Ante el oscuro panorama, la elite política griega se muestra abrumada y agacha mansamente la cabeza ante las exigencias de la Troika (la Unión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo). No se le ocurre otra cosa que hacer. Grecia cerrará hoy con los líderes de la Eurozona un acuerdo en el que cederá gran parte de su independencia. El país heleno se convertirá en una colonia económica y política de Alemania y sus aliados. Berlín tendrá lo suyo para decir en todo, desde la elección del primer ministro a los tipos de medicamento que deben dispensar las farmacias. A cambio de 230 mil millones de euros, compuestos de 130 mil en préstamos frescos y 100 mil millones en bonos de la deuda griega privada que serán condonados, Grecia podrá pagar su deuda. Pero el dinero no está destinado al gobierno y menos al pueblo. Simplemente, les alcanzará para vivir con lo justo.
Lo que más llamó la atención fue la falta de resistencia de la clase política, amén de las imágenes de manifestantes tirando piedras, las nubes de gas lacrimógeno y los edificios que ardían en el centro de Atenas.
Ante el oscuro panorama, la elite política griega se muestra abrumada y agacha mansamente la cabeza ante las exigencias de la Troika (la Unión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo). No se le ocurre otra cosa que hacer.
Los dos partidos que dominaron la política griega por treinta años, Pasok (centroizquierda) y Nueva Democracia (derecha), no salen bien parados de la crisis. El periodista de denuncia más importante del país, Tasos Telloglou, quien reveló numerosos escándalos de corrupción, describió a los miembros del Parlamento como gente “gorda y perezosa que sólo se preocupa por volver a como estaban cuatro años antes de la crisis”. Dice que ambos partidos dominantes, que se alternaron el poder desde la caída de la junta militar en 1974, han acordado en privado continuar con la coalición luego de los comicios, a realizarse en 10 semanas.
Su visión acerca del electorado griego es igual de despectiva. Según él, ellos también añoran con volver a los buenos viejos tiempos, cuando Grecia tenía rango de crédito AAA igual que Alemania. “Queríamos tener un ingreso europeo sin la productividad europea, así que pedimos prestado”, escribe con simpleza. Pero los prestamistas evitarán a Grecia por mucho tiempo, así que no hay vuelta a los estándares de vida previos a 2008.
El clima del liderazgo político es de fatalismo y desesperanza. Un parlamentario de Nueva Democracia habló acerca de la votación en el recinto una semana atrás. “Tuvimos que elegir entre el desastre asegurado y la duda de la salvación. No podés ser independiente cuando tenés que pedir prestado 20 millones de euros por día. Estamos en mala forma. No producimos nada, ni siquiera la carne que comemos”, se sinceró Simos Kedikoglou.
Pero hay claramente otros motivos detrás de los cambios radicales impuestos a Grecia. “Parece un thatcherismo duro introducido en el país en pocos años”, dijo un analista en Atenas. Por ejemplo, el salario mínimo se reducirá un 22 por ciento, a 522 euros por mes como parte del último plan de austeridad. La Troika cree que esto aumentará el empleo, pero los economistas griegos disienten. Dicen que los trabajadores chinos o búlgaros siempre serán peor pagos. Los griegos no conseguirán trabajo por la misma razón que la marina mercante griega emplea a filipinos por debajo del nivel de capitán o jefe ingeniero.
Recortar la ganancia del empleado estatal mal pago hará poca diferencia para Grecia, excepto reducir el consumo y aumentar la miseria. Parte de la explicación a estas medidas sea quizá que los líderes alemanes quieren demostrarles a sus electores que se las están poniendo difíciles a los griegos, y que no les permitirán acceder a subsidios alemanes. La naturaleza punitiva de las reformas de la Troika también refleja el deseo de mandarles un mensaje a los fuertemente endeudados Portugal, España, Italia e Irlanda, de que no se atrevan a seguir la senda griega, que es un default manejado con deudas.
Incluso las duras declaraciones de los políticos alemanes acerca de Grecia la semana pasada sirvieron para demostrar a su audiencia local que no se van a dejar arrastrar por los despilfarradores griegos.
Pero detrás del programa de austeridad se esconde una visión neoliberal acerca de cómo la economía y la sociedad griega deberían ser. Se ve muy parecido a lo que fue aplicado en Rusia bajo el mando de Boris Yeltsin en 1992. Habrá masivas privatizaciones, recortes en programas sociales, de salud y jubilaciones. Y desregulación. Muchos a la derecha les darán la bienvenida a estas reformas.
Una de las explicaciones del desastre en Grecia se encuentra en su historia reciente. Luego de una feroz guerra civil entre los comunistas y sus enemigos, que comenzó en 1946, la derecha victoriosa fue dominante hasta la caída de los coroneles en 1974. Los banqueros fueron tratados con benevolencia. Así también los emprendedores, los profesionales y los dueños de pequeños negocios, que pagaban pocos impuestos.
Grecia nunca disfrutó esa suerte de compromiso social de posguerra como se vio en el resto de Europa, donde el capitalismo liberal era balanceado con el compromiso con los derechos de los trabajadores, el Estado de Bienestar y el gasto social. A comienzos de la década del ’80, Grecia viró a la izquierda en el momento que el reaganismo y el thatcherismo se imponían en Estados Unidos e Inglaterra. Pasok estuvo al mando por los siguientes 20 años y construyó un Estado de Bienestar y un sistema de patronazgo político. Empleados trabajaban en industrias por años.. Este Estado de Bienestar para los ricos y los pobres sólo podía ser sostenido pidiendo prestado. Ahora será desmantelado. Pero en Grecia sólo los débiles y los pobres son castigados.
* Analista de The Independent de Gran Bretaña.