El gobierno, ¿quién es ese señor?: damnificados de Guerrero

Edith Na Savi

Tlapa, Guerrero. De lo último que recuerdo es que el 15 de septiembre todos se preparaban para festejar el aniversario de la “independencia” de México, en medio de una lluvia que no paró por tres días.  Inclusive en Tlapa, un lugar seco, la gente empezaba a preocuparse.

Ese día, iba con mamá rumbo a Tixtla. En el trayecto vimos que la lluvia no paraba. Eran las cuatro de la mañana. Al llegar a Tlatlauiquitepec,  los choferes  de los taxis comentaban por radio que ya había derrumbes, algunos camiones de carga y autobuses parados de un lado y otro, pero que podían arriesgarse a pasar a reserva de lo que encontraran más adelante. Avanzamos y vimos  las piedras gigantes sobre la carretera, hasta llegar a Atlixtac, donde ya no pudimos avanzar. Un taxista venía de regreso y mandó aviso por su radio para informar que en Petatlán (antes de llegar a Chilapa) una parte de la carretera estaba caída y seguían desgajándose los cerros, que no habían carros del otro lado, así es que mejor abandonaran la ruta.

Regresamos a Tlapa. A las 10 de la mañana vimos que los ríos estaban llegando a su máximo. Llegó la alerta de que no había ya paso, pero el taxista se arriesgó y al parecer fueron los últimos carros que pasaron, antes que se desbordara por completo. Eran ríos que se llevaban árboles, algunas pertenencias, y ese apenas era el primer día de una historia de terror que se vendría.

Durante esos días se vivió desesperación. Todos estuvimos preocupados porque se había ido la señal de telefonía celular, el internet y en algunas zonas de Tlapa, hasta la luz tenía fallas. Sin embargo, no imaginamos la magnitud del problema, que cobró muertes humanas y un desastre total en La Montaña.

De un día para  otro llegaron las malas noticias, las carreteras caídas, las personas muertas por derrumbes, el desbordamiento de ríos, personas desaparecidas, algunas enterradas por los cerros desgajados, las casas desechas. Un total desfiguramiento del rostro de nuestra montaña, que aunque muchos vivimos en Tlapa por trabajo o estudio, nuestras raíces, pueblos y familias se encuentran viviendo en la montaña alta.

Abandono del Estado

Ante la incapacidad del gobierno, de no tener noticias, ni siquiera un interés de saber lo que ocurrió con los pueblos montañeros, a más de una semana de los derrumbes –pues las noticias siguieron hablando de los “turistas de Acapulco”, de lo que pasaba en Chilpancingo-, muchos nos dimos a la tarea de emprender un viaje a la búsqueda de noticias y de nuestros familiares incomunicados desde hace más de una semana.

Durante este trayecto, comenta Nicolás Herrera Ortega, para llegar a la comunidad de San Marcos del Ejido de Zitlaltepec, Municipio de Metlatónoc, se tuvo que recorrer un largo trayecto de 9 horas sin parar.

Este recorrido inició a las 4:30 de la mañana en un carro que lo dejó en el crucero de Alacatlatzala, al llegar ahí tuvo que emprender el camino a pie con rumbo a Zitlaltepec y San Marcos. El trayecto fue muy largo, tan solo para llegar de Alaca a Zitlaltepec fueron 9 horas y media de recorrido, aun le faltaban otras dos horas. Todo este trayecto tan largo se debió a lo peligroso del camino, había desgajamientos de cerros con árboles caídos, no permitían el paso.

Los ríos estaban a su máxima capacidad, y nos encontramos con Nicolás, que se quedó en el camino. Él iba con un grupo de 12  personas -principalmente hombres- y una joven que iba enterrar a su padre, que resultó fallecido en San Marcos. Este grupo de gente fue en busca de sus familiares, ya que el gobierno no dio reportes ni información sobre lo que acontecía en los pueblos, particularmente en Metlatonoc.

Durante el trayecto, Nicolás recuerda que había lugares imposibles de pasar. Al igual que él “muchos tuvieron que buscar los llamados caminos reales”, aquellos donde se caminaba cuando no había carreteras ni brechas a las comunidades, los cuales fueron por mucho tiempo utilizados para el traslado de alimentos con animales de carga.

En algunos trayectos, con lugares totalmente desechos, la tierra está totalmente suelta, el lodo llegaba hasta el pecho. Es muy riesgoso caminar porque puedes quedarte atorado. La gente que caminó  tuvo que pasar colgada y agarrada de cuerdas, esta hazaña fue en la zona que conecta a la comunidad de Huehuetepec hasta el crucero de Chinameca.

