Frente a la crisis, exitoso centro de salud de abajo y a la izquierda en Salónica

Gloria Muñoz Ramírez Fotos: Gabriela Moncau

Salónica, Grecia. En medio de la crisis económica que azota Grecia desde el 2007, que se acrecentó en el último año y que en estos momentos espera un ajuste más severo que incluye la reducción de las pensiones de jubilación, la eliminación de las ayudas sociales y el recorte drástico de las que quedan, así como la supresión de 150 mil puestos de trabajo público hasta el año 2015, se fortalecen, contra viento y marea, iniciativas autogestivas para enfrentar lo que el Estado es incapaz de resolver.

Uno de los sectores más castigados por la crisis es el de la salud. La revista The Lancelot dio a conocer un estudio hace un año, cuando empezaron los estragos graves, que indica que la probabilidad de no consultar a un médico ha aumentado un 15 por ciento con respecto a la situación anterior a la crisis, iniciada en 2007. Los investigadores especulan que este descenso está relacionado con problemas de la oferta; es decir, en el país heleno ha habido una reducción del 40 por ciento en el presupuesto de los hospitales, hay falta de personal, hay escasez ocasional de suministros médicos y existen denuncias sobre sobornos al personal médico para saltarse las listas de espera en los hospitales desbordados.

El panorama es desolador. En los hospitales no hay el material médico indispensable, ni medicinas suficientes para la gente que tiene la seguridad social, pero hay que tener en cuenta que cada vez son más los que ni siquiera tienen acceso al sector público de la salud, que, sin duda, es uno de los más afectados por las políticas de austeridad.

El hambre, señala la médica Cristina….” no la tenemos bien registrada, pero a partir de su incremento el próximo año tendremos un problema de salud muy grave, como consecuencia directa de la crisis”. Los griegos que no tienen cobertura médica, añade, se quedan cinco o seis meses sin atención. Por ejemplo, los que tienen cáncer ya no tienen acceso a la quimioterapia en los hospitales porque perdieron la cobertura.

Hace unos años, explica, “existía en Grecia una asistencia médica superior a muchos países; por eso también había muchos inmigrantes que llegaban no sólo en busca de trabajo, sino también en busca de servicios de salud”. Pero esto es cosa del pasado en un país en el que han aumentado hasta un 40 por ciento los suicidios como consecuencia directa de la desesperación económica.

El Centro de Salud Solidaria

El primer piso del edificio de la Confederación de Trabajadores Privados es un ir y venir de doctores, pacientes y gente que llega con medicina para ser acomodada en la farmacia. Mientras los voluntarios clasifican el medicamento y atienden las demandas de los médicos, la recepcionista pasa a los pacientes a la sala de espera, en la que no cabe nadie más. Los consultorios de patología, neurología, psicología y pediatría trabajan a toda su capacidad, y los de odontología ni se diga. En la entrada una manta se despliega con el nombre “Centro de Salud Solidaria”.

Sotiris es un comerciante griego de 50 años de edad. “No tengo trabajo, no tengo seguridad social y por eso estoy aquí. Este lugar es importante por su papel ante la crisis. Si no existiera ¿qué haríamos?”.

Sotiris es uno más de los que se ha quedado en la calle en materia de salud. Llegó a atenderse con el patólogo y también tiene cita con el psicólogo, pues su situación económica lo ha sumido en una depresión.

La farmacia es un pequeño cubículo al que llegan cajas de medicinas que los activistas voluntarios recogen en las farmacias privadas, las cuáles funcionan como centros de acopio. “La gente llega ahí a donar la medicina en buen estado que ya no ocupa y los voluntarios pasamos a recogerla en diferentes turnos, y la traemos al Centro, donde otros compañeros la clasifican, acomodan y atienden las necesidades que les van indicando los médicos”, explica Anastasia, una de las voluntarias. Hasta el momento toda la medicina es donada, con excepción de las vacunas, que las tienen que comprar.

No es mucho, pero para nosotros lo es todo

El Centro de Salud Solidaria no nace directamente por la crisis económica, sino por la exclusión del sistema de salud de los migrantes sin papeles en Grecia. En 1996 se votó una ley que no permite el acceso a los migrantes a hospitales, aunque no fue puesta en vigencia por los médicos, pues los obligaba a entregar a los migrantes a la policía.

