Palestina, las cosas por su nombre

María Landi

Libertad y Dignidad: los presos políticos palestinos en huelga de hambre masiva

El 17 de abril, Día Internacional de las y los Presos Políticos Palestinos, más de 1.500 prisioneros iniciaron una huelga de hambre colectiva. Se trata de la medida más numerosa y plural llevada adelante en las cárceles de la ocupación colonial israelí en muchos años, y ha recibido la adhesión de todos los partidos políticos palestinos, incluyendo los marxistas y los islamistas. El día 19, las presas políticas anunciaron que se unían a la huelga de sus compañeros –en principio por diez días.

Hay una larga historia de huelgas de hambre colectivas organizadas por los presos palestinos, con hitos importantes en 2004 y 2012. Con frecuencia concluyeron con el compromiso de las autoridades de aceptar sus demandas; el problema es que el régimen sionista también tiene una larga historia de incumplimiento y traición de los compromisos negociados con el pueblo palestino.

Esta huelga de hambre, iniciada bajo la consigna “Libertad y Dignidad”, exige cambios en las condiciones de reclusión, tales como: tener libros, periódicos y acceso a los estudios universitarios; volver al régimen de dos visitas mensuales de una hora de duración (actualmente es una sola de 45 minutos) y permitir la visita de familiares de segundo grado. Pero la protesta apunta también a denunciar y exigir el fin de las políticas de detención arbitrarias y violatorias del derecho internacional humanitario: el régimen de aislamiento prolongado, las detenciones ‘administrativas’ (sin cargos ni juicio, por tiempo indeterminado) y el traslado de los prisioneros a Israel -en violación del IV Convenio de Ginebra-, lo que restringe severamente las posibilidades de visitas familiares. Además, denuncian la negligencia médica que provoca la muerte de detenidos y exigen la liberación de discapacitados y enfermos terminales (se estima que más de 1.000 se encuentran en graves condiciones de salud, sin recibir atención médica adecuada).

El vocero de la protesta es el dirigente y líder del partido Fatah, Marwan Barghouti, preso desde hace 15 años y condenado a cinco cadenas perpetuas por su papel en la resistencia armada durante la segunda intifada (un juicio en el que el acusado rechazó la asistencia legal y declaró que no reconocía la legitimidad de un tribunal militar integrado por el ejército de ocupación).

Barghouti es el preso más famoso y carismático dentro y fuera de las cárceles, y hay quienes lo han bautizado “el Mandela palestino”. Su popularidad sin duda aumentará al liderar esta huelga, y a la vez puede ser garantía de su éxito, en un país donde el 21% de la población ha estado o está en la cárcel. De hecho en Cisjordania la gente ya se ha volcado a las calles y ha habido incidentes con el ejército en varias ciudades –sobre todo Belén y Ramala-, donde varios manifestantes fueron heridos y detenidos.

Según cifras oficiales palestinas, hay alrededor de 6.500 palestinos en 22 cárceles israelíes (todas -menos una- dentro del territorio de Israel), incluyendo 600 en detención administrativa, 300 menores de edad, 60 mujeres y niñas, 12 parlamentarios y 28 periodistas. Al menos 1000 presos tienen prohibido recibir visitas familiares por «motivos de seguridad» (sobre todo los de Gaza), y entre 15 y 20 permanecen en total aislamiento, sin contacto con otros presos o familiares. Según la organización palestina Addameer, en estas cinco décadas desde la ocupación de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, más de 800.000 palestinos han sido detenidos o encarcelados por Israel, lo que equivale a alrededor del 40 por ciento de la población masculina de Palestina.

El portavoz del Comité de Asuntos de los Prisioneros y Ex-prisioneros de la ANP, Akram Atalah Alayasa, dijo que las autoridades israelíes han comenzado a poner bajo aislamiento a quienes participan en la huelga, les han confiscado pertenencias personales, prohibido ver la televisión o comunicarse, y han suspendido todas las visitas. El Comité informó que el Servicio de Prisiones Israelí ha tomado medidas principalmente contra los presos que lideran la acción: por ejemplo, Marwan Barghouti fue trasladado desde la prisión de Hadarim a la de Jalame y puesto en régimen de aislamiento, al igual que otros dirigentes. Las autoridades también anunciaron que «será procesado en un tribunal disciplinario», pues lo acusan de utilizar a su esposa para sacar una carta de la cárcel y hacérsela llegar al New York Times.

A su vez, la amenaza de alimentación forzada se cierne sobre los huelguistas: el Ministerio de Salud Pública de Israel ha coordinado con la Policía y el Servicio de Prisiones el eventual traslado de presos a hospitales militares. Se busca así evitar que sean transferidos a centros públicos, donde el personal médico se ha negado a aplicar la ley que permite la alimentación forzada (ratificada por la Corte Suprema), ya que viola su código de ética y es considerada tortura en el derecho internacional de los derechos humanos.

En la carta publicada en el NYT el día 16 como columna de opinión, Marwan Barghouti explica de manera elocuente las razones de esta medida de lucha colectiva, al tiempo que denuncia las permanentes violaciones del derecho internacional de los derechos humanos que Israel comete diariamente contra los prisioneros y sus familias, con el único fin de quebrar su resistencia y su misma existencia como pueblo.

Tenía tan solo 15 años cuando fui encarcelado por primera vez. Apenas tenía 18 cuando un interrogador israelí me forzó a abrir las piernas mientras estaba desnudo en la sala de interrogatorio, para golpear mis genitales. Me desmayé del dolor, y la caída resultante dejó una cicatriz perenne en mi frente. El interrogador más tarde se burló de mí, diciendo que yo nunca procrearía, porque las personas como yo sólo engendran terroristas y asesinos”, escribió.

Barghouti acusa a Israel de mantener un sistema “inhumano de ocupación colonial y militar” y de “apartheid jurídico” que busca “romper el espíritu de los prisioneros y de la nación a la que pertenecen, infligiendo sufrimiento a sus cuerpos, separándolos de sus familias y comunidades, utilizando medidas humillantes para obligarnos al sometimiento. A pesar de semejante tratamiento, no nos rendiremos”.

En efecto, el pueblo palestino lleva 100 años resistiendo la colonización sionista y 50 años la ocupación militar israelí. Este año de aniversarios significativos, es una oportunidad para redoblar la solidaridad con la justa lucha por sus derechos. Desde 2005 esa solidaridad tiene nombre y apellido, y es la campaña palestina y global de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel hasta que respete el derecho internacional y ponga fin al régimen de ocupación, colonización y apartheid que impone sobre el pueblo palestino.

La campaña es exitosa y crece cada día en todos los continentes, a pesar de los intentos israelíes de deslegitimarla y criminalizara. Y es que cuando la justicia y la razón están del lado de los pueblos, la Historia avanza en esa dirección. Mientras los presos palestinos resisten con la única arma que tienen: sus estómagos vacíos, y se avecinan tiempos de represión muy dura dentro y fuera de las cárceles, sólo nos queda preguntarnos qué podemos hacer para apoyar su lucha por libertad y dignidad. Permanecer indiferentes no es una opción.


Fuentes: Samidoun, Huffington Post, The New York Times, El Economista, Palestina Libre.

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