A diferencia de otras comunidades donde a pesar de estar destruida la carretera, no hay acceso en carro pero si caminando, hay pueblos donde ni eso, este es el caso de Zitlaltepec, Ojo de Luna, San Marcos (el más afectado), Santa Cruz Cafetal, Itia ndichi koo , Ojo de pescado y Chilixtlahuaca. Todas estas comunidades  quedaron incomunicadas, no hay paso por camino de terracería y el acceso a pie es muy riesgoso y complicado.

Se ha reportado que, en el caso de los pueblos del Ejido de Zitlaltepec, como varios en la montaña, no hay paso ni para personas. Si quieres llegar al pueblo, “tiene uno que arrastrarse, colgarse de reatas, y tener cuidado de no resbalar porque hay lugares donde por un descuido puedes caer al vacío a una altura de 400 a 500 metros”, comenta Nicolás, y agrega que él por poco cae al vacío si no es por un joven que lo apoyó.

Es por eso que el gobierno no ha atendido, es por eso que ni los militares ni protección civil se arriesgan a ir. Apenas sobrevolaron helicópteros la zona pero se dice que no lograron aterrizar porque había “neblina y mucha lluvia”. Nos preguntamos cómo es que para estos casos de emergencia nadie se arriesga, mientras que para reprimir las recientes protestas, o militarizar las zonas indígenas en la montaña, utilizan todo el aparato del Estado. Cuando se trata de reprimir, de hostigar, de detener a los policías comunitarios como hace poco, pueden llevar equipos especiales y helicópteros de primera. ¡Qué contradicción!

Y aquí los daños, tan solo unos datos.

De los datos cuantificados, por un grupo de pobladores que vimos la zona, tenemos que tan solo en San Marcos, se reportan  cuatro muertos;  un señor que se encontraba sacando la tierra que caía en el techo de su casa,  de los otros fallecidos (una niña y dos jóvenes) se dice que  venían de regreso a casa después de ir a pastorear a sus chivos.

Si bien la mayoría de la comunidad alcanzó a salir corriendo de sus casas,  los que estaban muy cerca no tuvieron oportunidad de escapar, la niña y el señor (abuelo y nieta) quedaron enterrados ahí mismo, cerca del lugar donde cayó la avalancha. Los cuerpos de los otros dos muchachos fueron encontrados más lejos, uno a 300 metros del río grande, y el del otro joven fue encontrado hasta Chilixtlahuaca.

Cuentan los vecinos que nadie se dio cuenta, todo pasó tan rápido,  todo aconteció el día lunes 16 de septiembre, aproximadamente a medio día.  Narran que escucharon un trueno como si fuera rayo, la gente vio que venía una avalancha de lodo provocada por el retumbe de un cerro contra otro. En ese momento, ante el asombro, muchos corrieron, la gente empezó a gritar no a todos les dio tiempo, porque vuelven a decir que “todo pasó tan rápido”. Fue solo cuestión de minutos para ver cómo ese retumbe traería consigo la desgracia de varias familias.

La comunidad de San Marcos huyó por sus vidas, con lo poco que tenían a la mano, hay familias que perdieron todo. Varias parcelas de milpa también fueron arrasadas, y aunque no es lo primordial, la gente comenta  que “lo más importante es la vida de la gente y por eso tuvimos que salirnos”.

A sus muertos los tuvieron que  buscar sin la ayuda del gobierno, que hasta ahora no ha llegado. “Es como si no valiéramos para ellos”, narra un abuelo de la comunidad, quien dice que tuvieron que buscar a sus muertos, a “Vitor” -así se llamaba al que quedó sepultado- tuvieron que buscarlo entre escombros, a uno de los jóvenes tuvieron que hallarlo hasta el río, mientras el otro apareció en un pueblo de los últimos del ejido. Para ello, llegaron a la comunidad alrededor de 200 comuneros, de los distintos pueblos que conforman el anexo, para ayudarse. Dicen que el trueno de los cerros fue tan intenso que inmediatamente se imaginaron que algo malo y muy grave había pasado. Llegaron de todos los pueblos, solo así pudieron sacar a toda la gente, buscar a sus muertos y enterrarlos en Ojo de pescado.

Ahora se encuentran en dos  lugares, algunos llegaron hasta Ojo de pescado, principalmente mujeres, niños y sus esposos. Viven con sus familiares, quienes los han recibido, aunque el tema de los alimentos se convertirá en problema mientras los días vayan pasando porque la gente si bien se solidariza y se hermana por ser de la familia, hay varios que no tienen más que para alimentar a los de su casa, lo que puede generarse escasez.

