“Los queremos a todos”

Adazahira Chávez/enviada

Morelia, Michoacán. 18 de octubre. Al menos tres centenares de familiares, sindicalistas y estudiantes aguardan noticias sobre la liberación de sus hijos, hermanos y compañeros, detenidos durante el operativo de desalojo de las normales rurales de Cherán, Arteaga y Tiripetío. “Ya llevamos aquí desde el 15 de octubre”, señala una de las estudiantes de la escuela Normal de Cherán. Otra exclama: “que te cuente ese papá de allá cómo lo están amenazando los de la mafia desde el celular de su hijo, que los policías le robaron en el operativo”.

Hasta esta mañana, 49 estudiantes continúan detenidos y se asegura que serán trasladados al penal.

El agotamiento se refleja en las caras de estudiantes y familiares. Por momentos, la desesperación cunde. Dentro de las instalaciones de la Procuraduría, los policías juegan con esta desesperación. Hacen amagos de abrir la puerta, como si fueran a salir libres los estudiantes; las madres se arremolinan en la puerta y comienzan a gritar. Los policías hacen señas de saludo a través de los vidrios traslúcidos, estiran los brazos como si estuvieran despertando y se ríen.

La tensión crece por momentos; los familiares reclaman a quien pueden. Cuando las puertas por fin se abren, un remolino de familiares se acerca. Sale un funcionario de traje, y anuncia que van a salir algunos estudiantes, entre ellos, las tres mujeres que quedan detenidas todavía.

Los 24 estudiantes salen en fila india, cada uno “acompañado” hasta la puerta por un policía que lo lleva agachado, pero lo suelta en cuanto llegan al exterior. Los gritos, aplausos, abrazos y llantos crecen. Los normalistas que esperan a sus compañeros hacen una valla humana para recibirlos.

La alegría, momentánea, se acaba en cuanto se cierran las puertas y no salen más estudiantes. Un grito de rabia se eleva: “Los queremos a todos”. La madre de uno de los que no ha salido se derrumba en las escaleras, y con la voz desgarrada comienza el grito que seguirán los demás: “presos políticos, libertad”, y solloza.

Los profesores vocean el recuento, y advierten que esta liberación paulatina es una estrategia de desgaste. “Las autoridades quieren que se cansen y se vayan los que ya tienen a sus hijos, para que se queden presos algunos y se les inicie el proceso”. La resolución de los que esperan es que “si no hay liberación, aquí será el plantón”.

Las jóvenes estudiantes que en unos años serán maestras de prescolar, animan a sus compañeras que acaban de salir, y urgen a una a que cuente cómo la trataron en el operativo y la detención. La chica narra las vejaciones de las que fue objeto y sus ojos se humedecen. Explica que está preocupada por el estado de salud de sus compañeros aún detenidos. Otra cuenta que vio cómo los agredían con palos y picos en los glúteos, y aventura que el retraso en la liberación “puede ser porque esperan a que se bajen las huellas de la agresión”.

La chica recién liberada recibe más abrazos de sus compañeros, se despide y se integra al plantón que esperará por la libertad de los futuros profesores rurales.

 

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