México, DF. La decisión del gobierno federal de construir un monumento para “honrar” a las víctimas de la guerra contra el narcotráfico impulsada por Felipe Calderón, dentro del Campo Militar Número 1 “puede ser considerada como un acto de cinismo, de burla o de amenaza; es como decir qué lugar y qué espacio ocupan para él (el Ejecutivo) la memoria de las víctimas, colocándolas a un lado de uno de los victimarios”, apunta en entrevista con Desinformémonos Pietro Ameglio, defensor de los derechos humanos, catedrático de la Universidad del Claustro de Sor Juana y uno de los representantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD).
El tema del memorial fue abordado por primera vez durante los diálogos sostenidos entre el MPJD y Felipe Calderón en el castillo de Chapultepec, donde el presidente se comprometió públicamente a la construcción de un monumento que rescatase la memoria y dignidad de las más de 70 mil víctimas que hasta ahora ha cobrado su cruenta guerra.
“Sin embargo”, apunta Ameglio, “durante el proceso fue muy negativa la forma en la que el gobierno cambió la idea original, porque el proyecto se trataba de que la construcción del memorial fuese un proceso de la sociedad civil en todo el país, para ir de algún modo recuperando de forma colectiva la historia, la memoria, la identidad social de las víctimas, la dignidad y la lucha por la justicia de muchos de ellos. Se pensó en un proceso que fuese nacional, desde la gente, desde abajo y que, además se hiciera en forma colectiva y artística, en un lugar a donde todos pudieran tener acceso y ver el trabajo creado”.
Se pensó en el bosque de Chapultepec como un lugar ideal para la construcción del memorial, debido a que es un área común de recreo para los habitantes de la ciudad de México, así como para visitantes nacionales e internacionales, y el patronato del bosque había incluso aceptado ya que el proyecto se hiciera en la zona de la segunda o la tercera sección del parque. El MPJD planteó también la idea de que el diseño del monumento fuera sometido un concurso nacional de diseñadores y arquitectos, para hacer algo con mucha dignidad y con la participación de toda la sociedad.
Pero, “de golpe, el presidente –similar a lo que hizo en el tema de la ley de víctimas- cambió totalmente el proceso original y el compromiso, y, con la prisa de dejar algo antes de irse, convocó “al vapor”, ni siquiera a un concurso, sino a un proyecto a partir de un colegio de arquitectos y de dos o tres asociaciones de víctimas –muy cercanas al poder Ejecutivo– y armó algo totalmente improvisado, sin respetar ningún proceso social, nacional, ni colectivo, sino totalmente desde arriba”, advierte Pierto Ameglio.
El monumento, cuya construcción está a cargo del arquitecto Ricardo López Martín y representará al erario un gasto de 22 millones 890 mil pesos, “envía un mensaje de desprecio al planteamiento inicial de Javier Sicilia, que era construir –de manera colectiva– un monumento en Chapultepec con el fin de visibilizar a las víctimas de ambos lados de esta guerra”, señala Julián Contreras activista de Ciudad Juárez y miembro del Frente Nacional contra la Represión.
El lugar que Felipe Calderón escogió para construir el memorial está, en efecto, ubicado dentro del bosque de Chapultepec, pero dentro de un área periférica, donde no hay muchos paseantes y, lo que más desconcierto ha creado, al interior del Campo Marte (Campo Militar Número 1).
“Se necesita tener mucho ‘humor’”, sostiene indignado Ameglio, “para pensar que pudiera haber escogido un lugar peor, y más indigno e inhumano. Es una situación que raya casi en el sadismo. Quieren hacer un memorial en un lugar que no tiene la más mínima relación con las víctimas, con los procesos sociales ni con la dignidad.
“Para escoger un lugar en donde colocar un memorial, como se ha hecho en otros países de América Latina –Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile, por ejemplo– es necesario escoger un espacio en donde también se realicen actividades, un espacio vivo, no un museo de letra muerta, donde se puedan ir recatando o reconstruyendo historias, pero ¿a quién se le va a ocurrir estar haciendo actividades pegado al Campo Marte?”, se pregunta el defensor de derechos humanos.
La idea original de MPJD era la realización de proyecto colectivo que involucrara un proceso largo de toma de conciencia y de rescate de la memoria de todas las víctimas, no sólo de ahora, sino de la guerra sucia, y que ayudara a ir tomando conciencia del rescate de la historia y de las formas dignas de lucha que ha habido y que hay en México; un proyecto que “nada tiene que ver” con lo que Felipe Calderón ha anunciado que construirá, por lo que, en un comunicado, el MPJD se deslindó totalmente del anuncio presidencial .
Para Julián Contreras, “lo que debemos pedir antes que cualquier otra cosa, incluidos monumentos, es justicia y el fin de la impunidad. El Estado debe asumir su responsabilidad por acción y omisión en esta guerra, y al primero que debe someter a juicio es al comandante en Jefe de las fuerzas armadas, Felipe Calderón Hinojosa. Nada en Ciudad Juárez, ni en México, sin justica. Después podemos plantearnos uno o más monumentos, pero lo primero es la justicia, entendiendo por ésta primero el castigo a los culpables y posteriormente la reparación del daño”, expone desde Chihuahua el activista juarense.
Por su parte, la escritora Cristina Rivera Garza, autora de Dolerse: textos desde un país herido, sostiene que “el Estado tiene una gran responsabilidad por lo que ha pasado, y conmemorar y reconocer la humanidad de lo que hemos perdido es relevante, pero a la vez pienso que el Estado mexicano debería recuperar la lógica del cuidado en lugar de la lógica de la ganancia, creo que muchos sectores de la sociedad es lo que están pidiendo, eso sería mucho más conveniente y mucho más preciso que la construcción de monumentos”.
En tanto el MPJD, así como asociaciones cercanas a éste y otros grupos de lucha, buscarán rescatar la dignidad de las víctimas de esta guerra haciendo procesos paralelos, otras formas de memorial o rescate de la memoria. “Quizá trataremos de convertir alguno de los lugares que más han sufrido de la violencia en años recientes, y que tienen un símbolo social fuerte, en una casa de la memoria. Esto se tiene que impulsar, además, en los distintos estados y municipios del país como proyectos paralelos y desde la gente”.
El MPJD se planteó la construcción de un espacio de memoria que fuera dinámico, de encuentro y que provocara la reflexión de la sociedad civil, pero, ante el anuncio del Felipe Calderón, los representantes de la iniciativa original se preguntan: “¿Quién va a ir a reflexionar a un lado del Campo Militar Número 1? En ese sentido, se construirá algo a donde la gente no vaya y no esté a gusto. Ese espacio no puede tener vida propia, pues tiene una espada de Damocles encima”, finaliza Pietro Ameglio.
Publicado el 10 de septiembre 2012