michel Temer, que fue el argumento para salir a las calles alentados por los medios para destituir a Dilma a la que acusaban de corrupta, algo que nunca pudieron probar.

Pese a tener enfrente una oposición muy potente, el movimiento sigue adelante y parece extenderse. Uno de los momentos más fuertes y emblemáticos fue la comparecencia de Ana Julia Ribeiro en la Asamblea Legislativa de Paraná, el pasado 26 de octubre. La joven de 16 años tuvo una intervención estremecedora que impactó en las redes sociales y también en algunos grandes medios. “¿A quién pertenece la escuela?”, le espetó la joven a los parlamentarios, mientras defendía el movimiento por la educación. “El movimiento estudiantil nos dio más conocimiento de la política y la ciudadanía que todo el tiempo que estuvimos sentados en filas en las aulas”, dijo Ana Julia.

Como escribió la periodista Eliane Brum, Ana Julia “rescató la palabra en un país en que las palabras dejaron de decir” (El País, 31 de octubre de 2016). Mientras hablaba, su cuerpo temblaba. Estuvo al borde de llorar en algunos momentos. Es lo que le sucede a las personas que ponen el cuerpo junto a sus acciones. Tal vez ella nos habla por toda una camada de jóvenes que ya no se dejan; que cuando la izquierda desaparece, cuando los sindicatos se dedican a sus salarios, cuando los intelectuales miran para otro lado, ellos y ellas ponen el cuerpo que, finalmente, es lo único que nos queda.

 

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