México. Ante la falta de voluntad y mecanismos oficiales para localizar a los innumerables migrantes –mexicanos o centroamericanos- desaparecidos en México, organizaciones sociales y familiares se han visto obligados a buscar indicios de su paradero en albergues, caminos y fosas comunes o clandestinas.
“Nos faltan dos semanas para concluir la primera etapa de exhumación de 40 cadáveres en Tapachula, y para continuar con las demás rutas”, declara Miguel Ángel Paz Carrasco, coordinador de Voces Mesoamericanas de Acción con Pueblos Migrantes.
“Buscamos personas que pudieron haber pasado por albergues y que pudieran no estar vivas: hacemos caravanas y caminatas, y revisamos lugares con ayuda de fotografías y con investigación forense”, detalla Paz Carrasco.
El 20 de agosto comenzó la exhumación de 40 cadáveres enterrados en fosas comunes del cementerio “Jardín de Tapachula” y del panteón ejidal de Ciudad Hidalgo, municipio de Suchiate, Chiapas. Quince de los cadáveres corresponden a migrantes guatemaltecos, salvadoreños y hondureños.
Esta exhumación forma parte de una iniciativa de organizaciones civiles, comunitarias y de familiares que buscan a personas desparecidas y no encontradas. Buscan generar un banco de datos forenses para desaparecidos y una base de datos de restos no identificados.
“Éste es un primer momento; se trata de ir a las fosas comunes de panteones municipales que se encuentran a lo largo de estas rutas, y que se unen a las vías del ferrocarril”, explica el activista.
En el trabajo de laboratorio se realizan pruebas de ADN para encontrar los perfiles genéticos de los restos de personas exhumadas. Una vez que se cuenta con estos perfiles, se cruzan con la información proporcionada por los familiares que buscan a sus conocidos; pueden ser mexicanos o centroamericanos. “Esto es lo que estamos haciendo con los 40 migrantes encontrados en Tapachula, Chiapas”, explica Paz Carrasco.
Son miles los centroamericanos que anualmente cruzan la frontera con México, la más grande del mundo, muchos de ellos expulsados por la violencia estructural que viven en sus países.
La distancia que deben recorrer los migrantes entre la frontera sur y la norte es de 3 mil 153 kilómetros. A lo largo de este recorrido, tendrán que pasar en camión de pasajeros, en tren, escondidos en pipas, y cruzarán territorios controlados por distintas bandas de narcotraficantes.
La mayoría son salvadoreños, nicaragüenses o guatemaltecos, y arriesgan la vida en los interminables caminos después de salir de su comunidad para llegar a la Bestia, el tren de la muerte que va a la frontera con Estados Unidos. En este camino, hombres, mujeres y niños se enfrentan a sicarios y narcotraficantes que los extorsionan, secuestran, esclavizan o asesinan.
“Son varias las rutas de migrantes en las que tenemos que realizar las bases de datos: la de Tapachula a Ciudad Hidalgo, la de Frontera-Comalapa, y la ruta del Usumacinta, que viene de la Selva Lacandona”, señala Miguel Ángel Paz.
El defensor de los derechos de los migrantes comenta que “el apoyo para la iniciativa viene de las organizaciones civiles, la iglesia y organizaciones comunitarias que trabajan con migrantes; su principal aporte es proporcionar información de migrantes o personas desaparecidas o no localizadas.
“Éste es el primer dato a revisar; el otro lo identifican las organizaciones de base, y son lugares donde pudieran encontrarse restos de migrantes que fueron enterrados; puede ser muerte por causa de accidente o asesinados por grupos del crimen organizado”.
Voces Mesoamericanas de Acción con Pueblos Migrantes, junto con otras organizaciones, elabora un listado de personas desaparecidas de Chiapas. Para el caso de Guatemala, Honduras y El Salvador, se realiza un banco forense de datos.
Dado el contexto de inseguridad y el creciente número de secuestros y homicidios que padecen los migrantes, Voces Mesoamericanas ha planteado este trabajo, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como un trabajo urgente.
Esta iniciativa nace, en un primer momento, de “saber que el condado de Pima, en el desierto de Arizona, Estados Unidos, el servicio forense conserva 600 cuerpos de migrantes que murieron en el tránsito por el desierto”, recuerda Miguel Ángel, y agrega que “de los que se han identificado, la mayoría son chiapanecos”.
Un segundo momento tiene que ver con la masacre de los 72 migrantes encontrados en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010, y con los restos de 190 migrantes, encontrados cerca de este lugar. “Y en este año, con los 40 restos sin identificar en Cadereyta, Nuevo León”, suma Paz.
La base de datos oficial (de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, de la Procuraduría General de la República y de otras instancias) no tiene criterios homologados ni formularios articulados, explica el defensor de derechos humanos. “Si algún familiar quiere realizar una búsqueda, le es prácticamente imposible encontrar a su familiar”.
Y concluye desde Chiapas: “Todo esto nos hizo reconocer la situación de los migrantes desaparecidos o no localizados, y la necesidad de encontrarlos, del derecho a la verdad”.
Publicado el 10 de septiembre 2012