En el 2011, ya en plena crisis económica, se excluyó a todos los migrantes del servicio de salud, bajo una interpretación de que el sistema puede apoyar a toda la gente. “Esta es una posición política fascista del PSOK”, señala Cristina.

En este contexto, en enero de 2011 se organizó una huelga de hambre de 300 inmigrantes, 50 de ellos en la ciudad de Salónica y el resto en Atenas y entorno a ellos se conformó un grupo de diez médicos en apoyo a los huelguistas.

Cuando se terminó la huelga, relata la médica activista, “se juntaron médicos que no habían trabajado juntos nunca y formaron un grupo muy bueno para seguir con el trabajo. Son médicos de diferentes generaciones y especialidades”.

Un año atrás, en el 2010, presentaron la iniciativa en el Festival Antirracista que se celebra cada año en Grecia. Ahí recibieron mucha aceptación de parte de la gente y se empezaron a ver las condiciones para empezar el proyecto. Trabajaron todo el verano en planeación y consiguieron un espacio con la Confederación de Trabajadores Privados.

Finalmente, el 7 de noviembre del 2011, abrieron el centro de salud y desde momento el cupo es total, está lleno a tope. En estos momentos la red la conforman 40 dentistas y 20 ayudantes, 30 psiquiatras y psicólogos, 15 patólogos, 20 pediatras, 30 personas en recepción y 20 en la farmacia. “Y a todo esto se suma una red de médicos que tienen sus consultorios particulares y cooperan con el centro. Ellos también atienden sin cobrar a los pacientes que se les envían. Son en total 40 especialistas los que se suman a este esfuerzo: cardiólogos, ortopedistas, ginecólogos, de todo”.

A todo esto, continúa Cristina, “hay que sumar 200 personas de apoyo; además de la ayuda que otorgan laboratorios y centros de radiología. Las necesidades de los pacientes son muchas y cuesta mucho llevar los controles, por lo que se tomó la decisión de pagar los análisis, sin que la consulta médica cueste.

Una de las maravillas de este esfuerzo es que no reciben dinero del Estado, de la Unión Europea, ni de las multinacionales. La municipalidad ofreció 10 mil euros y los rechazaron porque “no podíamos aceptar apoyo de un órgano que ataca todos los días a los inmigrantes y los caza en las plazas donde tratan de vender su mercancía”.

El apoyo viene de sindicatos, grupos culturales y políticos no partidarios. El ingreso más significativo proviene de las actividades que se organizan como conciertos y exposiciones. Todo para cubrir los gastos mensuales, que son de más de 3 mil euros, sin que nadie cobre absolutamente nada. “Y hasta ahora lo logramos”, señalan, con orgullo, Anastasia y Cristina.

La organización interna del centro de salud se rige por una asamblea general que se realiza cada dos semanas. Los que participan no son todos políticamente formados: “Son gente que quiere apoyar este proyecto porque lo valoran. No todos estás politizados, pero todos saben que se trata de un proyecto político. Hay también médicos de la red que son de derecha, pero que tienen confianza en este proyecto, aunque la mayoría tienen una clara formación política de izquierda”.

El Centro no tiene permiso ni licencia para operar. No piden ningún tipo de comprobante que demuestre la condición social u origen de paciente, y cualquiera puede acceder a la atención médica con tan sólo solicitarla, sólo que tienen que hacer cita, pues la capacidad está a tope.

De esta manera, lo que nació como un apoyo para los inmigrantes excluidos de las políticas de salud, ahora es un centro que atiende mayoritariamente a desempleados o trabajadores griegos que están fuera del sistema de salud.

“El objetivo”, explica Cristina, “es luchar junto con los pacientes por el derecho a la salud y la hospitalización en casos graves. Políticamente se trata de que juntos, médicos y pacientes, conformen un grupo de lucha por el derecho a la salud para todos, público y sin exclusiones”.

Le gente va y viene por el pequeño corredor que sirve de sala de espera. No hay una silla libre. El espacio, perfectamente limpio y ordenado, está distribuido en consultorios. Uno de ellos, el de patologías, adorna una de sus paredes blancas  con una foto de la clínica zapatista La Guadalupana, de Oventik, Chiapas, en la que aparece un grupo de promotores de salud con el rostro cubierto. “Aquí se da salud desde abajo y a la izquierda. No es un proyecto altruista, sino rebelde y solidario, como los zapatistas”, recalca Anastasia.

Publicado el 3 de septiembre 2012

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