La desobediencia viaja en Metro

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México, DF. Con el alza en la tarifa del Sistema de Trasporte Colectivo Metro en la ciudad de México, estalló un movimiento civil y pacífico que esta semana tendrá que librar, además de las amenazas de multas de mil 200 pesos a quienes evadan el nuevo pago, el reto de fortalecerse, crecer y ganar el apoyo de los usuarios que permanecen apáticos a la protesta o con miedo a la represión.

El movimiento #PosMeSalto, nació en “las redes sociales para sumar más gente, y no sólo es porque nos subieron el Metro sino por la forma en que realizaron esto. Ellos tienen sueldo de más de 80 mil pesos mensuales. Y que vengan a subir el transporte es un descaro”, señala Ramsés el viernes 13 de diciembre, en la estación del Metro Taxqueña.

En esta estación, desde las 7 de la mañana, cerca de 50 mil personas ingresaron al Metro, en promedio cerca de 10 mil por hora. Y la gran mayoría, dice Ramsés, no pagó su boleto en las primeras cinco horas de protesta.

“No buscamos jalar a nadie, queremos que la gente tenga conciencia social, pero si los vagoneros (vendedores) que trabajan en el Metro se tratan de acercar con nosotros somos, al final de cuentas, la misma gente, venimos de las mismas colonias a todos nos están jodiendo”, señala otro de los activistas.

Fernando Castro, estudiante de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa, acudió desde temprano junto con un grupo de jóvenes al metro Taxqueña a manifestar su inconformidad, pues “es una manera de resistir en contra del alza al transporte público, es un acto de congruencia ante un ataque al pueblo”, dice.

Sobre los argumentos y la encuesta con la que el gobierno del Distrito Federal tomó la decisión del incremento del 66 por ciento (de tres a cinco pesos), los activistas de PosMeSalto aseguran que “es una incongruencia de un gobierno de “izquierda”, no se puede atacar al transporte que moviliza a la gran masa. Nos parece extraño la rapidez con la que se hizo todo, y la participación de las casas encuestadoras, que además fueron las mismas que participaron en el proceso electoral en el 2012”.

No se sabe a quién se entrevistó en esa encuesta, denuncia otro joven activista. “Si somos casi 6 millones de usuarios, nos parece que es mentira y salimos porque tenemos que decirlo. Estamos por un movimiento pacífico, queremos como estudiantes informar, vamos a convocar a marchas, queremos organizar un frente en distintas zonas, ya sea por colonias o delegaciones, con grupos y pequeñas esferas que realicen brigaderos”.

En Taxqueña dos mujeres provenientes de Xochimilco observan el movimiento de jóvenes y escuchan con atención. “A nosotros no nos pidieron permiso, no nos preguntaron si estábamos o no de acuerdo. Nosotros apoyamos a PosMeSalto porque ganamos el mínimo y no nos alcanza, eso no es justo. Nos vamos a sumar al movimiento desde Xochimilco”, apuntan.

 “La sociedad se tiene que unirse”, arenga una joven con un altavoz en la entrada del Metro. “¿Cuánto te subieron el  salario?”, pregunta a los usuarios. El flujo de personas a las 10 de la mañana, corre a una velocidad que los jóvenes no se dan abasto en los torniquetes. Abren la puerta del Metro y miles de personas entran sin pagar la tarifa  propuesta.

Mientras tanto, en el Metro Ciudad Universitaria, Israel Solares, estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México, menciona que esta protesta significa una oposición al autoritarismo del gobierno, y a las medidas que se están imponiendo arbitrariamente sin la consulta a la población. “Las consultas son pantallas, no sólo contra el aumento del metro, sino contra la privatización del petróleo y contra la pérdida de libertades democráticas”, dice.

Entre consignas como “Mancera, entiende, el pueblo no se vende”, cientos de personas se agachaban, saltaban, se pasaban de ladito los torniquetes en esta estación y, según reportes de POsMeSalto, en otras 35 estaciones más sucedía lo mismo.

“Esta protesta es una consecuencia lógica  a un  aumento extremo”, explica Juan Márquez, de la colonia Xoco, cerca del metro Coyoacán, “en mi familia hay gente desempleada, dos pesos son importantes en este momento para mi familia”.

En los pasillos de las estaciones cientos de jóvenes realizan mantas, carteles y abren el micrófono para que la gente exprese su inconformidad. En CU se escucha a una joven: “Mancera y Joel Ortega dijeron primero, hace unos días, que utilizarían la fuerza pública contra la manifestación por el alza de tarifas de este día, y después declararon que no, que nos daban permiso. Le queremos decir a Mancera que nosotros estamos ejerciendo nuestro derecho a la protesta y que no le vamos a pedir permiso para manifestarnos”.

En el Metro Centro Medico, un grupo de activistas informaba de las actividades y el sentido de la protesta dentro de la estación, mientras otro ayudaba a las personas a brincar el torniquete. “Nosotros estamos aquí protestando porque pagamos impuestos”, dice uno más de los usuarios mientras esquiva el torniquete, mientras la policía vigila sin intervenir, pues esa fue la orden que les dieron para el primer día de las movilizaciones. A partir del sábado 14, anunciaron, ya no se tendrá tolerancia y se detendrá a quien pretenda entrar sin pagar.