Las personas  mayores, señores principales así como las autoridades de la comunidad, se quedaron en un lugar conocido como Tu ya’vi, ubicado en una lomita antes de llegar a la comunidad de Ojo de pescado. Ahí se encuentran compartiendo alimentos, agua, techo divididos entre dos casas del actual Comisariado de bienes ejidales de Zitlaltepec.

Aunque dicen que entre ellos se cuidan, a los que están enfermos, y quienes saben que tienen que compartir lo poco que aún se tiene, la preocupación principal es saber sobre sus casas, se preguntaban ¿Qué pasará? A donde se irían a vivir, la milpa que se perdió, los enfermos, la escuela de los niños. Les preocupa también la atención médica porque todos están amontonados en ese lugar, aunque por el momento es refugio. Se encuentra en zona de riesgo ya que toda la zona está devastada, sigue lloviendo y por lo mismo, dice la gente, los cerros siguen ablandándose y hay mucha agua todavía que hace el lodazal y riesgo de caminar.

Algunos se aventuran y corren el riesgo de regresar a sus casas sólo por algunas pertenencias, a sacar un poco de maíz, a sabiendas que en cualquier momento otro cerro puede desgajarse, porque los niños y las mujeres y los mayores no pueden aguantar el hambre, tienen que comer.

Aunque el 21 de septiembre estuvo por Tlapa la esposa del gobernador, no ha habido ninguna declaración de lo que acontece en la Montaña, tal pareciera que no se quiere visibilizar la realidad cruda y tan dramática que la envuelve. Pareciera que las apariencias son parte del show, que seguramente en pocos días irán haciendo aparición muchos oportunistas políticos, políticos y líderes que se querrán aprovechar de esta situación lamentable.

Es como si las lluvias se hubieran llevado a los presidentes municipales. La gente pide a gritos auxilio, hay pueblos de donde no se tienen noticias y tampoco han mandado a nadie a cuantificar los daños. No hay un programa para dar atención, auxilio y socorro a los pueblos.

Tenemos que reconstruir nuestra montaña

La Montaña, muchas veces olvidada, sufre uno de los desastres más catastróficos de los últimos años, sumado a las condiciones de marginación, despojo, saqueo de sus recursos, utilitarismo de sus gobiernos y abandono a su suerte. Hasta ahora no hay reportes por parte de las autoridades de los verdaderos daños que hay en los pueblos indígenas de la montaña.

Quizás esa sea la razón, porque somos indígenas, sigue habiendo una política racista y discriminatoria, de exclusión, que atenta contra nuestros derechos. Los gobiernos corruptos tienen que hacer esta labor de rescate de pueblos aislados, de los cuerpos sepultados por los cerros desgajados y los ríos desbordados.

De los pocos espacios en la montaña que han dado seguimiento a esto que acontece en la región, está el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, que inició la denuncia de lo que está aconteciendo en nuestros pueblos, han hecho un llamado a la solidaridad en varios medios, e instancias, apoyados en el recorrido a varias comunidades nahuas, mephaa y ñuu savi de la montaña por los alumnos (acompañados de algunos asesores) de la Licenciatura en Desarrollo Comunitario Integral (LDCI) de la UPN subsede en Tlapa.

Desde esta zona, hacemos un fuerte llamados a las autoridades del orden municipal, estatal, federal a que respondan al llamado de auxilio de nuestros pueblos, San Marcos del ejido de Zitlaltepec, un pueblo ñuu savi (mixteca) perteneciente al municipio de Metlatónoc, que ahora vive una situación de abandono, de aislamiento y cuyo llamado no ha sido atendido. Conocemos que así se encuentran muchos pueblos ñuu savi y me phaa de la zona montaña alta, como: San Miguel Amoltepec, Yosondakua, Espino Blanco, Colombia de Guadalupe, San Miguel del progreso y muchos otros más, de los municipios de Metlatònoc, Cochoapa el Grande, Malinaltepec, y muchos pueblos más que no han podido salir para denunciar lo que pasa. Para saber lo que realmente está sucediendo, tenemos que ir a las comunidades, recorrer una zona lamentablemente desfigurada y caminar entre lodo, tierra nada firme y peligrosa, ocho o 15 horas a pie, arrastrándote, colgándote, cayéndote, tropezando en el camino y arriesgando tu vida porque la de tus familiares también importa, porque la de nuestros paisanos montañeros es importante.

Con mucha organización podremos reconstruir lo que “Manuel” se ha llevado.

Publicado el 23 de septiembre de 2013.

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