Nuestra relación concreta con La Realidad empezó en 2011, la primera vez que visitamos la comunidad, por apenas algunos días y sin ningún objetivo específico, además de conocer y acercarnos al primer Caracol, mar de los sueños autónomos de muchos de nosotros. Pero fue apenas en la segunda visita, durante la Escuelita realizada al final de 2013, que logramos comprender mejor algunas cosas, conocer mejor a los zapatistas que tanto admiramos, estudiamos y divulgábamos desde lejos.
El impacto fue muy fuerte, y desde entonces hemos intentado, siempre que es posible, pasar adelante un poco del fuego y de la palabra de cada momento vivido en el Caracol de La Realidad; y después en la casa donde fuimos recibidos, ahí cerquita.
Es difícil resumir y expresar el tamaño del aprendizaje que no sólo la Escuelita, sino dla experiencia zapatista en general, proporcionan a activistas como nosotros, identificados con el cada vez más amplio sector autónomo de la izquierda brasileña.
De la recusa al Estado al esfuerzo en la milpa, de la disciplina diaria, de la fuerza de cada una de las mujeres, de las grandes estrategias políticas (como la Escuelita), a las constantes batallas contra las enfermedades y la desinformación; cada día de trabajo y aprendizaje entre los zapatistas nos demostró la fuerte conexión entre los rumbos más generales del movimento con sus apoyos globales, sus tácticas criativas y sus poderosos enemigos y el activismo diario que es el modo de vida, y no el medio de vida, para cada uno de esos rebeldes tojolabales, de quienes tanta falta sentimos desde el instante que partimos.
Además de las lecciones de dignidad, nos quedan también los momentos de afecto e intercambio, los juegos de cartas locas con los niños, como Matazón y Con quién, los baños en el río, el cuidado que dieron a nuestras enfermedades de güeros y las largas charlas sobre 1994 o sobre Brasil, mientras las luciérnagas de La Realidad llegaban para reemplazar el sol.
En una de las charlas que tuvimos con las bases de apoyo en La Realidad, nos dijeron que los zapatistas ni siempre saben explicar exactamente lo que están haciendo, pero saben que lo que hacen es autonomía. Cuando nos despedimos, en una emocionante fiesta musicalizada por la marimba, les dijomos que nosotros tampoco comprendíamos lo que escuchábamos por allá, pero que también sabíamos muy bien lo que significaba: autonomía digna y rebelde que hay que apoyar y difundir. Con rabia e indignación por los cobardes ataques recién sufridos, dispuestos a convertirlas en solidaridad.
12 mayo del 2014