“Yo salí de mi casa  a las seis de la mañana rumba al Centro Médico y tengo que viajar en el suburbano, y en la estación del metro Guerrero traslado. Cuando pase por ahí ya estaba el movimiento. Salté el torniquete. Yo vine al médico, pero ahora estoy aquí apoyando al movimiento. Yo estoy de acuerdo con los jóvenes y como padre yo apoyo a esta juventud, cada vez es más difícil para ellos y nosotros, y el gobierno nomás engaña”, lamenta Norma Contreras, ama de casa de Cuautitlán Izcalli, Estado de México, una de millones de personas de las que serán más afectadas, pues se trasladan diariamente entre una entidad y otra.

Un activista toma la palabra y convoca a que levante la mano a quién le hayan preguntado sobre el alza de las tarifas. Ninguno de los asistentes alza la mano.

En un momento distinto, de regreso a la terminal del metro Ciudad Universitaria, de la línea 3, decenas de jóvenes animan a los usuarios a unirse a la protesta y entrar sin pagar.

Algunos usuarios dudan, miran a la fila de policías que se extiende por el pasillo de entrada, pero finamente se animan y, apoyados por los estudiantes, pasan de lado por los torniquetes, por abajo y, los menos, los brincan.

Raúl, parte de la brigada que acudió a promover #PosMeSalto en el metro Ciudad Universitaria, afirma que la respuesta de los usuarios es positiva, pues “hasta el 90 por ciento de la gente no ha pagado su boleto”.

 Un grupo musical concluye su participación y alguien disfrazado –de algo parecido a un ojo gigante- se pasea entre los usuarios que se arremolinan unos instantes para escuchar la arenga del micrófono, en la que un joven hombre pregunta hasta cuándo aceptarán el autoritarismo del jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera Espinosa (cuyas iniciales, MAME, dan para que los brigadistas hagan algunos chistes).

 Los estudiantes y trabajadores de la brigada llevaron 5 mil volantes que, aseguran, para las 9 de la mañana estaban agotados. “La gente nos pregunta cuándo es la siguiente marcha o manifestación, saluda, aplaude, nos respalda y pide contactos”, relata. La jornada en esta estación comenzó a las 7:30 de la mañana.

 Un ama de casa de cerca de 50 años espera el tren en el andén. Aprovechó el #YoMeSalto para pasar sin pagar. “A mí no me afecta mucho la subida porque casi no uso el metro, sólo cuando voy al hospital, pero está bien que hagan esto”, afirma tímidamente.

Los policías miran la aglomeración que se hace de un lado de la estación. Los brigadistas animan: “compañeros, pásenle por el otro lado, todos los torniquetes están libres si no quieren pagar”. Un policía, a gestos, distribuye a la gente en los torniquetes. Un funcionario del Metro, parado frente a la puerta de ingreso con sus llaves en la mano, crispa los puños de vez en cuando mientras escucha los discursos. Los usuarios, la mayoría con dificultades por los bultos que cargan o por la poca agilidad, buscan la forma de colarse.

Respecto a la declaración del jefe del Sistema de Transporte Colectivo – Metro, Joel Ortega, en el sentido de que el gobierno local permitiría la jornada de protesta, el estudiante de posgrado afirma que no necesitan permiso. “Él puede decir lo que quiera, pero es nuestro derecho a la libre manifestación. Nos seguiremos movilizando. No necesitamos permiso, y no lo necesitamos durante la semana, en que se hicieron”.

Una adolescente, que no quiere dar su nombre, parece resignada. “Pues yo no sé para qué hacen tanto alboroto. Pues si el gobierno ya decidió por nosotros, ¿qué podemos hacer?”, argumenta. Ella también se pasó sin pagar.

La frase que la brigada de jóvenes y no tan jóvenes promueve es “No son solamente dos pesos, es por el país”, y su intención es hacer más global la protesta: “Pensamos que se puede enganchar con el tema de la reforma energética, la hacendaria y la política”, explica el organizador.

Son las tres primeras jornadas de movilizaciones desde el incremento oficial a la tarifa (los días 13, 14 y 15 de diciembre). La oposición al autoritarismo, la reacción a la burla, la necesidad de hacer algo, la exigencia de ser tomados en cuenta, el hartazgo y la indignación, son sólo algunas de las motivaciones que impulsan la movilización.

La torpeza y el autoritarismo del gobierno capitalino provocaron una movilización popular en la que los primeros en ser rebasados fueron los partidos políticos y las propias organizaciones, que lejos están de las demandas ciudadanas.

En las estación Bellas Artes desde las siete de la mañana los activistas reparten volantes y se apuestan con pancartas de repudio. Los jóvenes (de entre 15 y 20 años) llegaron en grupos de amigos. Fueron convocados por la página PosMeSalto y ni siquiera se conocen entre ellos. A las pocas horas ya son amigos y planean juntos las acciones siguientes.

El gobierno del DF se vio obligado a “dejar pasar” y no detener a nadie que entrara sin pagar al Metro el primer día de las movilizaciones. Hoy hay amenazas abiertas. El movimiento asegura que esto apenas empieza.

Publicado el 16 de diciembre de 2013

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