En los límites de la frontera

Tomás González Castillo

Justicia social en transición: reflexiones sobre la ayuda humanitaria y activismo en México y centroamérica

El concepto de justicia social es del siglo XIX, nace con el creciente malestar y reclamo de los trabajadores a partir de la instalación del capitalismo. La OIM incorporó la noción de justicia social a su constitución, como fundamento para alcanzar la paz universal.

La Iglesia católica incorpora el concepto de justicia social a su Doctrina social en 1931, en la encíclica Quadragesimo anno de Pío XI.

La Justicia social tiene que ver con la distribución de los bienes, el bien común, la equidad, las libertades básicas, la no discriminación, igualdad de oportunidades, la dignidad humana

El 20 de febrero de 2007, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Día Mundial de la Justicia Social, afirmó que “la justicia social es un principio fundamental para la convivencia pacífica y próspera” y que constituye el nucleo de su misión para promover el desarrollo y la dignidad humana. Entre las actividades propuestas se enumeraron: “erradicar la pobreza, promover el empleo pleno y el trabajo decente, la igualdad entre los sexos y el acceso al bienestar social y la justicia social para todos”.

La migración que hoy se da en el corredor americano es una migración forzada, invadida de violencia, cuyas causas estruturales son totalmente contradictorias a los presupuestos del concepto de justicia social. Si hubiera justicia social en los países de origen no habría migración forzada ni seríamos testigos de la tragedia humanitaria que hoy padecemos.

Hemos sido testigos y hemos narrado todo lo que a un ser humano le puede pasar en México como migrante indocumentado.

Estamos obligados a hacer la justicia social en el camino, ¿cómo? La 72, Hogar – Refugio para Personas Migrantes es un intento de ello.

Nuestra casa se ubica en la frontera sur, y dentro de esta, en el lugar más olvidado. La hemos llamado la Frontera olvidada. Es así que La 72, se encuentra en territorio-violencia. Es el primer oasis de atención a los expulsados de sus países y ya a escasos 60 km de la “línea”, asaltados, violados, violadas, secuestradas, sepultados, destrozados por el tren carguero llamado la “bestia”.

Queremos hacer de La 72, una Aldea global, es el primer lugar en este rincón de México donde se rompen las fronteras, porque incluso por ley, el INM tiene prohibido acercarse. Intentamos pues hacer un proyecto integral alternativo, un nuevo orden justo, lugar donde nazca un nuevo modelo de sociedad y un nuevo modelo económico.

Toda persona que entre a La 72 es bienvenida y lo primero que se le satisface es su hambre, su sed, sus ganas de tirarse a descansar; desde aquí empieza ya la propuesta de un nuevo orden diferente al que le impuso el hambre, la sed y lo hizo trabajar hasta exprimirlo sin nunca retribuirle lo necesario para una vida digna. Desde el primer contacto, cuando compartimos el pan y escuchamos sus dolorosas historias, estamos apostando por un proyecto que humanice.

No podemos darles dinero, no hacemos solo caridad. El mensaje de la primitiva iglesia nos recuerda nuestro quehacer: “… no tengo plata ni oro; pero lo que tengo te lo doy…”. Intentamos recuperar salud, dignidad económica, que es la base de toda la vida. Económicamente importan en sus países solo cuando mandan remesas, que por cierto, estas son uno de los grandes pilares de las economías de los países expulsores.

Nuestro proyecto apuesta por una nueva identidad política. Las y los migrantes vienen de camino y La 72 es solo un parte de él. El camino los volverá indigentes, limosneros, las autoridades los trataran como criminales, la sociedad los tachará de mugrosos extranjeros. Ni siquiera a las ciudades se les permitirá la entrada, pues en muchos lugares las Casas del migrante están fuera de las urbes, maldito sistema que aún no soporta y sostiene, como desde antiguo, las leproserías.

En su país de origen son los olvidados, los pobres, por lo menos tenían algo de identidad; en el camino, en nuestro país serán los nadie, los invisibles. Políticamente no importan fuera de los tiempos electorales. En La 72, también se forja una nueva identidad política. A través de los talleres de la realidad, de los derechos humanos, sembramos en ellos la lucha por transformar el mundo. No pocas veces saldrán de La 72, gritando: “… los migrantes no somos criminales, somos trabajadores internacionales…”. Saldrán con la mirada viendo al horizonte y desafiando el largo camino que los espera. Ya no bajarán la mirada frente a cualquier autoridad. Saben que tienen derechos y están dispuestos a defenderlos. Se van constituyendo en el camino como verdaderos sujetos, defensores de sus propios derechos y luchadores sociales itinerantes. Incluso, aquellos que deciden quedarse en la frontera olvidada o en cualquier parte del país, saben que tienen el derecho de gestionar su regularización migratoria.

Estamos pues construyendo con ellas, con ellos, un nuevo orden social. Apostamos porque la persona migrante al salir de La 72, ya no vaya solo con su mochila al hombro, sino que lleve tatuada en su corazón la libertad, la fraternidad, la solidaridad. Valores que la acompañarán, si es que llega, a los EU, lo detienen en el camino o regresa a su país. Incluso, frente al crimen organizado, que tanto daño les ha hecho su mirada será otra. Apostamos por la identidad del y la migrante como un ser humano capaz de transformar las estructuras y el sistema que lo ha obligado a salir de su país, a lanzar la historia en otra dirección.

2 Respuestas a “Violencia, Migración y Narcotráfico”

  1. José Luis Saucedo Muñoz

    El orden mundial económico generatodo esto, meda gusto ver un enfoque distinto, lo que se hace no es «limosna» es respuesta a un sisstema de degrada al ser humano. Así que los felicito por esta forma de ver las nesecidades humanas, NO ES LIMOSNA, es tratar de resolver y ver de forma distinta lo s resultados de un sistema miserable. ANIMO Hermanitos

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